Cala y Jarana, Elio Antonio de. Elio Antonio de Nebrija. Lebrija (antes Nebrissa Veneria) (Sevilla), ¿1444? – Alcalá de Henares (Madrid), 2.VII.1522. Filólogo y humanista.
Sus padres fueron Juan Martínez de Cala e Hinojosa y Catalina de Xarana y Ojo. Fue el segundo de cinco hijos: tres hermanos y dos hermanas. Pasó la niñez en su tierra natal, a la que dedicará años más tarde la poesía “Salve, parva domus”, que solía imprimir al principio de las Introducciones latinas. Recordando aquel entorno romano, lleno de lápidas en las que figuran los nombres de Elios y Elianos es como añade el prenomen de “Aelius” al suyo de pila. En su villa natal, realizó sus primeros estudios “debajo de bachilleres y maestros de gramática y lógica”. Luego, pasó cinco años en la Universidad de Salamanca. A los diecinueve, se fue a estudiar a Italia, donde disfrutó una beca del Real Colegio de España o de San Clemente de los Españoles, en la Universidad de Bolonia.
Allí estuvo diez años. Él mismo confiesa que su deseo era aprender nuevas cosas de los grandes maestros del Humanismo, cuya fuente era a la sazón Italia, y poder introducir nuevos métodos en las universidades españolas, sobre todo, en la enseñanza del latín, cuyos “autores estaban ya, muchos siglos había, desterrados de España”. Cuando regresó a España, lo llamó Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, para que fuese uno de los suyos, como el mismo Nebrija escribe. Allí pasó tres años estudiando, preparándose para enseñar la lengua latina, como si adivinara que con todos los “bárbaros” se le “aparejaba alguna grande contención”. Durante este tiempo, fue también preceptor del sobrino del arzobispo, Juan Rodríguez de Fonseca, quien se convirtió luego obispo de Badajoz, Córdoba, Palencia y Burgos, sucesivamente.
Nebrija conocía la titánica lucha que Lorenzo Valla había emprendido contra los que habían provocado en Italia la degeneración de la lengua latina, y se encuentra en España ante el mismo panorama: la barbarie de mediocres maestros había corrompido el latín y era preciso luchar por restablecerlo en su pureza.
Él mismo escribe: “nunca dexé de pensar alguna manera por donde pudiese desbaratar la barbaria por todas las partes de España tan ancha y luenga mente derramada”, y así Nebrija comenzó “por el estudio de Salamanca, el qual, como una fortaleza, tomado por combate, no dudava io que todos los otros pueblos de España vernían a se rendir”. El 4 de julio de 1475 firma un contrato como lector de la universidad por cinco años; se compromete a leer dos lecciones diarias: una de Elocuencia y otra de Poesía. El 9 de enero de 1476, se opone a la cátedra de Prima de Gramática, que había quedado vacante; el 22 de enero toma posesión de ella. Cuando va a ejercer su ministerio, se da cuenta de que no puede proponer a sus estudiantes ningún manual porque ninguno se ajustaba a sus ideas ni a su método. Por eso, se dedica en aquellos años a escribir sus Introductiones latinae, que imprime en Salamanca en 1481. Era su primera publicación, de la que se imprimen mil ejemplares que pronto se agotaron. En los años y en los siglos siguientes se hicieron numerosas ediciones. El autor, mientras vivió, fue introduciendo constantes mejoras en esta importante obra.
