Ayuda

Lorenzo Cueto y Aguirre

Biografía

Cueto y Aguirre, Lorenzo. Cardeñosa (Ávila), c. 1570 – 1629. Monje cisterciense (OCist.) y abad de la Santa Espina, filósofo y maestro de espiritualidad.

Se ignora la fecha exacta del nacimiento de Lorenzo Cueto, que algunos suponen debió de acaecer poco antes de 1570, año en que falleció su padre.

Fue hermano y confidente de la venerable sor María Vela, conocida como la Mujer Fuerte, religiosa cisterciense en Santa Ana de Ávila. Nacidos ambos en Cardeñosa, fueron hijos de Diego Álvarez de Cueto y Ana de Aguirre, familia noble y bien situada, pues en ella se cuentan algunos familiares que ocuparon altos puestos en la conquista de América. Un primo hermano del padre fue Cristóbal Vela, arzobispo de Burgos (1580-1600). Tuvo un hermano mayor llamado Diego, al que siguió María, la segunda nacida del matrimonio en 1561, a la cual siguieron otras dos hermanas, Jerónima e Isabel, que ingresaron religiosas en Santa Ana de Ávila. Finalmente nació Lorenzo, el menor de los cinco hermanos.

La formación que se daba a los hijos en aquel hogar estaba calcada enteramente en las normas cristianas, como lo demostraron los frutos, que no pudieron ser más espléndidos: de los cinco hermanos, cuatro se consagraron a Cristo, y todos en el Císter, las tres mujeres en el monasterio de Santa Ana —donde tenían una tía, abadesa—, mientras que Lorenzo ingresó en la Santa Espina (Valladolid), en época que no señalan los historiadores, pero que debió de ser hacia 1582, según lo demuestra el hecho de haber pertenecido a aquel grupo selecto de estudiantes que, recién estrenado el colegio de Meira, cursaron allí Filosofía, y salieron tan aventajados, que todos ellos llegaron a ocupar altas dignidades tanto dentro como fuera de la Orden, por haber llegado varios al episcopado, a generales de la congregación, uno prior de la Orden de Calatrava y los demás fueron nombrados abades de las distintas casas. Por tal motivo ha pasado a la historia este curso como algo fuera de lo corriente. Fray Lorenzo ahondó como el primero en los secretos de la Filosofía, luego siguió la Teología en otros colegios, y por fin se le vio presidir los destinos como abad de su monasterio —según el Tumbo de la Espina— en el trienio 1620-1623. En dicha obra se habla con gran encomio de él, se afirma que fue “varón de insigne virtud, de raro exemplo de humildad y de singular penitencia”. Se añade luego que fue “hermano carnal de la gran sierva de Dios la Benerable Madre Doña María Vela, Monja Cisterciense del Real Monasterio de santa Ana de Ávila”.

Algunos años antes de elegirle sus hermanos para que les rigiera como abad, había pasado por Ávila, y, como es natural, visitó a su hermana María. Eran los años en que los confesores la traían al retortero, juzgando cada cual según su talante al enterarse de los misterios que se estaban dando en aquella alma de elección. Es normal que ella sufriera lo indecible al ver que unos le decían blanco y los otros negro, llenando su corazón de amargura ante la incertidumbre y los caminos opuestos que le aconsejaban sus confesores.

No podía por menos que desahogarse con su hermano, varón espiritual si lo hay, no menos docto en los caminos de Dios. Se comprende el sufrimiento que sería para fray Lorenzo ver que su hermana estaba sirviendo para experimentos, como si se tratara de un conejillo de Indias. Dicen que salió en su defensa con un largo memorial, cuyo original conservaba el doctor Vaquero. Ante todo alegaba fray Lorenzo que “mal podían juzgar del espíritu de su hermana, quienes sólo la conocían de oídas”. Más tarde le llamaron para que la confesase provisionalmente, y dicen que se entendía muy bien con él, pero los caminos de Dios son insondables, porque al poco tiempo le reclamó el general de la congregación —se ignoran los motivos— y él acudió a cumplir la obediencia, dejando la dirección de su hermana en manos de Miguel González Vaquero, quien fue más tarde su biógrafo.

