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Juan Palarea Blanes

Biografía

Palarea Blanes, Juan. El Médico. Murcia, 27.XII.1780 baut. – Cartagena (Murcia), 7.III.1842. Mariscal de campo, guerrillero en la Guerra de la Independencia y capitán general de los Reinos de Jaén y Granada.

Juan Palarea era el hijo mayor de Antonio Palarea Blanco y de Juana Blanes Hernández y fue bautizado en la parroquia de San Pedro Apóstol de Murcia el 27 de diciembre de 1780. Sus padres, que tuvieron otros cuatro hijos varones, poseían un comercio de tejidos en la capital murciana.

Juan Palarea inició sus estudios en el Colegio de la Purísima Concepción de los padres franciscanos, que abandonó para ingresar en el Seminario de San Fulgencio. También dejó sus estudios eclesiásticos, al obtener una beca de la Facultad de Medicina de Zaragoza. Desde allí y una vez que obtuvo la licenciatura, se trasladó a Madrid. No fueron fáciles sus primeros pasos en el ejercicio de la profesión, a pesar de tener un buen expediente escolar. Pero, admitido en las tertulias del príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, obtuvo, seguramente gracias a tan alta recomendación, la plaza de médico de Villaluenga de la Sagra (Toledo) en agosto de 1807.

Según dejó escrito, comenzó sus actividades guerrilleras nada más conocer los acontecimientos ocurridos en Madrid el 2 de mayo de 1808. Estas primeras escaramuzas duraron hasta el mes de agosto, cuando José I Bonaparte tuvo que abandonar Madrid y retirarse con sus fuerzas tras el río Ebro, como consecuencia de la derrota que el general Castaños infligió al general Dupont en Bailén. Hacia finales del año, Napoleón, al frente de su Ejército, penetró en España y avanzó arrolladoramente hacia Madrid, donde entró, después de forzar el paso por Somosierra. En la capital ya se encontraba Palarea, que había tomado de nuevo las armas para participar en la defensa. Los días 3 y 4 de diciembre luchó en el parque del Buen Retiro, pero se retiró a Villaluenga cuando se rindió Madrid y se firmó la correspondiente capitulación. Inmediatamente fue también invadida la provincia de Toledo y Palarea, con algunos vecinos, se “echó al monte” para hostilizar a las unidades francesas de ocupación. Estableció su centro de operaciones en el castillo del Águila, próximo al pueblo citado; obtuvo cierto éxito con las primeras acciones de hostigamiento y la recompensa fue que, en junio de 1809, el número de componentes de su grupo era ya de catorce.

Transformado su grupo en una verdadera partida guerrillera, tuvieron su “bautismo de fuego” el 7 de julio a orillas del río Guadarrama, entre Casarrubios del Monte y Carranque. Allí sorprendieron a un pequeño destacamento francés de veinte hombres a los que causaron seis bajas. Nuevos éxitos hicieron que su partida aumentara y se atreviera a realizar acciones más audaces. Así, el 8 de septiembre, consiguió interceptar un correo en Santa Cruz de Retamar con cartas de Napoleón a sus mariscales, que hizo llegar al general Eguía, de quien dependía. La Junta Central le felicitó por esta acción, a la vez que le reconocía como comandante de partida y le concedía el empleo de alférez de Caballería. Se integraba de esta forma en las fuerzas organizadas por el Reglamento de Partidas y Cuadrillas publicado el 28 de diciembre de 1808, con la denominación de 7.ª Partida de Patriotas Voluntarios de Castilla.

El general Caro Sureda, en septiembre de 1810, le concedió el ascenso a teniente; su partida disponía ya de doscientos jinetes, a los que se agregaron otros setenta de la partida del guerrillero Casimiro Moraleja, que aceptó voluntariamente a Juan Palarea como jefe. Reforzada de esta forma la 7.ª Partida, el Médico se dispuso a interceptar un convoy de trigo requisado que se dirigía de Toledo a Madrid. Sorprendió a la columna francesa en Yuncler y capturó el convoy. La escolta se batió en retirada y se refugió en una ermita próxima. Cercados los soldados franceses, Palarea, al mando de una de sus cuadrillas, rechazó el socorro que desde Juncos intentó realizar la guarnición enemiga allí establecida, mientras otra cuadrilla hacía lo mismo con la de Cabañas de la Sagra. A pesar de estos éxitos, era urgente acabar con la resistencia de la ermita y, para desalojar a los franceses de ésta, encendieron una gran hoguera frente a la puerta con leña impregnada de azufre y pimienta; se produjo entonces una gran humareda irrespirable, introducida por el viento en el edificio. Los soldados franceses salieron para intentar romper el cerco, pero la mayoría de ellos fueron abatidos; en total 117 muertos y 23 prisioneros. Le fue concedida la Cruz de la Orden de San Fernando por la captura del convoy.

