Ayuda

Antonio José Teodoro Ros de Olano y Perpiñá

Biografía

Ros de Olano y Perpiñá, Antonio José Teodoro. Marqués de Guad el-Jelú (I), conde de la Almina (I), vizconde de Ros (I). Caracas (Venezuela), 9.XI.1808 – Madrid, 24.VII.1886. Militar y literato.

Hijo de Lorenzo Ros y Perpiñá, militar de origen catalán, y de Manuela de Olano Álvarez Ordoño, natural de Mondoñedo, aunque de ascendencia guipuzcoana, fue el quinto de los siete vástagos de este matrimonio.

Los primeros años de su infancia se vieron marcados por la accidentada peripecia de la lucha que acabaría con la independencia de Venezuela. No pocas veces, a lo largo de su vida, bien en verso (soneto “Caracas”) o en prosa (El Llanero), evocaría el lugar de su nacimiento. En 1814 se trasladó con su familia de regreso a la Península, instalándose en Las Olivas, parroquia de San Saturnino de Garrigolas, en la provincia de Gerona. En 1815 falleció su padre y poco más tarde su madre, por lo que, junto a sus hermanos, quedó bajo la tutela, primero, de un tío suyo y, después, de un primo hermano llamado Ignacio de Ros. Su educación transcurrió entre el Colegio de religiosos, al que asistía en Barcelona, y la casa de su tutor, en la misma ciudad. Muy pronto se aficionó a la lectura, voluntaria y variopinta, más que al aprendizaje obligado.

A comienzos del verano de 1825 llegó a la capital de España buscando un empleo en la Dirección General de Hacienda, que no consiguió. Solicitó entonces el ingreso como alférez en la Guardia Real de Infantería y fue admitido el 2 de septiembre de 1826. Su unidad fue incluida al Ejército de Observación del Tajo, en 1827, y, más tarde, enviada a Aragón y Cataluña en 1828. Desde el año siguiente y hasta 1833, prestó servicio ordinario en la Corte y, ocasionalmente, en tierras catalanas. Por ese tiempo comenzó a vivir una intensa relación con los círculos literarios de un Madrid donde proliferaban las tertulias marcadas por el romanticismo en auge. A la más célebre de todas, la de “El Parnasillo”, reunida en el Café del Príncipe de la plaza de Santa Ana, acudía asiduamente Ros de Olano. Allí entabló amistad con varios artistas y escritores, entre otros y muy especialmente, con Espronceda, junto con el que firmaría la comedia Ni el tío ni el sobrino, escrita en el verano de 1833 y estrenada en el Teatro de la Cruz, el 25 de abril de 1834.

En ese ambiente se sucederían algunos otros episodios importantes en la vida del entonces joven militar.

De un lado, se le atribuyó la paternidad de un hijo natural (Narciso Sáenz-Díez Serra) y, de otro, se vio procesado bajo la acusación de liberal, a finales de 1832; aunque la causa acabaría siendo sobreseída. En aquellas fechas compuso sus primeras poesías, dadas a la imprenta en El Correo, en enero de 1833; a las cuales siguieron otros trabajos aparecidos en El Siglo, periódico que había creado a principios de 1834 con varios de sus amigos, y en diversas publicaciones más. Se iniciaba de esta forma una brillante labor creadora que le situaría entre los escritores más destacados de su época.

Así lo reconocía el pintor Antonio María Esquivel al incluirle en su cuadro Los poetas contemporáneos, tal vez el documento gráfico que mejor recoge el mundo romántico español y sus personajes, hasta un total de cuarenta y cuatro, con nombres como Ferrer del Río, Hartzenbusch, Juan Nicasio Gallego, Bretón de los Herreros, Zorrilla, Espronceda, Martínez de la Rosa...

La muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, abrió la contienda armada entre liberales y tradicionalistas y Ros de Olano hubo de postergar sus aficiones literarias para tomar parte en aquella guerra. Ascendido a teniente fue destinado con su regimiento al Ejército del Norte, interviniendo en campaña desde la primavera de 1834. A partir de ese momento, y en lo que restaba de año, su andadura discurrió en un continuo itinerario bélico jalonado por los nombres de un sinfín de combates: Olazagoitia, Artaza, Abárzuza, Zúñiga, Arbizu, el Carrascal..., breves y violentos encuentros, victoriosos, pero no definitivos. Así, los jefes del ejército “cristino” Quesada, Rodil, Mina...

fracasaban, a pesar de todo, en su objetivo de aplastar a las fuerzas “carlistas” que Zumalacárregui iba logrando organizar. En 1835 la hoja de servicios de Ros de Olano recoge su participación en numerosos hechos de armas, similares a los ya citados: Altos de Sanz, Elzaburu, Larramíar, donde consiguió el grado de teniente coronel de Infantería; Mendigorría, por lo que le fue otorgada la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase; castillo de Guevara, Venta de Echávarri, que le sirvió para alcanzar el empleo de capitán de Infantería; retirada de Salvatierra a Vitoria, Cuella, Montejurra...

