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Alonso de Morales

Biografía

Morales, Alonso de. Portugal, s. t. s. XV – Nápoles (Italia), 1507. Canónigo, consejero real, tesorero de lo extraordinario de los Reyes Católicos.

Nació en el seno de una familia noble procedente del Reino de Portugal, que se trasladó a Castilla con motivo del casamiento de Juana de Portugal con el rey Enrique IV en 1455. Con estudios eclesiásticos, se le sitúa en la Corte de los Mendoza en la Guadalajara del último tercio del siglo XV, antes de pasar al servicio de Isabel I. El cronista de Guadalajara Alonso Núñez de Castro, al que siguen otros autores, como Pérez Villamil y Layna Serrano, habla a mediados del siglo XVII de los Morales que vinieron a Guadalajara procedentes del reino de Portugal, “y en él se llaman Morais; derivánse éstos de los Pimenteles, Condes de Benavente [...] La causa de auer venido los Morales de Portugal a Guadalaxara, fue porque doña Mencia de Lemos, una de las doze damas que trajo de Portugal la Reyna doña Juana, esposa del Rey don Enrique Quarto de Castilla, trajo consigo un Cavallero primo suyo llamado Iuan de Morales, Secretario del Cardenal don Pedro González de Mendoza, y Tesorero general de los Reyes Católicos: tuuo vn hijo y vna hija; el hijo se llamó Alonso de Morales, que fue canonigo de la catedral de Seuilla, y murió electo Obispo de Ouiedo, varon consumado en virtud, de muy buenas letras, y zelo de la honra de Dios, y bien de las almas [...] Tienen por armas estos Morales vn escudo partido en pal, en el primero de mano derecha, sobre colorado vna torre de plata, rayada de negro, con texado de oro, assentada sobre ondas de agua y vna vandera de plata, y en la otra mitad izquierda, en campo de plata vna morera verde”.

El jesuita Hernando Pecha, al que sigue Layna Serrano, afirma en 1669 que “Alonso de Morales […] fue dignidad y canónigo de la santa Iglesia de Sevilla, varón de consumada virtud y esforzadas letras a quien por sus muchos méritos el emperador Carlos V señaló por obispo de Oviedo, digno prelado de aquella iglesia, quitósele la muerte antes de tomar posesión; murió electo de la dicha ciudad”. Sin embargo, los Anales Breves de Galíndez de Carvajal sitúan a García Ramírez de Villaescusa como obispo de Oviedo de 1497 hasta su muerte en 1507 o 1508. Dado que Alonso de Morales murió antes del 12 de abril de 1507, debe tratarse de otra persona, favorecida por el emperador Carlos, en lo que respecta a la sede de Oviedo. En cuanto a la canonjía de Sevilla, consta efectivamente que el tesorero disfrutó de ella.

La forma en la que los Morales llegaron a Guadalajara y establecieron contacto con el cardenal Mendoza la completa un historiador del prelado del siglo XVI, Francisco de Medina y Mendoza, al hablar de aquella Mencía de Castro, a la que, según Núñez, acompañaron desde Portugal, por qué se llamó de Lemos: como la reina Juana estuvo mucho tiempo detenida en Alaejos, cada dama fue por su parte y Mencía pasó a poder del entonces obispo de Sigüenza y arzobispo de Sevilla.

Del cardenal afirma que “tuvo siempre cerca de sí letrados para sus negocios que fueron clérigos, puesto que en su consejo tenía letrados seglares de quien confiaba las cosas de gobernación”.

Alonso de Morales y su padre Juan fueron vecinos de la colación de Santa María de la Fuente de Guadalajara, la del palacio de los Mendoza, donde poseían unas casas, que más tarde ocuparían los sobrinos de este último.