Las Introductiones marcaron una época en la historia del humanismo español y una nueva etapa en la cultura de nuestro país. La enseñanza de la Baja Edad Media había desvirtuado tanto el concepto de lo que es la ciencia, como la didáctica de las diferentes disciplinas, y ello afectó, además, al latín, que era la lengua utilizada en las disquisiciones al uso, empobreciéndolo y especializándolo en una jerga incomprensible y artificiosa. Así se llegó, como decía nuestro gramático en sus Introducciones latinas, contrapuesto el romance al latín, a que nos faltase el conocimiento de la lengua en que está no solamente fundada nuestra religión, más aún el Derecho Civil y Canónico, la Medicina, etc. “De aquí viene que los juristas apenas entienden la imagen y sombra de su Código y Digestos. De aquí que los médicos no leen dos lumbre de la Medicina: Plinio Segundo y Cornelio Celso. De aquí que todos los libros en que están escriptas las artes dignas de todo hombre libre yacen en tinieblas sepultados.” Se propone demostrar que la ignorancia imperante entonces en todas las ciencias puede combatirse con el arma de la gramática. De este modo, se dispone Nebrija a “desarraigar la barbarie de los hombres de nuestra nación” denunciando “guerra a fuego y sangre” a cuentos se le opongan. Ya en la primera edición de las Introductiones latinae dice al cardenal Mendoza: “si con tu favor logro vencer a los enemigos de la lengua latina, a los cuales declaro la guerra con este libro, te ofreceré agradecido las décimas del botín”.
En 1485, lee su primera Repetitio, y en junio de 1486, la Repetitio secunda, de corruptis Hispanorum ignorantia quarundam litterarum vocibus, dedicada a la reforma de la pronunciación del latín.
Por este tiempo —parece que antes de 1487— se casa con Isabel Montesino de Solís, de familia salmantina.
De este matrimonio nacieron seis hijos. Es también entonces cuando conoció al obispo de Ávila, fray Hernando de Talavera, que tanto le ayudó en su carrera. Hacia 1485, éste expone a Nebrija el deseo de la reina Isabel de que editase las Introductiones con una traducción en español. Fueron sus Introducciones latinas, contrapuesto el romance al latín. En ellas puede leerse el motivo de hacer esta traducción: “A lo menos se seguirá aquel conocido provecho que de parte de vuestra Real Majestad me dixo el muy Reverendo Padre y Señor, el Obispo de Ávila: que no por otra causa me mandava hazer esta obra en latín y romance, sino por que las mugeres religiosas y vírgenes dedicadas a Dios, sin participación de varones pudiessen conocer algo de la lengua latina”.
Sigue enseñando en Salamanca. A sus clases acudían numerosos y selectos estudiantes. Se siente orgulloso de la labor emprendida y del fruto que va recogiendo.
Así nos lo dice en la dedicatoria del Diccionario latino-español: “Por que hablando sin sobervia fue aquella mi dotrina tan notable que aun por testimonio de los embidiosos y confesión de mis enemigos todo aquello se me otorga, que io fue el primero que abrí tienda de la lengua latina, y osé poner pendón para nuevos preceptos [...]. que ia casi del todo punto desarraigué de toda España los Dotrinales [...] y otros no sé qué apostizos y contrahechos grammáticos no merecedores de ser nombrados. Y que si cerca de los hombres de nuestra nación alguna cosa se halla de latín, todo aquello se ha de referir a mí”. Se hace patente en estas palabras el éxito que iba obteniendo en su lucha contra la barbarie latinista, pero debió pensar que su labor en las aulas salmantinas no tenía un alcance demasiado amplio, y que su actividad podría dirigirla hacia otra vertiente, de tal modo que pudiese influir en un número más amplio de personas. Tropieza con el problema económico: vive sólo del sueldo de la universidad, que, por el momento, no puede dejar.
La solución se la brinda Juan de Zúñiga, maestre de la Orden de Alcántara y luego, cardenal arzobispo de Sevilla, que había sido discípulo de nuestro autor. Entra a su servicio, dejando su cátedra de Salamanca, al final del curso del año 1487, después de doce años de ejercicio. El tiempo que Nebrija pasa en la casa de Zúñiga es muy productivo: escribe y publica la Gramática de la lengua castellana, el Diccionario latino-español, el Vocabulario español-latino, la Muestra de Antigüedades, la Tabla de la diversidad de los días, etc. Se sabe que enseñó en la misma casa de Juan de Zúñiga y públicamente en Santa María de Granada, y aún le sobraba tiempo para componer en latín el Epitalamio que él mismo leyó en la boda del príncipe Alonso de Portugal, con la infanta Isabel, primogénita de los Reyes Católicos.
