Juarros y Ortega, César. Madrid, 13.XI.1879 – 24.X.1942. Médico, militar, psiquiatra, psicoanalista y psicopedagogo.
Estudió Medicina en la Facultad de la Universidad Central y obtuvo la licenciatura con sobresaliente.
En 1903 ingresó, por oposición, en el Cuerpo de Sanidad Militar. Estuvo destinado en el servicio de guardia del Hospital Militar de Valencia y desde 1907 en Ceuta y Casablanca, donde prestó asistencia a los muchos heridos que hubo en plena Guerra de África. Regresó a la Península en 1909, siendo destinado como médico primero (capitán médico) a la plana mayor de la Brigada de Tropas de Sanidad Militar y poco después se hizo cargo de la jefatura de la Consulta de Enfermedades Nerviosas y Mentales del Hospital Militar de Urgencia de Madrid y desempeñó además el cargo de jefe de la Consulta de Enfermedades Nerviosas y Mentales del Tercer Dispensario del Hospital de la Cruz Roja. Fue profesor de Psiquiatría Forense del Instituto Español Criminológico.
César Juarros dejó una huella importante en la psiquiatría militar española. Ya en 1913 escribió en la Revista de Sanidad Militar: “En Francia, Alemania e Italia existe un intenso movimiento científico alrededor de la psiquiatría militar. Entre nosotros constituye una lamentable excepción que los consejos de guerra soliciten la cooperación médica. Y desfilan ante ellos alienados claros, fácilmente diagnosticables, sin que nadie pare mientes en el especial estado mental del sumariado”. Como consecuencia, hizo aportaciones a la medicina legal militar. Su Guía médica de la nueva ley de reclutamiento (1912) fue el texto de estudio y consulta de varias generaciones de profesionales de la sanidad militar. Elaboró las primeras pautas para la detección precoz de trastornos psíquicos, mediante procedimientos de selección clínico-psiquiátricos de los individuos que se incorporaban a filas y se ocupó de los delitos militares de sujetos mentalmente enfermos.
Su objetivo era crear el Servicio Psiquiátrico Forense en los tribunales militares. En 1920 fue nombrado profesor de Psiquiatría en la Sanidad Militar.
Dio cursos de divulgación en el Ejército sobre los trastornos psíquicos (concepto moderno del loco y locura; riesgo de indisciplina morbos; modo de seleccionar mentalmente al soldado). Juarros se anticipó en nuestro país a lo que sería posteriormente la higiene mental en el Ejército, los modernos métodos de selección psicotécnica y la formación militar en temas psicológicos.
Causó baja voluntaria en el Ejército en 1922, con el grado de comandante médico, dedicándose desde entonces a su consulta privada y a su docencia en la Escuela de Criminología.
Fue el primer psicoanalista español entrenado como tal, miembro de la International Psychoanalytical Association, y uno de los más importantes introductores de las doctrinas de Freud en España. En las décadas de 1920 y 1930 luchó por la reforma sexual en España, defendiendo la aprobación del divorcio.
Sus trabajos sobre el Psicodiagnóstico de Rorschach, realizados con María Soriano, representan la aportación de la psicología profunda a la educación y al conocimiento profundo del niño. En la segunda edición (1932) de este método de exploración se citan a María Soriano y a César Juarros como los únicos españoles que habían hecho contribuciones al mismo.
Cultivó la psiquiatría forense y se interesó por las toxicomanías. En El hábito de la morfina sintetiza lo siguiente: “Es necesario proceder con urgencia a una reforma bien meditada de la legislación vigente, en lo que atañe al consumo y comercio de tóxicos”.
Como psicopedagogo se dedicó especialmente a la educación higiénica y de niños con especiales necesidades educativas. Fue miembro de la Comisión de Dirección de la Escuela Central de Anormales. César Juarros opinaba que “educar no es transmitir conocimientos sino formar caracteres. Antes educar resultaba sinónimo de imponer una personalidad; al educador le bastaba con un poco de energía y perseverancia; pero los tiempos han cambiado, y hoy ya no existe medio de planear un régimen educativo sensato, sin conocer perfectamente el carácter, el organismo, las huellas de la herencia, la acción del ambiente de cada niño [...] ninguno de los que me escuchan ignora que en lo que a educación se refiere, el libro va perdiendo categoría y ganándolo la observación y el encauzamiento de la conducta”.
En 1918, por iniciativa de César Juarros y Aguado Marinoni se fundó en Madrid el Instituto de Medicina Social. Su finalidad era el desarrollo de los planteamientos eugenésicos que entonces dominaban en el mundo. Se trataba de mejorar la calidad biológica de las poblaciones, de regenerar las energías del organismo nacional contribuyendo a la detección de aquellos grupos que ponían en peligro su existencia.
