Suárez de Carvajal, Juan. Talavera de la Reina (Toledo), 1460 – Toledo, 6.IV.1580. Comisario General de Cruzada, consejero del Consejo de Indias, obispo de Lugo.
Nacido en Talavera de la Reina, fue hijo de Pedro Suárez de Talavera y de Catalina Carvajal. Colegial del Mayor de Cuenca, se licenciaba en ambos derechos (in utroque iure) en la Universidad de Salamanca, en la que ocupaba cátedra. Finalizados sus estudios, contraía nupcias con Ana Girón, sobrina de García de Loaysa. De este matrimonio nacía su único hijo, García Suárez de Carvajal, pero esta unión fue breve y, consumada la viudedad, adoptó el estado eclesiástico. Canónigo doctoral y arcipreste de Caracena en la iglesia de Sigüenza, la protección de García de Loaysa facilitaba su promoción a la prelacía de Lugo. Su integración en el grupo clientelar del mismo propiciaba igualmente su nombramiento como consejero de Indias el 15 de junio de 1529. En este sentido, Suárez de Carvajal contaba con experiencia en el desempeño de diversos cargos en la administración de la Monarquía, puesto que había sido corregidor y alcalde mayor de su población natal durante la revuelta comunera, y había ocupado plaza de oidor en las Chancillerías de Granada (1526-1529) y Valladolid (1529). De igual modo, pasaba a ser miembro del Consejo de la emperatriz, organismo al que se mantuvo vinculado hasta que se produjo la muerte de doña Isabel.
El traslado de Loaysa a Roma condicionaba que las actividades desarrolladas por Suárez de Carvajal en el Consejo de Indias se limitasen a apoyar al conde de Osorno frente a las injerencias de Tavera en dicha institución, y a respaldar al secretario Samano en sus denuncias sobre el comportamiento irregular de algunos consejeros. El retorno de su protector implicaba que Suárez de Carvajal adquiriese un mayor protagonismo. Así, en 1534, fue convocado a la junta celebrada a petición de las Cortes reunidas en Madrid para deliberar sobre las medidas que se debían tomar para evitar la salida de moneda del reino. Al año siguiente, fue encargado de llevar a cabo una visita a la Casa de la Contratación. Las actuaciones que vincularon a Suárez de Carvajal con esta institución han llevado a algunos autores a afirmar que fue el primer presidente de la misma. Sin embargo, este cargo no fue instituido hasta 1579. Como resultado de sus gestiones, se decidía crear una cárcel específica e independiente jurídicamente del municipio, así como que la navegación a Indias se efectuase a través de formación de flotas que facilitasen la defensa contra los ataques de los corsarios. Asimismo, durante su estancia en Sevilla, se ocupaba por comisión del prelado hispalense junto al provisor Temiño en el pleito matrimonial del duque de Medina-Sidonia y en el proceso que se seguía contra algunos frailes agustinos de la ciudad a causa de haber dado muerte al provincial de su Orden mientras realizaba una visita a su monasterio.
También supervisaba la acuñación de monedas de oro, destinadas a pagar a los ejércitos de Italia, cuya ley y valor se ajustaba a las coronas francesas.
El nombramiento de García de Loaysa como Comisario General de Cruzada determinaba la designación de Suárez de Carvajal como asesor en 1538. Así, a los procedentes de los Consejos de Castilla y Aragón, se sumaba un tercer asesor perteneciente al Consejo de Indias, cuya principal labor consistía en la implantación y cobro de las Gracias en dichos territorios. Sus intentos por favorecer la intención de su patrón de incrementar su influjo en este ámbito llevaron a Suárez de Carvajal a intensificar sus contactos con Tavera y Francisco de los Cobos en el desarrollo de sus funciones.
Además de tener como resultado una mejora en el funcionamiento del organismo, el acercamiento realizado a los mismos resultó muy beneficioso para Suárez de Carvajal, quien pudo contar con su apoyo y protección cuando se produjo el declive de la influencia de Loaysa.
Los reiterados conflictos jurisdiccionales existentes entre la Casa de la Contratación de Sevilla y las autoridades municipales condicionaron que Carlos V ordenase la conformación de una junta que buscase la manera de evitar el surgimiento de estos problemas.
