Mira López, Emilio. Santiago de Cuba (Cuba), 24.X.1896 – Río de Janeiro (Brasil), 16.II.1964. Médico, psiquiatra, psicólogo.
Hijo de padre granadino y de madre madrileña, nació accidentalmente en Santiago de Cuba, pues su padre, Rafael Mira Merino, médico de Sanidad Militar, estaba destinado en la isla. En 1898, con motivo de la derrota española en la Guerra de Cuba, la familia regresó a la Península, instalándose primero en La Coruña y, más tarde, en 1903, en Barcelona. Allí creció y estudió Emilio Mira, razón por la que siempre se consideró y fue considerado catalán. Se licenció en Medicina en la Universidad de Barcelona con Premio Extraordinario en 1917, doctorándose también con Premio Extraordinario en la Universidad de Madrid en 1923, con una tesis titulada Las correlaciones somáticas del trabajo mental.
Al terminar los estudios de Medicina, su dedicación a la psicología fue prácticamente inmediata. En 1919 obtuvo el cargo de director del Laboratorio de Psicología del Instituto de Orientación y Selección Profesional de Barcelona; en 1921 asumió la secretaría de organización del Segundo Congreso Internacional de Psicotecnia, celebrado en la capital catalana; en 1925 ganó por oposición una plaza de médico del Servicio Psiquiátrico del Ayuntamiento de Barcelona y, un año más tarde, fue nombrado director general del Instituto de Orientación Profesional, dependiente en aquel momento de la Escuela del Trabajo de la Diputación.
Ello coincide con la publicación de su primer libro, La psico-análisi, texto de divulgación escrito en catalán, cuyo contenido es la ampliación de un curso impartido en L’Academia i Laboratori de Ciènces Mediques de Catalunya. Sin llegar al rigor que más tarde se hallará en Ángel Garma, el verdadero primer psicoanalista español, lo cierto es que Mira se convirtió en un difusor de las ideas de Freud, al igual que lo fuera César Juarros, y en el primer psiquiatra español que intentó introducir innovaciones en la técnica psicoanalítica, llegando a practicar terapia de grupo en su sanatorio privado de Sant Just Desvern en 1930.
Llevó a cabo un estudio detallado del psicoanálisis, distinguiendo en él tres dimensiones fundamentales: como método de exploración, como doctrina y como terapia. En la primera siguió fundamentalmente a Jung, considerando valiosa su técnica de las asociaciones determinadas y valorando también su teoría del inconsciente colectivo; como doctrina discrepó de la teoría de la líbido y del escaso papel asignado al Yo, así como de la visión pesimista del hombre y la sociedad; finalmente, en relación con la eficacia del método terapéutico, si bien reconoció la trascendencia y utilidad de haber derribado la censura consciente, se mostró crítico en otros muchos aspectos. Todo ello no le impidió reconocer el enorme saldo positivo del psicoanálisis dentro de un más amplio marco de la psicología científica, admirando en Freud su capacidad para, en vez de seguir la vía aconsejada por la clínica tradicional que se dirigía del síntoma a la lesión, descubrir y proclamar la necesidad de remontarse del síntoma al conflicto y a quien lo vive. Además de sus posiciones teóricas, más o menos heterodoxas, hacia el psicoanálisis, no puede olvidarse su compromiso social y político que le llevó a acoger durante los años treinta a los refugiados políticos psicoanalistas de Europa central que huían del nazismo.
En cualquier caso, al final de los años veinte, Mira tenía ya un sólido prestigio nacional, pero también una notable relevancia internacional que le llevó a desempeñar, en 1929, actividades en Estados Unidos, como la de summer professor de Psicología en la Universidad de Ohio, o ser el representante español en la Reunión de la American Society for the Advancement of Science (Chicago) y presidente de sección del IX Congreso Internacional de Psicología (Yale, Estados Unidos).
Los años de la República resultaron especialmente activos para Emilio Mira. Desarrolló una intensa labor al frente del Institut Psicotècnic —el antiguo Instituto de Orientación Profesional, que había pasado a depender de la Generalitat—, ampliando su campo de acción y haciendo de él una importante referencia científica en su especialidad. En 1934 tomó posesión del cargo de profesor agregado y responsable de la primera cátedra de Psiquiatría creada en España, en la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue presidente de diversos congresos nacionales e internacionales, de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Neurología y de la Liga Española de Higiene Mental, así como vicepresidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.
Entre su producción científica de esta época cabe destacar la reedición en castellano del libro sobre El psicoanálisis (1935) y dos obras importantes y muy influyentes: el Manual de Psicología Jurídica (1932) y el Manual de Psiquiatría (1935).