Todo ello es una consecuencia del espíritu de la Ilustración, que cautivó a muchos psiquiatras de los siglos XIX y XX, que veían su papel en la recuperación y reinserción o cuanto menos la utilidad social, de una población marginada de enfermos mentales. Un programa eugenésico como el del Instituto de Medicina Social así exigía plantear de un nuevo modo las relaciones entre Estado y familia. Ésta, como encarnación de intereses privados, no podía continuar siendo un interlocutor al mismo nivel que el Estado, con el que éste llega a compromisos y alianzas estratégicas, respetando siempre su condición de recinto inviolable.
El Estado está en la obligación de llevar a cabo una tarea de civilización de las clases populares por encima de la institución familiar, para prevenir la degeneración y sus consecuencias y recuperar en lo posible a los individuos (esta ideología cometió grandes excesos cuando, dando un paso más, designó a algunos individuos como irrecuperables). La gran preocupación de la vida de Juarros fue, por un lado, la protección de los miembros más débiles del círculo doméstico, las mujeres y los niños, entonces excluidos de los seguros sociales) y, por otro, crítica de la vida pública, despreocupada y proyectada al exterior, del varón, a partir del estudio y la protección de la infancia (“porvenir de la raza” y patrimonio biológico de la nación según los eugenistas).
Fue secretario de la Liga Internacional contra la Epilepsia, vocal del Consejo Superior Psiquiátrico (1931) y fundó en 1927, junto con Enrique Fernández Sanz, José María Sacristán, Gonzalo Rodríguez Lafora y otros, la Liga de Higiene Mental, de la que fue tesorero. Además, fue presidente de la Asociación de Escritores Médicos. Tradujo el Tratado de Psiquiatría de Emmanuel Regis (1911).
Fue miembro de número de la Academia Nacional de Medicina. Su discurso de ingreso versó sobre Estética Profesional Médica (modos de ejercer, bellamente, la carrera de médico). Escrito con un lenguaje desenfadado, pueden leerse apreciaciones que siguen teniendo actualidad: “Cuando buscar remedios a la falta de salud requería, como complemento, una barba apostólica, grave continente, austero compás en el comportamiento social o heterodoxo aire revolucionario, aliñado con especias de política avanzada o de bohemia literaria. Cuando los galenos parecían abades, o conspiradores, o maestros en rimas. Letamendi, Mata, Encinas, Fourquet, San Martín, Vera, Sánchez-Herrero. Ahora asemejan banqueros, secretarios de Ayuntamientos o curiales”.
Gozó de gran crédito y renombre como conferenciante, realizando campañas sociales de impacto popular y como publicista en las principales revistas médicas. Orador brillante y escritor prolífico, tuvo siempre la habilidad de abordar y acercar al público temas candentes, tanto en el debate científico, como en el interés y curiosidad de un público más general.
Se interesó por los más importantes problemas políticos de su época. En 1923 pronunció tres conferencias bajo el título Los problemas de Marruecos; en la primera (“El problema sanitario”) hizo la presentación Alcalá-Zamora (las otras dos fueron sobre el problema de la pacificación y el problema de la colonización).
Fue diputado por la Derecha Liberal Republicana, de Alcalá Zamora, en las Cortes Constituyentes del 14 de julio de 1931 y después, por su formación sucesora, el Partido Republicano Progresista.
En una de sus intervenciones (30 de septiembre de 1931) manifestó: “Respecto al pretendido histerismo de la mujer, se ha juzgado aquí excesivamente con un vocablo técnico empleado sin suficientes conocimientos de su significado; la mujer no es histérica sino en determinado número de casos; el histerismo constituye una enfermedad, no exclusiva del sexo femenino.
Es igualmente patrimonio del hombre, pese al significado de la palabra, y además de serlo, cada vez abunda más en la sociedad actual el tipo de hombre histérico”.
