Téllez Girón y Beaufort, Mariano. Duque de Osuna (XII). Madrid, 19.VII.1814 – Castillo de Beauraing (Bélgica), 2.VI.1882. Militar, teniente general, político y diplomático.
Era hijo segundo (y último) de Francisco de Borja Téllez Girón, X duque de Osuna, y de María Francisca de Beaufort y Toledo. El linaje de Osuna se remontaba a la época de la Edad Media, si bien fue Felipe II el que concedió el título de duque a su antecesor Pedro Téllez Girón y de la Cueva, señor de Ureña y Osuna, que fue virrey de Nápoles entre 1582 y 1586. La casa ducal se había engrandecido con el matrimonio de sus abuelos (segunda mitad del siglo xviii) al unir en sus personas el enorme patrimonio que ambas poseían. Su “nobleza” era, por lo tanto, de gran alcurnia; muy conocida en España y con gran influencia en la Corte.
En su infancia tuvo un preceptor. Aprendió música y a tocar el órgano, pero no fue buen estudiante.
A los seis años quedó huérfano de padre y diez años después (1830) tuvo la desgracia de perder a su madre.
Su abuela, María Josefa Pimentel, condesa de Benavente, viuda de su abuelo (fallecido en 1807), se convirtió en su tutora. Como su hermano Pedro había heredado el título nobiliario —ya era XI duque de Osuna—, él, como “segundón”, debía labrarse un porvenir acorde con la posición que tenía la familia.
Su abuela hizo todo lo que pudo por él. Así, el 27 de febrero de 1833 ingresó de cadete supernumerario en el Real Cuerpo de Guardias de la Real Persona. Fernando VII le concedió el ingreso en el Ejército.
El primer servicio de importancia lo realizó el 3 de octubre. El Rey había muerto y su cadáver fue trasladado al Monasterio de El Escorial. La sucesión al Trono provocó la primera guerra civil española del siglo xix. Pero esta cuestión se alargará en la segunda mitad del siglo y será causa de dos guerras civiles más.
En 1834 el cadete Téllez Girón continuó prestando sus servicios naturales. Ese año su abuela falleció a los ochenta y dos años y su hermano Pedro heredó en su persona todos los títulos y propiedades que aquella poseía.
En septiembre de 1835, Mariano partió para la guerra. Su escuadrón de Caballería tenía que incorporarse al Ejército del Norte. Allí aprendió la dureza de la vida en campaña y recibió su bautismo de fuego.
Su hermano Pedro, preocupado por él, escribió al capitán general de Aragón, José Palafox, para que le reclamase como ayudante de campo.
En ese tiempo, Téllez Girón inició lo que sería una constante en toda su vida: la renuncia a su sueldo, que le correspondía por su profesión militar, en beneficio del Estado. Jamás percibió emolumento alguno.
Enterado de aquel nombramiento, el general jefe del Ejército del Norte, Luis Fernández de Córdoba, solicitó que se le destinase a su cuartel general.
Por Real Orden de 27 de diciembre de ese mismo año fue nombrado ayudante de campo de ese general, como capitán de Caballería en calidad de cadete de Guardias. Se incorporó a su destino, en Logroño, en febrero de 1836.
El invierno fue durísimo. A principios de abril comenzaron las operaciones militares contra el ejército carlista. En mayo se incrementaron los combates. Téllez Girón desarrolló una actividad bélica inusitada. En una de sus acciones se le premió con una “mención honorífica y gracias especiales en nombre de S. M.”. El 5 de julio en la “acción de Zubiri”, fue recompensado, por su valor y bizarría, con la más alta condecoración que pueda concederse al militar en campaña: la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase. El propio Fernández de Córdoba lo manifestó por escrito al ministro de la Guerra “impetrando a S.M. su Soberana sanción” (a la reina regente). Continuó actuando en diversas acciones bélicas; fue ayudante de campo del nuevo general jefe, Espartero, y en octubre se vio recompensado por la Soberana con el ingreso en la Orden de Calatrava.