Dícese que durante los últimos años de la vida de su hermana —fallecida en 1617— iba con frecuencia a Ávila, pero, sin embargo, pocas veces acudía a visitarla. Se ignoran los motivos, aunque dada la profunda vida interior que llevaba, como verdadero monje contemplativo, sin duda se abstenía porque comprendía que había dejado en buenas manos su dirección y ya había desaparecido toda aquella serie de confesores muy doctos, ciertamente, y de diversas escuelas, que la traían por el camino de la amargura.

Se cree que fray Lorenzo falleció en su mismo pueblo natal, Cardeñosa, donde la comunidad de la Santa Espina tenía posesiones, que eran parte de la herencia de fray Lorenzo. Los superiores, en vez de colocar al frente de aquella hacienda a otro monje, juzgaron oportuno que la administrara el propio fray Lorenzo; influyó en ello, quizá, el que hubiera indicios de que le atraía mucho la vida eremítica, muy de acuerdo con la espiritualidad de la regla benedictina, ya que permite al abad poder autorizar en ciertos casos, a algunos monjes más experimentados, que puedan retirarse a vivir en una ermita.

Según el relato del Tumbo, fray Lorenzo “está depositado en el lugar de Cardeñosa donde murió asistido por la obediencia a la hacienda que este monasterio allí gozaba de un vínculo de este venerable padre. Es su depósito en la iglesia parroquial de aquel lugar sobre las gradas del altar mayor al lado del evangelio, debajo de una lápida arrimada al lado del altar, cuyas cenizas venera y estima aquel pueblo de manera que despide a la devoción de este convento santo de poderlas traer a que descansen en sus claustros y los autoricen”.

Al escribir Manrique sus Anales casi veinte años más tarde, afirma que aún perduraba en Cardeñosa su recuerdo grato entre sus paisanos, y al mismo tiempo pondera el acierto con que había procedido al aconsejar a su hermana que caminaba por camino seguro, cuando tantos le insistían en opiniones contradictorias.

Asegura que el consejo dado por fray Lorenzo “no pudo ser más cuerdo, por tratarse de un hombre docto y experimentado”.

 

Bibl.: A. Manrique, Anales Cistercienses, vol. IV, Lugduni, Hæred G. Boissat & Lavrentii Anisson, 1642, pág. 712, n.º 48; M. González Vaquero, La Mujer Fuerte o Vida de Doña María Vela, Madrid, Gabriel de León, 1674; A. Manrique, Apología del maestro [...] por el libro de la Mujer Fuerte, doña María Vela, respondiendo a las dudas que se le han puesto, y a la vida y espíritu de la Santa, Madrid, 1774; P. de Cardeñosa, La Mujer Fuerte, venerable sierva de Dios doña María Vela y Cueto, Ávila, Sucesores de A. Jiménez, 1917; S. Lensen, Hagiologium cisterciense, vol. II, Tilburg (Holanda), Abadía, 1949, págs. 183-184; E. Martín, Los Bernardos españoles, Palencia, Gráficas Aguado, 1953, pág. 42; F. Hernández, “El Convento de Santa Ana de Ávila”, en Cistercium, XI (1959), págs. 143- 149; O. González, Una mística abulense, D.ª María Vela y Cueto, Ávila, Institución Alonso de Madrigal, 1961; Doña María Vela, Autobiografía y libro de las Mercedes, Madrid, 1961; P. Guerin, “Estudio semblanza del Ilmo. Fray A. Manrique, 6.

Fray Lorenzo Cueto”, en Cistercium, XVI (1964), págs. 30-31; D. Yáñez Neira, “Cueto y Aguirre, Lorenzo”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 2726-2727; “El Monasterio de la Espina y sus abades”, en Archivos Leoneses, XXVI (1972), pág. 115.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía