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Ambrosio de Morales

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Biografía

Morales, Ambrosio de. Córdoba, 1513 – 21.IX.1591. Cronista del Reino, historiador y arqueólogo.

Ambrosio de Morales, una de las mentes más preclaras del siglo XVI español, tanto por su vasta y heterogénea formación, como por la importancia e innovación de sus investigaciones en el campo de los estudios de índole histórica y arqueológica, nació en el seno de una de las familias más importantes dentro del panorama intelectual de la Córdoba del momento. El conspicuo entorno en el que creció y se educó el joven Ambrosio amparó su gran pasión por las ‘antigüedades’ y los estudios humanísticos e históricos. Su padre, Antonio de Morales, reputado médico y catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, transmitiría la afición por la Antigüedad a Ambrosio y a su hermano Agustín de Oliva. No obstante, sería su tío, el erudito humanista Fernán Pérez de Oliva, quien auspiciase la próspera educación e inquietudes intelectuales del cronista cordobés. Tras una larga estancia en Roma y París, donde adquirió una sólida formación humanista en los más prestigiosos centros de enseñanza del momento, Pérez de Oliva regresaría a España para desarrollar una importante labor docente como rector y catedrático de la Universidad de Salamanca, ciudad a la que se trasladó hacia el año 1526 o 1527 en compañía de su sobrino Ambrosio de Morales, apasionado ya a su corta edad —unos catorce años— por la lengua castellana y su estudio. Sin lugar a dudas, la exquisita formación de Pérez de Oliva y su prolífica producción científica y literaria sirvieron de acicate al joven Morales, quien no sólo lo tomó como maestro, sino también como modelo intelectual a seguir. En 1531, muerto su tío, regresó a Córdoba, donde, en 1533, profesó en la Orden Jerónima.

Morales sellaría definitivamente esta fase de formación en la década de 1540 en la Universidad Complutense, donde tendría como maestros a algunos de los eruditos más prestigiosos del momento, como los teólogos Juan de Medina y Melchor Cano. Esta Universidad se había convertido, desde que la fundara Cisneros, en la principal institución cultural e ideológica del momento, con unos objetivos bien definidos, como eran la renovación cultural que ya se había producido en otros lugares de Europa y la legitimación de la Monarquía española así como de la iglesia primitiva hispana. En su bien planificado ideario, apoyado desde un primer momento en un selecto grupo de filólogos historiadores, las lenguas griega, latina y hebrea junto a la arqueología, pero sobre todo la epigrafía y la numismática desempeñaron una importante función.

Poco antes de 1550, obtuvo la Cátedra de Retórica de Alcalá, gracias a la cual entró en contacto con el maestro Florián de Ocampo, cronista real que, a la sazón, se ocupaba de la redacción de la Crónica General de España, y, aunque ya por esta época Morales valoraba la posibilidad de acometer y escribir él la Crónica, por respeto a su predecesor, desistió de esta idea. Morales comenzaría en la ciudad complutense una etapa de producción científica enormemente fructífera e iría cimentando su prometedor futuro y el prestigio que le llevaría alcanzar las cotas más altas de la intelectualidad española de la segunda mitad del siglo XVI, labor que compaginaría con la instrucción, en su casa, de jóvenes de alta alcurnia, como Juan de Austria, a quien al final de su vida el cronista dedicaría un homenaje, La Devisa, donde le propone usar un emblema, concebido por él, en las campañas de Flandes, o Juan de Zúñiga y Cárdenas, VI conde de Miranda, quien más tarde reuniría en su palacio una exquisita colección de antigüedades.

Hacia 1559, Morales ya se encontraba en la órbita intelectual de Palacio y comenzó a recibir los primeros encargos reales como la redacción de una obra sobre la prisión del arzobispo de Toledo, fray Bartolomé de Carranza. Felipe II había hallado en él a un erudito al servicio de la Corona y el Reino, estableciéndose entre ambos una relación de confianza y fidelidad mutua que se materializaría en el año 1563, con el nombramiento de Morales como cronista real así como su designación, en 1567, como procurador en el proceso de canonización de fray Diego de Alcalá. Un año después, actuaría de juez en uno de los certámenes celebrados con ocasión de las fiestas conmemorativas del traslado desde Huesca a Alcalá de las reliquias de los mártires Justo y Pastor.

De estos acontecimientos daría cumplida memoria en una obra publicada gracias, también, a un privilegio real. Otro encargo regio fue la búsqueda y expurgo de manuscritos y de obras impresas para la recién constituida biblioteca de El Escorial, entre ellas las de la biblioteca del obispo de Plasencia, Pedro Ponce de León, en la que se encontraban, entre otros, el códice Emilianense de los Concilios. Este prelado descubridor, en la Catedral de Oviedo, del manuscrito con las obras originales de Eulogio, mártir cordobés, encomendó su edición al cronista, obra a la que Morales sumaría un importante tratado sobre el origen de su ciudad natal De Cordubae urbis origine situ et antiquitate. Por encargo real llevaría a cabo el estudio del códice Albendense del siglo X; también como cronista del Reino escribiría una memoria sobre la batalla de Lepanto. En relación con su cargo sancionaría diversas obras, como la descripción de África de Luis del Mármol y Carvajal.

En 1577 el cardenal Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, en reconocimiento a los informes que le había remitido sobre la Cruz de los Ángeles de Oviedo le nombró vicario y administrador de los hospitales de Puente del Arzobispo, localidad a la que llegó en 1578, donde actúo en numerosas causas civiles y religiosas, que sin duda le indujeron a componer ensayos como El gran daño que es en el juez proceder con ímpetu y con ira publicado junto con las obras de Fernán Pérez de Oliva. Su mala salud hizo que regresara a Córdoba en 1582, ciudad en la que residió hasta su muerte.

Pero, sin duda, el gran mérito de Ambrosio de Morales como historiador es la elaboración de la Crónica de España. Fue en el mismo año de su nombramiento como cronista cuando las Cortes solicitaron al Monarca que continuase la publicación de las Crónicas de España, iniciadas por Florián de Ocampo. Estimulado por la necesidad que tenía España de contar con una historia de la nación seria e íntegra, Morales encaminó todos sus esfuerzos a alcanzar su objetivo: la elaboración de una historia de España refrendada por la documentación arqueológica y archivística. Contando ya con la aprobación y aquiescencia de Felipe II y las Cortes, Morales iniciaría una peregrinación de carácter científico por toda la geografía peninsular, con el fin de hallar datos significativos y primordiales para la redacción de la historia antigua y medieval de España. En estos numerosos viajes recopiló crónicas, anales y otros documentos históricos de gran valía, y, para el reconocimiento y descripción de las antigüedades de España intentó por todos los medios estudiar él mismo, in situ, las piezas, observándolas y analizándolas con gran detalle y atención. Estos viajes darían sus frutos muy pronto, como refleja el informe cuyo manuscrito original se conserva en la Real Academia de la Historia que sería publicado dos siglos más tarde por Enrique Flórez denominado Relación del viaje que Ambrosio de Morales Chronista de S.M. hizo por su mandato el año de 1572 a Galicia, Asturias y León. En él, entre otros muchos datos, especifica las reliquias que se guardaban en monasterios e iglesias así como los libros que en ellos se encontraban y el estado en que se hallaban.

Gracias a este inventario pudieron salvarse muchos códices y documentos de una destrucción segura, al trasladar gran parte de ellos a El Escorial a la Biblioteca Real. En la misma línea investigadora, Morales persuadió a Felipe II para que ordenase la realización de unas ‘relaciones’ de la historia y topografía de los pueblos de España. Unos comisarios nombrados por el Rey fueron los encargados de seleccionar a las personas más adecuadas de cada localidad para responder a un cuestionario muy completo elaborado ex profeso, en el que se solicitaban datos toponímicos, demográficos, arqueológicos, históricos, políticos, administrativos, territoriales, heráldicos, jurisdiccionales, eclesiásticos, geofísicos, sobre recursos naturales, patrimonio civil y eclesiástico y varones ilustres. Esas respuestas, las Relaciones sobre más de setecientos pueblos españoles, se compendiaron en ocho volúmenes; muchas de las notas y dibujos de inscripciones aportados serían también utilizadas por el cronista real en su Crónica. Sin embargo, la ingente labor compiladora emprendida por Morales no hubiese sido de la magnitud y minuciosidad que alcanzó de no ser por la continua aportación de datos que numerosos estudiosos coetáneos le facilitaron. Con gran habilidad, Morales diseñaría una compleja red de amigos y colaboradores, versados en cuestiones históricas y amantes de las antigüedades, para llevar a buen puerto el proyecto en el que se vería inmerso hasta el final de sus días. Destacan, en este nutrido grupo de humanistas su discípulo Juan Fernández Franco, Alonso Chacón, Benito Arias Montano, Antonio Agustín, Jerónimo Zurita, Andrés Resende o Pablo de Céspedes.

