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Agustín de Carvajal

Biografía

Carvajal, Agustín de. Guadalajara (México), 1558 – Totos (Perú), 19.VIII.1618. Asistente general de la Orden agustiniana, obispo de Panamá y Huamanga (OSA).

Hijo del licenciado Antonio Carvajal y de Prisca Gutiérrez. Profesó en la Orden de San Agustín, en el convento de Guadalajara (México), siendo su maes­tro Antonio de Mendoza, el día 28 de agosto de 1575. Estudió Artes y Teología en el Colegio de San Pablo de la misma ciudad. Fue ordenado sacerdote en México en 1582. El Capítulo de 1584 lo eligió subprior del convento de Valladolid (Michoacán) y dos años después fue nombrado confesor y predica­dor de españoles. Pasó a España y se graduó en Teolo­gía por la Universidad de Salamanca en 1586.

Durante un tiempo ejerció la docencia como lector en el convento de San Gabriel, Valladolid. En este centro desempeñó el cargo de rector. Por entonces recibió el nombramiento de calificador de la Inquisi­ción de México en el Capítulo intermedio de la Pro­vincia agustiniana de México (1591). Fue elegido definidor general para representarla en el Capítulo General de la Orden agustiniana de 1592, celebrado en Roma. En ese mismo año, el prior general le pro­puso para el grado de maestro según consta en carta fechada el 28 de agosto de 1592. El Consejo Provin­cial de la Provincia de México, en la reunión cele­brada en San Pablo (México), el 25 de diciembre de 1594, le concedió el mencionado grado académico. El 12 de mayo de 1598 fue nombrado asistente gene­ral para las provincias ultramontanas, cargo en el que permaneció hasta finales de mayo de 1602.

Durante la estancia en Italia, Agustín de Carva­jal, además de visitador y reformador de la Provincia agustiniana de la Romandiola, llevó a buen puerto la misión encomendada por la mayoría de los agustinos de Nueva España. Por su intervención en el Capítulo General de 1592 salió confirmada la separación de la Provincia mexicana de la Provincia de Castilla, e in­cluso de cualquier otra, eximiendo a los religiosos de la obediencia a vicarios y comisarios que no fuesen enviados por causas expresas y por tiempo limitado. El mismo Carvajal tramitó la confirmación de cuanto fue aprobado en el Capítulo General ante el mismo Clemente VIII, con el apoyo de Gregorio Petrocchini o de Montélparo, entonces cardenal protector de la Orden agustiniana, y del nuevo prior general, Andrés Securani. En efecto, el breve pontificio Quaecunque ad prosperum, promulgado el 24 de julio de 1592, ponía fin a una serie de problemas y disputas iniciadas en 1568, al confirmar y aprobar las determinacio­nes del Capítulo General, declarando independiente y autónoma la Provincia de México, con jurisdicción directa e inmediata del prior general sobre ella. El 30 de diciembre de 1602 fue nombrado por el prior general actor summus para las provincias de Ultramar, cargo equivalente a comisario, pero que Agustín de Carvajal no llegó a ejercer.

Ya en España, la Provincia de Castilla, para obli­garle a permanecer en ella, le nombró prior del con­vento de Valladolid en 1604, residencia en aquel entonces de la Corte. Sus dotes de gobierno y predi­cación llegaron al mismo Monarca, Felipe III, quien le presentó para el obispado de Panamá y, fue pre­conizado obispo el 18 de julio de 1605 por Paulo V, en efecto consagrado por Juan Bautista Acevedo Muñoz, obispo de Valladolid e inquisidor general. El 3 de agosto de 1608 salió con destino a Indias. En Panamá fundó un seminario, con el nombre de San Agustín, al que dotó con una renta para el sos­tenimiento de doce colegiales y con la obligación de celebrar todos los años la festividad de san Agustín. El obispo Carvajal consagró la primera catedral de Panamá, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, más tarde destruida por el pirata Morgan (1671) y cuyas ruinas se contemplan aún en el viejo Panamá.

De la iglesia de Panamá fue promovido el 7 de mayo de 1612 a la diócesis de San Juan de la Victoria de Huamanga, o Ayacucho (Perú). Fue el primer obispo de esta diócesis, desmembrada de la de Cuzco, y eri­gida por Pablo V el 20 de julio de 1609. En agosto de 1613 salió hacia Lima para esperar la demarcación de la diócesis, que se publicó en febrero de 1614. Al año siguiente, 2 de enero, quedó constituida la iglesia de Huamanga. Posteriormente, emitió el juramento de fidelidad y realizó la profesión de fe en la iglesia de Huamanga, por licencia concedida por la Santa Sede según el breve fechado el 27 de enero de 1615, en vez de hacerlo delante de los obispos de Cuzco y de Are­quipa, tal y como se indicaba en la bula del nombra­miento episcopal.

Con el fin de poder servir mejor a los indios de la diócesis de Huamanga estudió el quechua, lengua que llegó a dominar, así que pudo prescindir en adelante de intérprete para comunicarse con los indígenas. En la novel iglesia de Huamanga, el obispo Carvajal puso los cimientos de la catedral, estableció el culto, visitó la diócesis, amparó a los necesitados y predicó la pala­bra de Dios. En la iglesia catedral de Huamanga con­sagró, en 1616, a Lorenzo Pérez de Grado, obispo de Asunción (Paraguay).

