Ayuda

Pedro de Soto

Biografía

Soto, Pedro de. Alcalá de Henares (Madrid), c. 1498 – Trento (Italia) 20.IV.1563. Teólogo, dominico (OP) y consejero imperial.

Se ignora la fecha exacta de su nacimiento, pero muere anciano y achacoso; se cree que debía de tener al morir en 1563 unos sesenta y cinco años, o poco más. Él dice que fue bautizado en Alcalá de Henares; en aquel tiempo en que el bautismo se hacía en el mismo día o en los días inmediatos al nacimiento, es de pensar que fuera ese también el lugar en el que vino al mundo. Su padre, Pedro Rodríguez de Soto, era hijo del licenciado García Rodríguez de Hontiveros, del Consejo Real; su madre era María de Vergara, vecina de Ávila. Su padre dejó heredero en testamento a Garci Rodríguez de Vergara, hermano de Soto y conquistador de Paraguay. Los historiadores antiguos del convento de los Dominicos de Salamanca aseguran que estudió en la Universidad del Tormes y que, atraído por la vida religiosa y de estudios de ese convento, ingresó en él. En la universidad salmantina debió hacer al menos los estudios de Gramática y Humanidades, y de Artes o Filosofía. Tomó el hábito de la Orden de Predicadores el 31 de marzo de 1518 en manos del prior, el gran reformista Juan Hurtado e hizo la profesión religiosa e1 1 de abril de 1519. Pocos años más tarde, fue enviado a Toledo, donde el mismo Pedro de Soto dice que recibió el presbiterado.

Aquí debió culminar los estudios teológicos, iniciados en Salamanca, pues el convento de Toledo gozaba de estudios superiores de alta calidad.

Amante siempre de la vida retirada de oración, de las observancias conventuales y del estudio, se retiró en julio de 1527 al convento de Talavera de la Reina (Toledo), que acababa de ser fundado por el reformista Juan de Hurtado para vivir la estricta observancia de la Orden. En el libro de profesiones de ese convento, se encuentra su firma en los años 1528- 1529. Como subprior en Talavera, aparece su firma en 1530. El fruto de su vida contemplativa y de estudio lo manifestaba en la enseñanza de teología en este convento y en la predicación al pueblo, sus dos actividades preferidas. En febrero o marzo de 1532, fue elegido prior de Ocaña, otro convento de estricta observancia fundado también recientemente por Juan Hurtado. Su firma en el libro de profesiones aparece ya el 25 de marzo de 1532. Sigue en Ocaña su sistema predilecto de vida: meditación, estudio, enseñanza de la teología, predicación al pueblo. Sobresalió muy notablemente en la predicación y en la enseñanza, pues la recompensa de la Orden no se hizo esperar. El capítulo provincial celebrado en Toro el 4 de mayo de 1533 le confirió el título de predicador general y el de presentado en Sagrada Teología. El grado de presentado era el paso previo al de maestro, que le llegará unos años más tarde.

Terminado el trienio de su priorato en Ocaña, fue elegido como prior por los frailes del convento de Talavera.

Por los libros de profesiones, se sabe que a mediados de enero de 1535 era todavía prior de Ocaña y que a principios de febrero de ese año era ya prior de Talavera, pues recibió aquí una profesión religiosa el 7 de febrero de 1535. Siguió en su actividad de predicación y de enseñanza de la teología, que no abandonará hasta el final de su vida. Al terminar el priorato de Talavera volvió a ser elegido prior por los frailes de Ocaña, donde recibe una profesión en marzo de 1538. La última que recibió en este segundo priorato de Ocaña fue el 24 de agosto de 1540. En octubre de 1541, ya hay en Ocaña otro prior. En abril de 1542, es transferido a Aranda de Duero, de cuyo convento fue cofundador. Se intentó hacer un colegio, pero Pedro de Soto, que veía un peligro en el exceso de colegios, prefirió una casa de estricta observancia, como las de Talavera y Ocaña. La vida seguida en Aranda no cambió en nada para Pedro de Soto. El capítulo provincial celebrado en Benavente en 1541 pidió para él y para Melchor Cano el grado de maestros en Sagrada Teología. Aceptada en Roma la petición, en el capítulo provincial de Toledo de 1553 fueron confirmados esos magisterios. Eran raros en una misma persona los dos títulos supremos conferidos por la Orden: predicador general y maestro en Sagrada Teología.

Muerto el confesor del emperador Carlos V, el dominico fray Diego de San Pedro, en 1542, quizás ya en junio de ese año, fue nombrado confesor imperial Pedro de Soto. Hubo, pues, de abandonar el silencio y la paz y la vida contemplativa, para servir a la Iglesia y al Rey en puestos de mucho trabajo y responsabilidad.