Mientras tanto, el cardenal Cisneros había ido pergeñando la fundación de la Universidad de Alcalá y la edición de la Biblia políglota. En 1499, el papa Alejandro VI otorga una bula creando, a petición del cardenal Cisneros, el Colegio de San Ildefonso, cuya primera piedra se pone en 1500. Nebrija, interesado en el proyecto bíblico, pasa a formar parte del equipo de trabajo.
Los estudios preparatorios comenzaron en 1502.
En 1503, a la muerte del maestro Gomiel, catedrático de Prima de Gramática, la Universidad de Salamanca escribe a Nebrija para que firme la oposición de esta cátedra. La gana, pero no se incorpora a ella.
Renuncia y se sigue dedicando al trabajo de la Biblia políglota. Este hecho coincide también con el nombramiento de Juan de Zúñiga como cardenal de Sevilla, y, posiblemente, también influyese en la actitud de Nebrija el deseo del nuevo prelado de que el filólogo sevillano no se separase de él en estos momentos.
Nebrija pensaba que debía aplicarse un criterio filológico en la edición de la Biblia latina, que él tenía encomendada: era necesaria una revisión del texto de la Vulgata para fijar el de la nueva edición. La actitud de Nebrija chocaba con la de los teólogos del equipo, que sostenían que no se debían modificar los textos. Éstos convencen a Cisneros, y Nebrija se retira del equipo.
En 1503, publica en Salamanca su De vi ac potestate litterarum, que es una ampliación de la Repetitio secunda. También publica este año, en Sevilla, su Persius. Ambas obras están dedicadas a Juan de Zúñiga. Éste muere en 1504, y el 2 de mayo de 1505, toma nuevamente posesión de la cátedra de Salamanca, tras oponerse a ella.
Ya en Salamanca, lee el 30 de junio de 1506 su Repetitio tertia: De peregrinum dictionum accentu. En ese mismo año, publica también su Iuris civilis lexicon.
Al año siguiente, lee la Repetitio quarta: De litteris hebraicis.
Descuida sus clases de la Universidad de Salamanca.
Cuando comienza el curso 1508-1509, está ausente de la cátedra más de cuatro meses, y la universidad la declara vacante el 19 de febrero de 1509. El Rey, para consolarlo y compensarlo económicamente, le nombra su cronista. El 31 de agosto del mismo año, se opone a la cátedra de Retórica de la universidad; como no se presentó ningún otro candidato, el claustro se la dio a Nebrija el 3 de octubre de 1509.
En la universidad, el ambiente le es cada vez más hostil. Él había iniciado una intensa campaña contra los maestros ignorantes, poniendo de manifiesto sus carencias. Escribía en la dedicatoria de las Introducciones latinas a la reina Isabel: “A todos los maestros que tienen hábito y profesión de letras, los provoco y desafío, y desde agora les denuncio guerra a sangre y fuego, por que entre tanto se aperciban de razones y argumentos contra mí”. Su lucha fue implacable desde el primer momento. Al principio, no hacían caso de un pobre gramático aquellos sapientísimos maestros de Teología, de Derecho Civil y Pontificio, de Filosofía, de Medicina, pero cuando vieron que Nebrija, alegando que su materia, la Gramática, en lo tocante a la lengua, tenía jurisdicción sobre todas las demás, y que escribía obras demostrando la ignorancia de sus colegas, comenzaron a tomarlo en serio, a la par que se fue creando en la universidad un ambiente de animadversión contra el filólogo, aunque también tenía defensores a ultranza.
La Relectio nona de accentu latino aut latinitate donato fue el último acto académico de Nebrija en Salamanca.
