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Joaquín María de Eguía y Aguirre

Biografía

Eguía y Aguirre, Joaquín María de. Marqués de Narros (III). Don Roque Antonio de Cogollor. Azcoitia (Guipúzcoa), 2.II.1733 – Vitoria (Álava), 27.VII.1803. Traductor de teatro, pensador reformista, animador de proyectos científicos.

Nacido en Azcoitia el 2 de febrero de 1733, hijo de Francisco Javier de Eguía Arteaga y de María Manuela de Aguirre Idiáquez. La familia procedía de Zarauz donde había conseguido en 1685 el título concedido por Carlos II a Jerónimo Francisco de Eguía y Eguía en el castillo-palacio que domina la costa. Estaba emparentado con lo más granado de la nobleza vasca, como los duques de Granada de Ega y de Villahermosa, el conde de Peñaflorida, el marqués de Montehermoso y el de San Millán, entre otros. Debió comenzar sus estudios infantiles en su villa natal acaso bajo la ayuda de algún clérigo, que debió instruirle sobre gramática española y conocimientos de cultura general. Siguiendo el ejemplo de su amigo Francisco Javier María de Munibe e Idiáquez, conde de Peñaflorida, debió continuar sus estudios en Francia, aunque no se sabe ni el tiempo de su estancia ni el lugar, a pesar de que Toulouse, Burdeos o Bayona eran los sitios más frecuentados por los hijos de la nobleza vascongada. Esta formación debió ser relevante porque muestra unos excepcionales conocimientos humanísticos, científicos, y otros muchos que fue adquiriendo luego a través de la lectura hasta conformar la imagen de un hombre atento a las cosas más diversas de la cultura de su tiempo. También justifica que fuera nombrado académico de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Artes de Burdeos —¿sería esta ciudad su lugar de estudio?—, y académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Casó el 7 de enero de 1753 con María Luisa de Corral, que era cinco años más joven que él. Al año siguiente nació su hija María Ignacia, luego José María (1758) y por último Francisco Javier (1760), que estudió en Bayona. Desempeñó el cargo de diputado general de Guipúzcoa (1758).

Aconsejado por los jesuitas de Toulouse y después de buscar información por diversas instituciones europeas, en 1753 el conde de Peñaflorida empezó a organizar una tertulia en su palacio de Intxausti de Azcoitia. Asistieron a ella personajes de la nobleza, clérigos e intelectuales de la zona. Destacaron en ella Manuel Ignacio de Altuna, Joaquín María de Eguía y Aguirre y el propio anfitrión, a quienes se llamó con ironía “El triunvirato de Azcoitia”. Reglamentaron las actividades de la semana: el lunes se hablaba de matemáticas, el martes de física, el miércoles se leían obras de historia y traducciones hechas por los “académicos”, el jueves había concierto, el viernes se hablaba de geografía, el sábado se discutía sobre temas de actualidad, y se cerraba el domingo con una nueva sesión de música. Estas reuniones fueron enjuiciadas por sus coetáneos de forma muy diversa, pero sin duda tienen el mérito de ser el origen de lo que sería más tarde la primera Sociedad Económica de nuestro país. El padre Isla haría en su novela Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758) algunas pinturas cómicas sobre la física moderna en las que reflejaba los experimentos que se hacían en la misma. Los contertulianos se defendieron con el ensayo satírico titulado Los aldeanos críticos o cartas críticas sobre lo que se verá (1758), con el seudónimo de don Roque Antonio de Cogollor, presentado en forma de carta. Parece que fue hecho en colaboración entre Peñaflorida, Narros y Altuna, aunque las ideas expuestas responden en su mayor parte a la erudición del conde.

