Calvete de Estrella, Juan Cristóbal. Sariñena (Huesca), c. 1510 – Salamanca, 14.II.1593. Humanista, historiador y poeta latino.
El autor del Viaje Felicísimo del príncipe D. Felipe nació en una familia de modesta hidalguía por su padre —originario de Estella, cirujano de profesión— y por línea materna vinculada con gente distinguida de Sabadell (entre ellos, su tío mosén Juan Quintana, predicador de la Corte y confesor de Carlos V), pero la mudanza de la familia a Sabadell —antes de 1515— hizo que Calvete pudiera sentirse barcelonés al tiempo que aragonés. En Salamanca alcanzó el grado de maestro en Artes; allí había asistido a las clases de, entre otros, Hernán Núñez de Guzmán, el célebre Comendador Griego, a su vez alumno de Nebrija, Mártir de Angleria y en el Colegio de España o de San Clemente de los Españoles en Bolonia; es decir, Calvete, que siempre se consideró discípulo del también llamado Pinciano, entronca con la mejor tradición humanística española.
Cuando en abril de 1533 el ya coronado emperador en Bolonia Carlos V regresó a España tras años de ausencia, se halla Calvete en Barcelona por primera vez en el ámbito de la Corte imperial como autor de un discurso encomiástico de bienvenida, manuscrito donado, a sabiendas de su gusto por la literatura latina, al secretario imperial Nicolás Grudius: en este ejercicio retórico, redactado entre 1534 y febrero de 1535, se alude a la entrega por parte del joven poeta al Emperador de un libro de Epigramas durante las Cortes de Monzón celebradas a mediados de 1533.
En enero de 1541 sus prendas intelectuales y personales, así como la influencia de sus amigos y familiares catalanes (su tío Quintana, quizá la familia, residente en Barcelona, de la esposa de Juan de Zúñiga, ayo del príncipe, y su mayordomo mayor después), le abrieron las puertas de la Corte como maestro de pages del príncipe Don Felipe —entre ellos, destacarán después escritores de la talla de Alonso de Ercilla (La Araucana) y Zapata (Carlo famoso)—. Poco después, insatisfecho el Emperador con los progresos intelectuales de su vástago, reformó su gabinete de profesores y decidió que Calvete sustituyera a Martínez Silíceo como maestro de latín; no había cumplido un año de docencia a los pajes, cuando pasaba a enseñar, además, al selecto grupo de niños que aprendía junto al príncipe en aposentos especiales; también impartía instrucción en privado a Luis de Requesens y quizás a su hermano Juan de Zúñiga, hijos del mayordomo del príncipe. Gaje de su cargo era también la adquisición de libros y manuscritos para formar la primera biblioteca principesca (Sófocles, Virgilio, Tomás de Aquino, Boccaccio, Petrarca, Vitruvio, Copérnico, las obras completas de Erasmo...), cuyos fondos pasaron a engrosar más tarde los de la gran biblioteca de El Escorial. Al enviudar el príncipe de su primera esposa, María de Portugal (julio de 1545), se dieron por finalizados sus estudios. Calvete volvía a ser sólo maestro de los pajes, cargo que ocuparía hasta 1556, cuando pasó a ser criado de Su Majestad con una pensión vitalicia, siendo excusada por ello su presencia en la corte.
En 1546 acompañó al príncipe Don Felipe en su gran viaje por los estados no peninsulares del Imperio con motivo de su presentación oficial como futuro heredero de la corona de su padre. A Calvete, esta estancia en los Países Bajos le supuso la entrada en contacto con los principales intelectuales belgas de la Corte bruselesa (Cristóbal Plantino, Cornelio Schepper, Cornelio Schryver, Nicolás Grudio, Cornelio van Ghistel) y con las famosas imprentas belgas.
En 1551 apareció en la de Martín Nucio de Amberes la primera edición de Calvete, su De Aphrodisio expugnato [...] Commentarius y en 1552 El felicíssimo viaje del Príncipe Don Phelipe, extenso relato de la gira europea del heredero. Es la más exitosa, junto con la anterior, de las obras calvetianas, inexcusable en cualquier biblioteca de la época y una de sus raras obras en castellano. Es también la más relevante de las suyas, por cuanto forma parte de un concienzudo plan de propaganda política destinado a resaltar la grandeza real del príncipe ante todo el Occidente. Es, además, la más citada en la actualidad, como preciosa fuente histórica para este capítulo de la biografía filipina, y de las varias relaciones sobre el mismo asunto, la más completa y detallada (hasta junio de 1550). Sin embargo, el optimismo que permitía presagiar este éxito editorial inicial se vio pronto truncado, pues la mayoría de sus obras no vería la luz sino póstumamente: de hecho, desde 1573 no pudo ver en letras de molde —y siempre al frente de obras ajenas— más que algunos de sus numerosos elogios menores.