Como la obra de Florián de Ocampo se interrumpía en el momento anterior a la conquista de Hispania por Roma, el cronista cordobés tuvo que continuar la narración a partir del año 209 a. C. De este modo verían la luz por obra de Morales los libros VI al XVII de la Crónica General, publicados en 1574 (libros VI a X), en 1577 (libros XI y XII) y en 1586 (libros XIII a XVII). El primer volumen (libros VI a X) de la Crónica, que se inaugura con las gestas de Lucio Marcio, llega hasta el fin de la dominación romana en Hispania; el segundo (libros XI y XII) abarca desde los comienzos del reino visigodo hasta la “destrucción de España por los Moros”. La última parte de la Crónica (libros XIII a XVII) narra el período comprendido entre el alzamiento del infante Pelayo en Asturias contra los invasores y su posterior huida. Clausuran la obra unas memorias de años posteriores a la muerte de Bermudo III. Si bien el cronista admite no compartir la metodología empleada por su predecesor, Ocampo, ni su sistema de enfrentarse a los estudios históricos, desconfiando de muchas de sus averiguaciones por la tendencia de éste a dar validez científica a fábulas e historias míticas que la tradición popular española había convertido en historia, él mismo cae en ocasiones en la misma trampa que censura y que le lleva a desacreditar a la figura de su antecesor.

Las fuentes escritas clásicas y tardoantiguas fueron uno de los pilares esenciales en sus averiguaciones: Plinio, Livio, Apiano, Plutarco, Estrabón, Tito Livio, Valerio Máximo, Polibio, Frontino, Isidoro, Juan de Bíclara, o Gregorio Magno fueron, entre otros, autores rastreados en búsqueda de referencias fiables en las que apoyar sus argumentaciones históricas, cotejándolas después con los datos obtenidos por observación y estudio directo de los testimonios arqueológicos. Morales con este método procura superar a la historiografía tradicional clásica y medieval, estableciendo un parangón con las fuentes directas histórico-arqueológicas legadas por la Antigüedad. Si bien ya había habido autores anteriores que, en casos concretos, habían utilizado y valorado las evidencias arqueológicas, lo habían hecho como complemento ocasional a su investigación y sin someter dichos restos a un adecuado análisis y examen racional. Es el caso de la España visigoda y medieval, cuyas fuentes Morales supo aprovechar para historiar los episodios correspondientes a dicha época en su Crónica: Isidoro, los libros de los concilios que se conservaban en la Catedral de Toledo, en El Escorial, en Sahagún y los de otros monasterios de los que sacó “muchas cosas y nuevas que en lo impreso no se hallan”, así como los escritos de Eterio y Beato contra Elipando y el apologético del abad Sansón de Córdoba, el Fuero Juzgo, el códice con los epigramas de Eugenio de Toledo del secretario de los príncipes de Bohemia Miguel Ruiz de Azagra, el libro de san Eulogio escrito por Álvaro de Córdoba, textos como los libros de privilegios de la Catedral de Santiago, el Becerro de Castilla, diversos fueros de ciudades, y escrituras de donaciones o la Historia Compostelana se convirtieron en instrumentos de gran sustancia para el cronista, como refleja en su relación, al principio del libro XI de la Crónica, de los libros y documentos antiguos utilizados y el discurso sobre los privilegios góticos al inicio del libro XIII. Hay que agradecer a Ambrosio de Morales su gran interés por la recogida de epígrafes y monedas de estos períodos cuya valoración, hasta entonces y a diferencia de los concernientes al período romano, había sido prácticamente anecdótica.

