Álvaro, Antonio. Villel (Teruel), s. m. s. XV – Santa María de Piedra (Zaragoza), 1541. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, orador y abad.
Al igual que otros grandes hombres de esta época, es difícil precisar datos sobre sus orígenes, incluso de los primeros años en su vida monástica. Hay que contentarse con lo que más ha brillado en ellos, que son sus grandes méritos. Habiendo ingresado fray Antonio en Piedra y recibido allí la formación espiritual y científica, se ignora por qué aparece doctorándose en la Universidad de París, y luego la noticia que se transmite de haber llegado a obtener mucha fama por su dominio de la oratoria sagrada. Bien conocían los monjes sus grandes valores y excelente preparación, echando mano de él para que presidiera los destinos de la comunidad.
Al fallecer el abad fray García Gil del Portillo —visitador y reformador de los monasterios cistercienses de España, por nombramiento del papa León X, despachadas en 1520, autorizando a que en Piedra se eligiesen abades trienales, conforme a la costumbre introducida en la orden de aquellos tiempos—, se procedió a la primera elección canónica, recayendo los votos sobre fray Antonio Álvaro, que sería el primero en ostentar el título abacial trienal, después de treinta y tres abades perpetuos que habían desfilado por la casa. “Fue el maestro don Antonio Alvaro —escribe Finestres— sujeto muy eminente en virtudes y letras, que sucedió al último abad perpetuo don García Gil en el propio año 1531”. Al año siguiente de su elección, hallándose en Zaragoza, tuvo una brillante oración sagrada al cardenal de Tortosa, electo Sumo Pontífice con el nombre de Adriano VI.
En 1532 llegó a España el abad de Claraval, Edmundo de Saulieu, a visitar la abadía de Piedra, solicitando del abad Álvaro monjes para reformar el célebre monasterio de Alcobaça en Portugal y otros monasterios. Condescendió el abad a su petición y le facilitó media docena de monjes selectos animados de excelente espíritu religioso, que fueron al reino vecino a orientar a sus hermanos en la espiritualidad monástica, pues también se había extendido por aquellas casas la decadencia de costumbres afectante a toda la Iglesia. A los dos años de presidir los destinos de la comunidad, se dice que renunció al cargo sin dar explicaciones. Pero la luz no puede estar mucho tiempo bajo el celemín. Le sucedió en el cargo fray Egidio Adán, que sólo permanecería un año al frente de la abadía, renunciando igualmente el cargo. Los monjes, teniendo que elegir sucesor, otra vez volcaron los votos sobre el padre Álvaro, elevándole nuevamente a la dignidad abacial, y no se equivocaron, porque les serviría con generosa entrega.
Según el mencionado Finestres, la mejor y más segura fuente que se ocupa de él, “el segundo trienio no fue menos glorioso que el primero”. Lo más llamativo y honroso para la casa fue ver sublimados casi al mismo tiempo dos antiguos hijos de la casa, Hernando de Aragón, compañero suyo que fue elegido abad de Veruela, y más tarde a la sede de Zaragoza, sucediéndole en la abadía fray Lope Marco, que llevaría consigo a don Hernando como compañero, nombrándole vicario general del arzobispado. No se conocen más noticias sobre fray Antonio, que debió de fallecer en la fecha indicada, 1541.
Sólo se conoce de él una oración sagrada pronunciada en Zaragoza al cardenal de Tortosa. Se dice que dicha oración, escrita en un latín muy elegante, se encontraba en un manuscrito de la biblioteca de Monasterio de Piedra.
Obras de ~: Oración Sagrada pronunciada en Zaragoza al Cardenal de Tortosa con motivo de su exaltación al solio pontificio, ms., s. f. (Biblioteca del Monasterio de Piedra).
Bibl.: R. Muñiz, Biblioteca Cisterciense Española, Burgos, Joseph de Navas, 1793, pág. 20; V. de la Fuente, La España Sagrada, t. L, Madrid, José Rodríguez, 1865, pág. 261; J. Finestres, Historia del Real Monasterio de Poblet, t. II, Barcelona, Orbis, 1948, págs. 161-164; E. Manning, E. Brouette y A. Dimier (dirs.), Dictionnaire des auteurs cisterciens, Rochefort, Abbaye Notre-Dame de St-Rémy, 1975, pág. 35; D. Yáñez Neira, El Císter. Órdenes monásticas zaragozanas, Zaragoza, Imprenta Provincial, 1987, págs. 259-260.
Damián Yáñez Neira, OCSO