Castilla, Constanza de. Soria, f. s. XIV – ¿Madrid?, 1478. Hija del infante Juan, religiosa dominica (OP) y escritora.
Fue nieta del rey Pedro I, quien, en 1354, habiendo invalidado su matrimonio con Blanca de Borbón, contrajo matrimonio con Juana de Castro. Informado el Monarca de una conjura contra él, abandonó a Juana al día siguiente de la boda, dejándola embarazada del infante Juan, futuro padre de Constanza.
Después de que Enrique de Trastámara asesinara al rey don Pedro y comenzara a reinar en Castilla como Enrique II, el infante Juan se refugió en Gascuña. En 1388, el infante Enrique, nieto de Enrique II y heredero del trono de Castilla, se casó con Catalina de Lancaster, nieta de Pedro I e hija de una hermanastra del infante Juan. Éste fue obligado entonces a regresar a Castilla y entregado a Juan I, el Monarca reinante hijo de Enrique II, como parte de los acuerdos nupciales. El infante fue encarcelado en Soria, donde habría de morir. Sin embargo, antes de su fallecimiento, casó en prisión con Elvira de Falces, la hija de su carcelero, y tuvo con ella dos hijos, Pedro y Constanza.
La sangre real de los niños —nietos legítimos de Pedro I— los puso en grave peligro, pues constituían una amenaza para la ilegítima dinastía Trastámara. Pero la reina Catalina de Lancaster, preocupada por proteger a sus primos, logró que su esposo, Enrique III, perdonase al hermano de Constanza, el infante Pedro, y le permitiera tomar los hábitos. Del mismo modo, la Soberana consiguió que la infanta Constanza entrara en el monasterio de Santo Domingo el Real en Madrid, probablemente hacia 1406.
Una carta de 1416, en la que la reina Catalina se refiere a Constanza como “mi parienta”, revela que la dama ya era en aquel año priora de Santo Domingo el Real. Por aquellas fechas debía de ser bastante joven y ocupaba el cargo más importante de su comunidad, y esa juventud permite suponer que su elección pudo deberse a la influencia de su prima, la Reina.
La sangre real de Constanza le dio gran influencia en la Corte y contribuyó a que obtuviera favores regios para su monasterio. Gracias a las cuantiosas donaciones recibidas, Constanza llevó a cabo un programa de obras que incluyó la construcción del refectorio, el claustro y la capilla mayor de la iglesia. Además, consiguió trasladar al monasterio los restos mortales de su padre, el infante Juan, en 1442, y los de su abuelo, el rey Pedro I, en 1446, haciendo que se les erigieran unos magníficos sepulcros en la capilla mayor de la iglesia conventual. Constanza gobernó Santo Domingo el Real como priora durante unos cincuenta años, y dejó el cargo en 1465, tal vez por su avanzada edad.
El manuscrito 7495 de la Biblioteca Nacional contiene las traducciones y obras originales que escribió Constanza para uso interno de Santo Domingo el Real. La priora se identifica explícitamente como autora de la Oración inicial, el Oficium Incarnacionis, las Oras de los clavos, los Quinze gozos, las Siete angustias y la Letanía de Nuestra Señora. La Oración es una meditación extensa sobre la vida de Cristo dividida en cuarenta y cuatro capítulos y destinada a rezarse “antes de la comunión”. En cada capítulo, después de evocar un pasaje de la vida del Señor, Constanza observa que Jesús realizó tal hecho en beneficio de ella y pide que le sea concedida la virtud moral correspondiente.
Los Quinze gozos de la Virgen aumentan los siete gozos tradicionales con otros ocho. Constanza añade episodios como el gozo que sintió la Virgen al llevar a Cristo nueve meses en el sagrario de su vientre o el gozo que sintió con el Niño, “tratándole en forma de chiquito, enbolviéndole, faxándole, mamantándole, falagándole, arrullándole, besándole commo verdadera madre”. Mediante lo añadido, la escritora hace hincapié en la maternidad de la Virgen y celebra las funciones biológicas femeninas.
Las Oras de los clavos las escribió Constanza primero en latín y luego las tradujo al castellano. Aunque el oficio conmemora la Pasión de Cristo, concede un lugar importante a la compassio de la Virgen María, pues los tres clavos que perforaron el cuerpo de Cristo también penetraron en el corazón de María. Gracias al diálogo implícito que se establece entre la Virgen y las voces de las monjas que rezan el oficio, dichas monjas llegan a experimentar la Pasión a través de su identificación con los sufrimientos de Nuestra Señora.
Aunque el que las mujeres escribieran se consideraba un hecho transgresor en la Edad Media, Constanza se preocupa poco por la cuestión y, mientras otras escritoras se sirven de fórmulas de humildad basadas en su condición de mujer, Constanza echa mano de su condición de pecadora, es decir, de algo no relacionado con el sexo.
Constanza de Castilla destaca por ser una de las pocas escritoras de la Castilla medieval. Escribe para un público femenino, la comunidad de Santo Domingo el Real, de Madrid, y sus obras pueden relacionarse con la formación y el desarrollo espirituales de las monjas a su cargo. Ya que sus obras son en su mayoría oraciones y oficios litúrgicos, dichos textos manifiestan la identidad espiritual de una comunidad dominica dedicada a una vida de oración y contemplación.
A lo largo de su vida como religiosa, la infanta Constanza gozó del favor y la estima de sus contemporáneos, especialmente de sus familiares los soberanos Catalina de Lancaster, Juan II y Enrique IV. Las cartas recibidas por sor Constanza reconocían su doble identidad de infanta y priora y, durante su priorato, el monasterio de Santo Domingo el Real vivió su período de máximo esplendor.
Obras de ~: Oficium Incarnacionis, s. l., s. f.; Siete angustias, s. l., s. f.; Letanía de Nuestra Señora, s. l., s. f.; Los quince gozos, s. l., s. f.; Oras de los clavos, s. l., s. f.; Book of Devotions. Libro de devociones y oficios, ed. Constance L. Wilkins, Exeter, University of Exeter Press, 1998.
Bibl.: A. M. Huélamo, “La dominica Sor Constanza, autora religiosa del siglo XV”, en Revista de Literatura Medieval, 5 (1993), págs. 127-158; A. Muñoz Fernández, Acciones e intenciones de mujeres en la vida religiosa de los siglos XV y XVI, Madrid, Comunidad de Madrid, 1995, págs. 123-159; R. E. Surtz, Writing Women in Late Medieval and Early Modern Spain: The Mothers of Saint Teresa of Avila, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1995, págs. 41-67.
Ronald E. Surtz