Fundaron el Hospital de Santa Ana, destinado a enfermos pobres. Su sobrino y heredero Francisco de Morales fue su patrón y administrador. No existe constancia de la fecha exacta de la fundación, aunque José Julio de la Fuente en el siglo XIX la sitúa en 1461. Layna cree improbable que se fundara entonces y apunta la fecha de 1501, presuponiendo que Juan de Morales debiera haberla fundado justo antes de su muerte, y no cuando aún no había hecho carrera. Considerando la fundación del Hospital y los juros que poseían, la situación económica de la familia debía ser en cierta manera desahogada. Alonso vivió y trabajó en la Corte de los Mendoza, pequeña Corte de gran ambiente cultural, con jóvenes nobles, parientes y protegidos, donde cundían los estudios humanistas y las obras de mecenazgo.

El hecho de que su padre fuera contador mayor y tesorero general del cardenal era ya de por sí un hecho determinante. Éste utilizaba a personas de valía para su servicio y les procuraba, a su vez, prestigio y beneficios.

Cuando murió Mendoza, terminó una etapa del reinado de los Reyes Católicos, pues desaparecía un consejero inseparable y la pieza encargada de encauzar en direcciones paralelas los proyectos de la Iglesia y de la Monarquía, y también comenzaba una nueva etapa en la vida de su padre y, en consecuencia, en la suya.

Tres meses después de la muerte del cardenal, los Reyes Católicos nombran oficialmente a su padre su “tesorero de lo extraordinario”, oficio que desempeñó hasta que la enfermedad se lo impidió. Alonso, que vivió desde joven el oficio de “llevar las cuentas”, conoció el funcionamiento de una muy importante tesorería, empezó a ayudarle ya en 1496, sirviendo siempre “muy bien e con mucha fidelidad e diligençia”, y le sustituyó definitivamente en 1498.

Además de ejercer como tesorero de lo extraordinario, desempeñó otras funciones: receptor de los “alcances”, capellán de la Reina y receptor de las penas de cámara.

La estima en la que le tenían los Reyes y su ascenso en la Corte son indudables: formó parte de su Consejo y fue canónigo de Sevilla al menos desde 1500. Tras la muerte de Isabel I, don Fernando, en nombre de doña Juana, le nombró su tesorero hasta que fue sustituido por el licenciado Vargas cuando Morales decidió seguir al rey Fernando en su regreso a Aragón y viaje a Nápoles.

Morales hizo testamento en 1506. Eran unos momentos difíciles, marcados por el descontento por la boda del Rey con Germana de Foix, las deserciones de los partidarios políticos al bando del Rey-archiduque y las afrentas de éste. La decisión de hacer testamento se debió a que su salud estaba resentida y ya en agosto de 1505 se había sentido indispuesto. Morales se encontraba entre el séquito de nobles y prelados que estuvieron presentes en las entrevistas entre el Rey y sus hijos en junio de 1506. Abrazó el bando filofernandino y acompañó a Fernando el Católico en su viaje a Italia.

Morales embarcó en Barcelona en septiembre de 1506, en una escuadra de diez galeras con casi cuatrocientas personas. Viajó en la de Mosén Doms, acompañado de tres servidores, probablemente los mismos que firmaron como testigos en su testamento. Tras un ajetreado viaje, el 1 de noviembre entraron en Nápoles, donde permanecieron hasta el mes de julio de 1507. No es extraña la presencia de Morales allí. Había servido durante diez años en la tesorería regia y manejado los dineros que la Corona había ingresado y gastado por vía de “extraordinario” en las campañas de Nápoles. Quién mejor que él para acompañarle a un viaje que tenía como finalidad la sustitución de Gonzalo Fernández de Córdoba como virrey y el establecimiento de un nuevo orden, el cual pasaba inevitablemente por la revisión de la situación administrativa del Reino. Los cronistas no mencionan explícitamente a Morales en el famoso episodio de la “toma de cuentas” de los gastos del Gran Capitán, pero todo parece indicar que Morales ayudó a finiquitar una etapa, la bélica, de la historia del Reino de Nápoles, para que la Corona pudiera empezar una nueva, con una administración saneada en su aspecto económico.

No se conoce la fecha exacta de su fallecimiento en tierras napolitanas. Figura como ya fallecido en el otorgamiento de la tesorería al licenciado de Vargas (Burgos, 5 de noviembre de 1507), así como en el testimonio de Ochoa de Landa, tesorero de los descargos, sobre una deuda que dejó pendiente (21 de diciembre de 1507).

