Ayuda

Beatriz Pacheco

Biografía

Pacheco, Beatriz. Condesa de Medellín (I), condesa de Cifuentes (II), señora de Villarejo de Fuentes y de Pernez. ?, c. 1440 – Alcanede de Pernez (Portugal), 1491. Noble, condesa.

Beatriz Pacheco era la hija mayor —e ilegítima— de Juan Pacheco, marqués de Villena, y todopoderoso de Castilla desde que Álvaro de Luna le colocara cerca del entonces príncipe y más tarde rey, Enrique IV. Nacida alrededor de 1440, su madre pudo ser —el dato no está confirmado— Catalina Alfonso de Ludeña, de un linaje principal de Madrid, con la que Pacheco tuvo dos hijos más: Juan e Isabel.

Curiosamente Beatriz tuvo una hermana de su mismo nombre, habida del matrimonio de su padre con María Portocarrero, que, tras intentar desposarla infructuosamente con el entonces príncipe Fernando de Aragón, se casó con el I duque de Cádiz. La seguramente hija favorita del marqués de Villena —el marqués no disimuló su interés en que fuera Beatriz su heredera en caso de que su primogénito legítimo Diego no tuviera descendencia— era, por su dote, señora de la villas de Villarejo de Fuentes, —una población cercana a Cuenca— con sus aldeas de Alconchel y Almonacid. Por sus matrimonios, Beatriz sería condesa de Medellín y, más adelante, condesa de Cifuentes.

Efectivamente, entre 1453 y 1454 —con catorce años— Beatriz se casó con Rodrigo Portocarrero, I conde de la villa de Medellín y repostero mayor de Enrique IV, matrimonio de conveniencia total que parece impuso Pacheco dentro de sus ambiciosos planes —todos sus muchos hijos se matrimoniaron con lo más granado del Reino— si bien el novio parece que pudo aceptarlo a regañadientes. Diez años después murió el conde —luchando contra los granadinos según testimonio de su esposa— y dejó a una jovencísima viuda con cinco hijos —Juan, Isabel, Juana, María, Francisca— y embarazada de una sexta —Catalina—.

Pronto comenzaron los problemas con el primogénito Juan sobre el que el matrimonio había fundado mayorazgo. De este modo, la condesa actuará como tutora de su hijo al frente del señorío de Medellín siguiendo las directrices del clan Pacheco dentro de un contexto en el que la práctica totalidad de Extremadura siguió la causa del príncipe —más tarde rey— Alfonso (1465-1468) si bien los cronistas apuntan que, incluso antes de la deposición de Enrique IV y el alzamiento del joven Alfonso, Beatriz ya era una rebelde declarada del Monarca.

Aquel año de 1465 fue pródigo en noticias. La decidida Beatriz se casaba con Alfonso de Silva, alférez mayor, que había quedado viudo. Las capitulaciones matrimoniales se habían firmado el primero de agosto de 1464 y Alfonso pronto iba a convertirse en conde de Cifuentes al fallecimiento de su padre, lo que obligó a retrasar la boda. Del matrimonio nació Luis que, con el tiempo, adoptaría el apellido de su madre y su abuelo: Pacheco.

A pesar de la incompleta información de la que se dispone, parece confirmado que entre 1468 y 1480, Beatriz dirigió con mano férrea el condado de Medellín coincidiendo con los momentos difíciles del princesado de Isabel hasta la llegada al trono de los Reyes Católicos. En Extremadura se vivieron momentos difíciles también a raíz de los problemas surgidos por la provisión del maestrazgo de Alcántara cuestión en que la condesa apoyó el partido de Gómez Solís, mientras que Elvira de Stúñiga apoyaba al clavero Alfonso de Monroy. Beatriz aprovechó para apoderarse con la encomienda de Mérida, de la Orden de Santiago, siempre bajo el manto protector de su padre que no en vano había conseguido el maestrazgo de su legítimo ostentador y entonces administrador, el rey Alfonso XII. Asimismo, Beatriz se vio implicada en el conflicto de intereses surgidos dentro del alfoz trujillano puesto que su padre consiguió —aunque no pudo tomar posesión al fallecer antes— que Enrique IV le entregara la villa en 1474. Todas aquellas discordias trajeron problemas sin fin y crearon la fama de indómita y prepotente de la que gozó la condesa. Con treinta y cinco años, la doble viuda pasaba al primer plano de la vida política extremeña demostrando ser una digna sucesora de su padre. Seguramente la cuestión que consolidó su fama de “ánimo varonil” fueron sus actuaciones contra su hijo Juan Portocarrero al que no dudó en aprisionar —coincidiendo con la muerte de Juan Pacheco— durante cinco años por causas muy obscuras, si bien parecen estar relacionadas con su señorío de Villarejo que estaba incluido en el mayorazgo de su vástago. El cronista Palencia no dudó en acusarla de presentar a su hijo como un loco, cruel y corrompido, para evitar que pudiera ejercer el gobierno directo de Medellín, que le correspondía, mientras ella satisfacía sus “liviandades”.

