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Alonso del Arco

Biografía

Arco, Alonso del. El Sordillo de Pereda. ¿Madrid?, c. 1635 – Madrid, 19.VIII.1704. Pintor.

Aunque la fecha y el lugar de su nacimiento son datos que no han podido ser confirmados, Alonso del Arco debió de nacer en torno a 1635 y, al parecer, fue natural de Madrid; así lo dice al menos su primer biógrafo, Antonio Palomino, y como tal le considera Álvarez y Baena en su obra Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes.

Alonso del Arco, sordomudo de nacimiento, fue el hijo primogénito de Sebastián del Arco, vecino de Yebra (Guadalajara), y de Antonia Moreno, vecina de Segovia, y tuvo al menos una hermana, Catalina, la cual murió antes que Alonso y le dejó en su testamento un legado de quinientos ducados. Además, por herencia de su padre, le correspondía en Yebra un vínculo y mayorazgo fundado por el presbítero Francisco Pérez, que ya poseyó su abuelo Melchor del Arco. Al presentarse Alonso en Yebra para tomar posesión de los bienes derivados de dicha herencia, no fue bien recibido por algunos parientes o vecinos, quienes llegaron incluso a agredirle y causarle heridas, por cuya razón, el 21 de noviembre de 1655, otorgó un poder a favor de su tío Francisco Caro del Arco, vecino de Pastrana (Guadalajara), para que se hiciera cargo de sus bienes y le representara en la querella que había entablado con sus agresores.

Algunos años después, el 21 de enero de 1671, otorgó Alonso del Arco un nuevo poder a favor de Dionisio Caro del Arco y del licenciado Juan Caro del Arco, hijo del anterior y prebendado de la colegial de Pastrana, para que administraran los frutos y bienes de su vínculo y mayorazgo en Yebra, y mucho más tarde, el 29 de septiembre de 1698, transmitió este poder a su esposa, María Millet, con la que había contraído matrimonio el 2 de julio de 1668 en la parroquia de San Justo y Pastor, de Madrid, velándose al año siguiente en la de San Sebastián. En esta última parroquia bautizaron a los cuatro hijos de los que se tiene noticia: Sebastián Melchor, nacido el 5 de enero de 1672; Antonio Robustiano, el 24 de mayo de 1688; María Vicenta Juana, el 28 de junio de 1689, y Bárbara Javiera Ramona, el 4 de diciembre de 1691.

En torno a 1660, Alonso del Arco ingresó en el taller de Antonio de Pereda y en él llegó a ser uno de sus discípulos más aventajados, hasta el punto de ser conocido en su tiempo como El Sordillo de Pereda. No se conoce la fecha en que Alonso del Arco se estableció con taller propio, aunque es probable que lo hiciera en torno a 1663-1664, puesto que ya el 16 de abril de 1664 realizó la tasación de las pinturas que quedaron a la muerte de Juan de San Martín como “maestro pintor”. Se sabe también que el 6 de febrero de 1670 firmó un concierto con Antonio Guerrero para enseñarle en dos años “el arte de pintor”, y en esta escritura figura nuevamente como maestro pintor.

El 12 de abril de 1673 procedió a tasar las pinturas de Petronila de Molina y Zapata, enfermera mayor del hospital de Antón Martín; el 19 de octubre de 1677 fue llamado para tasar las pinturas del licenciado Juan López de Ajebar, teniente cura de la iglesia de San Sebastián, de la que Alonso era parroquiano, y el 13 de marzo de 1678 hizo lo propio con las de Manuel de Agraz, maestro de hacer coches. Más adelante, el 12 de junio de 1681, inició la tasación de las pinturas que quedaron a la muerte de Ana de Silva, marquesa de Aytona, de cuyo hijo, Miguel de Moncada, había realizado un retrato en 1674, y el 16 de enero de 1694 tasó las pinturas de Manuel Ponce de León, duque de Arcos.

Desde tiempo atrás, los pintores de Madrid sostenían un pleito con la Hermandad de Nuestra Señora de los Siete Dolores, por considerar que no era obligación de ellos “sacar a su Divina Magestad en la procesión del Viernes Santo por la tarde”. Así, en mayo de 1677, Alonso del Arco y otros treinta y cuatro “profesores del arte de la pintura” firmaron una escritura solidarizándose entre sí para continuar el citado pleito, y el 10 de abril de 1680, en unión de Martín de Casasola, pidió nuevamente Alonso del Arco quedar libre de la mayordomía de sacar a Nuestra Señora en la citada procesión del Viernes Santo.

