Mendoza y Luján, Pedro. Guadix (Granada), 1499 – Océano Atlántico, 23.VI.1537. Gentilhombre de cámara, caballero de la Orden de Santiago, adelantado, gobernador y capitán general del Río de la Plata, fundador de Buenos Aires.
Ante todo hay que señalar que, de acuerdo con la más moderna historiografía, se ha abandonado su fecha de nacimiento, que se daba en 1487 (Espasa, 1917, Esperabé, 1956, Langnas, 1968), y ahora se fija en el año 1499, con lo que se “rejuvenece” al personaje, al considerarlo con doce años menos de los que se le daban. No ofrece dudas Guadix como su ciudad natal, por más que en el siglo XIX y hasta en el XX todavía se daban también Granada u otras ciudades. Pertenecía a una distinguida familia, la de los Mendoza. Era bisnieto de Diego Hurtado de Mendoza y pariente del famoso Antonio de Mendoza, el primer virrey de la Nueva España. Sus padres fueron Hernando de Mendoza y Constanza Luxán o Luján. Poco se sabe de su niñez y primera juventud en Guadix. Debió de entrar en la corte del emperador Carlos V después del año 1517, de manos de su pariente Pedro González de Mendoza, que era mayordomo real. En un documento de 1521 (Estado de los Oficiales de la Casa de Carlos V) aparece como paje de cámara, con 6 sueldos diarios de paga. Algún año después fue nombrado gentilhombre de cámara; así se le cita en cédulas reales. En 1522 viajó a Inglaterra en el séquito de Carlos V. En 1524 se inició un expediente para su ingreso en la Orden de Alcántara. En él se dice que tiene “25 años”. Este expediente informativo, donde declaran diversos testigos, se terminó en 1533. Por consejo de su padre permutó este hábito por el de la Orden de Santiago. En noviembre de 1526 embarcó hacia Italia. En 1527 participó en la campaña contra el papa Clemente VII. Es seguro que no obtuvo ninguna ganancia en el Saco de Roma. Volvió a España y, de nuevo, viajó con el Emperador a Italia, Alemania y Austria. En 1533 estaba en España y fue a Guadix por asuntos de herencia familiar. No eran muchos sus bienes: ciertas casas, una viña y una heredad llamada Valldemanzano. Su administrador era el accitano Francisco Ruiz Galán, que fue su teniente de gobernador en Buenos Aires. Le sustituyó el judío Diego Yacín Gómez de Tahuste, quien administró bien sus propiedades arrendándolas a otros judíos.
Sin poder entrar en antecedentes sobre los más antiguos descubrimientos del Río de la Plata y de la competencia con los portugueses que, de tener un poco de territorio del Brasil, por la bula papal de límites con las conquistas españolas, se desparramaron hasta el sur del Brasil y apetecían también el Río de la Plata, se preparó en secreto una expedición, que pronto trascendió, dirigida a la conquista del citado territorio, sumido en aureola de grandes riquezas, en base a leyendas como la del “Rey Blanco” (vestido de plata) o la de la “Sierra de la Plata”. Hubo algunos pretendientes (Miguel de Herrara, Pedro Fernández de Lugo) a la jefatura de una gran expedición, pero declinaron.
Pedro de Mendoza firmó con el Emperador unas famosas Capitulaciones, firmadas en Toledo el 21 de mayo de 1534 (texto íntegro, entre otros, en Molina Martínez, 1988: 91-98). Los gastos corrían a cargo exclusivo de Mendoza, al que se nombró primer adelantado, gobernador y capitán general del Río de la Plata. Se obligaba a fundar tres ciudades, con sus regidores nombrados por anticipado, y llegar a las tierras del “Rey Blanco”, que se buscaría hacia los 25º Sur, hasta donde había llegado Sebastián Caboto. El territorio a explorar era muy extenso (entre los 25º y los 37º Sur) y se navegaría entrando por el Río de la Plata hasta hallar el Mar del Sur, ignorancia geográfica en que se encontraba todavía el Consejo de Indias en relación con el subcontinente meridional de Sudamérica. La expedición era exploradora, conquistadora y colonizadora, por lo que llevarían crías de caballos y otros animales domésticos. Y, caso importante, iban mujeres, esposas, hijas o hermanas de expedicionarios. Se consideraría a los naturales como vasallos de la Corona, iguales en todo a los españoles. Serían evangelizados por religiosos franciscanos. De los productos obtenidos se remitiría un quinto para la Corona y un sexto para la cámara real.