La relación que Beatriz mantuvo con Isabel y Fernando fue cambiante y siempre asociada a sus intereses. Así, su ambición por Mérida le hizo acercarse a los Reyes, en 1477, pero se alejó de ellos por los problemas surgidos en Trujillo, en plena guerra civil. La provisión del maestrazgo de Alcántara, en que el Papa anulaba el nombramiento de Monroy para concederlo al hijo del conde de Plasencia, Juan de Stúñiga, y el interés de la propia Isabel I acercándose a un Trujillo sitiado para intentar liberar al conde de Medellín, provocaron la ira de Beatriz. A principios de 1478, la Pacheco hacía las paces con su antiguo enemigo, el clavero Monroy, militando ambos en el partido del rey de Portugal. Juan Portocarrero era finalmente liberado y, sin dudar, apoyó la causa de los Reyes Católicos, aunque sólo fuera por militar en el bando contrario al de su madre que seguía empeñada en conservar Mérida y el gobierno vitalicio sobre Medellín y su condado. En todo aquel avispero se vio involucrado el propio Alfonso V de Portugal que pidió la entrega de la alcazaba de Mérida. Los Reyes, mientras tanto, intentaban romper la resistencia de Medellín al tiempo que proseguían los enfrentamientos armados entre Cárdenas y el clavero Monroy. Medellín y Mérida fueron ocupadas por los partidarios del rey de Portugal y cercadas, en nombre de los Reyes, por Luis Portocarrero, señor de Palma, que, de alguna manera, estaba relacionado con la familia condal.

En el Tratado de Alcaçovas (1479) existen algunas cláusulas referentes a la condesa de Medellín. Con el perdón real se le exigía la devolución de bienes varios y el abandono de la villa. Beatriz se reconcilia entonces con su hijo y, a través de las capitulaciones, se sabe que los Reyes permitieron que retuviera el señorío de Villarejo —liberado ya del mayorazgo— en 1480 para que pudiera dotar a las hijas casaderas, y en caso de no dedicarlo a ese fin, pasara la tercera parte al conde. Una nueva concordia —26 de septiembre de 1482— revela la tensión entre la familia y, aún más, entre madre e hijo. Este último hubo de pagar 100.000 maravedís vitalicios anuales y más de seis millones en compensación de arras y dotes a su madre en un plazo de trece años, renunciando Juan Portocarrero a ciertas rentas en favor, además, de sus hermanas. En aquellos espinosos litigios fue designado para actuar como intermediario nada menos que el cardenal Mendoza, si bien se vieron implicados otros nobles, caso del marqués de Villena o del conde de Benavente.

Beatriz Pacheco también empeñó buena parte de su tiempo y su energía en casar lo mejor posible a su prole, aunque algunos de sus proyectos fracasaron. Juan se casó con Inés de Ribera, hija del adelantado de Andalucía; sus hermanas emparentarían con los marqueses de Santisteban del Puerto, los condes de Alba de Aliste, los Monroy o los Figueroa; sólo Francisca siguió su vocación religiosa y se convirtió en monja clarisa; finalmente, Luis, su hijo predilecto, nacido del segundo matrimonio, heredó el mayorazgo de Villarejo. El testamento de Beatriz Pacheco redactado en 1490, es la imagen más explícita del terrible carácter varonil al que se refería Alonso de Palencia: ni a la hora de la muerte disculpó a los vasallos de Medellín que habían acogido al joven conde cuando entró en la villa. Por el contrario, no olvidó a quienes le sirvieron mientras fue una rebelde. Por la documentación se sabe que su hijo encontró dos mercedes de 5000 coronas que el rey de Portugal le entregó en pago a sus servicios y que seguramente no se hicieron efectivas. Sí, en cambio, la brava condesa recibió del monarca portugués el señorío de Pernez, donde falleció a finales de 1491 con cincuenta y un años, tras una vida de heroína rebelde cuyo recuerdo habría de perdurar siglos.

