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Francisco Ramón Eguía Letona

Biografía

Eguía Letona, Francisco Ramón. Conde del Real Aprecio (I). Bilbao (Vizcaya), 5.III.1750 – Madrid, 6.I.1827. Capitán general, secretario de Estado y Despacho, ministro.

Nació en Bilbao el 5 de marzo de 1750, hijo de María Antonia Letona Hormaza, natural de Dima (Vizcaya), y de Francisco Antonio Eguía Izarza, de origen bilbaíno. Éste había desempeñado en la capital vizcaína el cargo de regidor preeminente en 1825 y, un año después, pasó a ejercer similares funciones en Durango. Nazario Eguía Sáez de Buruaga, que fue nombrado por don Carlos virrey de Navarra y jefe del Ejército Vasco-Navarro, era su primo. Tras reorganizar las tropas carlistas, fue vocal de la Junta Consultiva de Guerra y jefe de operaciones del sitio de Bilbao. Emigró a Francia de 1840 a 1849 y, a su regreso, el teniente general Nazario Eguía, conde de Casa-Eguía, condecorado con la Gran Cruz de San Hermenegildo y de Isabel la Católica y de Carlos III, fue designado senador vitalicio (1853).

Francisco Ramón Eguía emprendió a temprana edad la carrera de las armas. Apenas iniciada ésta, a sus diecisiete años, desempeñaba el cargo de capitán del Regimiento de Infantería de Voluntarios Extranjeros. Más tarde, tomó parte en la expedición de Argel y, en funciones de sargento mayor de brigada, en la rendición de Panzacola (1781). Ya para entonces había contraído matrimonio, el 11 de noviembre de 1773, con Margarita Antonia Ballesca, hija de Margarita Justina Scarponi, de la nobleza romana, y de Francisco Nicolás Ballesca, capitán y comisario graduado de Artillería, de condición noble en los Catastros de Barcelona. A la muerte de su esposa (1790), contaba con cinco hijos: Francisco —que prestó servicios en el ejército de 1799 a 1808, fue comisario de Guerra (1816), oficial de la Secretaría del Despacho de Guerra (1818-1819), sargento mayor del segundo tercio de Voluntarios Aragoneses y comandante del tercer batallón del Regimiento de Infantería de don Carlos (1821)—, Joaquín, Ignacio —que llegó a ser comandante militar del Distrito de La Mancha—, Luisa y Juana. Tras enviudar, Francisco Eguía contrajo matrimonio en segundas nupcias con María Antonia Zayas, hija del teniente general de los Reales Ejércitos e inspector general de Infantería, José Zayas Carrillo, marqués de Zayas. Su nieto fue el general carlista Antonio Urbistondo.

Tras sus funciones como coronel del Regimiento de Infantería de África, Francisco Ramón Eguía pasó con el mismo grado y empleo al de Toledo en 1792 y, un año más tarde, al de Aragón. Poco después, llegó su ascenso a mariscal de campo (1795), conseguido por las acciones de guerra de Lascun, Orrio y Olave, libradas contra los franceses, y su nombramiento como gobernador político y militar de Jaca (1797). En 1800 ocupó la Segunda Comandancia del Reino de Aragón y alcanzó la presidencia de la Real Audiencia. Dos años más tarde, obtuvo el grado de teniente general. Rehusó la designación de consejero en el Supremo de Guerra y pasó a librar batalla en la Guerra de la Independencia, en la cual protagonizó la ocupación de Logroño. Tras asumir las funciones de la Inspección General del Cuerpo de Infantería (1808), fue nombrado jefe del Ejército de Extremadura y del que operaba en La Mancha (1809).

Por mandato de la Junta Suprema, emprendió la ocupación de la capital madrileña y los puertos de Guadarrama, topando con la oposición de los generales franceses Víctor y Sebastiani. Ante la falta de víveres y auxilios, debió replegarse a Sierra Morena y conferir el mando de la operación al general Juan Carlos Areizaga, quien dirigió la acción de Ocaña. Ello supuso la apertura de causa contra el teniente general Francisco Ramón Eguía (1809), que se saldó sin perjuicio alguno para su brillante carrera. Poco después, el 4 de mayo de 1809, era nombrado director inspector general de la Infantería de línea y ligera. En adelante, se dedicó a elaborar un plan y reglamento para la constitución de un ejército de doscientos mil hombres, que fue aprobado por el Gobierno el 4 de enero de 1810.

En septiembre de ese mismo año fue designado diputado suplente electo del Señorío de Vizcaya, en representación de los veintidós señores, naturales y vecinos de dicho territorio, refugiados en Cádiz. Desempeñó dicho cargo en las Cortes ordinarias y extraordinarias del reino de 1810 a 1813, en las cuales formó parte de la comisión de Guerra y obtuvo dispensa para poder asistir a la Junta General Militar. En exposición del 20 de mayo de 1814, enviada a Su Majestad por el comisionado en Cortes Miguel Antonio Antuñano, se daba cuenta de la protesta del general Eguía contra la constitución y de su negativa a prestar el debido juramento “cierto de la fidelidad con que su provincia respetaba sus fundamentales Fueros”. Sin embargo, su firma figuró finalmente en la Constitución Política de la Monarquía española. Las Juntas Generales de Vizcaya de 1814, en virtud de la labor desempeñada por Eguía en dichas Cortes, le nombraron por aclamación diputado general para el bienio próximo, junto con Juan José Escoiquiz.