La campaña de 1837 fue más activa que la del año anterior: en enero se incorporó al cuartel general del conde de Luchana; en marzo participó en las operaciones que se realizaron sobre los pueblos de Zorroza, Durango y Elorrio (Vizcaya) y en mayo tomó parte en los ataques a Irún y Fuenterrabía, por cuya acción volvió a ser recompensado con la (segunda) Cruz de San Fernando de 1.ª Clase. También se le concedió otra “mención especial honorífica y gracias especiales de S. M.” por el ataque y toma de Lecumberri.
En julio formó parte de las fuerzas que persiguieron al ejército del pretendiente don Carlos en Aragón y Cuenca. Pero la dureza de la vida en campaña y el rigor del clima en invierno le afectaron la salud. Su familia se preocupó y temió por su vida. En octubre se vio obligado a solicitar “Real Licencia” para restablecer su salud. Obtuvo permiso para pasar a Francia y en diciembre cruzó la frontera.
A partir de esta fecha su vida transcurrió en el extranjero con cortos períodos de estancia en España.
Algo más de dieciocho meses tardó en recuperar la salud. En junio de 1838 la Reina Regente designó al embajador en París para que asistiera, en representación de España, a la coronación de la reina Victoria de Inglaterra. Dicho diplomático propuso que le acompañara Mariano Téllez Girón, y la Soberana accedió.
Fue nombrado “caballero agregado” a la embajada extraordinaria española en esa ceremonia. En agosto regresó a la Corte, donde recibió el nombramiento de gentil-hombre de cámara de Su Majestad con ejercicio.
Pronto, la guerra civil se aproximó al final. Con la firma del Convenio de Vergara (31 de agosto de 1839) entre los generales Espartero (isabelino) y Maroto (carlista) y la rendición de Morella, refugio del general carlista Cabrera, en mayo del siguiente año, se alcanzó la ansiada paz, tras siete años en los que hubo crueldades por parte de ambos bandos.
Al inicio de la regencia del general Espartero se extinguió el Cuerpo de Guardias de la Real Persona. Téllez Girón fue destinado al Regimiento de Caballería “Lusitania” en “clase de capitán graduado de comandante y con distintivo de coronel”. Solicitó permiso para ir a París y Bruselas (donde la familia tenía la propiedad, entre otras, del castillo de Beauraing) con el fin de mejorar su salud y arreglar intereses privados.
Desde que ingresó en el Ejército, Téllez Girón fue un gran cumplidor de la normativa que regulaba los asuntos administrativos. Como se sentía “militar” (independientemente de su alcurnia) se preocupaba de los detalles que afectaban a su carrera: revisión anual de su Hoja de Servicios; antigüedad del grado que alcanzaba; momento en que debía solicitar una recompensa por los años de servicio, etc. En agosto de 1841 le concedieron el grado de coronel de Caballería, aunque su efectividad no pudo conseguirla hasta marzo del siguiente año, que era cuando cumplía las condiciones reglamentarias.
A mediados de 1842 continuaba en el extranjero “para arreglar asuntos de testamentaría” de su fallecido tío, el duque del Infantado, por cuya causa su hermano Pedro heredaba todos los bienes y títulos del linaje de los Mendoza y los acumulaba al ya inmenso patrimonio de los Osuna. Pero dos años después, don Mariano recibió la trágica noticia de su fallecimiento.
A los treinta y cuatro años de edad, y sin descendencia, el XI duque de Osuna desaparecía. Se trasladó urgentemente a Madrid, a la Corte de la reina Isabel II, desde un año antes declarada mayor de edad por el Parlamento, para asistir a los funerales de don Pedro. Heredaba títulos y fortuna. Se convertía en el XII duque de Osuna, conde y duque de Benavente, duque del Infantado, de Gandía, de Arcos, de Lerma, de Medina del Río Seco, de Béjar, de Plasencia, de Pastrana y Extremadura. Llegó a poseer cincuenta y dos títulos de nobleza y fue catorce veces Grande de España. Cuatro principados fueron de su propiedad y llegó a ser la mayor fortuna de España en su tiempo.