En 1554 acompañó como maestro de pajes a Don Felipe en el viaje a Inglaterra para su boda con la reina María Tudor. En 1556, tras quince años de trabajo en la Corte, Calvete regresó a su domicilio en Salamanca, aunque su mirada siguió puesta en la Corte y en una dirección determinada: el cargo oficial de cronista.
A la muerte en 1558 de Bernabé de Busto, cronista imperial, solicitó su puesto a través del cardenal Granvela, pero el cargo recayó finalmente en Páez de Castro. Es el primer testimonio de una constante en la vida de Calvete: la solicitud, por mediación de algún poderoso cortesano, de un mecenazgo real que satisfaga sus deseos de prosperar.
Pocos años después comienza a redactar sus dos grandes obras latinas en prosa y verso, ambas vinculadas en su génesis con la figura del licenciado Vaca de Castro, juez comisionado por Carlos V para dirimir justicia en el “caso Pizarro” contra Almagro, origen de las guerras civiles peruanas. El De rebus Indicis es una ambiciosa crónica en latín sobre la historia del descubrimiento y la conquista de América, con especial atención a la figura de Vaca de Castro, a ella se suma la Vaccaeis, extenso poema latino, que celebra los hechos del mismo personaje.
Calvete no cejaba en su labor de encomiar a importantes personas de la esfera del poder. En 1569 sale a la luz desde el taller de Plantino, en Amberes, su Munuscula ad Didacum Spinosam, elogio del cardenal Diego de Espinosa, quien se había convertido, como presidente del Consejo privado de Estado, en el hombre fuerte de Felipe II y su principal instrumento para la instauración del confesionalismo en España, al frente de un gabinete de letrados entre los que se hallaba su sucesor en la confianza del Rey, Mateo Vázquez de Leca, objeto de otro de los elogios calvetianos, éste inédito, su poema Corsica.
A la muerte en 1570 de Páez de Castro, Calvete volvió a solicitar el puesto de cronista latino y de nuevo se desestimó su demanda, pues el cargo recayó en Ambrosio de Morales. Por entonces, Calvete, junto con Antonio Gracián, entre otros, colaboraba con Morales en la búsqueda de manuscritos griegos para la biblioteca de El Escorial. Sus amistades en Salamanca se contaban entre profesores e intelectuales como Francisco Salinas, Sánchez de las Brozas, Cornelio Bonardo —Cornelis Boonaerts, antiguo empleado de Martín Nucio— y Zayas. Durante los años siguientes, Calvete aprovecha cualquier oportunidad para reiterar su aspiración al cargo de cronista (por ejemplo, cuando fallece en 1573 Sepúlveda; también reclama el cargo Esteban Garibay, su más directo rival, último cronista real de Felipe II, nombrado en 1592, un año antes del fallecimiento de Calvete y probablemente como su sustituto). Pero a mediados de los setenta todos arrancaban al Rey respuestas como “en lo que toca a Cronistas no estoy agora en rescibir más”. En 1582 insiste en que se le dé título de cronista oficial latino de Indias o de Su Majestad. Poco después, en 1584, la boda de su nieta le ocasiona un gravísimo quebranto financiero, que le obliga a poner en venta lo más preciado de su casa: su bien surtida librería. Por fin, el 14 de octubre de 1587, pocos años antes de morir, se le nombra oficialmente cronista latino de Su Majestad con un sueldo anual de 80.000 maravedís. De su matrimonio con Ana Vaca de Villaroel tuvo tres hijos: Juan Calvete, Nicolás de Estrella y Catalina de Estrella.