El nombre de Agustín de Carvajal está presente en las Relaciones de Catalina Erauso, la Monja Alférez, “piezas de las más raras” de la literatura. Se cono­cen cuatro relaciones distintas e impresas. En la se­gunda relación (Sevilla, 1625) se llama a Agustín de Carvajal por el nombre de fray Agustín de la Presa, quien se interesó por Catalina Erauso (1592-1650), una vez descubierta su verdadera identidad sexual tras caer herida en un combate en Huamanga. La Monja Alférez, que había entrado siendo niña en la vida religiosa, huyó del convento, a los quince años de edad, disfrazada de labriego. Después de recorrer media España se embarcó con destino a América, para acabar alistándose en el Ejército. Por su des­treza con las armas, fuerte carácter y valentía en la lucha contra los araucanos consiguió el grado de al­férez, de aquí el apodo con que se hizo célebre. De vuelta a España, Felipe IV confirmó su graduación y empleo militar y la llamó Monja Alférez, autori­zándola además a emplear un nombre masculino. Por su parte, Urbano VIII, a quien visitó Catalina Erauso en Roma, le permitió seguir vistiendo como hombre.

En el desarrollo de su ministerio episcopal en la diócesis de Huamanga, Agustín de Carvajal fue difa­mado por un corregidor y un canónigo, pero éste se retractó de sus falsas acusaciones poco antes de mo­rir. El obispo continuó con su labor pastoral, destru­yendo cuantas idolatrías y supersticiones encontraba en las visitas que realizaba a las poblaciones de su dió­cesis. Cuando iba a concluir la visita pastoral a ésta, decidió salir a Totos, pueblo cercano a Ayacucho, y el primer día de la visita se sintió enfermo. Por los sín­tomas conoció que le habían envenenado, y falleció poco después. Su cadáver fue trasladado a la ciudad de Ayacucho, y permaneció incorrupto dos años des­pués de la muerte, motivo por el cual se celebró un solemne aniversario que duró ocho días. El cronista Bernardo Torres se refiere a Agustín de Carvajal en los siguientes términos: “Fue nobilísimo por sangre, eminente en religión, docto, discreto, afable, de gran capacidad de gobierno”.

 

Obras de ~: Constituciones y estatutos para el Seminario de San Agustín, de Panamá, s. l., s. f. (inéd.); IHS, por el Maes­tro Don fray Agustín de Carvajal, Obispo de Guamanga, con el Obispo de Cuzco, s. l., s. f. (inéd).

 

Bibl.: P. Elssio, Encomiasticon Augustinianum, Bruxellis, Ty­pis Francisci Vivieni, 1654, pág. 91; B. Torres, Crónica de la Provincia Peruana del Orden de los Ermitaños de San Agustín Nuestro Padre, Lima, 1657 (ed. de M. Merino, Madrid, Con­sejo Superior de Investigaciones Científicas, 1972, págs. 469-479 y 697); J. Lanteri, Eremi Sacrae Augustinianae. Pars altera in qua agitur de augustinianis episcopis externis qui floruerunt post magnam Ordinis unionem peractam ab Alexandro IV anno MCCLVI. Accedit appendix de Procuratoribus generalibus ejus­dem Ordinis, Romae, Typis Bernardi Morini, 1875, págs. 153-154; I. Monasterio, “Glorias del episcopado peruano”, en España y América, 8/3 (1910), págs. 145-148; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vols. I y III, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos S. C. de Jesús, 1913 y 1931, págs. 607-608, y pág. 524, res­pect.; E. García, Crónica de la Provincia Agustiniana del San­tísimo Nombre de Jesús de México, Madrid, Imprenta G. López del Horno, 1918; E. Hernández, Episcopologio agustiniano en América Latina, Santiago de Chile, Editorial Agustiniana, 1981, págs. 30-31; A. Ruiz Zavala, Historia de la Provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México, vol. II, México, Editorial Porrúa, 1984, págs. 443-444; R. Jaramillo, Los agustinos de Michoacán, 1602-1652. La difícil formación de una provincia, México, Editorial R. Jaramillo, 1991, págs. 3, 4 y 93-94; M. Mendoza, “El breve pontificio Quaecunque ad prosperum y la constitución de la provincia de México”, en Archivo Agustiniano, 78 (1994), págs. 119-141; T. Aparicio, “El Colegio de San Gabriel de Valladolid. Un ayer glorioso de la Orden de San Agustín”, en Boletín. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, 29 (1994), págs. 162 y 163; J. Mezler (ed.), America Pontificia. III. Documenti pontifici nell’Archivio Segreto Vaticano riguardanti l’Evangelizzazione dell’America: 1592-1644, Città del Vati­cano, Libreria Editrice Vaticana, 1995, n.os 319, 538, 570, 600 y 828; T. Aparicio, Agustinos españoles, paradigma del 98 y otros estudios, Valladolid, Editorial Agustiniana, 1999, págs. 328-329 y 384-389.

 

Rafael Lazcano González

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