La aportación de la tesorería de Alonso de Morales a la historia del último decenio del reinado de Isabel I reside en el conocimiento de los ingresos y gastos extraordinarios que la Corona gestionó de 1495 a 1504, y contribuye a obtener una visión omnicomprensiva del período. De la capacidad de los Reyes de allegar recursos extraordinarios dependían la consolidación de su poder monárquico y su capacidad negociadora en el plano internacional, donde el ámbito de las concesiones estaba, a su vez, determinado por la evolución de los sucesos militares. De la manera en que se gastaban esos ingresos tan hábilmente reunidos se deducen las prioridades y los intereses concretos de una política inteligente y compleja, a nivel nacional e internacional. A la Corona no le bastaban los ingresos ordinarios y era consciente de que sus ambiciosos objetivos nacionales e internacionales requerían adicionales esfuerzos que había que conjugar de manera inteligente para afrontar los gastos militares y diplomáticos: la guerra contra Francia por los territorios de Italia y los gastos derivados de las complicadas negociaciones diplomáticas llevadas a cabo en estos años. Este último decenio conforma una nueva etapa, con personalidad propia, de un reinado en el que se llevó a cabo toda una sólida ordenación política que fue continuada por Carlos I y Felipe II. Es la etapa de la consolidación de la “Monarquía Hispánica” y la de la proyección hacia el exterior. La financiación de esta ambiciosa política debía ser cuidadosamente planificada y aprovechada. Es la tesorería de Alonso de Morales un valioso instrumento para conocer los derroteros políticos, económicos y sociales del decenio en el que nació la Monarquía hispánica; el paso de una diplomacia itinerante y ocasional, típicamente medieval, a otra permanente con embajadores residentes, financiada por la Hacienda castellana, aunque, salvo en los casos de Navarra y Portugal, sirviera a los intereses de la Corona de Aragón; a través de los gastos de correos y mensajeros, ver cómo los Reyes Católicos contribuyeron al fomento de las comunicaciones, en lo que al aspecto organizativo se refiere. Ilustra la política de enlaces con los Habsburgo (los gastos de la armada que llevó a la infanta Juana a Flandes, y que trajo a Castilla a la princesa Margarita, de su recibimiento y estancia), los enlaces con Portugal e Inglaterra. Para las dotes de las princesas se votó un servicio de las Cortes castellanas reunidas en Sevilla. Morales asienta cuáles fueron las libranzas que, a partir de esos ingresos, se le hicieron para los “Gastos de la señora Reyna de Portugal” y los “de la señora princesa de Gales” (armada que la llevó a Inglaterra, dote, cámara, corte de acompañantes y ajuar; correos y mensajeros, mercedes y ayudas de costa, raciones y quitaciones de su casa y oficios, etc.).

Las guerras de Nápoles y la Armada contra los turcos en 1501 fueron pagadas con recursos castellanos y con las libranzas hechas a Morales del dinero procedente de los servicios de las Cortes de Madrid de 1503; pagó también las obras de reconstrucción y tenencia de fortalezas; las tropas, los gastos de artillería, armas y municiones; las Armadas de Levante y de Poniente, como flota permanente de vigilancia de la costa; y los gastos de Melilla, base inmejorable para el establecimiento permanente de los castellanos por su proximidad a las rutas del oro, uno de los móviles esenciales de la política africana, indisolublemente unida al conjunto de la política internacional de los Reyes Católicos. Terminada la primera guerra de Nápoles, y tras la concesión de la Bula de Cruzada, el duque de Medina Sidonia tomó Melilla en 1497.