Obras de ~: Epigrammata, 1533; Ad divum Caesarem Carolum V de triumphali eius in Hispanias reditu gratulatorius panegyricus, 1535 (trad. de J. López de Toro, “El panegírico de Carlos V por J. C. Calvete de Estrella”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 143.2 [1958], págs. 99-145); Tumulorum liber unus. Elegia. Panegyricus ad Carolum Q. Caesarem. Ode ad eundem. Paraenesis ad Philippum Hispaniae Principem. Matronae facinus et Epigrammata quaedam, c. 1533-1540; Libro de re militari, 1569 (¿1541-1545?); De Aphrodisio expugnato, Amberes, 1551 (ed. de F. Cerdá y Rico, Madrid, 1771); El Felicísimo Viaje del muy alto y muy poderoso Príncipe Dom Phelippe, Amberes, 1552 (ed. de J. L. Gonzalo Sánchez-Molero, J. Martínez Millán y S. Fernández, Madrid, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2001); Ad Carolum V Encomium, 1555; El Túmulo Imperial, Valladolid, 1559; Rebelión de Pizarro en el Perú y Vida de D. Pedro Gasca, 1565-1567 [ed. de A. Paz y Meliá, Madrid, 1889; ed. de J. Pérez de Tudela Bueso, Madrid, Atlas, 1963-1965, (Biblioteca de Autores Españoles, vols. 167-168)]; De rebus Vaccae Castri, Liber Primus y Vaccaeis, c. 1565 (Elogio de Vaca de Castro, ed., trad. y estudio de J. López de Toro, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas [CSIC], 1947; La Vacaida, ed., trad. y estudio de M. A. Díaz Gito, Alcañiz-Madrid, CSIC, 2003); De rebus Indicis, c. 1565-1584 (ed. de J. López de Toro, Madrid, CSIC, 1950; ed. de J. J. Martos Fernández, Leipzig, Teubner, 1998); Munuscula ad Didacum Spinosam, S.R.E. Cardinalem, Amberes, 1569; Ad Ferdinandum Aluarum Toletum, Albae Ducem, Encomium, Amberes, 1573 (trad. de J. López de Toro, ed. del Duque de Alba, Madrid, 1945); Corsica, c. 1582 (ed., trad. y estudio de M. A. Díaz Gito, El poema Corsica de J. C. Calvete de Estrella [y otros dos poemas latinos], tesis de licenciatura, Cádiz, Universidad, 1990 (inéd.); De uersuum genere Epitome, Salamanca, 1586 (Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 4237); más una serie de poemas menores en latín (la mayoría en la ed. del De Aphrodisio Expugnato por F. Cerdá y Rico, Madrid, 1771). El De rebus gestis Ferdinandi Cortesii, atribuido a Calvete, es de F. López de Gómara.
Bibl.: N. Antonio, Bibliotheca Hispana noua, Madrid, 1783- 1788 (ed. facs., Madrid, Visor, 1996); F. Cerdá y Rico, “Praefatio”, en J. C. Calvete de Estrella, De Aphrodisio Expugnato, Madrid, 1771; F. de Latassa y Ortín, Biblioteca Nueva de los Escritores Aragoneses, Pamplona, Oficina de J. Domingo, 1798-1799; A. Paz y Meliá, “Prólogo”, en J. C. Calvete de Estrella, Rebelión de Pizarro en el Perú y Vida de D. Pedro Gasca, vol. I, Madrid, 1889, págs. VII-XXVIII; J. López de Toro, “Nota preliminar”, en J. C. Calvete de Estrella, Elogio de Vaca de Castro, Madrid, CSIC, 1947, págs. IX- XXXVIII; J. López de Toro, “Prólogo que pudiera ser ultílogo”, en J. C. Calvete de Estrella, De rebus Indicis, vol. I, Madrid, CSIC, 1950, págs. VII-LXXXII; J. Puig i Pujol, El catalá Joan Cristòfol Calvet d’Estrella, Barcelona, 1969; M. Forrellad i Solá, “Cristòfol Calvet d’Estrella, encara”, en Cuadernos de Archivo de la Fundación Bosch y Cardellach (Sabadell), 48 (1984), págs. 1-29; M. A. Díaz Gito, “La labor docente del maestro de pajes y de latín de Felipe II”, en Calamus Renascens, 1 (2000), págs. 81-100; J. L. Gonzalo Sánchez- Molero, “Juan Cristóbal Calvete de Estrella (c. 1510-1593)”, en J. C. Calvete de Estrella, El Felicísimo Viaje del muy alto y muy poderoso Príncipe Don Phelippe, Madrid, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2001, págs. XVII-L; M. A. Díaz Gito, J. C. Calvete de Estrella. La Vacaida, Alcañiz- Madrid, CSIC, 2003.
Manuel Antonio Díaz Gito