Fernández de Córdoba, Alfonso. Titular de la casa de Córdoba (VI), señor del estado y mayorazgo de Aguilar (III). ?, 1420 – Córdoba, 29.I.1441. Noble, caballero.
Hijo de Pedro Fernández de Córdoba, sucedió en la casa a su abuelo Alfonso Fernández de Córdoba, cuando era aún un niño, y murió joven, con veintiún años. Por ello, la etapa en la que le correspondió la titularidad de la casa y mayorazgo, entre los años 1424 y 1441, coincidió casi por completo con su minoría de edad, de forma que fue su madre, Leonor de Arellano, quien, en su condición de tutora, actuó al frente de los destinos del linaje y del patrimonio. Así, en el mes de mayo de 1424, fue ella la que tomó posesión de los señoríos de Aguilar, Montilla, Cañete y Priego, a través de un procurador, en nombre de su hijo, así como de las casas que la familia poseía como vivienda principal en Córdoba, en la collación de San Nicolás de la Villa.
En buena parte, además, estos años estuvieron afectados por la resolución de un pleito, desde 1424, con su primo, del mismo nombre, quien, pese a pertenecer a la línea primogénita, había sido apartado por su abuelo de la sucesión, por lo que recibió el apelativo de el Desheredado. Como consecuencia de la concordia a la que se llegó en 1439, se vio obligado a entregarle una importante compensación económica, consistente en bienes inmuebles en Santaella y otros lugares, así como una importante cantidad de dinero, y pagas en especie, en seguridad de todo lo cual quedaba hipotecado su castillo de Montilla. La larga minoría supuso también un período de privación de una serie de oficios y responsabilidades, como la alcaidía de Alcalá la Real, confiada por Juan II a su valido, el condestable Álvaro de Luna, y que no fue recuperada hasta los últimos años de su vida. Una situación similar se dio con la de Priego, cedida por el Rey al condestable con carácter vitalicio, aunque le fueron restablecidos sus derechos en 1440. En esta etapa, en cambio, se detecta, en esa villa fronteriza, un hecho lleno de interés: la fundación de una cofradía de caballeros, bajo la advocación de san Ildefonso, el 4 de julio de 1426. Encabezada ésta por el titular del señorío, con licencia de su tutora, y en nombre de sus sucesores, estaba destinada, por encima de todo, a mantener un cuerpo de caballería estable y bien organizado.
La cofradía sería, entonces, la base para la defensa de esa villa, tan cercana a la frontera granadina, al tiempo que se pretendía con ella unificar y fortalecer los intereses de este grupo social.
En los últimos años de su vida, al alcanzar la mayoría de edad, desempeñó algunos cargos. Fue doncel del rey Juan II, con una “ración” anual de 7.036 maravedís, y entró a formar parte del Consejo Real, a partir del 20 de abril de 1440. Ocupó en la ciudad de Córdoba una regiduría, por lo que recuperó de este modo la capacidad de intervención en la política urbana que siempre tuvieron los miembros de su linaje. En este reinado, la ciudad presenció el estallido de los bandos nobiliarios y, en ese contexto, Alfonso participó en el juego de fuerzas de la nobleza local; apareció, entre otras situaciones, en una confederación con el señor de Guadalcázar y alcalde mayor de la ciudad, y el señor de Chillón, por la que se comprometían a pactar todas las decisiones relacionadas con el gobierno urbano.
Cuando comenzaba a actuar al frente del linaje y casa murió, el 29 de enero de 1441. Poco antes había redactado su testamento, en el que dejaba por sucesor a su hermano Pedro Fernández de Córdoba.
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María Concepción Quintanilla Raso