Paralelamente, se estaba desarrollando la empresa colombina y las cuentas recogen pagos a algunos de los protagonistas de los viajes colombinos, personas que sirvieron en las Indias y las sumas destinadas a sufragar el cuarto viaje. Asientan otros problemas que los reyes tuvieron que solucionar: la movilización de tropas para sofocar las revueltas de los musulmanes granadinos, desde diciembre de 1499 (gastos que, sin embargo, fueron menores que los ingresos fruto de la venta de esclavos y sus bienes); y la devolución de empréstitos y la amortización de los juros a los grupos dominantes de las ciudades. Se constatan las actividades, a través de los “cambios”, de mercaderes y banqueros, que intervinieron en prácticamente todas las operaciones “extraordinarias” de la Corona. Por último, gastos de libramiento anual que podían considerarse fijos, como eran los de las casas reales, los de las cortes y administración central, continuos, cargos de la administración territorial, pago de acostamientos, guardas reales y sistema defensivo, y algunas mercedes que permanecen invariables a lo largo del reinado.

Bajo las coordenadas del “máximo religioso” y la defensa de la unidad de la fe hasta más allá de sus fronteras, los Reyes demostraron un interés decidido por obtener de la Iglesia las aportaciones económicas necesarias para llevar a cabo su muy ambiciosa política nacional e internacional. La política de Isabel I fue inteligente y eficaz en el ámbito eclesial, porque, en aras de una unidad de objetivos, consiguió ingresos extraordinarios de origen eclesiástico que gestionó Morales (jubileos, composiciones, cruzada y subsidio), a los que hay que añadir los ingresos obtenidos como fruto de la aplicación de la política relativa a las minorías religiosas: el producto de bienes confiscados por la Inquisición, penitencias y habilitaciones, los bienes de los judíos expulsados, el servicio de los castellanos de oro de los mudéjares y el producto de la venta de esclavos y sus bienes del reino de Granada y pasaje allende.

En conclusión, el panorama general que presenta la tesorería de Alonso de Morales es el de la madurez de un sistema fiscal complejo, que los Reyes Católicos trataron de hacer más eficaz, en una época en la que la Corona culmina el proceso de concentración del poder estatal en sus manos y de imponerlo a todos los grupos sociales y territorios del reino. Una Monarquía embarcada en una complicada política exterior, que necesitaba, para financiarla, organizar un sofisticado sistema de ingresos extraordinarios que solucionaran los problemas financieros derivados de las costosas empresas bélicas y el despliegue de unas ambiciosas negociaciones diplomáticas.

 

Bibl.: P. Hernando Pecha, Historia de Guadalajara, fundación de la Orden de San Gerónimo en España y genealogía de los Duques del Infantado [Biblioteca Nacional de España (BNE), mss. 1756, fol. 56v. y fol. 24r.]; A. Núñez de Castro, Historia eclesiástica y seglar de la muy noble y muy leal ciudad de Guadalajara, Madrid, Pablo del Val, 1653 (Archivo Municipal de Guadalajara [AMG], ms., págs. 355-359); F. de Medina y Mendoza, “Suma de la vida del Reverendísimo Cardenal de España D. Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo y patriarca de Alexandría”, en Memorial Histórico Español (MHE) (Real Academia de la Historia), t. VI (1853), págs. 153-311 (BNE, ms. 7937, fols. 2-74v. y ms. 8222); J. J. de la Fuente, “Reseña Histórica”, en Revista del Ateneo Caracense (1887), pág. 13; M. Pérez Villamil, “Relaciones topográficas de España. Guadalajara y su provincia”, en MHE, t. XLVI (1914), págs. 118-119 y 135-137; M. A. Ladero Quesada, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV, La Laguna (Tenerife), Publicaciones de la Universidad, 1973; R. de Andrés Díaz, “Venta de esclavos y sus bienes del reino de Granada, y precio del pasaje de emigrantes entre 1499 y 1501”, en VV. AA., Actas del IV Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1988; “La fiscalidad regia extraordinaria en el último decenio de Isabel I (1495-1504)”, en Cuadernos de Historia Moderna, 13 (1992), págs. 143-168; F. Layna Serrano, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI, t. II, Guadalajara, AACHE, 1993-1996, págs. 68-69 y 371- 389; R. de Andrés Díaz, El último decenio del reinado de Isabel I a través de la tesorería de Alonso de Morales (1495-1504), Valladolid, Universidad, 2004.

 

Rosana de Andrés Díaz