Artista prolífico, se conocen en la actualidad cerca de cien obras firmadas por el pintor y de ellas más de cuarenta también fechadas. Ello no quiere decir, sin embargo, que todas sean de su mano y de la misma calidad, ya que, según cuenta Palomino, cuando llegó a su mayor edad y degeneró su pintura, era su mujer la que ajustaba los encargos en precios más bajos que a los que estaba acostumbrado y los hacía bosquejar en el taller por los discípulos, limitándose su marido a retocarlos y firmarlos. En su primera obra fechada que hoy se conoce, La aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco de Asís en la Porciúncula (convento de San Pascual, Madrid), de 1663, sigue con fidelidad un modelo de su maestro Pereda, y también lo hace en las versiones más tempranas de la Inmaculada Concepción, de 1674 y 1676, la primera de ellas de los Jesuitas de Alcalá de Henares (hoy en paradero desconocido) y la segunda conservada en el convento de los padres Capuchinos de Jesús de Medinaceli, en Madrid.

En torno a 1666 se llevó a cabo la decoración de la capilla de San Isidro aneja a la parroquia de San Andrés, en la que intervinieron pintores de la talla de Juan Carreño de Miranda y Francisco Rizi, y en ella participó también Alonso del Arco con cuatro pinturas, “de lo mejor” que había pintado, según Palomino, y que representaban el Nacimiento de la Virgen, los Celos de San Isidro, San Joaquín y Santa Ana; no se conserva ninguna de estas pinturas.

Otra obra importante de Alonso del Arco, que no ha llegado a nuestros días pero que realizó en torno a 1673, fue la pintura del retablo, lunetos y pechinas de la capilla de la Virgen de la Novena, en la parroquia de San Sebastián, en cuyo encargo probablemente influyó su condición de parroquiano.

Alaba Palomino la calidad de sus retratos y buen ejemplo de ella es el de Don Miguel de Moncada, Marqués de Aytona, firmado y fechado en 1674, que perteneció a la colección de la duquesa de Almazán y se encontraba hace unos años en el comercio de arte madrileño. También de 1674 es el Retrato del Cardenal Nithard, perteneciente a los fondos del Museo del Prado y depositado en el Consejo de Estado. Bastante más tardío, de 1696, es el Retrato de doña Mariana de Austria, conservado en el Museo de Santa Cruz de Toledo.

El día 13 de enero de 1680 hizo su entrada en la Corte la reina María Luisa de Orleans y, como era habitual, se adornó con diversos arcos el recorrido de la regia comitiva, desde el palacio del Buen Retiro hasta el Alcázar. Para la realización de los arcos se contrató a tres pintores acreditados en la Corte, Claudio Coello, Matías de Torres y José Donoso, los cuales, a su vez, por escritura de 3 de septiembre de 1679, dieron entrada a otros ocho artistas madrileños, entre los cuales se encontraba Alonso del Arco, con el fin de que colaboraran con ellos en la realización de las pinturas, debiendo proporcionar los tres maestros los oportunos dibujos a los demás pintores.

La década de 1680 fue sin duda la de mayor prosperidad para el maestro Alonso del Arco y de su actividad se conservan numerosas pinturas que se cuentan entre las más correctas de su producción. De 1680 se guarda en el Museo de Santa Cruz de Toledo un lienzo con la representación de Santo Domingo en Soriano, en cuya composición se aparta del modelo de su maestro y se muestra más cercano al de Claudio Coello. A 1682 y 1683 corresponden, respectivamente, la Virgen de la Merced y la Inmaculada Concepción, depositadas por el Museo del Prado en la Universidad de Barcelona, y en esta versión de la Inmaculada, de composición más abierta y dinámica y formas más sinuosas y estilizadas, puede verse la evolución del maestro desde las primeras versiones cercanas a los modelos de Pereda. Otro lienzo importante de este período es el de La Magdalena despojándose de sus joyas (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo), firmado en 1688, obra interesante por tratarse de un tema poco habitual en nuestra pintura del siglo xvii y porque en ella aborda Alonso del Arco la representación de un desnudo femenino.

Aunque la técnica más cultivada por Alonso del Arco fue sin duda la del óleo, se sabe que era igualmente hábil en el fresco y en el temple, como lo demuestra la decoración que realizó en 1689 en la capilla mayor y camarín de la ermita de la Virgen de la Oliva en Almonacid de Toledo (Toledo) con escenas de la vida de la Virgen y del milagroso hallazgo de la imagen allí venerada. También de ese año es una curiosa pintura votiva a favor de la sucesión de Carlos II; se trata de la representación de Nuestra Señora del Auxilio, tradicional imagen de devoción en Valencia que el pintor reproduce dentro del cuadro, el cual se exhibe en el Museo de la Ciudad, de Valencia.

