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Francisco de Vargas

Biografía

Vargas, Francisco de. Madrid, c. 1466 – Burgos, 22.VII.1524. Tesorero general y consejero de Carlos V.

Era hijo de Diego de Vargas y de María Alfonso de Medina y Velasco. Tras obtener la licenciatura en Derecho, Francisco de Vargas ingresó en mayo de 1484 en el Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid, sabiendo que el perfeccionamiento que se adquiría en esta institución le habría de servir para prosperar en la administración real. En efecto, durante los años siguientes ejerció sucesivamente los corregimientos de Alcaraz, Palencia, Cáceres y Trujillo, Ávila, Guipúzcoa y Asturias, hasta que, en 1497, volvió a la Corte con nombramiento de alcalde de casa y corte. Desempeñó este cometido hasta que, en 1501, interinamente comenzó a desempeñar el oficio de letrado de la Contaduría Mayor de Hacienda, que pudo combinar con la lugartenencia de este organismo desde 1503, también sin título oficial. Al fin, el 4 de enero de 1505 recibió el título de letrado de la Contaduría Mayor, aunque le esperaban mejores destinos. En efecto, el 7 de septiembre de 1505, conservando el puesto de letrado, fue designado miembro del Consejo Real y, a los pocos meses, comenzó a dirigir interinamente la Tesorería general de Castilla. Sin embargo, cuando Felipe el Hermoso empezó a reinar le destituyó, ya que no confiaba en su pasado “fernandino”. Posteriormente, la reina Juana, ya viuda, decidió restituirle en todos los puestos que había ocupado con anterioridad, y además ingresó en el Consejo de Órdenes. Desde el 5 de noviembre de 1507, en sucesión de Alonso de Morales, Vargas también recibió título de tesorero general, con las obligaciones inherentes al oficio. Durante los años siguientes, era tal la confianza que el rey Fernando le mostraba que, en caso de duda sobre algún tema, resolvía la cuestión con un “averigüelo Vargas”, debido sin duda a los numerosos cargos y responsabilidades que había asumido (además de los ya citados, las receptorías de las penas de Cámara, de los maestrazgos y de los partidos encabezados, la tesorería de la Casa de la moneda de Granada —cedida a Antonio de Mendoza el 13 de marzo de 1518—, el oficio de trujamán mayor de Tremecén y Orán y las alcaidías de Trujillo y Marbella).

Tras acaecer la muerte de Fernando el Católico, Vargas se esmeró en obedecer los diversos y cada vez más onerosos pagos remitidos desde Bruselas sobre los ingresos castellanos. En correspondencia, el 24 de febrero de 1517, Carlos I confirmó a Vargas en su puesto de tesorero general. En septiembre de este año el Rey y su séquito borgoñón desembarcaron en Castilla, y gracias a sus servicios financieros Vargas consiguió que le fueran confirmados todos los oficios y beneficios que había acumulado en años precedentes.

Por otra parte, comenzó a asesorar como consejero de Guerra desde 1519. Por otra parte, recibió diversas mercedes que traspasó a sus descendientes: en 1519, la alcaidía de Torre de Mar Pequeña, cedida a su hijo Diego el 4 de agosto de 1521, y, para su hijo Gutierre, que había ingresado en el clero, obtuvo la Abadía de Santa Leocadia.

De forma que, incorporado a la Corte, en 1518- 1519 Vargas acompañó a Carlos I en su viaje por la Corona de Aragón, desempeñando sus labores como consejero y tesorero general al mismo tiempo que emprendía actividades financieras privadas. En este terreno actuó en dura competencia con Alonso Gutiérrez de Madrid, al negociar sucesivamente varios asientos destinados a costear los gastos de la Casa de Borgoña, a cambio de buena porción de las rentas de los maestrazgos y de las Indias. Junto a estas actividades, desde la primavera de 1520 hasta el otoño de 1522 los cometidos de Vargas estuvieron marcados por la revuelta de las Comunidades y la invasión francesa. Tras la partida de Carlos V en mayo de 1520, Vargas se dirigió a Valladolid junto a sus compañeros del Consejo Real, si bien pronto tuvieron que huir de esta ciudad debido a la persecución de los comuneros.

Por su parte, Vargas acudió a Burgos para ponerse al lado del condestable de Castilla, don Íñigo Fernández de Velasco. El condestable demostró ser un apoyo fundamental para Vargas poco después, al avalar su actuación en el manejo de la Hacienda frente a las acusaciones de negligencia y despilfarro de los otros dos cogobernadores, Adriano de Utrecht y el almirante de Castilla, que pretendían sustituir al tesorero general por Alonso Gutiérrez de Madrid y Juan de Vozmediano.

A pesar de las notorias dificultades financieras, derivadas de la imposibilidad de recaudar los ingresos con normalidad debido a la agitación que se vivía en Castilla y la dispersión de la información sobre las fuentes de renta disponibles, con serio quebranto de su crédito a duras penas logró Vargas cumplir con sus compromisos.