En cuanto a sus ideas psiquiátricas, fue un convencido defensor de la unidad psicosomática y propugnó una concepción psico-bio-social de la persona; resaltó la importancia del entorno familiar en el mantenimiento de las neurosis y fue pionero de la terapia de familia en España. Realizó, igualmente, aportaciones de relevancia al campo de la psiquiatría forense, proponiendo la incorporación de ciertos conceptos psicoanalíticos a los peritajes psiquiátricos e insistiendo en la necesidad de que los forenses tuvieran una formación psiquiátrica y psicológica adecuada. Insistió, asimismo, en el papel del ambiente social, declarando que “no puede haber individuo sano en una sociedad enferma”, motivo por el que los profesionales debían implicarse en la resolución de los problemas sociales, influyendo corporativamente en los órganos gubernamentales y legislativos. Todo lo anterior permite identificar la posición de Mira en el contexto de la psiquiatría española de la época, ya que, al contrario de la llamada “escuela de Madrid” —la de Achúcarro, Lafora, Sacristán, etc.—, su trabajo y los principios teóricos o doctrinales de los que parte no son tributarios de la gran impronta que Cajal y su escuela histopatológica había dejado en sus discípulos más directos.
Sus planteamientos son, pues, menos somaticistas y mucho más psicológicos. Sin embargo, estas diferencias de criterios o de enfoques, no perturbaron su clara ubicación —en otro nivel de compromiso— en la corriente de psiquiatras que, en torno a la Asociación Española de Neuropsiquiatras, propició los cambios legislativos republicanos en materia de asistencia psiquiátrica.
Durante la Guerra Civil española fue director del Instituto de Adaptación Profesional de la Mujer, dependiente de la Generalitat de Catalunya. Firme defensor de la República, fue miembro del Consejo Superior de Cultura y en 1938 fue nombrado, por el Ministerio de Defensa Nacional, jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército de la República, con la graduación de teniente coronel. En este sentido, se le ha considerado como el opuesto, o la “contrafigura” de Antonio Vallejo Nágera en el bando contrario. Fruto de su experiencia en el ámbito bélico fue su obra, publicada algún tiempo más tarde, Psychiatry in War (1943).
Después de la guerra se trasladó con su familia a Londres —becado por el Maudsley Hospital— donde a finales de 1939 presentó ante la Royal Academy of Medicine su “psicodiagnóstico miokinético”, concebido inicialmente para aplicarlo a la orientación profesional y perfeccionado más tarde como test de personalidad.
Tenía la particularidad de ser el único test que garantizaba la sinceridad de las respuestas, permitiendo detectar, entre otros rasgos de la personalidad, la agresividad potencial de los individuos. Básicamente, se trata de que la respuesta sea obtenida en unas condiciones técnicas que excluyan el control voluntario y permitan que sea expresiva de las tendencias naturales ancladas en una de las zonas más profundas del psiquismo: la miopsique (de mios, músculo), de modo que el diagnóstico psíquico se establezca a través de las peculiaridades de ciertos movimientos realizados por el sujeto; de ahí el nombre del test: Psicodiagnóstico Miokinético (PMK), o sea, diagnóstico psicológico por medio de los movimientos musculares. Dicha prueba, considerada como una de las aportaciones más relevantes de su autor a la psicología, ha sido acuñada por la literatura especializada como “test de Mira”.
Tras una breve estancia en Inglaterra, el exilio de Mira continuó en tierras americanas. Después de una extensa gira de conferencias por diversas universidades de América del Norte y del Sur, en 1940 se instaló en la Argentina, contratado como psiquiatra consultor en un sanatorio privado y dictando cursos en la Universidad de Buenos Aires. En 1942 fue invitado por la Academia de Medicina de Nueva York y elegido el científico del año que había efectuado las mayores contribuciones en su especialidad (psiquiatría).
En 1943 fue designado director de los Servicios Psiquiátricos y de Higiene Mental de la Provincia de Santa Fe (Argentina); un año más tarde, el Ministerio de Educación de Uruguay contó con él para fundar y dirigir el Instituto de Orientación Profesional de Montevideo y en 1945 el Gobierno del Estado de São Paulo (Brasil) lo contrató para impartir cursos de formación de técnicos en orientación profesional destinados a funcionarios públicos. Los cursos tuvieron un gran éxito y fue, finalmente, requerido por la Fundación Getúlio Vargas para ocupar el cargo de director fundador del Instituto de Orientación Profesional de Río de Janeiro, que asumió en 1946.