En adelante, se abría una nueva etapa en la vida de Francisco Ramón Eguía, quien a sus más de sesenta años de edad comenzó a intervenir activamente en la política desde la más pura línea realista. Como capitán general de Castilla la Nueva y gobernador político y militar, se prestó a colaborar con el régimen cumpliendo con el decreto de disolución de las Cortes el 10 de mayo de 1814 y, en último término, con el restablecimiento del poder absoluto. El 13 de mayo de 1814, Fernando VII recibía las llaves de la capital de la Monarquía de manos del general Francisco Ramón Eguía, que había secundado en Madrid el golpe de Estado de Valencia.

Reorganizado el gabinete ministerial bajo la presidencia del duque de San Carlos, fue designado por Real Orden de 30 de mayo de 1814 secretario de Estado y del Despacho de Guerra, cargo que ya había ocupado en 1810 en sustitución de Antonio Cornel, quien había sido apartado por motivos de salud. Elevado a consejero de Estado, el 25 de marzo de 1815 se le concedía la dimisión del Ministerio de Guerra, sucediéndole Francisco Ballesteros, teniente general de los Reales Ejércitos. Por Real Decreto de 2 de mayo de 1815 eran suprimidos todos los periódicos, pero Eguía permitió la publicación de aquellos que tenían tan sólo un exclusivo carácter literario o económico, como eran Crónica Científica y Literaria, Minerva y la Miscelánea de Comercio, Arte y Literatura.

El 29 de octubre de 1815 accedía al cargo de capitán general de Castilla la Vieja y de presidente de su Real Chancillería. Dos años más tarde, de nuevo volvía a encargarse del Ministerio de Guerra, funciones que le retuvieron hasta el 14 de junio de 1819, en que, atendiendo a su quebrantada salud, se le concedía la Capitanía General del reino de Granada, juntamente con la presidencia de su Chancillería, donde persiguió a las logias establecidas que fraguaron revueltas contra el orden y su propia persona.

A partir de entonces, aunque retirado de la política activa y pese a su avanzada edad y quebrantada salud, continuó prestando su apoyo al Monarca desde la trastienda política, convirtiéndose en su principal sostén y agente secreto. No sin razón se decía que “estaba en los secretos de Fernando” y “tenía las listas robesperrianas de los proscritos de palacio, que se habían ido extendiendo allí a ratos así como para pasar las largas noches del invierno y por entretenimiento”.

El 23 de abril de 1820, poco antes de partir en dirección a Madrid con objeto de sofocar la conspiración de Riego, de la que puso al corriente al Rey, llegaba a su nuevo destino en Vizcaya, fijando su residencia en Durango. Un año después, concretamente el 18 de mayo de 1821, era requerido para trasladarse a la isla de Mallorca, destino que eludió por motivos de salud. Existían ya claras sospechas en el Ministerio de Guerra de su huida a Bayona, que confirmaba el 13 de julio el Gobierno Político de Bizkaia mediante declaración de Lorenzo Antonio de Vedia. Francisco Ramón Eguía permaneció dos años trabajando en el levantamiento realista desde la frontera pirenaica, con plenos poderes otorgados por el Rey, misión que éste puso en conocimiento del monarca francés Luis XVIII, permitiéndole una total libertad de movimientos y dispensándole la ayuda necesaria. En un principio, el general Eguía, junto con el coronel Núñez Abreu, permaneció en Mont-de Marsan (Departamento de las Landas), alejado de la frontera, pasando más tarde a Pau y a Toulouse.

Como presidente de la Junta absolutista de Bayona, dirigió la formación del Ejército de la Fe, con aprovisionamiento de armas en Burdeos, a fin de conseguir la restauración del absolutismo. Pretendió también, junto al conde Fernán Núñez, embajador de París, el conde de Toreno y Martínez de la Rosa, modificar la Constitución de Cádiz. Asimismo, Francisco Ramón Eguía favoreció el levantamiento de las partidas realistas en las provincias vascongadas, acaudilladas por Barrutia, Echevarría y Fernando Zabala.

