Camilo, Francisco. Madrid, 1614-1615 – 9.VIII.1673. Pintor.
De padre italiano y madre española, quedó huérfano de padre muy niño. Su madre casó en segundas nupcias con el pintor Pedro de las Cuevas (fallecido en 1644), conocido por sus excelentes condiciones de profesor, siendo maestro de muchos pintores de la misma generación de Camilo (Jusepe Leonardo, Pereda, Carreño, Arias, Montero de Rojas, Burgos Mantilla, etc.). Su educación primera hubo de hacerse en el taller de su padrastro, completándola en el estudio de los maestros de la generación anterior, singularmente Carducho, a quien copia en algún momento.
Precoz, Palomino dice que a los dieciocho años había pintado un lienzo grande de San Francisco de Borja para la Casa Profesa de los Jesuitas.
En 1634 está en Zaragoza colaborando en la serie de Reyes de Aragón para el palacio del Buen Retiro en construcción, lo que hace sospechar un contacto aragonés, pues diez años después volvemos a tener noticias en Zaragoza: un cuadro de altar con las Santas Justa y Rufina en la capilla de la Seo de aquella ciudad.
En 1639, a los veinticinco años, es elegido para la decoración del Salón Dorado o de las Comedias del Alcázar de Madrid juntamente con los pintores que parecían más prometedores en el Madrid de aquellos años.
Las pinturas eran retratos sedentes de reyes de Castilla y perecieron en el incendio de 1734. En 1641 trabaja en la galería de Poniente del Alcázar, preparada para recibir a la segunda esposa de Felipe IV, pintando escenas de las fábulas de Ovidio, que provocaron el comentario irónico del Rey: “que Júpiter parecía Jesucristo y Juno la Virgen Santísima”. Pero los trabajos en palacio tardan en cobrarse. Hasta 1661 reclama su pago, que en esa fecha se concluyen de pagar.
El 18 de septiembre de 1643 contrae matrimonio y los años siguientes parece gozar de un considerable prestigio y una saneada economía. En torno a 1646 realiza una serie de lienzos con escenas de la vida de Santo Domingo para el convento de Santo Domingo el Real de Madrid, y en 1649 establece contacto con los cartujos del Paular que se mantuvieron a través de muchos años. La especial sensibilidad devota de Camilo hizo que tuviese buenas relaciones con todas las órdenes religiosas de Madrid y su contorno, e incluso policromó esculturas de Manuel Pereira como el Cristo del Perdón de los dominicos del Rosario. En la década de los cincuenta el pintor está en lo mejor de su arte y pinta algunos de sus lienzos más afortunados: San Juan de Dios (1650, Barnard Castle), Ascensión del Señor (1651, Barcelona) y el Martirio de San Bartolomé (1651) del Prado o el Descendimiento (1654) de la iglesia de San Justo de Segovia. En este tiempo —y en toda su carrera, pues su estilo se mantiene sin apenas cambios a lo largo de su vida— hace uso de estampas ajenas, pero interpretándolas con absoluta libertad y evidente originalidad.
En 1654 nace su hija Luisa Teresa y en 1656 y 1657, se empieza a tener constancia de sus préstamos de dinero a diversas personas de su círculo, indicación de su saneada economía. A la vez figura como tasador de pinturas en ocasión de testamentarias y recibe aprendices que residen en su casa, como Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia en 1662, que en 1665 se obliga a trabajar para Camilo, hasta que una deuda de su padre, que había recibido un préstamo de ciento treinta doblones de oro, estuviese cancelada.
En 1669 acuerda el matrimonio de su hija con el doctor Rodrigo Pérez de Vergara, viudo con hijos, que aportaba al matrimonio dinero y una mayor presencia social. La dote de la hija (que tenía catorce años) se fijaba en 60.786 reales de vellón e incluía 11.000 reales en doblones de oro, testimonio de que la economía de la familia de Camilo estaba muy alejada de la penuria que era frecuente en los pintores españoles. En los últimos años de su vida no decrece la actividad del pintor, e incluso algunas de sus obras mayores están fechadas en estos años finales. Murió en 1673 y los más grandes lienzos como San Pedro consagrando a San Torcuato (Museo del Prado, en depósito en Toledo, Hospital Tavera) y San Carlos Borromeo en la peste de Milán (catedral de Salamanca) están pintados entre 1666 y 1673. Se le enterró en la iglesia de San Sebastián de donde era parroquiano.