Tal relación se ampliaría, a lo largo de 1836, con nuevos episodios: Villarreal; otra vez Salvatierra; paso del Urumea; toma de Pasajes... Pero no sólo en el Norte. La expedición carlista, encabezada por el general Gómez, en su recorrido por buena parte de España, obligó a las fuerzas liberales a seguirle por diversas regiones. El 16 de julio de 1836 Ros de Olano fue ascendido a mayor de batallón y, a poco, sería trasladado momentáneamente a Madrid. Una vez incorporado a la división mandada por su amigo Narváez, siempre en persecución de Gómez, tomó parte con éxito en el ataque a Majaceite. Al regreso a la capital, se encontró destinado a Reinosa, el 1 de enero de 1837. Allí formó una columna de nacionales y una compañía de provinciales con las que batió a las partidas carlistas de la zona. Su carrera militar se afianzaría un tanto con el nombramiento de comandante de Estado Mayor, el 24 de julio de ese mismo año.

Nuevamente, en Madrid, quedó incorporado, en noviembre, al Ejército de Reserva de Andalucía y, al mes siguiente, se le concedió el grado de coronel de Infantería.

En su nuevo destino participó en varias operaciones, en La Mancha, a lo largo de 1838 y primeros meses de 1839.

Asentado otra vez en la Corte se reintegró a la república de las letras volviendo a compartir inquietudes, ocios y trabajos con sus amigos: el mencionado Espronceda, Miguel de los Santos Álvarez, Gabriel García Tassara, Patricio de la Escosura, Estébanez Calderón, Mariano Téllez Girón, Carlos Latorre... y otros.

Aparte de los locales como el Liceo Artístico y Literario, que servían de habitual punto de encuentro a los escritores románticos, frecuentaba el Casino del Príncipe, donde conoció al futuro marqués de Salamanca, y las tertulias y reuniones de las casas más importantes de aquel Madrid: la de la marquesa de Santa Cruz, la de Oñate, la de Ezpeleta, la del conde de Puñonrostro, la de la marquesa de Perales, la de Carriquiri, la de su antiguo jefe Luis Fernández de Córdova y, en particular, la del duque de Ahumada. Pronto, al igual que tantos otros militares de su generación, abordaría también el campo de la política. Liberal, más afín a convicciones y compromisos personales que partidistas, entró en estas lides de la mano de Narváez, con el apoyo de Egaña, ganando su primera acta de diputado por la circunscripción de Málaga, en las elecciones celebradas el 11 de junio de 1838. Al cabo de unos meses, el 20 de noviembre, tomaba asiento en el Congreso de los Diputados, pronunciando su primer discurso parlamentario el 13 de diciembre.

Mientras, el agotamiento de las huestes carlistas acercaba el final de la guerra; si bien, la agitación y las tensiones internas, que dominaban en las filas del liberalismo, anunciaban otras contiendas tras la derrota de los partidarios de don Carlos. La figura de Espartero, el hombre que en mayor medida había capitalizado, en beneficio propio, la lucha contra el tradicionalismo, dominaba el nuevo panorama político a comienzos de la década de 1840. Ros de Olano, instalado en su casa de la madrileña calle de la Almudena, alternaba su dedicación a la literatura y a la política con algunos lances propios de los usos románticos.

Tan pronto se le ve actuando de juez en el duelo de su amigo Espronceda con Pezuela, en las tapias del cementerio de San Martín, como prologando la obra más popular de aquél, El Diablo Mundo, en cuya dedicatoria se leía: “A mi amigo D. Antonio Ros de Olano. El autor: José de Espronceda”.

No eran tiempos fáciles para miles de jóvenes oficiales y jefes que, tras varios años de guerra, se encontraban ante la amenaza de perder sus empleos o malvivir a la espera de algún ascenso. Ros de Olano consiguió abrirse camino, no sin dificultades, en aquella encrucijada.

