Hurtado, Jerónimo. Toledo, c. 1495 – Valdeiglesias (Madrid), 1558. Cisterciense (OCist.), abad del propio monasterio, teólogo, filósofo, orador sagrado.
No se sabe la fecha exacta de su nacimiento, pero el hecho de ser elevado a la dignidad abacial de su monasterio en 1528, supone que debía de tener alrededor de treinta y cinco años, edad ordinaria de los sujetos en quienes recaían estos nombramientos. Se ignora la mayor parte de los datos personales, sin embargo, se sitúa entre los más esclarecidos hijos del Císter en el siglo xvi. Consta que recibió el hábito monástico en Valdeiglesias, el 1 de enero de 1519, y después de una formación monástica adecuada, fue elevado a la dignidad abacial de la casa el 22 de octubre de 1528. La elevación a esa dignidad en una edad tan temprana y con tan pocos años de religioso, hace sospechar que llegó al monasterio con alguna carrera terminada, máxime en aquellos tiempos en que el nivel cultural del Císter era bastante deficiente, pues se estaban echando los cimientos de los grandes colegios que servirían para formar a los monjes de la nueva generación. La particularidad de permanecer en el cargo por más de veintiséis años, es prueba evidente de sus grandes valores, especialmente en la Congregación de Castilla, en la que no se solía reelegir a los abades para un segundo trienio en el mismo monasterio, sino en casos muy excepcionales.
Se conserva un elevado número de datos sobre sus actuaciones en un códice que se conserva en la Real Academia de la Historia. Ya al principio de su gobierno, en 1529, construyó de nuevo el refectorio, y lo rehízo todo hasta las bóvedas que, al decir del códice, “estaban falsas”. Construyó igualmente una hospedería nueva, las caballerizas, un cuarto de campaña y el horno. A él se debe principalmente la construcción del claustro alto, pues si bien es cierto que quedó esta gloria para su sucesor en el cargo, también lo es de fray Jerónimo Hurtado, que le dejó preparado todo el material para proceder al montaje. Igualmente dejó en la sala capitular gratos recuerdos, como fue la colocación de un retablo y la adaptación de los sitiales de los monjes para utilizarlos con comodidad.
Como anécdota curiosa que figura en la crónica de este tiempo, tuvo fray Jerónimo Hurtado el consuelo de dar el hábito a un varón muy virtuoso, cuya fama pasaría a la posteridad. Se llamaba fray Pedro López Bernaldo, natural del valle de Lozoya: “Este dicho fray Pedro Bernaldo tomó el hábito en 30 de septiembre de 1549, siendo abbad el P. Fr. Hierónimo Hurtado. Hay tradición que fue simple y santo varón, humilde y muy deuoto de Nuestra Señora, el qual tenia particular devoción con la imagen del locutorio, y siendo bodeguero, de noche, cuando se iba a recoger, pasaua por el locutorio y después de algunas deuociones que reçaba delante de la Ymagen, le decía que tuuiese cuidado con la bodega, no se saliese alguna cuba. Una noche, passando por allí para recogerse, le habló la Santa Ymagen y le dijo se salía una cuba. Diólo gracias por el aviso a la Madre de Dios, fue a la bodega, y halló se salía una cuba; remedióla, volvió a dar gracias a la Sta. Imagen a la qual con santa simplicidad le suplicaba le guardase la bodega”.
La última gran obra de fray Jerónimo Hurtado fue la adquisición de madera de nogal, para la fabricación de una sillería, con destino a esta abadía que él regía. Muchos nobles y altos cargos de la Iglesia, conocían y envidiaban la existencia del rico arsenal de madera, que los monjes del Císter guardaban celosamente para hacer la sillería del coro bajo, que se hizo después. En relación con esta madera, se cuenta que Felipe II, cuando estaba empeñado en la construcción de El Escorial, habiendo tenido noticia de ella, la pidió para hacer la sillería de la iglesia; mas el abad que había entonces al frente del monasterio —fray Martín de Soria— se las arregló para disculparse como pudo diciendo que estaba preparada para hacer la del monasterio, como así fue, y comenzó luego la obra el famoso escultor toledano Rafael de Soto, ausentado de aquella ciudad, según se dice, por ciertos problemas, y hospedado en el monasterio de Valdeiglesias. Esta sillería permaneció en el monasterio casi tres siglos hasta que en el siglo xix se trasladó a la Universidad de Madrid para su posterior ubicación en San Jerónimo el Real, cosa que llegó a efectuarse, por haber sido enviada por Real Orden de Isabel II en 1854, a la catedral de Murcia, donde hoy se encuentra.
Trabó íntima amistad con el príncipe Carlos, hijo de Felipe II: “Cuando venía aquí el príncipe D. Carlos, hijo del Rey D. Felipe segundo, gustaua mucho de parlar con él, y le hacía mucha merced y favor con el qual le pasaron muchos cuentos graciosos”. Se ignora la fecha de la muerte de este santo religioso. Después de veinticinco años de gobierno muy fecundo, cesó fray Jerónimo Hurtado en el cargo abacial en mayo de 1554, al que sucedió fray Ángel de Cebreros durante un trienio, finalizado el cual de nuevo volvió fray Jerónimo Hurtado a ocupar la sede abacial, pero por breve tiempo, porque falleció en 1558, y fue enterrado en la sala capitular, según norma tradicional de la Orden. El códice le tributa este merecido elogio: “Era natural de Toledo. Fue hombre exemplar y de buen gobierno, pues tanto tiempo fue abad reelecto cada tres años, como dicho es y por lo mucho que trabajó y hizo en este Monasterio”. Fray Bernardino de Sandoval, hijo de la casa, añade: “Se cuenta de este santo Prelado, harto particular que jamás volvió la cabeza atrás por grandes ruidos y voces que oyese, al fin murió santamente. Y después de su muerte cuarenta años abrieron su sepultura para enterrar a una persona anciana y grave que había sido abad de esta casa dos veces, y de San Bernardo de Toledo y otras abadías y hallaron la cabeza de este Fray Jerónimo Hurtado con su corona del cabello entera que quiso su Dios mostrar con esta santa señal cuan observante había sido de las obligaciones del estado monacal”. Tuvo en el mismo monasterio de Valdeiglesias un sobrino suyo, posterior a él, del mismo nombre y apellido, que también estuvo al frente de la comunidad, y dos veces ocupó la sede de Oseira.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, códice 9-10 –1-2.097, págs. 177 y ss.
A. Manrique y A. Manrique, Cisterciensium seu verius ecclesiasticorum Annalium a condito Cistercio, IV. Comp. Observantiae Castellae, Lugduni, sumpt. Haered. G. Boissat & Laurentii Anisson, 1642, abad 31, n.os 10 y 63, n.o 6; D. Yáñez Neira, “Toledanos ilustres en la Orden del Císter desde el s. xv”, en Anales Toledanos (1977), págs. 91-96; B. de Sandoval, “Relación breve de la fundación del Monasterio de Santa María de Valdeiglesias”, en Cistercium (1983), pág. 145; L. Gómez Gómez, San Martín de Valdeiglesias en el Descubrimiento de América, Madrid, L. Gómez, 1992, págs. 44-47.
Damián Yáñez Neira, OCSO