Salió la flota de Sanlúcar de Barrameda el 24 de agosto de 1535. Partieron trece navíos, a los que se agregaron en las Canarias otros tres más. Mendoza iba en la nao capitana, la Magdalena. En la navegación se perdieron dos barcos y otro se desvió llegando hasta Santo Domingo. El número de expedicionarios es objeto de debate, parece que las cifras oscilan entre los 1500 y los 2000. Se ha insistido mucho en la personalidad de algunos expedicionarios, pues, además del hermano de Mendoza, Diego (almirante de la Armada), y de dos sobrinos carnales, Pedro y Luis de Benavides, y de su íntimo amigo accitano y administrador de sus bienes en Guadix, Pedro Ruiz Galán, había gente de rango, como el maestre de campo Juan Osorio, el alférez general Alonso de Cabrera, Juan de Salazar, el gentilhombre del Rey Francisco de Mendoza, el contador de Su Majestad Juan de Cáceres, el tesorero García Venegas, el factor Carlos de Guevara, el sargento mayor de la armada Luis de Rojas y Sandoval, el joven capitán Domingo Martínez de Irala, futuro conquistador, el alguacil mayor y mayordomo Juan de Ayolas, otro joven de veinticinco años futuro conquistador, Rodrigo de Cepeda (hermano de Teresa de Jesús, muerto en Chile el 10 de agosto de 1547) y el soldado y cronista alemán Ulrich Schmidl, embarcado con ochenta alemanes y neerlandeses en un navío con mercaderías, fletado por los alemanes Neitharet y Welser. El historiador Ruy Díaz de Guzmán (1612) da hasta 43 nombres de personajes acompañantes. Durante el viaje se produjo un “oscuro incidente”. Ayolas denunció a Juan Osorio, muy querido por la tropa, acusándolo en secreto de conspirador contra Mendoza para hacerse con el mando. En plena navegación Mendoza instruyó un sumario secreto, por el que condenaba a muerte a Juan Osorio, a puñaladas, en cuanto se tuviera ocasión (sentencia secreta del 29 de noviembre).
Anclada la armada en la bahía de Río de Janeiro el 3 de diciembre de 1535, Ayolas, Salazar y otros oficiales mataron a puñaladas a Juan Osorio, lo que constituyó un asesinato, que ocasionó repulsa y algunas deserciones. Pedro de Mendoza tuvo remordimientos por ello en toda su corta vida. Además, durante la navegación, la enfermedad de “mal gálico” (sífilis) que padecía, se agravó, y pasaba días enteros en cama. Esto explica que Mendoza mandase en avanzada, desde Río de Janeiro, a su hermano, el almirante Diego, hasta el Río de la Plata. El grueso de la expedición se reunió con Diego en la isla de San Gabriel, en el estuario del Plata.
Pasó Pedro de Mendoza a la orilla meridional y cerca de la Boca del Riachuelo, un curso de agua que serviría de puerto, fundó la ciudad de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, al parecer el día 3 de febrero de 1536. Se descarta la simpleza interpretativa que tuvo la leyenda de “¡qué buenos aires son los de este suelo!” (lo dice, por ejemplo, Ruy Díaz de Guzmán, 1612), mientras que se sabe, con certeza, que se puso el nombre por la devoción marinera a la Virgen María de los Buenos Vientos, cuya pintura se exhibía en la Casa de Contratación de Sevilla, traída desde Cerdeña, isla española entonces. Muy accidentada fue la estancia del fundador en la nueva villa, debido a la carencia de mantenimientos, que les hizo sufrir grandes privaciones. El país estaba habitado por las tribus querandíes, que pronto se mostraron hostiles con los conquistadores. En búsqueda de víveres mandó a Gonzalo de Acosta, en el galeón Santa Catalina, al litoral brasileño. Y dispuso que Ayolas se adentrase río Paraná arriba, saliendo a últimos de mayo, con tres bergantines y unos noventa hombres en cada uno.