Destinado al Estado Mayor del 5.º Cuerpo de Ejército, por orden de 10 de enero de 1841, quedó, por otra disposición del 18 del mismo mes y año, a las órdenes directas del ministro de la Guerra, Pedro Chacón. En esa situación fue ascendido al empleo de teniente coronel mayor de Infantería, el 9 de mayo de 1841, aunque unas semanas más tarde, pasó a la situación de excedente, en la cual iba a permanecer los próximos dos años. Por entonces cambió su domicilio a la calle de la Greda, entregado a su pasión de escritor, siempre en la mayor proximidad de Espronceda y Álvarez, aunque sin evitar algunas de las múltiples conspiraciones y tramas político-militares, a la orden del día. Así simultaneaba su producción literaria, en El Iris y El Pensamiento, y los contactos con los conjurados en la fallida intentona, encabezada por Diego de León, para derribar a Espartero, en octubre de 1841; a la cual, finalmente, no llegó a sumarse.

Durante algún tiempo la peripecia de Ros de Olano, transcurrió a caballo entre Madrid, Murcia, Cartagena y, en menor medida, en su querido retiro ampurdanés de Las Olivas. En tierras murcianas estableció lazos económicos y amicales con varios personajes, como el brigadier Blas Requena y el vizconde de Huerta. Aquí Ros de Olano ya se había convertido en hombre de negocios, vinculado a las especulaciones en torno al proceso desamortizador (compra de fincas rústicas en la zona de Cartagena); a las explotaciones mineras (accionista de “La Trinitaria” y después representante de “La Iberia”) y a la construcción de viviendas; aunque, de momento, distara mucho de conseguir una gran fortuna. Fue un periodo marcado por la pulsión extrema del romanticismo imperante, también en su esfera personal. En mayo de 1842, moría su entrañable amigo Espronceda y, en septiembre de aquel año, contraía matrimonio con María del Carmen Quintana, su primera esposa, con la cual tuvo dos hijas, María Antonia e Isabel, y un hijo, Gonzalo.

El horizonte de Ros de Olano experimentó un profundo cambio en 1843, una fecha clave para la historia política española del siglo XIX. En esta ocasión sí tomó parte, desde Murcia, en el alzamiento contra Espartero, enfrentándose a las tropas del marqués de Camachos y, tras el triunfo del movimiento antiesparterista, fue ascendido a brigadier, el 14 de septiembre del citado año. Casi a la vez era elegido diputado por Murcia y, el 9 de diciembre, se le nombró inspector general de Carabineros. A poco viajó a París, acompañando a Donoso Cortés y a otros políticos, para solicitar a la reina madre, María Cristina, que regresará a España. Con la vuelta de la ex regente le llegaría un nuevo ascenso, el 27 de marzo de 1844, alcanzando el rango de mariscal de campo.

La “década moderada”, que ahora se abría, le iba a proporcionar notables éxitos, tanto en la política, como en la milicia y en sus asuntos económicos. Sus ideas de “unión”, “orden” y “progreso” le permitirían moverse por un amplio espectro del liberalismo moderado español; desde el entorno de Narváez a las filas de los “puritanos” de Pacheco y Pastor Díaz. Fue diputado, sucesivamente, por Murcia (legislaturas 1843- 1844 y 1844-1846) y Gerona, distrito de Puigcerdá, (legislatura 1846-1847), llegando a formar parte del breve gobierno encabezado por García-Goyena, de agosto a octubre de 1847, ocupándose del Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas; cargo que mantuvo, durante algunas semanas, en el gabinete que vino a continuación, presidido por su antiguo amigo el duque de Valencia, frente a quien, sin embargo, mantendría, más tarde, un notable distanciamiento.

Alternando con sus cargos políticos, su hoja de servicios militares recoge información sobre importantes destinos y nuevos ascensos. A lo largo de 1847 desempeñó, aunque por poco tiempo, los cargos de 2.º cabo de la Capitanía General de Castilla la Nueva, con el gobierno militar de Madrid, y el de 2.º comandante del Cuerpo de Alabarderos, consiguiendo el rango de teniente general en octubre de ese mismo año.