A principios de abril de 1513, muere el maestro Tizón, gramático, catedrático de Prima de Gramática, primero enemigo y luego amigo y devotísimo admirador de Nebrija. A esta cátedra se opusieron tres personas: Herrera el Viejo, un joven llamado García del Castillo, y nuestro personaje. Éste debía ambicionar la cátedra porque era de más categoría que la suya, porque en ella Tizón había explicado el Arte de Nebrija o porque tenía mejor dotación económica y, a la postre, quedaba mejor jubilación. Inexplicablemente, el recién graduado, García del Castillo, obtuvo más votos del claustro que los otros dos y se le otorgó la cátedra. Esto ocurría a mediados de julio de 1513.
Nebrija abandonó Salamanca con harto dolor y desengaño.
Desde esta ciudad se trasladó a Sevilla, donde regentó aquel año la cátedra de San Miguel.
En 1514, cuando contaba ya setenta años, se presenta al cardenal Cisneros, quien le concede la cátedra de Retórica de la nueva Universidad de Alcalá de Henares, con el privilegio de que “leyese lo que él quisiese, y si no quisiese leer, que no leyese; y que esto no lo mandaba dar porque trabajase, sino por pagarle lo que le debía España”.
Entre otras obras, todavía publica Nebrija en 1517 las Reglas de Orthographía en la lengua castellana y prepara la última edición de las Introductiones latinae (Alcalá, 1523), que ya no vio publicadas.
El maestro Elio Antonio de Nebrija murió en Alcalá de Henares el día 2 de julio de 1522.
Su espíritu curioso y abierto a toda manifestación del saber llevó a Nebrija a interesarse por las cuestiones más insospechadas y variadas. Su inquietud científica es asombrosa, porque no sólo revolucionó la Filología clásica y puso los sólidos pilares de la española, sino que estudió y publicó trabajos en el campo de la Historia, de la Pedagogía, de las Matemáticas, de la Cosmografía, del Derecho, de la Medicina, pero la fama de filólogo eclipsó sus otras actividades científicas, cuyas aportaciones poco a poco se van poniendo de manifiesto.
Cuando escribe sus obras gramaticales —sobre todo las Introductiones latinae y la Gramática de la lengua castellana— no parte de cero. Cuenta con la rica tradición grecolatina que, en su caso, se circunscribe, principalmente a Prisciano, Diomedes y Donato, sin olvidar a Quintiliano, al que a veces llama “nuestro”. De ellos toma la base teórica y sobre ésta elabora su doctrina.
Pero no hay que pensar que acata cuanto dicen sus predecesores latinos, o que la versión gramatical española es una traducción de la latina, no. Incluso en latín, tiene su propia concepción lingüística que le lleva a discrepar a veces de las fuentes o le lleva a sentar doctrina, como cuando establece la pronunciación del latín clásico, la articulación del acento, etc. En lo que se refiere al español, es, sin lugar a dudas, el primer engarce de las piezas de nuestra gramática, que andaban sueltas y fuera de regla, y el primero que articuló una ortografía coherente.
La aparición de la Gramática castellana, en 1492, coincide con otros dos hechos de capital importancia: la toma de Granada y el descubrimiento de América. Esta obra es la primera de una lengua neolatina: se adelantó treinta y siete años a la primera gramática italiana de Trissino, cincuenta y ocho a la primera francesa de Meigret y cuarenta y cuatro a la primera portuguesa de Oliveira. El prólogo encierra su programa, que se puede reducir a los siguientes puntos: Primero: cuando la Corona española se extienda por otras regiones u otros países y tengan “necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender [...] podranla más aina saber por esta mi obra”.
Segundo: la lengua es compañera del Imperio. Tercero: la lengua está al servicio de la unidad de la nación.
Cuarto: fijar el uso del español para que, evitando posteriores cambios, pueda servir a la unidad nacional. Quinto: la lengua debe ser el vehículo fiel de transmisión a la posteridad de las hazañas y glorias culturales presentes.
Como lexicógrafo no tiene precedentes: con su Diccionario latino-español y su Vocabulario español-latino, es el primero en elaborar una disciplina totalmente moderna, que servirá de inspiración para sus sucesores durante más de dos siglos.