Este núcleo guipuzcoano ilustrado, dirigido por Peñaflorida, había presentado en 1763 a las Juntas Generales de Guipúzcoa un proyecto titulado Plan de una Sociedad de Economía o Academia de agricultura, ciencias y artes y útiles y comercio, adaptada a la economía y circunstancias particulares de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa, de carácter provincial que fue aprobada pero no puesta en práctica. Por estas fechas se organizaron múltiples actividades sociales, recordadas con exactitud en unas poco conocidas Memorias de Pedro Valentín de Mugartegui, publicadas recientemente: “El 3 de febrero del año 64 fui a Vergara en compañía del conde de Peñaflorida y otros a las funciones de San Martín de Aguirre y volví el día 8. Los siete días siguientes tuvimos una bella orquesta compuesta del conde, Rocaverde, Gamarra, Sordel y Mazarredo, y cantaron varias arias y sainetes las tres hijas del conde, las dos hermanas Ansóteguis, la Gertrudis Ozaeta, el sobrinito de Gamarra y nuestro organista. El 4 de junio fui a Azcoitia con el organista Marcos a los ensayos de óperas y tragedias y volví el 9 del mismo en compañía de don Félix María de Samaniego a pasar las Pascuas. El 13 del mismo pasamos a Azcoitia a continuar los ensayos hasta el 2 de julio y los cinco días siguientes de Juntas, en los que representamos la tragedia de Metastasio intitulada La clemencia de Tito, traducida por don Joaquín María de Eguía, y las dos óperas cómicas bufas intituladas El mariscal en su fragua y El borracho burlado, la primera traducida del francés y la segunda compuesta y puesta en música por don Xavier María de Munive, conde de Peñaflorida. Los actores de la tragedia fueron el conde de Peñaflorida, don Joaquín María de Eguía, don Félix María de Samaniego, don Pedro Valentín de Mugartegui, Marcos Recalde y Xavier de Echevarría; las actrices doña María Josefa de Munive y Marianita Balzola [...] El dos de septiembre fui a las famosas fiestas de Vergara que empezaron el día 10 y se concluyeron el 15: hubo funciones de iglesia, cucañas, tres corridas, dos de Castilla y una de Navarra, hermosos fuegos, carro triunfal, parejas, bella iluminación y las dos famosas óperas de El mariscal en su fragua y El borracho burlado que las representamos los mismos actores que en Azcoitia, menos Mari Pepa en cuyo lugar entró la Gertrudis Ozaeta”.

Aquél fue el germen de lo que sería la Sociedad Vascongada, cuyos Estatutos de la Sociedad Vascongada de los Amigos del País se aprobaron en diciembre de 1764, y que contó con la aceptación regia al año siguiente, convirtiéndose en la primera Económica. Adoptó el lema “Irurac bat”, que indicaba una estructuración en torno a un programa único cuyo desarrollo correspondía a las tres secciones provinciales de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Fue promotora del ideario ilustrado en el País Vasco, que luego divulgaron en otros sitios, y a la que se unirían personas de España y del extranjero.

El 27 de noviembre de 1765 falleció la esposa de Narros, y al año siguiente su hija María Ignacia, quedando sumido en una gran tristeza que superó con su entrega incansable al trabajo. Para la inauguración de la Sociedad en 1766 se presentaron cuatro discursos programáticos dichos por socios distinguidos que versaron sobre hidráulica, la literatura, la amistad y la mujer. El marqués de Narros pronunció un Elogio de la amistad, en el que reflexionaba sobre este asunto tan grato a los ilustrados, que ha editado no hace mucho tiempo C. M. Trojani. En él menosprecia “el fanatismo de los filósofos antiguos y de los melancólicos de este tiempo, que se retiran a los bosques huyendo del trato de las gentes” y valora positivamente la nueva sociabilidad basada en la convivencia y en la amistad. Predica una nueva sensibilidad que aprecia los placeres de la existencia, la amenidad de los jardines, la música, el interés por la lectura que forma el espíritu. Inspirado por Munibe, apareció el Ensayo de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (Vitoria, 1768) donde se hace historia de la Sociedad y da cuenta de su organización por aquellas fechas. Al parecer el marqués de Narros tuvo correspondencia con Voltaire, y en una investigación que le hizo la Inquisición en 1768, que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Inquisición, leg. 2234) reconoce haber leído a Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Mirabeau, d’Holdbach y que tenía varios tomos de la Enciclopedia. Fue reconvenido y castigado a pasar una semana de ejercicios espirituales en el convento franciscano de Aránzazu.