Para entonces había ampliado su patrimonio con la compra de algunas tierras, procedentes de la desamortización, en Balsicas (cortijada de la provincia de Murcia, en el término de Mazarrón), a las que añadiría unos solares en el madrileño paseo de Recoletos y la finca “La Hunde” (en Ayora, provincia de Valencia), junto con otras propiedades rústicas que también habían pertenecido, como ésta última, al duque del Infantado. Además poseía ya una notable colección de pintura, en la que figuraban obras de Orrente, Murillo, El Greco y otros artistas.

Terminada su andadura ministerial, no aceptó el nombramiento que se le hizo como enviado extraordinario cerca de Su Majestad la Reina de Portugal.

Prefirió un nuevo destino militar, esta vez el de capitán general de las posesiones españolas en el norte de África, que mantuvo entre diciembre de 1847 y julio de 1848, con un breve intervalo, en abril-mayo de este último año. Vuelto a la Península, y después de varios meses en situación de cuartel, se le encomendó la Capitanía General de Burgos, desde octubre de 1848 a septiembre de 1849.

Concluido este mando, se reintegró a la vida política, siendo nombrado senador vitalicio, en su calidad de teniente general, por Real Decreto de 6 de octubre de 1849. Durante la primera mitad del decenio de 1850 intervino en la Cámara Alta, con algunas alocuciones, a propósito de temas relacionados con la profesión militar y, en menor medida, cuando se abordaron otras cuestiones de política nacional e internacional, ejerciendo labores de oposición. Ciertamente, aunque llegó a ocupar el cargo de director general de sanidad militar de septiembre a diciembre de 1853, el agotamiento del moderantismo había ido alejando progresivamente a Ros de Olano de los gobiernos que se sucedieron a partir de 1851 hasta colocarle en la órbita del movimiento revolucionario de 1854.

A consecuencia de ello, tomó parte en la batalla de Vicálvaro, obteniendo la Gran Cruz de San Fernando.

Con el triunfo de la revolución inició una nueva singladura que le llevó, otra vez más, a las Cortes, al obtener acta por Gerona en las elecciones de 4 de octubre de 1854, tomando parte en los debates del texto constitucional de 1856, que nunca llegaría a entrar en vigor. Nombrado director general de Infantería el 1 de agosto de 1854, introdujo en la uniformidad del Batallón de Cazadores de Madrid, una prenda de cabeza llamada a tener gran difusión en el Ejército, con el nombre de quien la había impuesto, “el ros”, y que algunas unidades mantienen hasta hoy en su uniforme de gala. Próximo a finalizar el “bienio liberal” cambió de destino, mandando la Dirección General de Artillería, desde el 4 de junio de 1856 hasta el 12 de octubre del mismo año. Por su fidelidad a O’Donnell y, en reconocimiento a sus méritos, le fueron concedidos la Gran Cruz de Carlos III (Real Decreto de 22 de julio de 1856) y los títulos nobiliarios de conde de la Almina y vizconde de Ros (Real Decreto de 15 de agosto de 1856). Desde entonces la trayectoria pública de Antonio Ros de Olano siguió los derroteros de O’Donnell hasta la muerte de éste último.

No es de extrañar pues que volviera al Senado en 1857 afianzando su posición con el triunfo de la Unión Liberal, en junio de 1858. Abordaba entonces un periodo de notables éxitos, de más de un lustro, aunque salpicado por reveses familiares, como la muerte de su primera esposa, Carmen Quintana, en julio de 1859. No se prodigó en exceso en su labor parlamentaria, pero dio muestras de sensibilidad especial hacia otro de los temas que más interés le merecieron siempre, el de la instrucción pública. Sin embargo, su principal actividad continuaría centrada en los asuntos castrenses. Reintegrado al frente de la Dirección General de Infantería, desde julio de 1858, el conflicto con Marruecos, que estalló abiertamente en octubre de 1859, le brindó la oportunidad de reverdecer viejos laureles.

La guerra en África exigió el envió, al otro lado del Estrecho, de un importante ejército cuyo Tercer Cuerpo quedó a las órdenes de Ros de Olano. No sin grandes penurias, numerosos enfermos, entre ellos el mismo don Antonio, y cuantiosas bajas se obtuvo la victoria sobre las tropas marroquíes. España vibró de entusiasmo y cubrió de honores a los vencedores de los Castillejos, Wad-Ras, Tetuán... A Antonio Ros de Olano se le concedió el marquesado de Guad el-Jelú con Grandeza de España de 1.ª Clase, por Real Decreto de 19 de marzo de 1860; además, la medalla conmemorativa de la Guerra de África, el reconocimiento de “benemérito de la Patria” y el nombramiento de comandante general del Real Sitio de San Ildefonso durante la estancia veraniega de la Corte en ese lugar.