Como dijo un cronista de Madrid, “vinieron a reunirse en su persona las mayores riquezas y honores que tuvo nunca un español. Los riquísimos mayorazgos de todas las más principales y antiguas casas de nuestra nación y de Bélgica e Italia”.
A finales de 1844 Téllez Girón entró en la política. La provincia de Zamora le escogió como su representante en el Congreso de los Diputados. Sin embargo su permanencia como tal fue corta y volvió al extranjero para arreglar asuntos de su casa. Es muy probable que la muerte de su hermano y la conciencia de ser el único miembro que quedaba de su linaje le empujaran a tomar la decisión de dejar el Ejército. El 19 de julio de 1845 desde París, remitió a la Reina una instancia en la que expresaba: “por la prematura muerte de mi querido hermano y antecesor se encuentra al frente de una de las principales Casas de la nobleza española. El cuidado que exige la administración de su pingüe patrimonio y las demás atenciones de la misma Casa, le impiden continuar en el servicio militar activo”. Aunque con la nueva Constitución de ese año se le nombró senador del Reino, su petición pasó por un largo trámite administrativo que reflejaba la indecisión de las autoridades en acceder a sus deseos.
Seis meses después de aquella solicitud, la reina Isabel II firmó la concesión del retiro. Pero se desconoce el motivo por el que el expediente quedó sin efecto y archivado. No se le contestó. En marzo del siguiente año recibió de manos de la Reina su último título como Grande de España, en calidad de conde duque de Benavente y el inspector de Caballería solicitó que le concedieran la antigüedad de su empleo (coronel de Caballería) en razón a que “prestó distinguidos servicios durante la pasada guerra, en la que conmigo ha compartido en varias ocasiones las penalidades y fatigas, siendo uno de los muy pocos grandes del Reino que con las armas en la mano y con el valor propio de su elevada cuna, han sostenido la justa causa de su Reina y de su patria”.
En esta década de 1840 Téllez Girón alternó sus estancias en el extranjero con sus obligaciones en España. Asistió a las bodas reales de la Reina y la infanta Luisa Fernanda (su hermana) en 1846. Fue ascendido a brigadier en 1848 a propuesta del director general de Caballería y obtuvo distintos nombramientos: académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1845), de la de Música y Declamación (1846) y de la de Historia. En esta última llegó a tomar posesión de un sillón como supernumerario (1848).
En 1852 el duque de Osuna fue promovido al empleo de mariscal de campo. Cuatro meses más tarde (noviembre) le nombraron representante del Ejército y jefe de la legación española que asistió en Londres a las exequias del duque de Wellington. Al año siguiente ocupó la vicepresidencia del Senado que dejó cuando los progresistas sustituyeron a los moderados en el poder (1854-1856).
Con motivo de la subida al Trono del zar Alejandro II de Rusia (1856) se iniciaron contactos con España para restablecer las relaciones diplomáticas, rotas desde la muerte de Fernando VII al no reconocer como Reina a su hija Isabel. Se enviaron dos cartas a la Corte española y ésta decidió que el duque de Osuna fuera el portador de la contestación de la Reina. Téllez Girón alcanzaba su apogeo en las relaciones internacionales.
