Pedro Bautista, San. San Esteban del Valle (Ávila), 29.VI.1542 – Nagasaki (Japón), 5.II.1597. Misionero franciscano (OFM), mártir, santo.
Pedro Bautista Blázquez, hijo de Pedro y de María Blázquez, nació en San Esteban del Valle el 29 de junio de 1542, en el seno de una familia noble.
Su formación fue muy completa pues aprendió latín y cosmografía en Mombeltrán, continuó sus estudios en la Compañía de Jesús de Oropesa y después en Ávila, donde sirvió en la catedral como niño de coro; en torno al año 1560 se trasladó a Salamanca donde cursó Filosofía y Teología durante seis años. En el año 1564 entró en la Orden de los Observantes y tres años después profesó como diácono en el Convento de Arenas (Ávila). Su carrera eclesiástica se completó al ser elegido superior de varias comunidades.
Fray Pedro Bautista sintió la llamada misionera y en 1580 marchó, en primer lugar, a México, donde fundó varios monasterios franciscanos; en 1583, siguiendo la estela del padre Antonio de San Gregorio, se trasladó a las islas Filipinas y continuó sus fundaciones, entre ellas, el Convento de San Francisco del Monte y varios hospitales, llegando a ser comisario de los franciscanos observantes.
Durante aquellos años se habían ido abriendo al comercio hispano los mercados del Japón y, a la vez, se habían ido acrecentando los problemas entre el Imperio y la Iglesia. En el año 1587 el Emperador prohibió que se predicara el cristianismo; en 1590 comenzó la persecución a los cristianos y los jesuitas —quienes, por un breve del papa Gregorio XIII de 25 de enero de 1585, eran los únicos que tenían derecho al apostolado en Japón— recibieron la orden de expulsión.
Fray Pedro Bautista, deseoso, con otros compañeros, de evangelizar esas tierras, acudió allí como embajador y agente comercial del rey Felipe II y en julio de 1593 consiguió el permiso de residencia en Nagoya, aunque durante un año estuvo prácticamente confinado y sin capacidad de acción. Obtuvo, poco después, el permiso verbal de predicar y fue recibido por el emperador Taicosama, con cuyo beneplácito fundó conventos, hospitales, leproserías y escuelas en varias localidades como Osaka y Nagasaki, realizando una gran labor apostólica y convirtiendo a muchas personas.
Pese a esta aparente bonanza el ambiente estaba muy enrarecido y con las cuestiones religiosas se mezclaron los intereses comerciales de los portugueses, en pugna con los hispanos, las envidias de los bonzos, celosos de perder su prestigio popular y las desavenencias entre los distintos misioneros. Un hecho vino a desencadenar los acontecimientos, ya que el galeón español San Felipe, en ruta de Filipinas a Nueva España, sufrió las inclemencias del tiempo y encalló en la isla japonesa de Tosa el 19 de octubre de 1596; en contra de los intereses de los españoles, los bienes del galeón fueron incautados por orden del Emperador, desoyendo los ruegos de fray Pedro Bautista, que actuaba como embajador de España. Los portugueses aprovecharon la ocasión y el obispo portugués Pedro Martínez, enemigo de los frailes españoles, sobornó a los gobernadores de Meaco, quienes persuadieron al Emperador para que expulsara a los franciscanos.
Toda una serie de traiciones y maquinaciones hicieron virar la actitud favorable del Emperador y el 8 de diciembre de 1596 se dictó la orden de prisión a los franciscanos de los Conventos de Meaco y Osaka; ante este atropello de sus misioneros, los cristianos de la zona acudieron en tal número a presentarse al martirio que el Emperador restringió la sentencia a los frailes y catecúmenos. Fray Pedro Bautista permaneció en su Convento de Meaco hasta finales de diciembre y de allí fue conducido, con sus compañeros, a Nagasaki. Durante un tiempo sufrieron diversas torturas, les cortaron la oreja izquierda y fueron paseados en carro por las principales ciudades del imperio, Osaka, Sacay y Facata. El 5 de febrero de 1597, de nuevo en Nagasaki, Pedro Bautista fue conducido al monte Tateyama junto con otros veinticinco compañeros y todos ellos fueron crucificados y atravesados por lanzas. Con él murieron cinco religiosos de su Orden: Martín Aguirre de la Ascensión, Felipe de Jesús, Gonzalo García, Francisco Blanco y Francisco de San Miguel, tres jesuitas japoneses, Pablo Miki, Juan Goto y Jaime Kisai, y diecisiete franciscanos terciarios nativos, todos ellos conocidos como “Los mártires de Nagasaki”.
Fray Pedro Bautista, junto con sus compañeros de martirio, fue beatificado por Urbano VIII, quien concedió a la Orden Franciscana y a la diócesis de Manila la facultad de celebrar misa y oficio en honor de los mártires, por medio del breve Salvatoris et Domini nostri Jesu Christi, fechado el 14 de septiembre de 1627. Pío IX promulgó la bula de canonización el 8 de junio de 1862. La fiesta conjunta de los mártires crucificados se celebra el día 5 de febrero y su culto está muy extendido en Japón, particularmente en Nagasaki, donde tienen dedicado un monumento en la colina de los Mártires.
Incluso antes de la beatificación, en 1600, llegaron a España las reliquias de san Pedro Bautista y fueron confiadas a fray Pedro Campos, provincial de los Descalzos de San José, que las envió a Paracuellos de la Ribera (Zaragoza), de donde es patrono. Iconográficamente san Pedro Bautista aparece vestido de franciscano y tiene como atributos la cruz, las argollas y las lanzas con las que fue martirizado.
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Elena Sainz Magaña