Sus tratados de Gramática, latina y castellana, y su Vocabulario español-latino fueron los modelos que se siguieron en América y Filipinas para la elaboración de las gramáticas y vocabularios de las lenguas indígenas de aquellos países. Hay constancia, además, de que salieron hacia Hispanoamérica varios envíos con ejemplares, a veces numerosos, de las mencionadas obras.
La actividad de historiador que también llevó a cabo no está, ni con mucho, a la altura del Nebrija filólogo. Nos han quedado cuatro ejemplares de su labor en este campo: la Muestra de la historia de las antigüedades de España, de ningún valor histórico; la monografía De bello navariense aporta datos de recuerdos y hechos vividos directamente por su autor, aunque parece que siguió muy de cerca La conquista del Reino de Navarra de Luis Correa (Salamanca, 1513). Su obra más extensa, pero inconclusa por pérdida de algunas partes o porque el autor no las escribiera, es la titulada Rerum a Fernando et Elisabe gestarum Decades duae, que es la versión latina de la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar. De bello granatensi forma parte del primer libro de la segunda Década de Rerum a Fernando et Elisabe gestarum. En opinión de Sánchez Alonso, a Nebrija “habría que estimársele no como historiador de altos vuelos, pero sí como un discreto narrador, por la atractiva exposición que acertó a hacer de los sucesos de su tiempo y de la agudeza con que supo justificarlos”.
Para luchar contra los que se dedican al mundo de las leyes, asesorando mal y aplicándolas peor, por no poder entender la lengua en las que están escritas o por basarse en libros con graves errores derivados siempre de problemas lingüísticos, escribe el Iuris civilis lexicon, en el que tratará las cuestiones relativas al Derecho “no como jurisperito, sino como gramático”.
El interés científico universal de Nebrija se amplía al campo de la Medicina. En 1518, dirige la impresión de la edición del Dioscórides, que había sido publicada en París dos años antes, editada por Ruelio. La versión complutense se titula: Pedacii Dioscorides Anazarbei de medicinali materia libri quinq. En esta edición, introduce Nebrija un vocabulario de cuarenta y siete páginas, que recoge lo contenido en el Dioscórides, con la traducción al español de muchísimos términos de la “Materia médica”, como entonces se decía.
Su tratado De liberis educandis lo sitúa en la línea de los educadores españoles. Escribió la obra para satisfacer el deseo mostrado por el secretario del Rey, Miguel Pérez de Almazán, para que se ocupase de la educación de sus hijos. Esta obra, incompleta, consta de doce capítulos, de los que parte están dedicados al educador, cuyas cualidades deben ser óptimas, y parte al educando: desde la lactancia, las vestiduras del niño, la educación física, los juegos infantiles y su aprovechamiento didáctico, hasta el perfeccionamiento de las aptitudes naturales, la exploración de las vocaciones, la edad para comenzar los estudios, etc.; rechaza los castigos físicos y propugna la educación colectiva frente a la individual, con el objeto de incorporar plenamente al niño a la vida social.
En De Mensuris, se exponen las unidades métricas de longitud y de capacidad de los antiguos. Indica que medir los áridos es difícil por su densidad variable.
Fija la medida de la milla, del estadio, del paso y del pie español, algo menor que el romano, equivalente a un tercio de la vara de Castilla. Protesta contra la diversidad de medidas existentes y pide una unidad de valor que sirva de referencia entre las unidades de longitud, peso y volumen. De ponderibus está dedicado a examinar las antiguas unidades de peso y capacidad.
En ambos estudios incluye un glosario con sus equivalencias y definiciones. En De numeris, habla de las denominaciones aplicadas por los clásicos a los números cardinales y ordinales, y denuncia alrededor de treinta pasajes de la Biblia, donde las cantidades referidas por la Vulgata no se corresponden con las que aparecen en los textos hebraicos.