Llegó a la Corte de San Petersburgo y allí desarrolló una gran actividad social, política y diplomática. De su estancia en Rusia proceden la mayor parte de los “mitos” (o realidades) que se refieren a sus excentricidades en el derroche de sus riquezas. Aunque hasta julio de 1858 no fue nombrado “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario cerca del emperador de Rusia”, el propio zar ya le concedía trato preferente, detrás del embajador de Francia. Incluso a finales de 1857 le había impuesto la Gran Cruz de la Orden Imperial de San Alejandro Nerki. Pero el cénit de su grandeza le llegó en 1860 al decidir la Reina nombrarle embajador de España en Rusia y caballero del Toisón de Oro. Esta última concesión fue “para darle una señalada prueba de su Real aprecio y recompensar los distinguidos servicios que ha prestado a su Real persona y a la Nación”. Finalmente, en 1863 fue ascendido a teniente general, por lo que alcanzó también el más alto grado militar del Ejército.
Con motivo del destronamiento de la reina Isabel II, en septiembre de 1868, dimitió de su cargo diplomático y se retiró a sus propiedades belgas con licencia ilimitada (“para atender a su salud e intereses”).
En 1871, al acceder al Trono español Amadeo de Saboya, se presentó en la legación de Bruselas, donde juró fidelidad al nuevo Rey. Durante el período de la Primera República (febrero de 1873-enero de 1874) accedió a presidir la exposición de España en Viena.
Tras la restauración de la Monarquía borbónica, el rey Alfonso XII le renovó la licencia ilimitada. También fue nombrado vicepresidente del Senado.
En un gran gesto de aprecio hacia la profesión militar cedió unos terrenos de su propiedad para que se construyera un colegio para huérfanos militares en Madrid. Por otra parte, la pensión que le correspondía por cumplir las condiciones de la Orden de San Hermenegildo (era caballero Gran Cruz) la cedió para los huérfanos militares de Guadalajara.
Los últimos años de su vida los pasó en el castillo de Beauraing, debilitado en su salud. En febrero de 1881 realizó su última misión: ser embajador extraordinario para asistir en Berlín, a la boda del príncipe Guillermo de Prusia. El 2 de junio de 1882 falleció en aquel castillo. Su cuerpo fue trasladado a Madrid donde fue enterrado en el cementerio de San Isidro.
Mariano Téllez Girón permaneció soltero hasta los cincuenta y dos años (1866) en que se casó en Wiesbaden con su prima María Leonor Crescencia Catalina de Salm-Salm, princesa de Salm-Salm y del Sacro Imperio. No tuvo descendencia y el título de duque de Osuna pasó a una rama lateral de la familia. Como llevó una vida de lujo desorbitada, todo el inmenso patrimonio que tenía fue a la ruina. Numerosos pleitos de sus acreedores disolvieron sus propiedades. El Estado se personó en varias subastas de aquellos bienes y pudo adquirir algunos de los más significativos.
Parte de los cuadros que había pintado Goya para esta familia pueden verse en el Museo del Prado.
Cuando el marqués de Ayerbe ingresó en la Real Academia de la Historia, en su discurso de necrología del duque de Osuna dijo de él lo siguiente: “desinterés y patriotismo tan señalados y eminentes no han sido, seguramente, superados por otro alguno de su elevada alcurnia. Genuina representación de la vieja nobleza española, de su caballerosidad, patriotismo y largueza, lo fue también de las virtudes militares y de las cualidades diplomáticas, de tal modo que acaso ninguno otro en el presente siglo ha podido ostentar representaciones más elevadas, ni fausto y grandeza sostenidos”.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), expediente de D. Mariano Téllez Girón.
P. Chamorro, Estado Mayor General del Ejército Español, Sección de Mariscales de Campo, Madrid, 1854; A. Pirala, Historia de la Guerra Civil: y de los partidos liberal y carlista, t. II, Madrid, Felipe González Rojas, 1890; M. Lafuente, Historia general de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII, ts. 22, 23, 24 y 25, Barcelona, Montaner y Simón, 1922; A. de Marichalar, Riesgo y ventura del Duque de Osuna (Ensayo biográfico), Madrid, Espasa Calpe, 1930; B. Pellistrandi, Un discours national?: la Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, pág. 421.
Jesús Maldonado de Arjona