El método de indagación histórica propuesto por Morales, se recoge en el apéndice adjunto al segundo volumen de la Crónica (libros XI y XII), que bajo el título de Las Antigüedades de las Ciudades de España que van nombradas en la Coronica, con la averiguación de sus sitios, y nombres antiguos (Alcalá de Henares, 1575) se convierte en el primer texto de carácter eminentemente ‘arqueológico’ en la historia de la historiografía española. Morales, además de insistir en que los instrumentos esenciales del historiador son las fuentes históricas, expuso una serie de claves fundamentales con el fin de remediar la carencia de metodología científica que había caracterizado la obra de los cronistas que le habían precedido, y de evitar que se repitiesen en el futuro las falsas tradiciones históricas, basadas en la fabricación de mitos y leyendas. En el ‘Discurso general’ de las Antigüedades, Morales establece cuáles son sus principios metodológicos a la hora de abordar el estudio de las antigüedades, unos preceptos que organiza en torno a trece puntos fundamentales, presentando al lector una relación de lo que él consideraba fuentes esenciales para el conocimiento de la historia antigua de España y los restos arqueológicos legados por ésta. Fruto de una labor concienzuda, este breve aunque discutible texto esconde el primer tratado metodológico acerca del estudio de la historia antigua a través de los restos arqueológicos, convirtiéndose en un documento de vital importancia, no tanto desde el punto de vista interpretativo o de presentación de resultados, sino como hito significativo en la conformación de la arqueología como ciencia. Las Antigüedades son el primer texto en el decurso de la historiografía española con un propósito y una metodología verdaderamente arqueológicos, un método, que podríamos denominar “paleoarqueológico”.

Así, Morales concede a las fuentes históricas un valor trascendental siempre y cuando se lleve a cabo un análisis crítico de las mismas con el fin de matizar aquellos aspectos que les resten veracidad. La dificultad de emitir juicios en cuestiones de carácter arqueológico, y la relatividad de las afirmaciones que en este campo se emitan, son algunas de las consideraciones iniciales de Morales, aunque más que una excusa a posibles errores interpretativos, constituyen un precepto básico de la ciencia arqueológica sumamente moderno para la época del cronista. De este modo, entiende su proceso de investigación como fruto de una serie de evidencias arqueológicas derivadas de la valoración de las distintas fuentes históricas que previamente él ya ha aceptado como genuinas, unas fuentes cuya utilización no debe ser sesgada o parcial, lo que conduciría a errores de apreciación e interpretación, sino que deben ser valoradas conjuntamente y de un modo integral con el fin de obtener fundamentos suficientes para construir una hipótesis. Dentro de estas fuentes arqueológicas, Morales otorgará una importancia vital a las monedas e inscripciones, siendo especialmente innovadoras y esclarecedoras sus aportaciones en el campo de la numismática y, sobre todo, de la epigrafía.

La numismática es para el cronista uno de sus principales instrumentos de investigación, porque “lo mucho que estas monedas descubren y averiguan en la Historia y en las antigüedades, todos los hombres doctos lo entienden y por toda esta Crónica se parecerá”. Para ello estudió, además de la suya, las mejores colecciones numismáticas que había en la España del momento, entre ellas la de Felipe de Guevara, la de Diego de Mendoza o la de Antonio Agustín, el fundador de la numismática como ciencia moderna. A Morales le interesaban especialmente las monedas en tanto en cuanto aportaban numerosos datos para la toponimia antigua, ya que en sus leyendas se podían encontrar los nombres antiguos de las ciudades de Hispania, libres de las deformaciones o interpolaciones que se transmitían en las sucesivas copias de los manuscritos de las fuentes literarias. Mucho más ricas eran las inscripciones, que aportaban mayor número de informaciones muy variadas para el conocimiento del pasado.

Aunque Morales no fue el primero en la utilización de la epigrafía, gran mérito suyo es haber clarificado el confuso panorama existente y la fijación de unas pautas a seguir por los interesados en las inscripciones romanas, en una coyuntura en que en España se estaba produciendo un auge de los estudios epigráficos.