Los estudios astronómicos también colmaron la curiosidad de Nebrija: en su obra In cosmographia libri introductionum, trata de la redondez de la tierra y de su situación en el centro del universo; habla y admite la existencia de los antípodas; enumera los vientos y sus nombres, según los clásicos, y establece una rosa de dieciséis rumbos, conforme a los marinos; escribe que a un grado medido en el cielo corresponden quinientos estadios sobre un círculo máximo terrestre; reduce a cinco mil cuatrocientas leguas todo el ámbito del planeta; escribe que su propio pie descalzo es el verdadero pie hispano-romano, al cual deben referirse todas las medidas; indica la variable duración del día, según las latitudes, etc. El librito termina con un glosario de ochenta vocablos que usan los cosmógrafos.
Íntimamente relacionado con este tratado está la Tabla de la diversidad de días y horas, folleto escrito en español, en el que se expone lo que se ha de entender por día y hora, la desigualdad de los días. Proporciona unas tablas para saber los días, horas y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España y otros de Europa, que les corresponden por sus paralelos. Explica la división sexagesimal de la circunferencia, etc.
Como es habitual en él, define algunos vocablos que aparecen en la obra.
Obras de ~: Introductiones latinae, Salamanca, 1481 (ed. facs. con “Proemio” de E. de Bustos, Salamanca, Universidad, 1981); Repetitio secunda, de corruptis Hispanorum ignorantia quarundam litterarum vocibus, Salamanca, 1486; Introducciones latinas, contrapuesto el romance al latín, Salamanca, c. 1488 (ed. de M. A. Esparza y V. Calvo, Münster, Nodus Publikationem, 1996); Gramática de la lengua castellana, Salamanca, 1492 (ed. y est. de A. Quilis, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1989; y ed. facs. y crít., Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana y Unesco, 1992); Lexicon hoc est Dictionarium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino-español, Salamanca, 1492 (ed. facs. con estudio de G. Colón y A. J. Soberanas, Barcelona, Puvill, 1979); Dictionarium hispanum latinum o Vocabulario español-latino, Salamanca, c. 1495 (ed. facs., Madrid, Real Academia Española, 1951); Elegancias romanzadas, Burgos, ¿1495?; In cosmographia libri introductionum, Salamanca, 1498; Muestra de la historia de las Antigüedades de España, Burgos, c. 1499 (ed. de I. González Llubera, London, Oxford University Press, 1926, págs. 203-228); De vi ac potestate litterarum, Salamanca, 1503 (intr., ed., trad. y facs. de A. Quilis y P. Usábel, Madrid, SGEL, 1987); Iuris civilis lexicon, Salamanca, 1506 (ed. de C. H. Núñez, Léxico de derecho civil; textos latino y castellano, notas y prólogo de ~, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1944); Commentum ad In Ianum (intr., ed. crítica, trad. de C. Codoñer, Salamanca, 1992); Repetitio tertia: De peregrinum dictionum accentu, Salamanca, 1506; Repetitio quarta: De litteris hebraicis, Salamanca, 1507; De liberis educandis, c. 1509 (publicado por R. Chabás, en Revista de Archivos, Bilbiotecas y Museos, VII, 1903, págs. 56 y ss.); Repetitio sexta. De mensuris, Salamanca, 1510 (intr., trad. y notas de J. Costas Rodríguez, Salamanca, Universidad, 1981); Repetitio septima. De ponderibus, Salamanca, 1511; De bello navariense, 1512; Reglas de Ortographía en la lengua castellana, Alcalá de Henares, 1517 (ed. de A. Quilis, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1977); Tabla de la diversidad de los días y horas y partes de hora en las ciudades villas, y lugares de España y otros de Europa que les corresponden por sus paralelos, Alcalá de Henares, c. 1517 (ed. facs., intr. de A. Zamora Vicente, transliter. de F. Puigdevall, Madrid, Universidad Antonio de Nebrija, 2001); De numeris, Alcalá de Henares, 1521 (fue la Repetitio octava, de 1512); Rerum a Fernando et Elisabe Hispaniarum felicissimis Regibus gestarum Decades duae, Granada, 1545; De bello granatensi, Granada, 1545 (ed. y transcr. del texto latino, con intr., trad. y notas de M.ª L. Arribas, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1990).
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Antonio Quilis