Sin dejar la enseñanza ni la predicación y su oficio de confesor de Carlos V, el mismo emperador lo propone al maestro de la Orden para visitador de la provincia dominicana de Aragón, que se esfuerza por mantener el espíritu de la plena reforma, conseguida hacía unos doce años. Comenzó su oficio de confesor y consejero imperial el 1 de junio de 1542. El maestro de la Orden, recién elegido, Alberto de Las Casas, lo nombró vicario general para la extensa provincia de la Germania Inferior, que comprendía la parte occidental de Alemania, Holanda y Bélgica. Como reflejo de su actividad y de su pensamiento reformista puede tomarse la carta con las correspondientes ordenanzas enviada al capítulo provincial de Brujas del 11 de septiembre de 1545. Anima a los frailes a la observancia religiosa estricta, que favorece el estudio y la meditación; les pone el ejemplo de Santo Domingo, que en la oración y el estudio caldeaba su espíritu con la presencia de Dios y el celo de la salvación de las almas, y disponía la mente para una buena predicación.

Pedro de Soto promovió el estudio de la Teología en Alemania, Holanda y Bélgica como remedio seguro para la evangelización y para la controversia de alto nivel con los protestantes. Como vicario general del maestro de la Orden se conserva todavía algún documento en 1548. Alberto de Las Casas, que le había dado ese cargo, murió en 1544. No se eligió sucesor hasta junio de 1546 y cayó la elección en el italiano Francisco Romeo, que confirmó a Pedro de Soto en el cargo de su vicario general para Alemania el 6 de febrero de 1547.

En 1548, como fruto de la victoria de Mülberg, Carlos V convocó una reunión de teólogos católicos y protestantes para elaborar un documento intermedio que uniera las dos confesiones. En ella trabajó muy eficientemente Pedro de Soto. El documento elaborado fue el Interim de Augsburgo, que estaría en vigor hasta las decisiones últimas del Concilio de Trento, con intervención también de los protestantes, a los que pensaba el Emperador obligar a asistir. El documento no satisfizo a los dirigentes de ninguna de las confesiones. Pedro de Soto cesó en su oficio de confesor de Carlos V en ese mismo año y le sucedió en el cargo el también dominico Domingo de Soto.

El cardenal de Augsburgo había puesto su confianza en Pedro de Soto y lo tomó como asesor en su proyecto de elevar el nivel religioso e intelectual de su archidiócesis y consiguió del maestro de la Orden que le nombrara vicario general para la provincia dominicana de Teutonia. Recibió este oficio con los más amplios poderes en marzo de 1549. A las órdenes del citado cardenal consiguió la fundación de la universidad de Dilingen. Aquí ejerció la enseñanza de la Teología Escolástica junto con otros maestros traídos de España. Dejó fama de óptimo pedagogo, recibiendo en algunos testimonios el nombre de “theologus incomparabilis”.

Envió estudiantes alemanes a España, cuya escuela de Salamanca gozaba de ser el mejor centro teológico católico de Europa, para que, formados en la más sana teología, volvieran luego como profesores a las universidades alemanas. Este sistema de previsión lo adoptaron después los jesuitas, que sucedieron a Soto en esa universidad. En el capítulo provincial de Gmund un discípulo de Soto, ya profesor de gran fama, propuso como remedio para restaurar y promocionar la Orden Dominicana en Alemania el sistema preconizado y practicado por Pedro de Soto: no es necesario multiplicar los colegios, sino que basta con atender bien los centros que ya se tienen; se deben llevar con rigor los estudios, y dedicar a la enseñanza los bien preparados para ese ministerio. Y concluía: “si me permitís, iré hasta la misma España y volveré con el reverendísimo padre fray Pedro de Soto y con algún otro padre, o tal vez con tres o cuatro padres doctos y piadosos”. En marzo de 1552, el luterano Mauricio de Sajonia traiciona a Carlos V. Los profesores y estudiantes de la Universidad de Dilingen tuvieron que huir; Pedro de Soto iba entre ellos.

Al subir al trono de Inglaterra María Tudor en 1533, se pensó en una vuelta a la Iglesia de Roma de la reformada Inglaterra y se comenzaba a proyectar el matrimonio de María con el príncipe Felipe. Soto fue llamado por el Emperador a Bruselas para que lo asesorara sobre esta materia en 1553. El 28 de marzo de 1553, llamado por el rey Felipe, marchó a Inglaterra y regentó una Cátedra de Teología en la Universidad de Oxford. Participó en el concilio provincial de Westminster de principios de 1556 como asesor del cardenal R. Pole. En junio de ese año, vuelve a Bruselas, llamado por Carlos V.

