González de San Nicolás, Gil. Ávila, 1527 – Lima (Perú), ú. t. s. xvi. Dominico (OP), protector de los naturales de Chile.
Los datos sobre este personaje aparecen de repente y del mismo modo se esfuman. La única posibilidad para datar su nacimiento es una corta declaración, realizada en 1561, en la que admitía contar treinta y cuatro años. Por tanto, cabe afirmar que el año de su nacimiento fue 1527. Para conocer el lugar de nacimiento hay que recurrir a datos dispersos: Lizárraga se refiere a él como Gil González Dávila. Esto podría indicar que su patria es la famosa ciudad castellana.
A este dato se ha de añadir lo que José Toribio Medina revela: Gil fue a Chile en compañía de su hermano Quirós de Ávila, quien seguramente no es otro que Pedro Bernardo de Quirós, capitán al servicio del presidente La Gasca en 1547, y que después pasó a Chile. Por tanto, cabe suponer que los dos hermanos pasaron a Perú en la expedición del pacificador La Gasca.
En lugar del Ejército, Gil prefirió la vida religiosa y solicitó el hábito en el convento del Rosario de Lima.
Tenía veintiún años. Un año más tarde hizo su profesión religiosa e inició su corta instrucción escolástica.
Fray Juan de Meléndez cuenta que, en 1552, fray Gil González de San Nicolás se encontraba en Lima y ya era un predicador de nota; religioso sabio, ejemplar y celosísimo de la gloria de Dios, de la conversión de los naturales y del engrandecimiento de su Orden. Este retrato de fray Gil permite entender la disposición del Capítulo celebrado en Lima el 28 de julio de 1553.
La Asamblea Capitular, quizás obedeciendo la Real Cédula de 4 de septiembre de 1551 en la que se urgía a los provinciales de franciscanos y dominicos que enviaran religiosos a Chile, nombró vicario de Nación a fray Gil González. Este título otorgaba autoridad para fundar conventos y recibir religiosos a la Orden hasta el siguiente Capítulo. ¿Por qué no pasó a Chile ese año? Se ignora.
En 1556, el virrey de Perú, Antonio Hurtado de Mendoza, decidió reemplazar al fallecido Valdivia y envió a su hijo García Hurtado de Mendoza. Con él viajó fray Gil. Concluidos los preparativos, la expedición embarcó en Callao el 2 de septiembre de 1556.
Avanzando lentamente en dirección sur pasaron por Arica y llegaron a Coquimbo el 23 de abril. En esa ciudad se detuvieron dos meses, hasta que el 21 de junio se pusieron en marcha hacia la zona de guerra, en contra de la opinión y parecer de fray Gil, no por los inconvenientes del invierno, sino porque consideraba injusta aquella guerra. Mientras viajaban hacia el sur, el Capítulo de 1557 renovaba el nombramiento de fray Gil, y le añadía el territorio del que hasta entonces se había ocupado fray Gaspar de Carvajal: Tucumán.
A partir de ese momento, fray González iba a encarnar el espíritu lascasiano en tierras chilenas. Opuesto frontalmente a la guerra y a las condiciones en que se hacía, aconsejaba a García Hurtado que primero fuera a Santiago, remediase los males que había entre los naturales sometidos y después invitase a los revelados, prometiéndoles buen trato. Pero frente a la opinión de fray Gil estaban el franciscano fray Juan Gallegos, el clérigo Vallejo y el oidor Santillán. Los tres lograron convencer al gobernador de la licitud de aquella guerra.
Ante aquel frente común, fray Gil solicitó permiso para volver a Perú. El gobernador no quería que se fuera, pero las matanzas hechas en Concepción con indígenas que se acercaban en son de paz provocaron que el dominico redactara una “Representación” en la que denunciaba la manera de obrar de los soldados; los consideraba reos de pecado grave y con la obligación de restituir todo el daño que hacían. No contento con presentar esta “Representación” firmada, se dedicó a predicar entre los soldados, exponiéndoles las razones en que se apoyaba y declarándoles los males materiales y morales en que incurrían.
Desde la isla Quiriquina, fray Gil subió hacia Valparaíso con intención de encontrar un navío que lo llevara al Callao. Al pasar por Santiago, los vecinos de la ciudad le rogaron que se quedara y fundase un convento.
Para ello, y con fecha de 16 de noviembre de 1557, le entregaron unos solares y unas casas anexas.
Como vicario de Nación, tenía autoridad para fundar conventos, de modo que fray Gil cedió a las peticiones y se quedó en Santiago.