Obras de ~: “Un caso de histerismo traumático (nota clínica)”, en Revista Frenopática Española, XXI (1904), págs. 293- 296; “Un caso de neuronitis motora inferior”, en Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 70 (1906), págs. 89-96; “Formas atípicas de la enfermedad de Parkinson”, en Revista Medicina y Cirugía Prácticas, 72 (1906), págs. 161-168; “La psiquiatría militar”, en Revista de Sanidad Militar y la Medicina Militar Española, V (1907), págs. 136-144; “De la falta de personalidad clínica de las psicosis histéricas”, en Revista Frenopática Española, 74 (1909), págs. 45-49; “De cómo debe entenderse la epilepsia llamada esencial (algunas ideas personales)”, en Revista Frenopática Española, 80 (1909), págs. 228-239; “La alienación mental y los alienados en el Ejército”, en Revista de Sanidad Militar y la Medicina Militar Española, XVII (1909), págs. 555-561; Guía médica de la nueva ley de reclutamiento, Madrid, Calleja, 1912; “Psiquiatría militar práctica. Las deserciones patológicas”, en Revista de Sanidad Militar, XVIII (1913), págs. 446-452; “Psiquiatría militar práctica. Conclusión”, en Revista de Sanidad Militar, XV (1913), págs. 483-488; El problema de la meningitis, Madrid, Hijos de Reus, 1915; “Psiquiatría forense”, en Clínica Moderna, 252 y 255 (1915), págs. 464-472 y págs. 551-563, respect.; “Formas anómalas de la meningitis tuberculosa. Diagnóstico precoz de la parálisis general”, en Laboratorio, XXVI (1919), págs. 236-241; La psiquiatría del médico general, Madrid, Ruiz Hermanos, 1919; Tratamiento de la morfinomanía, Madrid, Editorial Saturnino Calleja, 1920; “Por qué me he sindicado”, en El Siglo Médico, 3447 (1920), págs. 12-13; “Un caso de desmorfinización en el domicilio del enfermo”, en El Siglo Médico, 3453 (1920), págs. 107-108; “El romanticismo de Tolosa-Latour”, en El Siglo Médico, 3456 (1920), págs. 173-175; “Una curiosa variante del síndrome de Bloch”, en El Siglo Médico, 3469 (1920), págs. 417-418; “Un caso de hemorragia de la arteria mediana anterior, del núcleo del hipogloso”, en El Siglo Médico, 3487 (1920), págs. 761-762; “Tratamiento de la esclerosis en placas por el salvarsán (tres observaciones personales)”, en El Siglo Médico, 3497 (1920), págs. 960-962; “Don Carlos el azuzador. Esqueje para un estudio biográfico”, en El Siglo Médico, n.º extraordinario (31 de mayo de 1920), págs. 23-24; El momento de la muerte, Madrid, Mundo Latino, 1924; “Diagnóstico de la morfinomanía”, en Anales de la Academia Médico Quirúrgica Española, XIII (1925-1926), págs. 712-722; Los senderos de la locura (Divulgaciones psiquiátricas), Madrid, Mundo Latino, 1927; De regreso del amor, Madrid, Mundo Latino, 1927 (2.ª ed.); Diagnósticos y tratamientos psiquiátricos de urgencia, Madrid, Mundo Latino, 1928; Los horizontes del psicoanálisis, Madrid, Mundo Latino, 1928; La psiquiatría del nuevo Código Penal, Madrid, Sucesor de Enrique Teodoro, 1929; Estética profesional (modos de ejercer, bellamente, la carrera de médico), Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, G. Hernández y Galo, 1929; “Hebefrenia e histerismo”, en Boletín Médico de Reus, 87 (1930), págs. 1189-1194; La sexualidad encadenada. Ejemplos y consejos, Madrid, CIAP, Mundo Latino, 1931; El adulterio de un hombre infeliz, Madrid, J. M. Y agües, 1932; Atalayas sobre el fascismo, Madrid, Yagües, 1934; Cajal: Vida y milagros de un sabio, Madrid, Nuestra Raza, 1935; El hábito de la morfina (Clínica y terapéutica), Madrid, J. M.ª Y agües, 1936; El nivel motórico: Edad motora, Madrid, Morata, 1942; La determinación de la edad mental (Los métodos de Binet-Rossolimo- Pinter), Madrid, Morata, 1943.
Bibl.: L. Valenciano Gayá, Origen y desarrollo de la psiquiatría madrileña, Revista de Psicología General y Aplicada, XXIX (1974), págs. 43-61; El doctor Lafora y su tiempo, Madrid, Morata, 1977; L. F. Abejaro de Castro, Historia de la psiquiatría militar española (1800-1970), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1993; P. Samblás Tilvé, “El doctor César Juarros (1879-1942) y el diván: la psicoanálisis del repentismo”, en J. Martínez Pérez, J. Estévez, M. del Cura y L. Víctor Blas (coords.), La gestión de la locura: conocimiento, prácticas y escenario (España, siglos XIX-XX), Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008 (col. Estudios, n.º 116), págs. 507-526.
Juan J. López-Ibor Aliño