Si bien se tiene constancia —fundamentalmente, a través del Codex Valentinus de la Biblioteca Nacional de Madrid— de la existencia de colecciones de textos epigráficos realizadas por autores como Ocampo o Zurita con anterioridad a la obra de Morales, será este último quien establezca una serie de pautas para la interpretación de las inscripciones, preceptos que serán el punto de partida de posteriores investigaciones, que poco a poco irán asumiendo sus principales novedades, tales como la elaboración de una tipología de los epígrafes, la valoración del soporte epigráfico como fuente de información y la preocupación por los aspectos paleográficos. Morales establece una tipología de los epígrafes, a partir de la morfología del monumento y de la finalidad que originariamente poseía la inscripción, diferenciando entre “piedras antiguas Romanas de sepulturas, medidas de caminos, aras o altares pequeños y dedicaciones”. Con esta clasificación, pretendía establecer una homogeneidad de partida con vistas a las conclusiones que se pudieran derivar de los estudios epigráficos así como evitar errores de identificación, descripción e interpretación. Según él mismo expresa, la “división ha de servir adelante mucho para todo lo que aquí se ha de enseñar: es menester saberla y notarla, porque también no erremos en esto”. Más novedosa es todavía la valoración que Morales concede al soporte epigráfico —material, color, aspecto, procedencia e incluso contexto del hallazgo— que adopta como fuente de información complementaria al texto, y por ello los dibujos se convierten en algo característico de su tratado sobre las antigüedades; aunque es evidente que Morales, en sus treinta y siete dibujos de inscripciones, empleó un criterio estético no realista, siguiendo modelos monumentales conocidos y utilizando elementos decorativos y estructurales estereotipados, es de destacar su preocupación por ofrecer la imagen complementaria a la descripción de la pieza, aunque no se corresponda exactamente con la realidad.

La insistencia en el estudio de las formas de las letras prueba una vez más la gran perspicacia del cronista que consigue, adelantándose a su tiempo, utilizar la paleografía como argumento cronológico. Distingue dos tipos de letra claramente diferenciados en las inscripciones latinas producidas antes y después del mandato del emperador Adriano: “Letras de estas muy Romanas, esparcidas hermosamente casi en forma cuadrada”, y “letras disformes, muy diferentes de las dichas, y apretadas en la forma, para que ocupasen poco [...] muy costosa y labrada con muy lindos follajes, tiene aquesta mala escritura tupida y disforme”, alude aquí claramente a la letra capital cuadrada y a la más tardía libraria.

La epigrafía, testimonio arqueológico fundamental en el estudio de la Historia, fue la disciplina en la que más destacó Ambrosio de Morales legando a futuros historiadores un primer modelo para su estudio que serviría de referente durante siglos, cumpliendo así con el objetivo que él mismo se había propuesto: “todos los que tienen ingenio, y saben algo, se huelgan mucho con una piedra antigua, y con su escritura: mas pocos entienden como pueden servirse de ella, para las buenas cosas, que muchas de ellas pueden enseñar. Y por ser esto muy necesario, y no haber hasta ahora escrito nada de ello, me pareció cosa justa y provechosa tratarlo aquí tan cumplidamente, como mi intento requiere, y el provecho universal de todos pide”. Sus Antigüedades sería la obra arqueológica más conocida y utilizada no sólo por los autores españoles que le sucedieron sino también por los europeos como, entre otros, el médico de Augsburgo, Adolph Occo, en su edición de las inscripciones antiguas de Hispania (1596), el cronista portugués fray Bernardo de Britto, autor de la Monarquía Lusitana (1597-1609), o el historiador belga, profesor en Heidelberg, Jean Gruytère (Janus Gruterus) en su famoso tesauro de inscripciones (1603). Hay que decir, sin embargo, que, en ocasiones, cegado por su moral cristiana perjudicó gravemente a la ciencia arqueológica unas veces porque mandó destruir textos por su condición de “paganos”, como en el caso de una inscripción funeraria (CIL, II, 2547) utilizada en un altar del monasterio de San Paio de Antealtares en la ciudad jacobea. Inducido por Morales, Juan de Sanclemente, arzobispo de Santiago, mandó picar el texto indigno de un altar cristiano y, otras, porque aceptó falsos cuando le convenían para determinadas hipótesis como los de Aroche (CIL, II, 99* y 100*) que venían a corroborar la aún no segura identificación de la antigua Arucci con Aroche, pues era impreciso el hallazgo de la inscripción en la que se mencionaba la civitas Aruccitana (CIL, II, 963) que, desde principios del siglo xvi se conservaba en Moura (Portugal). No obstante, esta debilidad no desmerece en conjunto su trabajo, pues, como dice Gregorio Mayans refiriéndose a él en su Introductio ad veterum Inscriptionum Historiam Litteraria (págs. 66-67), “¿quién era el que en aquel tiempo no se equivocaba?”.

Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II, pretendió, en definitiva, conjugar el uso de la documentación histórica literaria —cada vez más sometida a la crítica en aquellos momentos por parte de la historiografía— y el correcto conocimiento de las antigüedades de España, para así construir un discurso histórico garante de un grado de veracidad inusitado hasta estas fechas en nuestro país. Polifacético humanista, Ambrosio de Morales además de traducir obras del griego como la Tabla de Cebes, no descuidó el género hagiográfico por lo que comenzaría, hacia 1541, una memoria en latín sobre los santos hispanos. También compuso poemas, como la loa al libro del Buen plazer trobado (Alcala, 1550) de Juan Hurtado de Mendoza, o el dedicado a Hermenegildo, hijo de Leovigildo, por quien, como su Rey, sentía particular devoción; de su pluma salieron también ensayos morales de temática muy variada.

 

Obras de ~: Prisión del arzobispo de Toledo D. Fray Bartolomé de Carranza; La vida el martyrio, la invención, las grandezas y las translaciones de los [...] niños martyres San Iusto y Pastor y el solemne triumpho con que fueron recibidas sus santas reliquias en Alcalá de Henares, Alcalá, Andrés de Angulo, 1568; Relación del viaje que Ambrosio de Morales Chronista de S.M. hizo por su mandato el año de 1572 a Galicia, Asturias y León, ms. en la Real Academia de la Historia (ed. por E. Flórez, Viage de Ambrosio de Morales por orden del rey D. Phelipe II a los reynos de Leon, y Galicia y principado de Asturias para reconocer las reliquias de santos, sepulcros reales, y libros manuscritos de las cathedrales y monasterios. Dale a luz con notas, con la vida del autor y con su retrato, Madrid, Antonio Marín, 1765); Relaciones Topográficas de los pueblos de España; Divi Eulogii Cordubensis martyris, doctoris et electi archipiescopi Toletani Opera studio et diligentia [...] Petri Poncii Leonis a Corduba [...] eiusdem sanctissimi martyris vita per Alvarum Cordubensem scripta; cum aliis nonnullis sanctorum martyrum Cordubensium monumentis; omnia Ambrosii Moralis Cordubensis [...] illustrata, eiusque cura et diligentia excussa; operum catalogus sequitur post praefationes, Compluti, Ioannis Iñiguez a Lequerica 1574; La Coronica General de España que continuava Ambrosio de Morales, natural de Cordova, Coronista del Rey Catholico nuestro Señor don Philipe segundo deste nombre, y cathedratico de Rhetorica en la Universidad de Alcalá de Henares. Prossiguiendo adelante los cinco libros, que el Maestro Florian de Ocampo Coronista del Emperador don Carlos V dexó escritos. Todo lo de las antigüedades de España, y la manera del entenderlas, y averigüarlas, va puesto al cabo en otra obra por sí, Alcalá de Henares, Juan Íniguez de Lequerica, 1574 (vol. I), 1577 (vol. II) y 1586 (vol. III) [reed., Madrid, Benito Cano, 1791- 1792, contiene: Volumen I (libros VI-X): VI Desde las gestas de Lucio Marcio al envío a Roma de cartagineses apresados por parte de los saguntinos; VII. Desde los albores de la dominación romana en España (inicios del siglo ii a. C. aprox.) hasta la muerte de Viriato; VIII. Desde la guerra de Numancia hasta el cambio de Era: IX. Desde el cambio de Era hasta el año 276 d. C.; X. Desde los mandatos de los emperadores Diocleciano y Maximiniano hasta el ocaso de la dominación romana en España. Volumen II (libros XI-XII): XI. La ocupación goda de España, desde sus inicios al fin del reinado de Leovigildo; XII. Desde el reinado de Recaredo y la conversión goda al catolicismo hasta la “destrucción de España por los moros”. Volumen III (libros XIII-XVII): XIII. Desde el alzamiento del Infante Pelayo en Asturias contra los moros y su posterior huida, hasta los inicios del reinado de Ordoño; XIV. Reinado de Ordoño I; XV. Desde los inicios del reinado de Alonso el Magno hasta “la sepultura del Rey Don Ordoño y lo que hay que entender en ella”; XVI. Desde el reinado de Fruela II, hasta el año de la muerte del rey Ramiro III; XVII. Desde el inicio del reinado de Bermudo II hasta algunas memorias de años posteriores a la muerte de Bermudo III]; Las Antigüedades de las Ciudades de España que van nombradas en la Coronica, con la averiguacion de sus sitios, y nombres antiguos [...] Con un Discurso General, donde se enseña todo lo que á estas averiguaciones pertenece, para bien hazerlas y entender las antigüedades [...], Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1575 (ed. como cuerpo aparte del segundo volumen de la Crónica; ed. crítica del manuscrito por J. M. Abascal Palazón, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, 2 vols. [vol. I. Texto; vol. II. Facsímil]); De festo translationis Sancti Iacobi Apostoli per universam Hispaniam celebrando Ambrosii Moralis Cordubensis Catholici Regis Philippi II historici oratio et hispanici iuris ante quinque clarissimos indices Illustrissimos et Reverendissimos Sanatae Romae Cardinales in eadem causa productio, Cordubae, excudebat Iacobus Galván, 1590; Opúsculos castellanos de Ambrosio de Morales, cuyos originales se conservan inéditos en la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial, ahora por la primera vez impresos, ordenados, y anotados con varias noticias históricas por P. Fr. Francisco Valerio Cifuentes, Madrid, Oficina de Benito Cano, 1793; Las obras del maestro Fernán Pérez de Oliva [...] y juntamente quince discursos sobre diversas materias compuestos por Ambrosio de Morales; la Devisa que hizo para el señor don Juan de Austria; la Tabla de Cebes [...], Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1787 (1.ª ed., Córdoba, 1586).