Pocos años después, en 1693, repite Alonso del Arco la integración en un lienzo suyo de una obra de devoción anterior; se trata esta vez de La Virgen del Consuelo que conservan los padres capuchinos de El Pardo, pero en este caso es realmente el lienzo antiguo de la Virgen el que está integrado hábilmente en un lienzo mayor, limitándose el pintor a representar a Felipe III, con todo el acompañamiento barroco propio de finales del siglo xvii, arrodillado ante la imagen antigua.

La llegada a la Corte del napolitano Luca Giordano, en 1692, tuvo enorme repercusión en el círculo de artistas madrileños y su influencia también se dejó sentir en la obra de Alonso del Arco. Valga de ejemplo el San Antonio de Padua recibiendo el Niño de manos de la Virgen que se encuentra en el convento de Santo Tomás, de Ávila, y otro segundo ejemplar del mismo tema que se le atribuye en la catedral de Valladolid.

Palomino sitúa por los años de 1690 la degeneración de su pintura, a causa de los “achaques de gota y otros semejantes” que padecía y del descenso de la categoría de su clientela; no obstante lo cual, el maestro sigue realizando obras de empeño. De 1697 data La muerte de San José (Museo de Santa Cruz, Toledo) y en 1702 acomete el gran lienzo del Bautismo de Cristo que se encuentra en la iglesia de San Ildefonso, de Toledo, inspirándose en obras muy anteriores, de Pereda y Van de Pere. Otro enorme lienzo de altar, el del Martirio de San Andrés, en el retablo mayor de la iglesia parroquial de Yunclillos (Toledo), así como los colaterales de San José y de Santa Teresa, pueden fecharse también en ese momento.

El 29 de julio de 1704, Alonso del Arco otorgó testamento ante el escribano de Madrid Juan López Rodríguez, designando como albaceas testamentarios a su esposa, a Juan Gerar y a Luis Millet, su cuñado y también pintor. Pocos días más tarde, el 9 de agosto, falleció Alonso en su domicilio de la plazuela de San Juan, y fue enterrado “de secreto” en la parroquia de San Sebastián. A su muerte parece que no quedaban vivas más que las dos hijas, ambas “religiosas en el convento de la Concepción que llaman de Pinto, aunque no profesas”. Añade Palomino que el marqués de Santiago, para quien Alonso había trabajado en la decoración del oratorio de sus casas principales, ante la necesidad y suma pobreza en que quedó su familia, entró religiosas a su costa a las dos hijas y ayudó a su viuda.

Como buen representante de la llamada escuela madrileña, Alonso del Arco posee excelentes dotes de colorista, así como soltura y facilidad en el manejo de los pinceles, aunque adolece de un cierto descuido en el dibujo. A la hora de componer, recurrió en diversas ocasiones a modelos de su maestro y de otros artistas contemporáneos, asimismo, existen ejemplos de que se sirvió de estampas, especialmente de Rubens, pero no hay que olvidar que éstas eran una fuente de inspiración habitual para los artistas de la época. Sin embargo, los personajes que pueblan sus numerosas pinturas responden a un tipo humano muy personal, de frente ancha y despejada, ojos grandes y abombados, y barbilla y boca pequeñas, que hacen fácilmente identificables las obras no firmadas.

 

Obras de ~: La aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco de Asís en la Porciúncula, convento de San Pascual, Madrid, 1663; Inmaculada Concepción, 1674; Don Miguel de Moncada, Marqués de Aytona, 1674; Retrato del Cardenal Nithard, 1674; Inmaculada Concepción, 1676; Santo Domingo en Soriano, 1680; Virgen de la Merced, 1682; Inmaculada Concepción, 1683; La Magdalena despojándose de sus joyas (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo), 1688; Capilla mayor y camarín de la ermita de la Virgen de la Oliva, Almonacid (Toledo), 1689; Retrato de doña Mariana de Austria, 1696; La Virgen del Consuelo, Padres Capuchinos de El Pardo (Madrid); San Antonio de Padua recibiendo el Niño de manos de la Virgen que se encuentra en el convento de Santo Tomás, de Ávila; La muerte de San José (Museo de Santa Cruz, Toledo), 1697; Martirio de San Andrés del retablo mayor de la iglesia parroquial, Yunclillos (Toledo).

 

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Natividad Galindo San Miguel