En Bélgica se encuentra en 1556, cuando estaba a punto de estallar la guerra del papa Pablo IV contra Felipe II, pretendiendo expulsar de Italia el dominio hispano. El Rey de España consultó a los teólogos sobre la licitud de un enfrentamiento bélico contra el pontífice romano. Entre los consultados de Bélgica se encontraba Pedro de Soto, cuyo informe ha desaparecido. En España fueron consultados Domingo de Soto, Melchor Cano y Mancio de Corpus Christi. El más famoso ha sido el dictamen de Melchor Cano, que distingue los dos aspectos del papa: como rey temporal de los Estados Pontificios y como vicario de Cristo o jefe espiritual de la cristiandad.

Bajo el primer aspecto la guerra era considerada lícita, o justa, cuando era necesario defenderse del agresor injusto. En 1557 y en 1559 el capítulo provincial de la provincia dominicana de España eligió como prior provincial a Melchor Cano; la curia pontificia no quiso confirmar esas elecciones. Para obviar la dificultad de la carencia de superior ordinario, el maestro de la Orden en 1559 nombró como vicario provincial de España a Pedro de Soto.

Eran tiempos de mucha división en algunos temas entre los dominicos españoles. El encarcelamiento por la Inquisición y el consiguiente proceso del arzobispo dominico de Toledo Bartolomé Carranza de Miranda como gravemente sospechoso de luteranismo, puso al fuego ardiente esa división. Pedro de Soto, que había colaborado con Bartolomé Carranza en el esfuerzo por reconvertir Inglaterra a la Iglesia romana, conocía la pureza de doctrina y de vida de su amigo y lo defendió en todo tiempo y lugar: en Valladolid, en Roma y en Trento. Difícil la situación para Soto como vicario cuando los ánimos eran tan contrapuestos en torno a una personalidad tan destacada como el arzobispo Carranza. Los maestros más prestigiosos, como Melchor Cano, Domingo de Soto y Domingo de las Cuevas calificaron negativamente la doctrina del Catecismo cristiano del arzobispo. Esto fue un escándalo para otros maestros y para los simples frailes, que lo veneraban por su integridad de vida, por su fama de profesor y maestro de espiritualidad, y por su celo ardiente en la predicación de la palabra de Dios.

Cada partido esperaba que Pedro de Soto fuera duro con el otro, pero él procuró la máxima moderación en su gobierno.

El vicariato de Soto duró pocos meses. Paulo IV moría en agosto de ese año de 1559. Amigos de Carranza y opuestos a Cano pretendieron en Roma el nombramiento de Soto para provincial. Pero el sucesor en el pontificado, Pío IV, permitió al maestro de la Orden la confirmación de Melchor Cano en febrero de 1560 como provincial. Hacía algo más de medio año que Bartolomé Carranza estaba en la cárcel inquisitorial de Valladolid. Ahora se pretendió encausar al propio Pedro de Soto, defensor ante autoridades civiles y eclesiásticas de la inocencia plena del encarcelado. Ya se había prendido a otro colaborador de Carranza en Inglaterra, el dominico Juan de Villagarcía, aunque no se logró probar su heterodoxia y fue pronto absuelto. Soto no llegó a ser encarcelado, pero en 1559, 1560 y 1562 hubo acusaciones y la consiguiente petición de informes sobre sus discusiones sobre la gracia y el libre albedrío con el profesor Eduardo Tapper de Lovaina, y sobre su amistad con el cardenal Reginaldo Pole, sospechoso para la curia romana.

Las acusaciones contra Soto no prosperaron. El concilio de Trento iba a reanudarse en su tercera etapa y Felipe II trataba de impedir la presencia de Pedro de Soto, que expondría ante los conciliares la inocencia de Carranza. A pesar de la vigilancia, Soto, invitado por su amigo el cardenal de Augsburgo, marcha a Roma. Allí lo encontramos predicando la cuaresma de 1562 en la iglesia de Santiago de los españoles.

Fue el papa quien lo envió a Trento como teólogo pontificio. Allí se esforzó para que el concilio aprobara la ortodoxia de Carranza. El concilio nombró una comisión, que tuvo como secretario al teólogo dominico portugués Francisco Foreiro, gran amigo de Pedro de Soto. La comisión examinó el Catecismo del arzobispo, y en particular las frases consideradas sospechosas y declararon su doctrina como verdadera.