Con intención de rehacer su vida decidió casar en segundas nupcias con Josefa de Salazar y Salazar, natural del pueblo alavés de Manzanos, celebrándose la boda en Vitoria el 19 de octubre de 1768. Al año siguiente murió su padre y heredó el III marquesado de Narros, mejorando su situación económica. En la Sociedad era director de la Comisión III de Industria y Comercio por Guipúzcoa, y se le nombró vicesecretario, luego secretario interino, y desde 1774 fue secretario perpetuo de la Vascongada, lo cual le obligó a residir en Vergara. En el Archivo del Real Seminario de Vergara y en el Fondo Prestamero de la misma se conservan numerosas cartas y oficios del secretario, que confirman que nuestro hombre estuvo implicado en todas las tareas de la Sociedad: gestiones con la Corte para la fundación, asuntos económicos, permisos, puesta en marcha del Real Seminario de Vergara y la contratación de profesores, relación con los socios. La creación del laboratorio fue una de las empresas que más le atrajo, y fue director del mismo “y su jefe, sumamente bueno porque conoce bastante bien la Física, la Química y la Mineralogía” y es uno “de los señores más sabios e instruidos de España”, dice en una carta el sueco Thumborg, que visitaba Vergara, al conde de Nils con la sugerencia de que le nombren correspondiente de la Real Academia de Ciencias de Estocolmo. A pesar de que tuvo algunos litigios con algunos Amigos, fue una persona bien aceptada y básica en la marcha de la institución, pero también en otras gestiones que se hicieron en beneficio del País Vasco (industria, agricultura, sanitario, docente). Ironías del destino, fue nombrado honorario del Santo Oficio de la Inquisición de Navarra desde 1776.

La aparición en 1778 de la nueva ordenanza oficial Reglamento para el comercio libre trajo nuevas inquietudes en la Sociedad sobre el comercio, ya que algunos de los socios eran comerciantes. Se presentaron a estudio varios trabajos firmados por Valentín de Foronda, y otros que mostraban posturas contrapuestas. En este contexto escribe en 1779 el ensayo Utilidad y necesidad del comercio, que se conserva en los Fondos del Seminario de Vergara y ha sido estudiado por Monserrat Gárate (1989). En él hace una breve reseña histórica de la actividad mercantil y una reflexión sobre los medios para fomentarlo en todos los ramos. Tiene por digna esta profesión, pero cree necesario ordenar el caos actual, y orienta sobre las prácticas comerciales a distintos grupos de posibles vendedores. El desarrollo de esta actividad traería grandes bienes al Estado. En este mismo contexto hay que situar otro trabajo suyo titulado Discurso sobre la óptica, texto que no he encontrado, que demuestra conocimientos precisos sobre la física y en especial la óptica en línea con las investigaciones que se llevarán a cabo en el Seminario de Vergara.

El teatro fue una de las grandes inquietudes de la Vascongada, entendido como amena forma literaria que servía para educar a la gente, siempre que adaptara unas estructuras modernas como reclamaban los neoclásicos. Igualmente creían que podía ser un entretenimiento útil para la Sociedad, según refleja una antigua Historia de la Sociedad redactada por su fundador Peñaflorida: “que era precisa una honesta diversión para el tiempo en que se juntasen tantos caballeros de un lugar; que no se podía escoger otra más amena, ni más útil que la del teatro; que para que correspondiese lo educativo a lo deleitable jamás se presentaría una pieza que no fuese muy correcta, no sólo en la sustancia de su disposición, sino en el modo de ejecutarla”. Con este fin regularon esta diversión con el “Reglamento que se ha de guardar en las funciones de teatro de la Sociedad”, acaso redactado por Peñaflorida. Se nombraban revisores de las piezas que se ponían en escena, “que las examinaban con escrupulosas diligencias”. La creación dramática para surtir de piezas era problema difícil, estudiado por L. M. Areta Armentia, en el que colaboraron los que tenían mayor vocación de literatos como Peñaflorida (La tertulia, El borracho burlado, Anita, El Carnaval, El mariscal en su fragua, traducción de una ópera cómica del francés François-Antoine Quétant, Patelún, versión de L’avocat Pathelin de Palaprat), Juan de Mata (Horacio, traducido de Corneille), Ignacio Luis de Aguire (Casilda), Félix María de Samaniego (El peludo y el embustero), Manuel de Gamarra (El médico avariento) y otras, aunque no todas las obras se han conservado. Ya se ha visto cómo el marqués de Narros puso en escena La clemencia de Tito, traducción de La clemenza di Tito del dramaturgo italiano Pietro Metastasio, autor muy conocido en Europa. Como no se conserva el texto dramático en los Archivos de la Vascongada, no se pueden evaluar las características de esta versión. La única referencia a la misma la ofrece la citada Historia de la Sociedad: “El Amigo Eguía había empleado en esta bella traducción todo aquel arte que es menester para hacer sentencioso y agradable el verso y para adornar y componer una pieza de teatro, que destinada en el original para ópera trágica, tuviese, desnudándola de la música, aquel espíritu y aquella armonía que la hiciese tan agradable y descubriese tan viva la clemencia de Tito, el furor de Vitalia, la constante fidelidad en Servilia, la fuerza de las pasiones encontrada en Sexto y la grandeza de alma en Anío”. También se desconoce si leyó el original italiano o lo hizo a través de alguna versión francesa, y si conocía, por otra parte, otras traslaciones anteriores como la representada en los Caños del Peral en 1739, de traductor desconocido y editada el mismo año en Madrid, o la del famoso Ignacio de Luzán estrenada en el coliseo del Buen Retiro en el Carnaval de 1747 con música de Corselli, Corradelli y Mele, que debía conocer porque había sido editada en la imprenta de Lorenzo Francisco Mojados (1748).