A partir de ese momento y hasta su muerte, instalado definitivamente en la capital brasileña, compaginó una intensa actividad al frente del Instituto (del que creó filiales en otras ciudades brasileñas) con incesantes viajes, invitado para impartir cursos en universidades latinoamericanas o reclamado como ponente en congresos europeos. Fue nombrado miembro de honor de la mayor parte de Asociaciones de Psicología y Psiquiatría, en Brasil y Argentina se editaban y reeditaban sin cesar sus libros, y los diarios latinoamericanos publicaban sus artículos distribuidos por la Agencia Prensa Latina. Entre las obras más destacadas de esta etapa pueden citarse Problemas psicológicos actuales (1940), Psicología evolutiva del niño y del adolescente (1941), Manual de Psicoterapia (1942) y, naturalmente, su Manual de Psiquiatría, cuya primera edición de 1935 se vio corregida y aumentada, hasta llegar a una obra en tres volúmenes que constituyó el libro de texto de varias generaciones de estudiantes y de psiquiatras iberoamericanos.
En 1947, publicó un Manual de Orientación Profesional, en el que compiló toda su experiencia en ese campo. Además del ya citado “test de Mira”, aportó a este ámbito de la psicología una clasificación nueva de los tipos de inteligencia, por considerar que la mayor parte de las escalas métricas al uso calculaban apenas el valor promedio de la inteligencia conceptual o percepcional y de la inteligencia efectiva, o capacidad de autodominio, estableciendo un promedio que sería llamado el factor G, o “Inteligencia General”. Según Mira, este dato no resultaba suficiente para el orientador profesional. Adoptó entonces una posición más empírica, tratando de hallar los valores medios de tres grupos de correlaciones intelectuales a los que denominó: inteligencia mecánica o espacial, inteligencia verbal e inteligencia abstracta. La cifra promedio de estas tres cantidades constituiría el susodicho factor G. No deja de resultar significativo que, a partir de 1965, las descripciones de análisis de trabajo promovidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se centraron en esta triple diferenciación.
En 1955 fue nombrado vicepresidente para la Región Atlántica de la Sociedad Interamericana de Psicología; en 1958, invitado para reorganizar el Departamento de Psicología de la Universidad Central de Venezuela; en 1960, nombrado expert en Psicología Experimental de la Unesco para impartir cursos en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina); en 1962, invitado por la Unesco a un seminario internacional sobre psicología científica realizado en Caen (Normandía). Su actividad prosiguió hasta que a los pocos días de concluir un curso intensivo sobre Psicología Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina), ya de regreso al Brasil, sufrió su segundo infarto, a causa del cual moriría mes y medio más tarde, el 16 de febrero de 1964, a los sesenta y cuatro años de edad.
Obras de ~: La Psico-análisi, Barcelona, Monografies Mèdiques, 1926; Manual de psicología jurídica, Barcelona, Salvat, 1932; Manual de Psiquiatría, Barcelona, Salvat, 1935; Problemas psicológicos actuales, Buenos Aires, El Ateneo, 1940; Psicología evolutiva del niño y del adolescente, Buenos Aires, El Ateneo, 1941; Manual de psicoterapia, Buenos Aires, Aniceto López, 1942; Los fundamentos del psicoanálisis, Buenos Aires, Americalee, 1943; Instantáneas psicológicas, Buenos Aires, Bajel, 1943; Psychiatry in War, New York, Norton, 1943; Higiene mental del mundo de postguerra, Buenos Aires, Mundo Atlántico, 1945; Manual de Orientación Profesional, Buenos Aires, Kapelusz, 1947; El niño que no aprende, Buenos Aires, Kapelusz, 1947; Cuatro gigantes del alma, Buenos Aires, El Ateneo, 1947; Psiquiatría básica, Buenos Aires, El Ateneo, 1948; Cómo estudiar y cómo aprender, Buenos Aires, Kapelusz, 1948; Psicología militar, Rio de Janeiro, Biblioteca do Exército, 1950; Le Psychodiagnostic Miocinétique, Paris, Centre de Psychologie Appliquée, 1951; Psicología experimental, Buenos Aires, Kapelusz, 1955; Guía de la salud mental, Buenos Aires, Oberón, 1956; Compendio de Psiquiatría, Buenos Aires, El Ateneo, 1958; Factores psicológicos de la productividad, Buenos Aires, El Ateneo, 1961; Hacia una vejez joven, Buenos Aires, Kapelusz, 1961; As vocações e como descobrílas, Rio de Janeiro, Sêlo de Ouro, n.º 195, 1963; Doctrinas psicoanalíticas (exposición y valoración crítica), Buenos, Aires, Kapelusz, 1963; Psicología de la vida moderna, Buenos Aires, El Ateneo, 1963.
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Rafael Huertas