San Pío V pudo conseguir el traslado de la causa a Roma, pero hasta 1576 con Gregorio XIII no se dio por resuelta. Pedro de Soto murió sin conocer las intervenciones de estos dos papas en la causa de Carranza. Soto dejó fama de sabio, insobornable y hombre de gran virtud. San Ignacio de Loyola dijo de él que “apenas conocemos otro que pueda tratar tan seriamente los negocios de Cristo y de la república cristiana y con tanta autoridad ante el emperador”. El cardenal Otto de Ausburgo lo llama “varón poderoso en palabras y obras en lo que se refiere a la piedad y a la ciencia”. Dice que fue “un varón venerable y eruditísimo”.

El cardenal Hosio lo elogia diciendo que “apenas han producido nuestros tiempos un hombre más santo”. El cardenal Seripando lo considera “un buen ejemplo de vida y doctrina”.

 

Obras de ~: Institutiones christianae, Ausburg, 1548; Epistola Reverendi Patris Vicarii (fr. Petri de Soto) ad Reverendos Patres Provinciae Germaniae inferiores, et Ordinationes ad eosdem Patres Ordinis Praedicatorum (Brujas, 1548), se encuentra manuscrita en el Archivo del convento de la Minerva, de Roma; Compendium doctrinae catholicae, Ingolstadt, 1549; Propositiones ac Annotationes in Librum III Sententiarum, escrito en Dillingen en 1550, Biblioteca Pública de Münhen, Cod. Lat. 5429, fols. 1-270, distinctiones 1-33; Methodus confessionis, Amberes 1550; Preces pro generalis Concilii salubri continuatione et conclusione, Dillingen, 1551; Assertio catholicae fidei, Amberes, 1552; Litterae ad R. Tapper, Dillingen, 1553; Defensio catholicae confessionis... adversus “Prolegomena” Brentii, Amberes, 1557; Tractatus vel Lecciones de Institutione Sacerdotum, Dillingen, 1558; Preces speciales, Dillingen, 1558; Annotationes in Decretum De sacrificio missae, compuesto en 1563, Biblioteca Pública de Nápoles, Cod. IX-A-48; Parecer sobre si el uso de afeites es pecado mortal en las mujeres, Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 5938, fols. 642-643; Vota Tridentina; Litterae.

 

Bibl.: A. Fernández, “Historia del convento de San Esteban de Salamanca”, lib. I, caps. XXXVII y XXXVIII, y lib. III, cap. XXXV, en J. Cuervo, Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, t. I, Salamanca, Imp. Católica Salanticense, 1914, págs. 104-110 y pág. 761; J. de Araya, “Primera parte de la historia del Convento de San Esteban de Salamanca”, lib. III, caps. X y XI, en J. Cuervo, Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, op. cit., págs. 669- 675; J. Barrio, “Primera parte de la historia del convento de S. Esteban de Salamanca”, caps. XXIV, XXVII, XXIX, XXX, XXXII y XXXIII, en J. Cuervo, Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, op. cit., págs. 594, 595, 620, 622, 623, 636, 644, 653, 663, 664, 655; J. Cenjor, “Insinuación de lo que algunos religiosos dominicos [...], Pedro de Soto”, en J. Cuervo, Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, t. III, Salamanca, Imprenta Católica Salmanticense, 1915, págs. 596-598; J. Quetif y J. Echard, Scriptores Ordinis Praedicatorum [...], t. II, París, J. B. CH. Ballard-N. Simart, 1721, págs. 183a -186b; “De Pedro de Soto a Domingo Báñez”, en La Ciencia Tomista (CT), 37 (enero-junio 1928), págs. 145-178; M. Canal, “El Proceso de Fr. Bartolomé de Carranza y el P. Pedro de Soto”, en CT, 38 (julio-diciembre de 1928), págs. 349-359; V. D. Carro, El Maestro fr. Pedro de Soto, O. P, (Confesor de Carlos V) y Las controversias políticoteológicas en el siglo xvi. Tomo I. Actuación político-religiosa de Soto, Salamanca, Convento de San Esteban, Salamanca, 1931; y Tomo II. El Maestro Soto, las controversias teológicas y el concilio de Trento, Salamanca, Convento de Dominicos, 1950; F. G. Olmedo, S. J., “Testamento de Fray Pedro de Soto, O. P.”, en Razón y Fe, 126 (1942), págs. 141-146; C. Gutiérrez, S. J., Españoles en Trento, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, págs. 994-1005.

 

Ramón Hernández Martín, OP

Personajes similares