La fama de la 7.ª Partida de Castilla se fue extendiendo, de tal manera, que se puso precio a la captura, vivo o muerto, de el Médico. Su campo de acción se hizo cada vez más extenso; hacia el norte, hasta Salamanca y Cuenca, y al sur, hasta el interior de Andalucía. Llegó a combatir contra la Guardia Real de José I en la Casa de Campo de Madrid (12 de julio de 1810). En mayo de 1811 incorporó su partida al 5.º Ejército con el nombre de Escuadrones Francos Numantinos. Palarea mandaba ya un contingente de más de seiscientos hombres, más próximo a una unidad regular que a una partida de guerrilleros.

El general Castaños, jefe del 5.º Ejército, le ascendió a coronel (2 de septiembre de 1811). Con él estaban entonces sus hermanos, Joaquín y Mariano, mientras José permanecía en Murcia al cuidado del hermano pequeño, Antonio, y del negocio familiar, pues había fallecido su padre. A finales de ese año, se incorporaron a su unidad otras partidas guerrilleras, la de Francisco López y Narciso Morales, así como un grupo de 230 infantes, que recibió el nombre de Batallón de Cazadores Numantinos.

El Médico consiguió vencer en 82 combates, pero también sufrió algunas derrotas como las de Tembleque (5 de enero de 1811), Sonseca (15 de octubre de 1811) y en la provincia de Madrid, donde tuvo que hacer frente a tres columnas que le atacaron desde Méntrida, Chapinería y Villamanta. Pocas veces cooperó con el Ejército regular y, cuando lo hizo, le encargaron acciones auxiliares, como en Arapiles (22 de junio de 1812) y en Madrid, donde, finalmente integrado en la vanguardia, entró por la puerta de San Vicente (12 de agosto). Al día siguiente formó, al frente sus escuadrones, en la Plaza Mayor, en el acto organizado para la proclamación de la Constitución de 1812. En 1813, su unidad, llamada entonces “Regimiento de Húsares Numantinos” y cada vez con un carácter más regular, se integró en la 1.ª División de Caballería y su Batallón en la 1.ª División de Infantería, ambas pertenecientes al 4.º Ejército. Encuadrado su regimiento en esta gran unidad, participó en los últimos combates de la guerra. En agosto de 1814 intervino en la batalla de Sorauren (Navarra) y, posteriormente, cruzó los Pirineos, llegando a combatir en terreno francés.

Acabada la guerra, su regimiento se integró en el de Dragones de Pavía y él fue ascendido a brigadier. Además, se le dio el mando del Regimiento de Húsares de Iberia, de guarnición en Madrid.

En 1815 se casó con María Teodora del Soto Díaz. Durante los primeros años de la paz pudo soslayar con habilidad la vuelta al absolutismo que propició Fernando VI, pero, sublevado Riego en Las Cabezas de San Juan (1 de enero de 1820), se unió a los constitucionalistas, siendo elegido diputado a Cortes en el mes de julio. En este mismo mes, se enfrentó en la Plaza Mayor de Madrid a los batallones de la Guardia Real que, sublevados, pretendían implantar de nuevo el absolutismo. Fueron derrotados y perseguidos más allá de Guadarrama, hasta Las Navas del Marqués.

El Trienio Constitucional vería su fin cuando el duque de Angulema cruzó los Pirineos, al mando de un potente ejército, con el fin de reponer a Fernando VII como rey absoluto. Popularmente, ese ejército fue conocido como el de los Cien Mil Hijos de San Luis. Palarea, que había sido nombrado gobernador militar de Salamanca, participó, a las órdenes de Francisco Ballesteros, en el intento de impedir la entrada de los franceses en Asturias. Derrotados, se retiraron hacia Galicia, donde intentaron socorrer a La Coruña; la ciudad, cercada, defendía todavía la causa liberal. No lograron entrar en la plaza y Palarea integró sus tropas con las del general Roselló, que no había aceptado la capitulación del general Morillo. Fueron derrotados en Sampayo por fuerzas hispano-francesas, pero consiguieron reunir sus dispersas unidades en la provincia de Zamora. Allí acabaría su aventura, pues nuevamente derrotados en Gallegos del Campo, fueron hechos prisioneros y llevados a Francia. Exiliado en Inglaterra, fue designado secretario de una comisión, de la que era presidente el general Torrijos, para reinstaurar el liberalismo en España. Su propósito se concretó en efectuar un desembarco en Gibraltar en 1830 con el fin de promover levantamientos en Andalucía; mientras, el general Espoz y Mina realizaría incursiones en los Pirineos. Los tres tuvieron escaso éxito y Palarea abandonó la aventura y al general Torrijos, embarcándose para Francia; una vez finalizado el año, se instaló en Argel.