De su carácter y de sus cualidades personales nos informan sus primeros biógrafos. Díaz del Valle, que era amigo del pintor, dice que era muy amable y dulce.
Palomino, que no le conoció y habla por testimonio de los que sí le conocieron dice de él que era de “linda pasta y trato apacible”, que tenía una cierta cultura literaria (“muy noticioso de las fábulas”) y un genio “inclinado a lo dulce y devoto”. Estaba muy orgulloso de su ascendencia italiana que Palomino dice, tomándolo de Díaz del Valle, de “familia ilustre”, enlazándo lo con la estirpe de los Camillos que se remontaba al héroe Camillo, liberador de Roma del asedio de los galos. El pintor mismo firma algunas veces con la grafía “Camillo” a la italiana.
Su sensibilidad se inclinaba por lo tierno y delicado, sirviéndose de formas fusiformes y ondulantes, muy alargadas y personales, el colorido es claro y la pincelada nerviosa y deshecha muy personal.
Entre sus discípulos, además del mencionado Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, se cuenta Andrés de Vargas (1613-1674) que al decir de Palomino era tan semejante de su manera “que muchos cuadros suyos están reputados por ser de su maestro”.
Obras de ~: Guirnalda de flores con Vanitas (en colaboración con Juan de Arellano, Museo de Valencia), 1646; Adoración de los pastores (Chazen Museum of Art, Madison, Wisconsin, EE. UU.), 1649; Santiago matamoros (catedral, Ciudad Rodrigo), 1649; San Antonio Abad y San Pablo ermitaño (Museo del Prado, ambos procedentes de la Cartuja del Paular) 1649; Santo Tomás de Villanueva (Agustinos de Pamplona), 1650; San Jerónimo azotado por los ángeles y Martirio de San Bartolomé (Museo del Prado, procedente de los Carmelitas Descalzos de Madrid), 1651; San Luis rey (Museo de Sarasota, EE. UU.), 1651. Familia de judaizantes azotando al crucifijo (Museo del Prado, procedente del convento capuchino del Cristo de la Paciencia), 1651; Retablo, Pinto (Madrid), 1654; Trinidad (Museo de Pamplona), 1657; Retablo, Santorcaz (Madrid), 1656; Retablo, Otero de Herreros (Segovia), 1659; San Bruno (Salesas Nuevas, Madrid), 1661; San Joaquín y la Virgen Niña y San José y el Niño, retablo de la Fuencisla (Segovia), 1622; San José y San Benito, retablo de las Benitas de Toledo, 1663.
Bibl.: A. Palomino, Museo pictórico y escala óptica, Madrid, 1715; A. Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España, t. I, Madrid, en la Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800, págs. 196 y ss.; F. J. Sánchez Cantón, Fuentes literarias para la Historia del Arte Español, t. II, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1933- 1941 (texto de Díaz del Valle de 1657); D. Angulo Íñiguez, “Francisco Camilo”, en Archivo Español de Arte (AEA) (1959), págs. 84-107; “Nuevas obras de Francisco Camilo”, en AEA (1965), págs. 59-61; J. L. Barrio Moya, “ Algunas precisiones sobre un cuadro de Camilo depositado en el Museo Provincial de Huesca”, en Boletín del Museo del Prado, vol. IV, n.º 10 (1983), págs. 54-56; F. Collar de Cáceres, “Más pinturas de Francisco Camilo en Segovia”, en Archivo Español de Arte (1986), pág. 277-290; A. E. Pérez Sánchez, Francisco Camilo. Un pintor en el Madrid de Felipe IV, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998 (con bibliografía exhaustiva).
Alfonso E. Pérez Sánchez