Gil, Luis. Játiva (Valencia), p. m. s. xvi – Cuzco (Perú), p. t. s. xvii. Presbítero de la Orden de la Merced, calígrafo y miniaturista.
Luis Gil fue natural de Játiva, en cuyo convento mercedario ingresó, tomó el hábito y profesó a mediados del siglo xvi. Tras los años de vida quieta y sosegada en su pequeño y humilde convento de Játiva, en el que, por dedicación y cualidades, se convirtió en consumado calígrafo e iluminador de libros de coro, pensó dignificar aquel conventillo de la segunda ciudad más importante del reino de Valencia, convirtiéndolo, con su trabajo, en un colegio mayor, en el que se enseñaran todas las ciencias. Y como de América llegaban indianos alardeando de fortuna y era de suponer que las iglesias y conventos de aquellas partes lejanas andarían faltas de libros, decidió pedir permiso a los superiores y a la Santa Sede para trasladarse al Nuevo Mundo.
Pero le fue denegado el permiso, por dos razones: por el testamento de Isabel la Católica, reina de Castilla, que dejó establecido “que el trato e provecho de aquellas Yslas e Tierra firme [...] se aya e trate e negocie destos mis reynos de Castilla e León, e en ellos e a ellos venga todo lo que de allá se traxiere”; y por la división de la Orden de la Merced en dos provincias, la de Aragón y la de Castilla; adjudicándose ésta la exclusiva de mandar religiosos a la evangelización de América.
Vista la imposibilidad de realizar el sueño americano, desde la Merced, el padre Luis Gil solicitó de la Santa Sede su paso a la Orden de Canónigos Regulares de San Agustín. Y, bajo el hábito agustiniano atravesó el mar, llegó a las Indias Occidentales, y, en el Cuzco, se ocupó en escribir e iluminar libros de Coro, en cuyo arte era único, el primero y singular; logrando, con su trabajo, acumular un buen caudal.
Conseguido el capital, quiso realizar su proyecto de honrar al convento mercedario de Játiva, que tan dentro de la mente y del corazón llevaba. Y dispuso su testamento en la ciudad del Cuzco, el día 13 de febrero de 1598, ante el notario público, Juan de Castañeda, estableciendo que, de sus bienes, se fundase un colegio de la Orden de la Merced, en la ciudad de Játiva. De ese colegio él mismo se constituía patrono y bienhechor, mientras le durare la vida.
Remitido el testamento a España, fue presentado en el Capítulo General que se celebró en Valladolid, el 20 de mayo de 1599, en el que salió elegido maestro general fray Pedro Balaguer, natural de la misma ciudad de Játiva.
Dicho Capítulo admitió, aprobó y confirmó por escritura fechada en Valladolid, el sábado, 5 de junio de 1599, autorizada por Juan Ruiz, notario apostólico, cuanto fray Luis Gil había dispuesto en su testamento.
El maestro general, Pedro Balaguer, envió el testamento y la aprobación del Capítulo al procurador general de la Orden ante la Santa Sede, que lo era el hábil andaluz fray Bernardo de Vargas. Y éste consiguió del papa Clemente VIII que se aplicaran los bienes de fray Luis Gil a la Orden de la Merced, según la voluntad del testador, porque, entre otras razones, no haciendo fray Luis Gil mención alguna de la Orden de los Canónigos Regulares en su testamento y mandando que, si muriese en las Indias, su cadáver fuera llevado a un convento de la Orden de la Merced, quiso dar a entender, con toda claridad, que no podía permanecer, con la conciencia tranquila, en la Orden Agustiniana porque había conseguido de la Santa Sede el tránsito a la misma de manera subrepticia. Fray Luis Gil, en efecto, murió en el Cuzco, en el primer tercio del siglo xvii y su cadáver fue sepultado y reposa en la iglesia del convento de la Merced de dicha población peruana.
Bibl.: B. de Vargas, Chronica Sacri et Militaris Ordinis B. Mariae de Mercede, Redemptionis Captivorum, t. II, Panormi, 1622; G. Téllez (Tirso de Molina), Historia General de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes. vol. II (1568-1639), ed. crítica por el P. Manuel Penedo Rey, Madrid, 1974.
Juan Devesa Blanco, OdeM