Suárez de Carvajal participaba en estas reuniones, que dieron como resultado la promulgación de unas nuevas ordenanzas para la Casa de la Contratación fechadas en agosto de 1539. Asimismo, fue convocado a la junta reunida en Valladolid en 1542, cuyos trabajos quedaron reflejados en el contenido de las Leyes Nuevas. Durante el desarrollo de las sesiones, Bartolomé de las Casas profería graves acusaciones referidas a la corrupción existente en el Consejo de Indias, que venían a sumarse a las realizadas por las Cortes de Castilla. En consecuencia, Carlos V ordenaba la realización de una visita a este organismo, que deparaba, entre otros resultados, la salida de Suárez Carvajal de dicha institución en 1543. Las indagaciones probaban que había recibido sobornos de Francisco Pizarro, a cuyo servicio se encontraban dos hermanos de Suárez de Carvajal, y de Diego de Almagro, con quien proyectaba cimentar su alianza a través del matrimonio entre sus vástagos. Además, se había mostrado un acérrimo partidario de mantener el régimen de encomienda, lo que contrariaba la política impulsada por el emperador, más partidario de seguir los criterios lascasianos. Condenado a pagar 7000 ducados, obtuvo el perdón gracias a la mediación de García de Loaysa, aunque, sobre todo, obtuvo beneficio del entendimiento alcanzado con Tavera. De este modo, comenzaba a actuar como colector general del Subsidio en 1543 bajo la atenta supervisión de Francisco de los Cobos. Mantenía esta ocupación hasta 1546. El 21 de abril de dicho año, un día antes de su muerte, el Comisario General Loaysa legaba sus facultades para administrar las Gracias a Suárez de Carvajal, a quien además señalaba como su testamentario. Su nombramiento como nuevo Comisario General de Cruzada, actuación en la que Carlos V seguía la recomendación hecha por Cobos unos meses antes, se confirmaba el 6 de octubre.
Así, pasaba a compaginar esta labor con la realizada en el Consejo de Hacienda. En este caso, no recibía el título de presidente, sino que asumía por comisión imperial las funciones desempeñadas hasta entonces por Suárez de Maldonado.
Las acusaciones de corrupción acompañaron a Suárez de Carvajal en el comienzo de su andadura como comisario general de Cruzada. A pesar de que Carlos V ordenaba que se hiciesen las pesquisas pertinentes para clarificar su actuación, éstas pronto se mostraron inoperantes. Si bien asistía a la junta convocada por el príncipe Felipe en Valladolid en 1548 para tratar sobre la problemática morisca, sus principales esfuerzos se orientaron a realizar los preparativos convenientes para proceder a la predicación del jubileo concedido por el pontífice para el año 1550.
Este asunto supuso el soporte de sus contactos con los regentes Maximiliano y María, quienes requirieron la presencia de Suárez de Carvajal para tratar otras cuestiones, entre las que destacaban los asuntos relacionados con las Indias. Su gestión como comisario general estuvo caracterizada por la defensa de las prerrogativas inherentes al cargo y por su firme oposición a la introducción de cambios en las condiciones de concesión de la bula de Cruzada. En este sentido, antepuso esta convicción a los intereses que pudiese tener vinculados a su ocupación al frente del Consejo de Hacienda, puesto que se negó a consentir que los ingresos procedentes de las Gracias engrosasen las arcas regias de forma ilimitada o se empleasen en fines distintos a los contemplados en su concesión.
Para evitar estas complicaciones, procuró idear fuentes de ingresos alternativas que tuvieron diferente aceptación. Sin embargo, ésta fue la causa principal del enfrentamiento que mantuvo con el consejero de Hacienda Francisco de Almaguer, quien pretendía emplear en Flandes la recaudación de la predicación de la cruzada obtenida en el período 1551-1554, mientras que Suárez de Carvajal afirmaba que su único destino posible era la lucha contra el infiel en el Mediterráneo. Por otra parte, esta pugna se desarrollaba en el escenario generado por el deterioro de las relaciones entre Suárez de Carvajal y el secretario Juan Vázquez de Molina, y por la lucha faccional existente por el control de las finanzas de la Monarquía.