En 1781 se integró en la Secretaría, en condición de vicesecretario y archivero, el clérigo alavés Lorenzo del Prestamero. Peñaflorida trabajó con mano firme por la Sociedad hasta su muerte que le sorprendió en Vergara el 13 de enero de 1785. Narros fue el encargado de escribir el oficial “Elogio a Peñaflorida” que apareció en el número siguiente de los Extractos. Desvela su amistad, su biografía y la historia de la Sociedad que han recorrido juntos, y concluye: “Murió Peñaflorida; murió el ciudadano más celoso, el hombre más indulgente, el padre tierno, el esposo fiel, el mejor amigo. Fue justo, bueno, dulce y reconocido; amó a su patria y a su nación, y trabajó y empleó todo su tiempo, talentos y bienes en beneficio de ella. Fue hombre franco, sincero y sensible”.

El alavés José María de Aguirre, V marqués de Montehermoso, teniente coronel de Caballería y capitán general de Guipúzcoa, gentilhombre de Cámara, académico honorario de la Real Academia Española y de la de San Fernando, casado desde 1764 con María Concepción de Corral y, por lo tanto, cuñado de Narros, fue nombrado director en 1785. Trasladó su sede a Vitoria, a la que dio cobijo el palacio de Escoriaza- Esquivel. En 1791 Antonio Carnicero hizo un retrato a Narros, que refleja su afición por las ciencias.

El 7 de marzo de 1793 Francia declaró la guerra a España, que había colaborado previamente en la reacción europea contra el poder de la Revolución, invadiendo Cataluña y el País Vasco. La región sufrió abundantes daños materiales, y las actividades de la Vascongada quedaron paralizadas, y destruido el Real Seminario, mientras que los Extractos de la Juntas Generales celebradas en Bilbao en julio de 1793 se publicaron en la imprenta de Baltasar Manteli este mismo año, serían los últimos que se publicaban. Durante la guerra de la Convención, Narros fue nombrado diputado de Guerra por Guipúzcoa, dirigiendo a los guipuzcoanos unas Cartas patrióticas para animarles en la defensa y aparecieron impresas en el Registro de las Juntas Generales de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa (San Sebastián, 1794). Hasta agosto de 1795 no se retiraron las tropas galas, iniciándose después las actividades. A pesar de que había tenido problemas con la Inquisición en varias fechas (1788, 1790, 1791), en 1793 fue acusado por el párroco de Vergara, Juan Francisco Torrano, al Santo Oficio “por adhesión a la nación francesa” y las investigaciones que se le hicieron insistían en su comportamiento afrancesado, y sólo le salvó la defensa que hizo de él el alavés Pedro Jacinto de Álava. Los achaques y cierta desilusión nacida por los últimos acontecimientos, la muerte de su segunda esposa, aconsejaron el traslado de su domicilio a Vitoria. Aquí tuvo la oportunidad de encontrarse en 1797 con Jovellanos que lo pinta en su Diario de la siguiente manera: “Narros, delgado, estatura regular, encarnado, ojos pequeños y vivos, algo de iracundo en ellos, desmentido por su trato, amable, ardiente, algo precipitado en su habla, de fogosa imaginación, entusiasta por los franceses” (Diario VII, pág. 460). El 2 de enero de 1798, según ha descubierto A. Elorza, envió una carta a Godoy para solicitar la publicación de un periódico titulado Poligrafía científica o Diario consagrado a las ciencias con el fin de extender los conocimientos e investigaciones relativos a las ciencias naturales en nuestra patria, “procurando anivelarla con las naciones más adelantadas en estos verdaderos conocimientos”. A pesar de que el solicitante advertía de que no se tratarían ni temas sociales ni literarios controlados por esas fechas, y de que al Príncipe de la Paz le parecía interesante el proyecto, no se le concedió la ayuda en portes solicitada y el plan no llegó a buen puerto. Este año decidieron dimitir de sus puestos por agotamiento el presidente y el secretario, cese que no fue admitido poniéndoles tres ayudantes para colaborar (Letona, Monterrón, Alameda). Las cosas se precipitaron porque el 28 de diciembre falleció el marqués de Montehermoso. No tenía ánimos para subir a la dirección el único superviviente del triunvirato fundador para el que fue nombrado el marqués de Arabaca, y quedó de secretario perpetuo, ya sin la ayuda del valioso vicesecretario prestamero. Fue una época de escasa actividad. En agosto de 1801 se celebraron las Juntas generales de la Sociedad en Vitoria, y al siguiente hubo de sufrir una agresión los archivos de la Sociedad ya que el palacio vitoriano que hacía de sede se acantonaron en él las tropas francesas de paso por la ciudad. Joaquín María de Eguía murió en Vitoria el 27 de julio de 1803, noticia de la que se hizo eco la Gaceta de Madrid (27 de octubre), un hombre inquieto que había dedicado su vida a las reformas ilustradas en su tierra chica, aunque fuera nacional su repercusión.