Tras las disputas con la Regencia de Urgel, el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis (1823) entraba en España. Por su parte, Eguía, presidente de la Junta Suprema provisional de Gobierno, se estableció en Oyarzun (Guipúzcoa). Ciudadanos de la capital bilbaína le hicieron llegar entonces un manifiesto de adhesión. Poco después, se restablecía la autoridad absoluta de Fernando VII. Por confirmación real de 4 de diciembre de 1823, Eguía era ascendido a capitán general de los Reales Ejércitos y decano del Consejo de Estado, al tiempo que se le imponía la Cruz de la Fidelidad Militar de 1.ª Clase. Diez días más tarde, por real decreto, obtenía el título de conde del Real Aprecio que, tras su fallecimiento, le fue concedido a Francisco Agustín Eguía (1827). El rey de Francia, por su parte, le otorgó el título de la Real y Militar Orden de San Luis.

Francisco Ramón Eguía, fiel servidor del monarca absoluto Fernando VII, fue duramente atacado por los liberales de la época, quienes le acusaban de propiciar el restablecimiento del despotismo a raíz del golpe de Estado que secundó en 1814. Como contrapartida, también hay quienes valoran de él el intento de servir a España “destruyendo con las solas armas de su política la obra del desorden y de la intriga, la Constitución de Cádiz, allanando el paso del Monarca a la integridad de sus derechos”. Disparidad de opiniones a la hora de enjuiciar la personalidad política de Francisco Ramón Eguía que ha analizado también J. L. Goyoaga Escario, quien le ha considerado como un mero ejecutor de las órdenes que, en base a la responsabilidad política de su cargo, hubo de cumplir. Más próximo a él, C. Le Brun, criticó sin atenuaciones al general: “Lo que fue, es para él, lo que debe ser siempre: vive en el siglo decimo; viste por eso mogiganga; casaca á lo Federico, coletilla (que es su mote) á lo barba de saynete, ó á lo vegete, enemigo de pantalones, de patillas, de jubones cortos y que no lleguen á medio muslo, y de todo lo que no sea butibamba rigoroso. Su alma está montada lo mismo, toda gotica, menos el valor; aun lo que tiene de militar data de mucho mas lexos que la prusiana, y parece como escapado de Berberia: lo político, vaciado todo por el molde del sultanismo; es un baxá con sombrero guindola, y algo enjalbegado con la supersticion de las viejas, no le falta la humanidad de los hypocritas. Vive de odiar liberales, su gusto sería comerselos revueltos con constitucion, y soberanía del pueblo”.

A la vista de las negociaciones que sostuvo Francisco Ramón Eguía con el monarca francés Luis XVIII y José Morejón, comisionado de Fernando VII en París, defendió un programa político que posibilitara en 1823 la restauración del régimen y resultara “más homologable con el legitimismo moderado de las potencias europeas que les apoyaban”. La alternativa planteada era la de dar a España una Constitución similar a la francesa, que se fundamentaba en un sistema bicameral con veto. Sus ideas entraron en discrepancia con el absolutismo radical de Mataflorida que, junto al arzobispo de Tarragona, fue reducido, terminando con la Regencia de Urgel.

 

Obras de ~: Instrucción jurídica al papel intitulado el patriotismo perseguido” su autor Don Lorenzo Calvo de Rosas, Cádiz, 1810; Edicto al pueblo de Granada sobre insubordinación, Granada, 1820; Circular de la Junta Provisional de Gobierno de España e Indias. La Junta Provisional de Gobierno de España e Indias, compuesta del Excmo. Sr. D. ~, Presidente [...], Oyarzun, 1823; Circular de la Junta Provisional de Gobierno de España e Indias. Siendo imprescindible restablecer todos los ramos de la administración pública, Oyarzun, 1823; Edicto de la Junta Provisional de Gobierno de España e Indias a los Españoles, firmada en Bayona (6 de abril de 1823) por Eguía, Gómez Calderón y Juan Bautista Herro, Vitoria, Ayuntamiento, 15 de abril de 1823.

 

Bibl.: C. L e Brun, Retratos políticos de la Revolución de España, Philadelphia, 1826; C. Villavaso, “Bilbaínos ilustres”, en Euskal Erria, 2 (1881), págs. 199-201; E. U rrutia, “Ramón Francisco de Eguía”, en Euskalerriaren Alde, t. V (1915), págs. 564-566; J. L . G oyoaga Escario, El General Don Francisco Ramón Eguía, Primer Conde del Real Aprecio. Conferencia leída en el Ateneo y Círculo de Bellas Artes de Bilbao por el Excmo. Sr. D.~, Madrid, Imprenta de la Ciudad Lineal, 1925; P. G ómez Aparicio, Historia del Periodismo español, Madrid, Editora Nacional, 1967; J. D elmas, Biografía Universal de claros varones de Vizcaya, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1970; J. Fernández Sebastián, La génesis del fuerismo, Madrid, Siglo XXI, 1990; A. G il Novales (dir.), Diccionario Biográfico del Trienio Liberal, Madrid, Editorial el Museo Universal, 1991; J. Agirreazkuenaga, S. S errano, J. R . U rquijo y M. U rquijo, Diccionario Biográfico de los Parlamentarios de Vasconia (1808-1876), Vitoria-Gasteiz, Parlamento Vasco, 1993.

 

Susana Serrano Abad

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