Ezquerra Pérez, Jerónimo. Madrid, 1656 – 18.II.1733. Pintor.
Jerónimo Ezquerra era hijo de Lucas de Ezquerra, oriundo de Medina de Pomar (Burgos), y de su segunda mujer madrileña —de familia de plateros— Isabel Pérez de Aller, casados en la Corte el 27 de enero de 1642.
Su infancia y adolescencia permanecen aún oscuras, si bien Jerónimo pronto mostró una decidida inclinación por la pintura, y su padre, al parecer un mercader de paños, no queriendo contrariar la voluntad de su hijo, le llevó a la escuela de Alonso del Arco (1631- 1704), un pintor sordomudo de nacimiento entonces muy reclamado en la Corte. Ezquerra cumplió con Arco su primera etapa formativa de aprendiz, y pasó en 1674 al obrador de Juan Carreño de Miranda (1614-1685), pintor de Cámara, que lo perfeccionó en el colorido y le facilitó el acceso a las pinturas de la Colección Real, cuyos ejemplos venecianos hubo de estudiar con especial atención. En el taller de Carreño permaneció once años y se convirtió en uno de sus discípulos más queridos, pues figura como testigo en el testamento del maestro y, más tarde, en el de su viuda como legatario de objetos personales al recibir la espada y daga de su marido.
Las primeras noticias que se conocen de Ezquerra como profesional datan de 1677 y le vinculan como tasador de pinturas, actividad que desempeñó asiduamente hasta el final de su vida, llegando incluso a reclamar, en 1724, su ejercicio oficial en la Corte al haberse restringido sólo a Antonio Palomino y Juan García de Miranda mediante un auto promulgado ese año por el Consejo de Castilla. Ezquerra elevó una protesta general junto a una veintena de pintores y logró que en 1725 se le nombre tasador oficial en la Corte.
Aparte de su actividad profesional como pintor hay que reseñar otra como Arquero de la Guardia de Corps, profesión que hubo de ejercer en la Casa Real desde fechas tempranas y que no obstante haber sido reconocida socialmente con una solicitud de medalla, su ocupación hubo de alejarle, sin duda, de su labor pictórica. Sus encargos públicos fueron escasos (Apostolado de medio cuerpo —sin localizar— para la iglesia de San Felipe Neri), y lo poco que de él se conoce hoy le muestra estrechamente ligado a la técnica de Carreño siendo un fiel difusor de sus modelos, entre ellos, el de Inmaculada Concepción, cuyo prototipo versionó con brillante elaboración personal en varias ocasiones —1710, Monasterio de Santa Engracia, Olite (Navarra); colección particular, Madrid; Museo Diocesano de Vitoria)—. Consta incluso que algunas de sus obras eran tan similares a las de Carreño que pasaban por ser del maestro, como un San Pascual Bailón —hoy sin localizar— para la iglesia madrileña del convento de San Gil.
Una de sus obras más importantes por la que se le reputa como uno de los mejores paisajistas del “tardobarroco” español, es la bella alegoría de El Agua (Museo del Prado) compuesta por encargo real entre 1717 y 1720 para la serie de los Cuatro Elementos, en la que intervinieron también Palomino y Nicolás Vaccaro. El lienzo representa un bosque frondoso, repleto de elementos acuáticos, donde se pueden ver varias escenas con trasuntos mitológicos que hacen referencia completa al ciclo hidrológico. La técnica es dividida y “esponjada” al modo de Carreño y la concepción del paisaje, aunque en clave veneciana seiscientista, da ya un paso adelante y corresponde a su fecha. Es probable que la excelente ejecución del lienzo, sin duda el mejor de la serie, le valiese alguna distinción, pues a partir de ese momento se le cita como “pintor de su majestad” en algunos documentos.
Además de su especialidad en el campo del paisaje, del que se conservan otras bellísimas muestras, cultivó también el retrato (un Infante francés citado en el Inventario del Buen Retiro de 1794 —sin localizar—), floreros al modo de Bartolomé Pérez (iglesia de San Felipe Neri —sin identificar—) y bodegones.
Sobre su vida personal se sabe que casó con Catalina García Lozano, natural de Cabanillas del Campo (Guadalajara), y que tuvo domicilio fijo en la madrileña calle del Limón baja, barrio de Leganitos.
No parece que tuviesen hijos —al menos que les sobreviviesen— y el 1 de febrero de 1717 el matrimonio se da poder mutuo para testar en caso de fallecimiento. Diez años más tarde, el 19 de diciembre de 1727 murió Catalina, fue enterrada de acuerdo con su voluntad en la bóveda del Santísimo Cristo de los Milagros de la iglesia de San Martín.
Ezquerra formalizó las voluntades testamentarias de su mujer el 7 de febrero de 1728 y dos días después las suyas, en las que expresaba se le enterrara junto a Catalina y dejó por herederos a sus cuatro sobrinos: José Bozaya, canónigo de la Magistral de Alcalá de Henares, María Antonia Cazorla, Josefa Cazorla y Bernabé García Gallego, hijo este de una hermana del pintor llamada Alfonsa, fallecida en Madrid el año 1692.
Artista longevo, Jerónimo Ezquerra murió a los setenta y siete años de edad, el 18 de febrero de 1733.
El inventario de sus bienes refleja un estatus económico y cultural alto, poseedor de numerosos muebles, libros, estampas, plata y otros valiosos objetos.
Las pinturas fueron tasadas por su íntimo amigo, el pintor del Rey, Miguel Jacinto Meléndez, a quien precisamente Ezquerra muchos años antes, en 1716, le había valorado las suyas en ocasión de un segundo matrimonio.
Como persona, Jerónimo Ezquerra era, al parecer, amable en su trato y con paciencia para enseñar, por lo que tuvo bastantes discípulos, entre ellos, el famoso pintor Andrés de la Calleja.
Obras de ~: El Agua, Museo del Prado, Madrid; Inmaculada Concepción, Monasterio de Santa Engracia, Olite (Navarra), 1710; Huida a Egipto (Colección particular, Madrid); Inmaculada Concepción, Museo Diocesano, Vitoria; Inmaculada Concepción; Paisajes, Palacio San Ildefonso (Segovia).
Fuentes y bibl.: Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Memorial de D. Antonio Sanz al M. de Grimaldi al reimprimir las obras de Palomino pidiendo a la Real Academia datos sobre la vida y obras de los artistas que florecieron desde 1724-1775; Archivo General de Palacio, Inventario del Palacio del Buen Retiro de 1794 (Archivo del Palacio Real de Madrid).
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Álvaro Piedra Adarves