Ayolas fundó, a orillas del Paraná, el fuerte de Corpus Christi, el 15 de junio de 1536 (ese día era tal festividad). Logró hacer amistad con indios timbres y caracaraes, que les facilitaron un buen suministro de víveres. Mientras, dispuso Mendoza que su hermano Diego, al frente de unos trescientos hombres, hiciera una salida en busca de alimentos, Día trágico ese mismo 15 de junio, pues los expedicionarios fueron atacados ferozmente y, aunque salieron vencedores en la lucha, a orillas del río Luján, perecieron Diego, el hermano mayor de Mendoza, y su sobrino Pedro de Benavides, con algunos otros nobles caballeros. Aún más, los indios insistieron en sus acometidas y el 24 de junio pusieron cerco a Buenos Aires, donde el hambre llegó a provocar casos de antropofagia. Mendoza, abatido por tanto contratiempo, con la pérdida de sus seres queridos, pensó en el regreso a España y ya tenía una carabela dispuesta cuando regresó Ayolas a Buenos Aires con dos importantes noticias: que habían encontrado abundantes víveres y hecho amistad con tribus indias. Suspendió el adelantado, por el momento, su idea de regreso y emprendió viaje fluvial hasta el nuevo fuerte, donde Ayolas había encontrado medios de subsistencia. Dejó Mendoza en Buenos Aires, como teniente de gobernador, a su amigo Francisco Ruiz Galán. En lenta navegación remontando el Paraná, Mendoza contempló que de los cuatrocientos hombres que llevaba, una mitad aproximadamente murió de hambre o de enfermedades provocadas por la extenuación. Antes de regresar a Buenos Aires fundó el fuerte que llamó de Buena Esperanza, en la segunda quincena de septiembre de 1536, y desde allí despachó a Juan de Ayolas, el 14 de octubre, con dos bergantines y una carabela, con unos 160 hombres embarcados, en dirección más al norte, en la búsqueda de la Sierra de la Plata y del imperio del Rey Blanco, leyendas fantásticas que eran el objetivo más aparente de su empresa, la codicia de la plata. El 20 de octubre Mendoza emprendió el retorno a Buenos Aires, adonde llegó el primero de noviembre. Y allí encontró a Gonzalo de Acosta, que regresaba del Brasil con mantenimientos y algunos hombres más que se le agregaron, gentes de España, Portugal y Génova, antiguos supervivientes desde los tiempos de Sebastián Caboto, que fue recogiendo en las costas. Uno de ellos, Hernando de Ribera, enterado de la expedición de Ayolas, avisó de que correría grave peligro, por lo que Mendoza decidió que saliera en su búsqueda y ayuda Juan de Salazar, con tres bergantines y unos sesenta hombres.
Una vez que se fue Salazar, quedó Mendoza en Buenos Aires con sensación de abandono o aislamiento y agravado más en su enfermedad. Resolvió su definitivo regreso a España. Nombró capitán general a Ayolas y teniente de gobernador, no sólo de Buenos Aires, sino también de Corpus Christi y de Buena Esperanza, a su amigo Francisco Ruiz Galán. Dio instrucciones escritas sobre el mejor gobierno de Buenos Aires. El 21 de abril de 1537 dictó al escribano Pero Hernández instrucciones para Ayolas sobre la gobernación del Río de la Plata. Le recordaba el estado de miseria en que se encontraba (todos sus bienes los había empeñado en la empresa) y le recomendaba el envío, en cuanto pudiera, de alguna joya, pues en España no sabía con qué se iba a mantener. Hizo sacar copia de la sentencia contra Osorio, pues temía, como así sucedió, que en España, su familia entablaría pleito en cuanto se enterara de lo ocurrido. Finalmente, dictó un testamento.
El 22 de abril de 1537 partía en la nao capitana Magdalena, seguida del galeón Santantón, que en el Atlántico perdió el rumbo y terminó en Santo Domingo.
Se agravó la enfermedad del adelantado, incluso pasaron hambre por consumo del matalotaje, ya que la navegación se prolongó por causa de los vientos contrarios. En fin, Mendoza, viéndose morir, dictó un último codicilo fechado “en la dicha nao capitana a treze días del mes de Junio de mill e quinientos e treinta e siete años”. Diez días después, el 23, “el magnífico e ilustrísimo Adelantado Don Pedro de Mendoza entregó su alma a Dios, carcomido por la sífilis, y su cuerpo fue echado al mar” (Gandía, 1932: 54) el día 24, fiesta de san Juan. La nave había rebasado las islas de Cabo Verde. Entre sus bienes aparecieron obras de Virgilio y Erasmo, primeros autores que se leyeron en Buenos Aires. Llegada, al fin, la nao a Sevilla, corrieron las nuevas y pareció un fracaso su expedición, en la que Mendoza consumió su juventud, vida y bienes. Sin embargo, sus continuadores Salazar, Ayolas y Martínez de Irala conquistaron el Chaco y Paraguay. Buenos Aires fue destruida en 1541. Siempre se recordó a su primer fundador. Juan de Garay, en 1580, la refundaría, convirtiéndola en una enorme ciudad hispanoamericana.
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Fernando Rodríguez de la Torre