Y, antes de que en el verano de 1522 Carlos V pisara de nuevo tierras castellanas, el tesorero general recibió órdenes para que acudiera a su llegada a puerto con caudales en efectivo. Traía el Emperador en su magín la voluntad de introducir reformas en el gobierno de su dilatada herencia, así como de exigir responsabilidades en determinados ámbitos de gestión.

Nada más asentarse en Valladolid, en el otoño de 1522, Carlos V ordenó la rendición de cuentas de todos aquellos personajes que habían intervenido en la Hacienda real, con Vargas como objetivo indudable de esta inspección. Al mismo tiempo, las operaciones de Vargas al frente de la Tesorería general se supeditaron al argentier Juan de Adurza, que asumió tras la llegada del Emperador tareas tan trascendentales como las emisiones de juros y la centralización de los pagos militares. Por otra parte, con el fin de informarse sobre la idoneidad de sus consejeros y evitar la acumulación de oficios en la misma persona el emperador recibió diversos memoriales. En un conocido informe sobre los miembros del Consejo Real, Lorenzo Galíndez de Carvajal no tuvo reparo en señalar los rasgos principales de Vargas, sus virtudes y defectos: “El licenciado Vargas es a lo menos hombre limpio de sus padres y asaz vivo en cualquier negocio en tanta manera que muchas veces se convierte su agudeza en mal. Tiene tantos oficios, que solo él tiene de salarios tanto como todo el Consejo. Antes de agora nunca venía al Consejo sino cuando quería hacer algún negocio que le tocaba, o de sus amigos y debdos; y como pagaba a los del Consejo, podía hacer mal en lo que quería ponerse. En la hacienda ha sido cobdiciosísimo, y según la poca que él trujo, en poco tiempo ha allegado y gastado tanto que no parece posible poderlo un hombre hacer. De su persona y honestidad dicen que se ha soltado mucho en ausencia de vuestra Magestad”.

A pesar de las opiniones adversas sobre su actuación en el gobierno Vargas se mantuvo aún en sus ocupaciones.

En febrero de 1523 se creó el Consejo de Hacienda y fue reformado el régimen de Tesorería, a cuyo frente Carlos V decidió que Vargas continuara siguiendo unas instrucciones particulares. Cumpliendo con la orden de revisión dictada por Carlos V, durante los meses siguientes el tesorero general se dedicó a completar un primer balance de las cuentas de sus anteriores ejercicios y actividades al frente del organismo, en el que presentaba un impresionante alcance a su favor de 162.506.244 maravedís. Resultaba así deudora la Hacienda real cuando precisamente en la corte se tenía la certeza contraria. La comisión contable formaba por Carlos V se encargó de demostrarlo a mediados de septiembre de 1523, y así se notificó a Vargas que consideraban que había manipulado sus resultados. Simultáneamente, tenía lugar la disolución de la primera versión del Consejo de Hacienda. Vargas fue separado de la Tesorería general y sus bienes quedaron confiscados. Fueron entonces sus enemigos políticos, los Vozmediano y Alonso Gutiérrez de Madrid, quienes se hicieron con el control de la Hacienda. En diciembre se quejaba tan amargamente Vargas que consideraba su situación peor que la de los comuneros exceptuados que por un puñado de ducados encontraban el perdón. Demasiado preocupado por ingresar numerario para la campaña de Fuenterrabía, el Emperador no podía desdeñar disponer del alcance provisional resultante de las cuentas de Vargas, aunque la revisión de éstas todavía no fuera definitiva. Pero el veterano tesorero general, antiguo “fernandino”, todavía tenía amigos en la corte que mediaran por su destino. Una vez terminada la expulsión de los franceses, en marzo de 1524 Vargas fue recibido por el Emperador en Vitoria. Después de la entrevista consiguió la anulación del embargo de sus bienes y la posibilidad de recurrir ante otros jueces si no quedaba conforme con la revisión contable.

Y, aunque había quedado excluido desde meses atrás de la dirección de la tesorería general, se le encargó continuar asistiendo a los Consejos de Castilla y de Guerra, a los que todavía pertenecía. Pero, cuando parecía que Vargas se había rehabilitado y había recuperado al menos parcialmente el favor de Carlos V, se produjo un trágico acontecimiento: un fatídico accidente, acaecido el 22 de julio mientras visitaba a una monja del convento de las Huelgas con quien mantenía amores, acabó con sus días. Su definitivo enterramiento se haría en un magnífico sepulcro en la capilla que su hijo el obispo Gutierre erigió en la madrileña iglesia de San Andrés.

 

Bibl.: J. A. Á lvarez Baena, Hijos de Madrid, Ilustres en Santidad, dignidades, armas, ciencias y Artes, vol. II, Madrid, 1789 (reed. 1973), págs. 79-81; L. Cuesta Gutiérrez, “Tres hijos de Madrid tesoreros del Emperador Carlos V”, en Madrid en el Siglo XVI, Madrid, 1962, págs. 73-82; C. J. de Carlos Morales, Carlos V y el crédito de Castilla. El tesorero general Francisco de Vargas y la Hacienda real entre 1516 y 1524, Madrid, Sociedad Estatal Conmemoración de los Centenarios Felipe II y Carlos V, 2000.

 

Carlos Javier de Carlos Morales

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