En el curso de los años siguientes, siempre con la Unión Liberal en el Gobierno, mantuvo Ros de Olano la Dirección General de Infantería. Fue sin duda, una época brillante para él, tanto en su vida pública como privada. Por entonces, casó, en segundas nupcias, con Isabel Sarthou, matrimonio del cual nacería la última de sus hijas a la que dio también el nombre de Isabel.

En la etapa final del reinado isabelino la carrera militar de Ros de Olano fluctúa más que nunca, al rápido compás de los cambios políticos. En noviembre de 1863 dimitió del cargo de director de Infantería, aunque volvió a ocuparlo entre marzo y octubre de 1864, hasta la llegada de Narváez, de nuevo al poder, para recuperarlo con O’Donnell, en junio de 1865.

Desde este puesto, contribuyó eficazmente al aplastamiento de la insurrección del 22 de junio de 1866, con epicentro en el madrileño cuartel de San Gil; acción por la que obtuvo la Gran Cruz del Mérito Militar; aunque la casi inmediata caída del Gobierno del conde de Lucena le llevó a dejar la mencionada Dirección General de Infantería, el 12 de julio de ese año.

Entre tanto, su aportación política en el seno del alto órgano colegislador, al que pertenecía, fue más bien escasa; se tradujo en apenas una decena de intervenciones, a lo largo del período de 1863 a 1868.

Siempre en la estela de O’Donnell, a medida que se agotaba el reinado isabelino, acabaría moviéndose en el entorno de Antonio de Orleáns, y tras la muerte de don Leopoldo, se sumaría, sin gran entusiasmo, a la Revolución de Septiembre. Apenas triunfante el movimiento revolucionario fue nombrado capitán general de Castilla la Nueva, destino en el que se hallaba en las trascendentes jornadas del 29 de septiembre al 6 de octubre de 1868. Al cabo de unos meses se le confió la Dirección General de Artillería, en mayo de 1869, pero la muerte de su hijo Gonzalo, unos meses después, marcó trágicamente el resto de los días de Ros de Olano.

Aunque no se había mostrado partidario de la solución dinástica adoptada por iniciativa de Prim, estuvo en Cartagena para recibir a Amadeo de Saboya, en cuyo reinado desempeñó diversos e importantes destinos militares y fue vicepresidente del Senado, tras ser elegido para formar parte de dicha Cámara por la provincia de Segovia, en 1872. Con la Primera República se apartó de la política y sólo con el golpe de estado de Pavía volvió a ocupar la Dirección General de Artillería y la Presidencia del Consejo de Guerra y Marina.

Pero el pronunciamiento de Martínez Campos le llevó a dimitir de tales cargos, a principios de 1875.

A pesar de ello, próximo a Sagasta, no tardó en integrarse en el régimen de la Restauración siendo nombrado senador vitalicio por Real Decreto de 10 de abril de 1877. Este mismo año presidió los Juegos Florales de Barcelona en los que resultó premiada la Atlántida de Verdaguer. En el tramo final de su vida siguió alternando su notable labor literaria con las actividades políticas y militares. Entre éstas la de presidente de la Comisión para la reforma y organización de Tribunales y procedimientos militares, cargo que mantuvo hasta su muerte, aunque pasó a la reserva en 1881. Tampoco fue ajeno a iniciativas educativas, como el Congreso Nacional Pedagógico, celebrado bajo su presidencia en 1882. Para entonces se había apartado ya, casi por completo, de la vida parlamentaria.

Cuatro años después, el 24 de julio de 1886, falleció en Madrid, Antonio Ros de Olano, siendo enterrado en la Sacramental de San Justo. Conocido en determinados círculos como el “General Prudencia” su vida constituye uno de los ejemplos más eminentes de la hermandad entre las armas, en las que prestó servicio durante más de cincuenta y nueve años, y las letras, a las que cultivó con no menor constancia. Sus enemigos decían de él que los militares le tenían por un gran literato y los literatos por un gran militar, pero lo cierto es que en ambos campos alcanzó cotas muy notables.