 

Bibl.: E. Hübner, Corpus Inscriptionum Latinarum II: Inscriptiones Hispaniae Latinae, Berolini, 1869, pág. XVI, n. 33; E. Redel Aguilar, Ambrosio de Morales: estudio biográfico, Córdoba, Real Academia Española, Imprenta del Diario, 1909; J.-N. Bonneville, “À propos de l’exploitation des livres anciens par E. Hübner: les Antigüedades de Ambrosio de Morales (1575)”, en R. Étienne (dir.), Épigraphie hispanique. Problèmes de méthode et d’edition (Table ronde tenue à l’Université de Bordeaux III, les 8, 9, 10 décembre 1981), Paris, 1981, págs. 68-83; M. Capel Margarito, “Ambrosio de Morales y la moderna investigación histórica”, en Jerónimo Zurita, su época y su escuela. Congreso Nacional Jerónimo Zurita. Su época y su escuela, Zaragoza, 16-21 de mayo de 1983, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-Diputación Provincial, 1986, págs. 443-450; H. Gimeno Pascual, Historia de la investigación epigráfica en España en los siglos XVI y XVII a la luz del recuperado manuscrito del Conde de Guimerá, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1997; G. Mora, Historias de Mármol. La Arqueología clásica española en el siglo XVIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Polifemo, 1998 (col. Anejos de Archivo Español de Arqueología XVIII); G. Mayans i Siscar, Introductio ad veterum inscriptionum historiam litterariam, ed. de L. Abad, y J. M. Abascal, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999; S. Sánchez Madrid, Arqueología y Humanismo: Ambrosio de Morales, Córdoba, Universidad, 2002.

 

Helena Gimeno Pascual y Sebastián Sánchez Madrid

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