Nombrada María Cristina regente del Reino a la muerte de Fernando VII, durante la minoría de edad de su hija Isabel, la Reina viuda no tuvo más remedio que apoyarse en los liberales para oponerse a los carlistas; autorizó entonces el regreso de los exiliados. Palarea pudo volver desde de Argel, desembarcando en Alicante. Supo aprovechar la ocasión y reingresó en el Ejército con el empleo de teniente, pero, rehabilitado, fue nombrado capitán general de Valencia y de nuevo elegido diputado a Cortes. Además, su hijo Juan fue nombrado alférez de la Guardia Real.

Iniciada la Primera Guerra Carlista, sería nombrado jefe de las fuerzas de Aragón para enfrentarse a Cabrera, a quien derrotó en Cerro Tejeras, próximo a Molina de Aragón, pero no consiguió cortar su retirada hacia Albarracín. Por este combate, se le concedió la Gran Cruz de la Orden de San Fernando. El 4 de abril de 1836 volvió a derrotar a Cabrera en Chiva (Valencia) y, como consecuencia de sus victorias contra los carlistas, fue ascendido a mariscal de campo y nombrado capitán general de los “Reinos de Jaén, Granada y sus costas”. Desde este cargo, repelió con crueldad a las partidas que actuaban en las serranías, que tenían, desde luego, un carácter marcadamente facineroso, y reprimió también con dureza varios disturbios contra el Gobierno en Málaga, donde declaró el estado de guerra. Fue, por ello, relevado de su cargo (enero de 1839). Palarea, el Médico, que había sido considerado como un guerrillero humanitario y respetuoso con el enemigo vencido, dejaría de esta mala forma su actividad como profesional militar. A pesar de su destitución, fue nombrado senador del Reino y fijó su residencia en Madrid.

Terminada la Primera Guerra Carlista en 1840, los liberales se dividieron en moderados y progresistas, hecho que provocó diversos movimientos desestabilizadores que culminaron con el exilio de María Cristina, el establecimiento de la regencia de Espartero y, por tanto, con el triunfo de los progresistas. Los moderados iniciaron entonces una serie de acciones conspirativas, como la de octubre de 1841 del general Diego de León, que fracasaría en su intento de “rescate” de la reina Isabel II de palacio; capturado, fue fusilado en Madrid, sin tenerse en cuenta que era un héroe de la reciente guerra carlista. Como consecuencia de su falta de generosidad, Espartero perdió todo su prestigio, que ya no recuperó. El teniente coronel Repollés de Zayas, autor de un trabajo sobre Palarea, escribe que se pierde la huella del guerrillero pocos meses antes de estos sucesos, aunque se conserva una carta suya fechada en agosto y con origen en Madrid. La siguiente noticia que encontró de Palarea sería la última, pues es un parte del gobernador militar de Cartagena que informa de su muerte súbita en la plaza, donde se encontraba arrestado, pendiente de la resolución de la causa que se seguía contra él. Por ello, Repollés supone que había optado por la causa moderada; esta militancia pudo favorecer la extensión del rumor en la citada ciudad de que había sido envenenado, hipótesis que se resiste a aceptar.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. P-222.

J. M. Queipo de Llano, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Madrid, Imprenta Colegio de Huérfanos, 1835; J. Yaque Laurel, La campaña castellana de 1812 y Batalla de Arapiles, Valladolid, Imprenta Castellana, 1912; L. Pericot, La Casa Borbón, t. V, Barcelona, Gallach, 1943; J. L. Comellas, Los primeros pronunciamientos en España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1958; J. Priego López, Guerra de la Independencia, ts. III y IV, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1972; P. Aguado Bleye, Manual de Historia de España, t. III, Madrid, Espasa Calpe, 1975; J. Repollés de Zayas, “Juan Palarea ‘El Médico’”, en Revista de Historia Militar, n.º 39 (1975), págs. 27-45; R. Lión y J. Silvela, La Caballería en la Historia Militar, Valladolid, Academia de Caballería, 1979; J. Albi y L. Stampa, Campañas de la Caballería española en el siglo xix, ts. I y II, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1985; M. Martínez, Caballería y liberalismo (1800-1875), Valladolid, Academia de Caballería, 1991; J. Albi, L. Stampa y J. Silvela, Un eco de clarines, Madrid, Tabapress, 1992; M. Gómez Ruiz y V. Alonso Juanola, El Ejército de los Borbones, t. V, vols. 1, 2 y 3, Madrid, 1999, 2001 y 2002.

 

Juan María Silvela Miláns del Bosch