A partir de 1554, Suárez de Carvajal se veía apartado de la toma de decisiones políticas, así como de su cargo al frente del Consejo de Hacienda. Si bien se adujo la incompatibilidad existente en el ejercicio de esta labor con su condición de prelado, su postergación estaba directamente relacionada con el devenir de las facciones cortesanas que pugnaban por el ejercicio del poder, y, concretamente, con el ascenso del “partido ebolista”. En este sentido, no pudo actuar como en los años precedentes, en los que había buscado equilibrar su relación con los enemigos políticos Loaysa y Tavera, de manera que pudo contar con el favor de ambos, puesto que su enfrentamiento con Vázquez de Molina y la infructuosidad de sus intentos de integrarse en el grupo “ebolista” hicieron que se hallase carente de apoyos en la Corte. Asimismo, su proceder en relación con la revocación de la cuarta realizada por el papa Paulo IV respecto a la concesión efectuada previamente por Julio III hizo que se disipasen sus posibilidades de volver a tener relevancia política, puesto que la propia princesa doña Juana estimaba conveniente que Suárez de Carvajal abandonase la Corte y fuese a residir a su obispado. La regente deseaba seguir el consejo del jesuita Araoz y respetar la determinación papal, pero Suárez de Carvajal, de acuerdo con el dictamen remitido por Melchor Cano al Consejo Real, decidió proceder al cobro a través del embargo de los bienes del clero. Las tensiones generadas por este episodio se pusieron de manifiesto en la celebración de la Asamblea del Clero reunida en Valladolid, lo que forzaba la intervención del nuncio y del arzobispo de Toledo Martínez Silicio.
Igualmente, el inicio de la guerra entre Paulo IV y la Monarquía hispana propiciaba que Suárez de Carvajal solicitase a la princesa doña Juana facultades para que el Comisario General de Cruzada se convirtiese en juez único para validar las indulgencias.
Su falta de adecuación a la evolución de las facciones cortesanas, puesto que, a pesar de su insistencia, no logró ganar el favor de Ruy Gómez de Silva, determinó su alejamiento de la Corte en 1558. Trasladado a Sevilla, se ocupó en buscar medios para acrecentar los recursos procedentes de las Indias, y de su distribución por parte de la Casa de la Contratación.
Asimismo, fue encargado de establecer el nuevo funcionamiento de esta institución en coordinación con la Contaduría Mayor, lo que motivó las reclamaciones del Consejo de Indias ante Felipe II a causa del traspaso de competencias de esta institución al Consejo de Hacienda sin que se hubiese advertido previamente esta modificación. Si bien la comisión dada a Suárez de Carvajal comprendía un período de seis meses, procuró dilatar su actuación para demorar su retorno a la Corte. Su deseo de ralentizar la resolución de los asuntos provocó diversos incidentes, que los servidores de la Casa de la Contratación pusieron en conocimiento de Felipe II. Finalmente, Suárez de Carvajal ponía fin a su estancia en Sevilla en 1560. Al año siguiente renunciaba a la prelacía lucense. Si bien ostentaba la misma desde 1539, sus múltiples ocupaciones en la Corte motivaron su ausencia de la sede episcopal. A pesar de ello, sus relaciones con el cabildo catedralicio no fueron fáciles. El prelado había ordenado la realización de dos visitas en 1540 y 1544, pero las discrepancias se incrementaban cuando el obispo decidía que se realizase otra en 1556. Por otra parte, tampoco había cumplido con su cometido en relación con la reforma de las Órdenes religiosas pretendida por Carlos V, labor ante la que el prelado lucense siempre mostró reticencias. En este sentido, Suárez de Carvajal había propuesto al emperador hacer dejación de la dignidad episcopal en 1553 a causa de la lejanía de la sede y su avanzada edad. A cambio, solicitaba la concesión de un hábito, pero el trueque no se produjo en esta ocasión. La definitiva dejación obedecía al acuerdo alcanzado con Felipe II, quien proponía al obispo trocar la mitra por algunos beneficios eclesiásticos suficientes para su sustento. De este modo, fue proveído abad de Santillana y Santander, así como arcediano de Guadalajara. Por otra parte, el Monarca solicitaba el nombramiento de su confesor fray Bernardo de Fresneda en la Comisaría General de Cruzada en abril de 1562, con lo que el franciscano pasaba a ocupar dicho cargo.
Retirado a Toledo, en cuya iglesia alcanzó la dignidad de capellán mayor de los Reyes Nuevos, permaneció en esta ciudad hasta el final de su longeva vida. Fallecía el 6 de abril de 1580 a los ciento veinte años. Sus restos se depositaron en la capilla que fundó con esta finalidad en la iglesia franciscana de su localidad natal.
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