 

Obras de ~: Los aldeanos críticos, Évora, 1758; Utilidad y necesidad del comercio, 1779, ms. en Fondo del Real Seminario de Vergara (Vergara), C/043-01-04; Los aldeanos críticos, Madrid, Pantaleón Aznar, 1784; “Elogio de Don Xavier María de Munive Idiáguez, conde de Peñaflorida”, en Extractos de las Juntas Generales celebradas por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en la villa de Vergara por julio de 1785, Madrid, Antonio de Sancha, 1786, págs. 33-66; Elogio de la amistad, en C. M. Trojani, “Dos textos sobre la amistad”, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 55-2 (1999), págs. 247-269; Elogio de la amistad, ms. en Archivo del Territorio Histórico de Álava (Vitoria), Fondo Prestamero, caja 12, 4.1.

 

Bibl.: J. de Urquijo e Ibarra, Un juicio sujeto a revisión.

Menéndez Pelayo y los Caballeritos de Azcoitia, San Sebastián, Imprenta de Martín y Mena, 1925; Conde de Peñaflorida, “Sociedad. Su historia”, en Revista Internacional de Estudios Vascos, XXI (1930), págs. 317-333 y XXII (1931), págs. 443- 482; J. de Yrízar, “La clemencia de Tito, por el marqués de Narros”, en Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País (BRSVAP), IX-2 (1953), págs. 270-272; L. Silván, “Noticia biográfica de don Joaquín de Eguía y Aguirre, tercer Marqués de Narros, secretario perpetuo de la Real Sociedad Bascongada”, en BRSVAP, XXIII-3 y 4 (1967), págs. 369- 404; A. Elorza, “Un proyecto editorial del Marqués de Narros en los años finales de la Real Sociedad Bascongada”, en BRSVAP, XXIV-2 (1968), págs. 155-159; L. M. Areta Armentia, Obra literaria de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, Vitoria, Caja de Ahorros Municipal, 1976; L. Larrañaga, “Eguía Aguirre, Joaquín María, marqués de Narros”, en VV. AA., Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. Diccionario enciclopédico vasco, vol. X, San Sebastián, Auñamendi, 1979, págs. 146-149; E. Palacios Fernández, “Ilustración y literatura en el País Vasco”, en Peñaflorida y la Ilustración, San Sebastián, Universidad de Deusto, 1986, págs. 67-113; M. M. Gárate Ojanguren, “El marqués de Narros y el comercio directo con América: utilidad y necesidad del comercio”, en Actas del II Seminario de Historia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Donostia-San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 1989, págs. 273-309; E. Bergara Larrañaga, Inventario del Fondo del Real Seminario de Vergara, Bergara-Donostia, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 1994; M. C. Urdiaín Martínez, Epistolario del Fondo Prestamero. ATHA, Vitoria, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 1996; El teatro europeo en la España del siglo xviii, ed. de F. Lafarga, Lérida, Universitat, 1997; J. Astigarraga, Los ilustrados vascos. Ideas, instituciones y reformas económicas en España, Barcelona, Crítica, 2003; A. Martínez Salazar et al., Lorenzo del Prestamero (1733-1817), una figura de la Ilustración alavesa, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 2003.

 

Emilio Palacios Fernández