 

Obras de ~: “Satisfacción de Tarfe a Abenamar” (romance), en El Correo Político Literario y Mercantil (Madrid), 28 de enero de 1833; “Cuadro árabe”, en El Siglo (Madrid), n.º 2, 24 de enero de 1834; “Carta de los redactores de El Siglo (Ventura de la Vega, Núñez Arenas, Espronceda y Ros de Olano) a La Estrella. Periódico de Política, Literatura e Industria”, en El Siglo, n.º 3, 28 de enero de 1834; con J. de Espronceda, Ni el tío ni el sobrino (Comedia en verso en tres actos y en verso), Madrid, 1834; Observaciones sobre el carácter militar y político de la guerra en el Norte, Madrid, Miguel de Burgos, 1836; “El confinado” (soneto), fechado en Reinosa en 1837 y publicado en El Correo Nacional (Madrid), año 5.º, n.º 1505, 14 de marzo de 1842; “Libro de Memorias de Elisa: Libro de sus lágrimas”, en El Correo Nacional (Madrid) (cuatro artículos), 15-30 de abril de 1840; El diablo las carga, cuadro de costumbres, año de mil ochocientos treinta y tantos, Madrid, Imprenta de la Compañía Tipográfica, 1840; “Prólogo”, en El Diablo Mundo, Madrid, 1840; “El ánima de mi madre” y “Los que se dicen fastidiados”, en El Iris. Semanario Enciclopédico (Madrid) (1841); “Los niños expósitos”, “Escenas de la guerra de Navarra: ¡Adiós al mundo!”, “Escenas de la guerra de Navarra: ¡Oh hi-jo mí-o!”, “El escribano Martín Peláez, su pariente y el mozo Caínez. Cuento fantástico”, “A María Santísima de los Dolores. Himno”, “Celos”, “El crepúsculo de la edad” (oda filosófica), “La noche de máscaras. Cuento fantástico” y “Lance fantástico y satisfacción sofística”, en El Pensamiento. Periódico de Literatura y Artes (Madrid), 1.ª serie, t. I (1841); Cuentos por Don Antonio Ros de Olano, Madrid, 1842; “El Confinado y Tristes pasando van una por una...” (sonetos), en El Correo Nacional (Madrid) n.º 1505 (1842); “Santa Naturaleza!... Yo que un día” (soneto), en El Correo Nacional (1842); “En la Soledad” (soneto), en El Correo Nacional, n.º 1519 (1842); “José de Espronceda, Teresa”, en Revista de España de Indias y del Extranjero, t. I, Madrid, 1845; Memoria para la creación de un cuerpo especial de Tiradores de África, Madrid, 1848; Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. D. ~ en la inauguración de la Asociación General de la Minería Española, celebrada el 14 de junio de 1854, Madrid, Imprenta de El Minero, ¿1854?; Leyendas de África, Madrid, Imprenta Gaspar y Roig, 1860; El doctor Lañuela. Episodio sacado de las memorias de un tal Josef, Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1863; “El general Ros de Olano niega sea suya la composición que con el título `Fidelia’ apareció escrita con su nombre en La América”, en La España, Madrid, 1863; “Episodios de la Guerra Civil. Donde se verá...”, “Episodios de la Guerra Civil. De cómo se salvó Elizondo...” y “Cuentos estrambóticos. Cuento primero. Maese Cornelio Tácito. Origen del apellido de los Palomino de Pan-Corvo”, en Revista de España (Madrid) (1868); “Carta del general Ros de Olano dirigida al director del diario”, en La Política (Madrid), 26 de noviembre de 1868; Discurso sobre el ‘Quijote’ en Fiesta Literaria celebrada en honor de Miguel de Cervantes Saavedra por la Academia de Conferencias y Lecturas Públicas de la Universidad, 23 de abril de 1869, Madrid, 1869; “Historia verdadera o cuento estrambótico, que da lo mismo”, en Revista de España (Madrid) (1869); “Episodios de la Guerra Civil” en Revista de España (1870); “Desde la Soledad, sonetos por D. ~”, en La Ilustración de Madrid. Revista de Política, Ciencias, Artes y Literatura (Madrid) (1870); “La viuda del patriota de 1808” y “Breves observaciones acerca del movimiento literario de Cataluña...”, en La Ilustración de Madrid (1870); “Jornadas de retorno escritas por un aparecido” y “Sonetos”, en Revista de España (1873); “Al paso de las estaciones”, en Revista de España (1875); “Sonetos o Poesías”, en Revista de España (1876); “El Arte” y “A N.R.”, en Revista Contemporánea (Madrid) (1876); Discurso de Ros de Olano como presidente de los Juegos Florales de Barcelona, Barcelona, 1877; “Pelar la pava”, “Al tiro de Benito” y “Angelitos del Cielo”, en Revista de España (1877); “Galatea. Fábula griega puesta en verso y repartida en tres actos”, en Revista Contemporánea (1877); “Carta”, en El Imparcial (Madrid) (enero de 1878); “La abuela viuda y la nieta huérfana”, en Revista de España (1878); “El maestro Malaguilla” y “Carambola de perros”, en Revista de España (1879); “Carratraca”, Revista de España (1879); “El Conde Don Julián” y “Los castillos de la Reconquista”, en La Ilustración Militar (Madrid) (1881); “Justicia humana”, en Revista Contemporánea (1881); “Ante el cedro de Desdora de la plaza de las Cortes”, en Revista de España (1881); “Los dos sueños”, en Revista de España (1882); “Considerando el entierro de Espronceda”, en Revista de España (1882); Discurso leído en la solemne inauguración del Congreso Nacional de Pedagogía, Madrid, 1882; Episodios Militares, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1884; “Prólogo”, en Código Militar del Ejército, Madrid, 1885; Poesías, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1886; “Prólogo”, en Código Penal del Ejército, Madrid, 1889.