 

Bibl.: D. Enríquez del Castillo, Crónica del rey Don. Enrique, cuarto de este nombre por su capellán y cronista, Madrid, Atlas, 1953 (col. Biblioteca de Autores Españoles); A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (col. Biblioteca de Autores Españoles); P. Porras Arboleda, Los señoríos de la Orden de Santiago en su provincia de Castilla durante el siglo XV, Madrid, Universidad Complutense, 1982; C. Fernández-Daza Alvear, “Linajes trujillanos y cargos concejiles en el siglo XV”, en E. Sáez, C. Segura Graiño y M. Cantera Montenegro (coords.), La Ciudad Hispánica durante los siglos XIII al XVI (actas del coloquio celebrado en La Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981), vol. I, Madrid, Universidad Complutense, 1985, págs. 419-433; C. Fernández-Daza Alvear, “Luis de Chaves, un protagonista de la historia de Trujillo en el siglo XV”, en Hernán Cortés y su tiempo, Cáceres, Junta de Extremadura, 1985, págs. 352-358; E. Cabrera Muñoz, “Beatriz Pacheco y los orígenes del Condado de Medellín”, en Anuario de Estudios Medievales (AEM), 15 (1985) págs. 531-551; J. L. del Pino García, “Génesis y evolución de las ciudades de realengo y señoriales en la Extremadura medieval”, en En la España Medieval, 6 (1985), págs. 379-401; “El cerco a la fortaleza de Trujillo (1475-77), en AEM, 16 (1986), págs. 495-518; “Extremadura en las luchas políticas del siglo XV”, en Ifigea, n.º 3-4 (1986-1987), págs. 287-298; VV. AA., Congreso de Historia del Señorío de Villena, Albacete, Diputación Provincial, 1987; D. C. Morales Muñiz, Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Fundación Gran Duque de Alba, 1988; “Las confederaciones nobiliarias de Castilla durante la guerra civil de 1465”, en AEM, 18 (1988), págs. 455-467; “Documentación acerca de la administración de la Orden de Santiago por el príncipe-rey Alfonso de Castilla”, en Hidalguía, 211 (1988), págs. 839-868; “Contribución al estudio de la nobleza extremeña durante el reinado de Alfonso XII de Castilla”, en Revista de Estudios Extremeños, t. XLV, n.º 111 (1989), págs. 505-528; A. Franco Silva y J. A. García Luján, “Los Pacheco: la imagen mítica de un linaje portugués en tierras de Castilla”, en Actas das II Jornadas luso espanholas de Historia medieval, vol. III, Oporto, 1989, págs. 943-991; M. C. Gerbert, La nobleza en la Corona de Castilla. Sus estructuras sociales en Extremadura (1454-1516), Cáceres, El Brocense, 1989; L. Suárez Fernández, La conquista del trono, vol. 2 La España de los Reyes Católicos, Madrid, Rialp, 1989; J. Peres, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, Madrid, Nerea, 1997; F. García Sánchez, La Condesa de Medellín: Dª Beatriz de Pacheco, Medellín (Badajoz), F. García, 1997; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; Isabel I, reina, Barcelona, Ariel, 2002; F. Fernández de Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2002, 10 vols.; VV. AA., El reinado de Isabel la Católica en Medievalismo (número monográfico del Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales dedicado al V Centenario de la muerte de Isabel La Católica), año 14, n.os 3-14 (2004); M. A. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza, 2005; J. A. Ramos Rubio, “Los Reyes Católicos en Trujillo de Extremadura”, en Torre de los Lujanes, 55 (2005), págs. 139-147; V. M. Márquez de la Plata, Mujeres renacentistas en la Corte de Isabel la Católica: Beatriz de Bobadilla, Beatriz Galindo, Lucía de Medrano, Beatriz de Silva, Catalina de Aragón, María Pacheco, Madrid, Editorial Castalia, 2005.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz