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Francisco Quiroga y Rodríguez

Biografía

Quiroga y Rodríguez, Francisco. Madrid, 4.VI.1853 – 31.V.1894. Naturalista, geólogo.

Hijo de un profesor de Veterinaria, estudió Farmacia y Ciencias en la Universidad Central. Su formación científica se vio favorecida con la instalación en Madrid del geólogo José Macpherson, a finales de 1874 en una casa que construyó en la calle Exposición, al final de la Castellana. En dicha casa instaló Macpherson un estupendo laboratorio de microscopía y mineralogía, así como una gran biblioteca con los libros más actualizados de la materia, y a ella acudía Quiroga, como hacían también otros geólogos del momento.

Su actividad investigadora se centró en los estudios geológicos y mineralógicos, publicando su primer trabajo, sobre la teruelita (1873), con apenas veinte años. En ocasiones llevó a cabo estos trabajos con Salvador Calderón. Así, en el titulado “Erupción ofítica del Ayuntamiento de Molledo (Santander)”, de 1877, en donde estudian los fragmentos de rocas procedentes de Pando que encontraron en Molledo.

Quiroga participó activamente en la puesta en marcha de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, hasta el punto de que formó parte de su Junta Facultativa y que, en ella, tuvo su primer empleo y comenzó la carrera docente. Tres años más tarde, el 19 de mayo de 1879, fue nombrado —por oposición— auxiliar de Mineralogía del Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde uno de sus primeros encargos fue el preparar una colección de minerales españoles que representara al Museo en la Exposición de Minería de Madrid que se celebraría en 1882. En marzo de 1883, por concurso, es nombrado profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias.

A propuesta de la Sociedad Española de Geografía Comercial, el Ministerio de Fomento nombró a Quiroga, el 11 de febrero de 1886, como miembro de la Comisión que debía explorar los oasis de Adrar-et-Tmarr y del Suttuf y la zona comprendida entre estas regiones y la costa (o sea, la región subsahariana del Tiris). Los otros miembros eran: Julio Cervera y Baviera (capitán de ingenieros), jefe de la expedición, y Felipe Rizzo, distinguido arabista y antiguo cónsul en diversas localidades africanas que era persona de gran prestigio en el área norteafricana. A ellos irían agregados dos indígenas, soldados de la Compañía de Tiradores del Rif, de uno de los cuales —Hach Abdel- Kader— Quiroga señalaría que les había prestado servicios importantes.

A la Comisión se le señaló un doble encargo: de un lado, debía atraerse la amistad política y comercial de las tribus saharianas para establecer un protectorado español en aquella zona (cosa que se consiguió), con la idea de instalar varias factorías costeras de apoyo al archipiélago canario. De otro, llevar a cabo el reconocimiento geológico-geográfico del territorio.

Quiroga salió de Madrid, solo, con dirección a Cádiz el día 6 abril de ese año de 1886, cuatro días después embarcaba en la capital gaditana hacía Canarias. El día 13 llegaba al puerto de Las Palmas de Gran Canarias.

Ocho días después, el 21, llegaron Cervera y Rizzo.

Desde ese momento, y hasta el 12 de mayo que partirían hacía Río de Oro (Villa Cisneros), se ocuparon en ultimar todos los preparativos de la expedición. El día 14 de mayo de 1886 llegaron a Villa Cisneros. Como resultaba complicado alejarse del mismo, por cuanto merodeaban por las inmediaciones grupos de indígenas de la terrible tribu de Ulad-Delim, mientras que se adquirían guías, caballos y camellos, se aprovechó para hacer pequeñas excursiones, que nunca duraban más de tres días, con las que levantar un plano de la península, recoger colecciones de fauna y flora, así como estudiar la constitución geológica del terreno. Por fin, el 16 de junio partieron hacia el interior del desierto. Quiroga se ataviaba con “un traje de dril —blusa y pantalón—” y “un casco inglés”, en su equipo figuraba un cinturón con revolver, por lo que pudiera pasar, una brújula, pinzas para reptiles, una azadilla —para remover el terreno— y, como no, el inseparable martillo de geólogo.

Aunque desistieron de bajar al Adar, recorrieron 426 kilómetros desde Río de Oro al este del pozo Auisch. Avanzaron siguiendo el Trópico de Cáncer, cruzando la planicie del Tiris. El 10 de julio atravesaron la depresión de Yyil, allí celebraron conferencias con los jefes tribales del país y, en nombre de la Sociedad de Geografía Comercial, tomaron posesión del territorio comprendido entre la costa del Atlántico y las sobjas de Yyil, extendiéndose la Carta del Protectorado para España sobre el Adar-el-Tmarr. Dos días después, el 12 de julio, cambiaron de rumbo, marchando al oeste, hacia el pozo de Aussert, teniendo que dirigirse, desde ese punto, al noroeste de la península de Río de Oro.

Los trabajos de los expedicionarios se desarrollaron en medio de peripecias y dificultades, que dieron al viaje un genuino sabor de aventura. Tras múltiples penalidades regresan a Río de Oro el 24 de julio, donde descansan unas semanas, hasta que el 15 de agosto, en la goleta de guerra Ceres, parten hacia Santa Cruz de Tenerife, donde llegan el 19. Allí permanecen hasta el 9 de septiembre, en que vuelven a la Península. Durante la exploración, Francisco Quiroga se ocupó de las observaciones geológicas, fisiográficas, climatológicas, zoológicas y botánicas. Para las meteorológicas utilizó un aneroide de bolsillo y un termómetro testados por el Observatorio Astronómico de Madrid.

Ya en Madrid, Quiroga dio a conocer a la Sociedad Española de Historia Natural, de la que era miembros desde 1872, el relato de la expedición y un catálogo de las rocas, plantas y animales que había recolectado durante la misma y que habían catalogado los más cualificados especialistas del momento: Blas Lázaro, José Gogorza, Ignacio Bolívar, Eugène Simon, Francisco de P. Martínez y Sáez, Joaquín González Hidalgo y Manuel Antón. En varios trabajos posteriores, aparecidos en la Revista de Geografía Comercial, en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza y en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, así como en algunas conferencias expuso, con mayor detenimiento, las muestras y los resultados geológicos obtenidos. Las colecciones realizadas durante el viaje fueron donadas al Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Durante los algo menos de ocho años transcurridos desde la vuelta del Sahara y su fallecimiento, Quiroga alcanzó gran protagonismo en el panorama científico español. Como hitos más significativos hay que apuntar que en septiembre de 1888 ganó, por oposición, la Cátedra de Cristalografía de la Universidad Central, Cátedra de nueva creación que aparece en el panorama universitario español en un momento en que en Europa no se contaba, todavía, con un cuerpo de doctrina tan amplio que hubiera provocado su dotación en otras universidades europeas. Y, también, su participación en la redacción —junto a Ignacio Bolívar y Salvador Calderón— de unos Elementos de Historia Natural que tendrían gran protagonismo como texto adecuado para el aprendizaje de la “Historia Natural” en los Institutos y en la Universidad, la primera edición de los Elementos apareció en 1890; la segunda, en tres volúmenes, en los años 1895 y 1896, cuando Quiroga ya había fallecido.

 

Obras de ~: “La teruelita”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, 2 (1873), págs. 249-253; “El microscopio en litología”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, 4 (1875), págs. 409-420; con S. Calderón, “Erupción ofítica del Ayuntamiento de Molledo (Santander)”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, 6 (1877), págs. 15-37; “Apuntes de un viaje por el Sahara occidental”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, 15 (1886), págs. 495-523; “El Sáhara Occidental y sus moradores”, en Revista de Geografía Comercial, II, n.os 25-30 (1886), págs. 66- 72; con I. Bolívar y S. Calderón, Elementos de Historia Natural, Madrid, Fortanet, 1890; con I. Bolívar y S. Calderón, Elementos de Historia Natural, Madrid, Fortanet, 1895-1896 (2.ª ed.), 3 vols.

 

Bibl.: S. Calderón, “El Profesor D. Francisco Quiroga y Rodríguez”, en Actas Sociedad Española de Historia Natural, 23 (1894), págs. 150-164; J. Macpherson, “El trabajo del profesor Quiroga”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 21 (septiembre de 1894), págs. 276-279; F. Barras de Aragón, “Don Francisco Quiroga como etnógrafo”, en Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, VII (cuaderno 1.º) (1928), págs. 93-103; C. Martín Escorza, “Francisco Quiroga y la exploración del Tiris (Sáhara occidental)”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, IIª época n.º 19 (abril de 1994), págs. 18-32; S. Casado de Otaola, Quiroga, Calderón, Bolívar. La ciencia en el campo. Naturaleza y regeneracionismo, pról. de J. L. Arsuaga, Madrid, Nivola, 2001; J. L. Barrera Morate, “El institucionista Francisco Quiroga y Rodríguez (1853-1894), primer catedrático de Cristalografía de Europa”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, IIª época n.º 40-41 (febrero de 2001), págs. 99-116; A. González Bueno y A. Gomis Blanco, Los territorios olvidados. Naturalistas españoles en el África hispana (1860-1936), Madrid, Ediciones Doce Calles, 2007.

 

Alberto Gomis Blanco

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