 

Bibl.: R. del Castillo, España y Marruecos: Historia de la Guerra de África escrita desde el campamento, Cádiz, La Publicidad, 1859; M. Bautista, Historia de la Revolución española de 1868, t. III, Madrid, 1870; R. Sepúlveda, “Revista General.

El general Ros”, en La Ilustración Española y Americana (Madrid), 15 de octubre de 1875; M. Seco y Shelly, La pluma y la espada. Apuntes para un diccionario de militares escritores, Madrid, J. J. de las Heras, 1877; A. M.ª Segovia, Figuras y figurones. Biografías de los hombres que más figuran actualmente en España [...], Madrid, 1881; P. Solas y P. Oderac, “Crónica” y “Nuestros grabados. D. Antonio Ros de Olano”, en La Ilustración de España. Periódico Ilustrado de Literatura, Ciencias y Artes (Madrid), 1 de agosto de 1886; M. de Cavia, “‘Entre paréntesis’. La vida literaria. Ros de Olano y Espronceda”, en El Liberal (Madrid), 24 de julio de 1887; A. Cortón, “Ros de Olano y su tiempo”, en Pandemonium, Palencia, 1889; A. Carrasco y Sayz, Iconografía del Generalato español, Madrid, 1901; J. Rico de Estasen, “Vidas insignes. A los cuarenta y siete años de la muerte del general Ros de Olano”, en Mundo Gráfico (Madrid), año XXIII (julio de 1933); L. Ruiz Contreras, “Recuerdos de Palmería. El poeta Ros de Olano”, en El Español, 19 de agosto de 1944 y 2 de septiembre de 1944; Azorín, “Antonio Ros”, en ABC (Madrid), 18 de enero de 1947; J. Rico de Estasen, “Una gran figura del siglo XIX”, en Informaciones (Madrid), 7 de julio de 1947; E. Allison Peers, Historia del Movimiento Romántico español, Madrid, 1954 (Madrid, Gredos, 1973); J. Rico de Estasen, “Cuando florea la primavera. Un general y poeta romántico: D. Antonio Ros de Olano”, en Diario de Barcelona, 31 de marzo de 1955; J. A. López Delgado, Vida y obra de D. Antonio Ros de Olano, Murcia, Universidad, 1977; F. González Valcárcel, Vida y obra de Antonio Ros de Olano, Valladolid, Universidad, 1979; E. Cassany, “Prólogo”, en A. Ros de Olano, Cuentos estrambóticos y otros relatos, Barcelona, Laia, 1980; M.ª R. Salas Lamamié de Clairac, Ros de Olano, un general literato romántico (1808-1886), Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1985; J. A. López Delgado, El general Ros de Olano. Ensayo biográfico, bibliográfico y crítico, Murcia, Princesa s/n, 1993; A. Ginger, Antonio Ros de Olano´s Experiments in postromantic prose (1857-1884): between Romanticism and Modernism, Lewinston, The Edwin Mellen Press, 2000; J. Torres de la Arencibia, Diccionario biográfico de literatos, científicos y artistas militares españoles, Madrid, E y P Libros Antiguos, 2001.

 

Emilio de Diego García

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía

Personajes similares