A principios de 1558 llegaban a Santiago el oidor Santillán, el franciscano Gallegos y algunos vecinos que habían estado en la campaña araucana. De inmediato comenzó la disparidad de opiniones. Al llegar la cuaresma, fray Gil predicó sobre la “injusticia de la guerra” y la obligación de restituir lo robado a los naturales. El franciscano hizo lo propio, pero para defender lo contrario. De inmediato surgieron las acusaciones contra el dominico. Estas acusaciones llegaron a Lima, y el virrey insinuó al provincial dominico que llamara al fraile provocador. Pero fray Gil había decidido ya viajar a Lima para plantear la problemática de Chile ante sus superiores, el virrey y la Audiencia.
En enero de 1559 estaba en Valparaíso a la espera de un barco para Callao, adonde llegará a finales de febrero de 1559. La razón de sus palabras logró que la Audiencia dictaminara a su favor el 13 de marzo.
También el provincial, quien tenía determinado retirarlo de Chile, entendió su postura y se empeñó para que volviese cuanto antes allá. La dificultad mayor se encontraba en el virrey, que por no desautorizar a su hijo y por estar convencido de que lo mejor era someter por la fuerza a los naturales sublevados y reducirlos al servicio personal, estaba resuelto a no permitir la vuelta de fray Gil a Santiago. Por esta causa, fray Gil estuvo retenido varios meses en Lima. Los vecinos de Santiago solicitaban con insistencia su vuelta; el gobernador pedía a su padre que no permitiera el regreso de fray Gil a Chile. En ese tiempo escribió una Ordenanza para el tratamiento justo de los indios, que desgraciadamente se ha perdido.
En junio de 1559 el virrey tuvo noticias de que ya habían nombrado a su sucesor, y de que el sustituto de su hijo sería Francisco de Villagra, gran amigo de fray Gil. Ante estos datos, el virrey no pudo detener por más tiempo a fray Gil. Éste, reconfirmado en su cargo por el Capítulo de julio de 1559 y con el acompañamiento de cinco hermanos, embarcó en Callao y a principios de enero de 1560 estaba nuevamente en Santiago.
Con Francisco de Villagra, fray Gil creyó fácil implantar sus ideas: en lugar de guerra de conquista, atraer a los naturales con suavidad y buen trato. Villagra y Gil González salieron de Santiago en octubre de 1561. En Cañete se inició la práctica de devolver la libertad a los prisioneros para que llevaran a los suyos las proposiciones de paz. El plan funcionaba a la perfección; sin embargo, todo se vino abajo cuando los naturales de aquella región, sometidos y obligados a duro trabajo, se sublevaron al ver el buen trato que recibían los rebeldes.
Villagra, viejo y enfermo, delegó la tarea de someter a los sublevados en el teniente de gobernador, Herrera, quien apoyado por capitanes y encomenderos levantó un proceso judicial y condenó a los alzados a muerte y pérdida de los bienes. Ante esta farsa de juicio, fray Gil pidió permiso para alejarse del Ejército y volverse a Santiago. Allí se dedicó a predicar ante autoridades y personalidades el 25 de agosto de 1562: fustigó a los opresores de los naturales y a quienes cometían o consentían las injusticias que contra aquéllos se hacían en la zona de guerra. El sermón reavivó las discusiones y ataques contra fray Gil.
En medio de esta tormenta se llegó a 1563. Tres hechos marcaron este año. Primero, el canónigo de la catedral y vicario de la ciudad, Antonio Molina, interpuso una querella contra fray Gil acusándole de predicar herejías. Después de un largo proceso, el acusador fue enviado castigado a Perú. El segundo tuvo lugar el 18 de julio de 1563: el primer obispo de Santiago, Rodrigo González de Marmolejo, tomó posesión de su diócesis por medio de su apoderado y representante, fray Gil González de San Nicolás.
En medio de tantos procesos, el religioso fue reconocido en toda su importancia. El tercer hecho fue que, a finales de septiembre o primeros de octubre de 1563, fray Gil abandonó Santiago para volver a Lima.
A partir de su llegada a Lima no se sabe nada de su vida. Seguramente se retiró al convento del Rosario de Lima, donde concluiría sus días.
Obras de ~: Tratado acerca del trabajo personal de los indios, Lima, 1559; Ordenanza para el tratamiento justo de los indios, c. 1559 (desapar.).
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Miguel Ángel Medina, OP