Gili Gaya, Samuel. Lérida, 16.II.1892 – Madrid, 8.V.1976. Filólogo y profesor.
En la ciudad de Lérida transcurrió su infancia y adolescencia. Se licenció en Farmacia en 1911, en la Universidad de Barcelona. Simultáneamente, inició estudios de Filosofía y Letras en la misma Universidad.
En 1913 partió hacia Madrid con el fin de proseguir sus estudios de Letras en la entonces llamada Universidad Central. Una vez licenciado, en 1915, Gili Gaya, de la mano de sus maestros, Américo Castro y Ramón Menéndez Pidal, inició estudios de doctorado y entró a formar parte del grupo de investigadores del Centro de Estudios Históricos, institución científica creada en 1910 por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y compuesta por diversas secciones dedicadas a disciplinas filológicas e históricas. Allí comenzó a colaborar en el Laboratorio de Fonética, dirigido por Tomás Navarro Tomás, donde tuvo su primer contacto con la fonética experimental, lo cual se materializó en algunos de sus tempranos artículos sobre las oclusivas y, algo más tarde, en su tesis doctoral (1923) sobre los elementos fónicos que influyen en la entonación castellana. Pero antes, ya en 1918, Gili Gaya había empezado a trabajar también en la Subsección de Estudios Lingüísticos del Centro de Estudios Históricos recopilando datos para el proyecto que, según idea de Menéndez Pidal, consistiría en reunir el máximo número de vocablos del español registrados en los diccionarios y glosarios de la época clásica, anteriores a la edición del Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, en 1726. A este proyecto se le dio el nombre previo de Corpus Glossariorum, que conformaría, finalmente, el incompleto Tesoro Lexicográfico (1492-1726). Su formación naturalista, merced a sus estudios de Farmacia, combinada con sus conocimientos filológicos, le permitió, asimismo, investigar con precisión acerca de la etimología de los nombres de plantas, de lo cual dejó muestra en una serie de artículos y notas publicados entre 1918 y 1955.
Tras ganar, por oposición, en 1919, la cátedra de Lengua y Literatura Españolas en el Instituto General y Técnico de Baeza, Gili Gaya se trasladó a esta ciudad, donde coincidió y trabó amistad con Antonio Machado. En 1920, Gili Gaya regresó a Madrid, destinado, como profesor de Lengua y Literatura Españolas, al Instituto Escuela, experimento pedagógico promovido por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, con el impulso de José Castillejo y María de Maeztu, y desarrollado a partir de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza. Su metodología contemplaba no sólo la formación integral del alumno sino también la del profesor, según el modelo institucionista. Su técnica didáctica renovadora se basaba en “la acción, el estudio directo de la Naturaleza o de las cosas y el ejercicio de coordinar las observaciones, las lecturas convenientemente reelaboradas y asimiladas, el diálogo entre profesor y alumno y la exposición hecha por el maestro” (J. Subirá, 1924: 27). Gili Gaya, de ideas pedagógicas acordes con estas pautas, desarrolló ahí su labor docente durante dieciséis años (1920-1936). En el terreno personal, en este período, Gili Gaya se casó con Mercedes Maluquer, leridana también, con la que tuvo cinco hijos.
Durante los años previos a la Guerra Civil (1936- 1939), las labores de investigación y edición de Gili Gaya se reflejan en numerosos trabajos. Suyos son algunos de los números de la Biblioteca Literaria del Estudiante, colección dirigida por Menéndez Pidal e ideada con el fin de proveer a los estudiantes de bachillerato de textos de lectura para el aprendizaje de la lengua y la literatura españolas. Samuel Gili Gaya tuvo a su cargo la edición de los volúmenes dedicados a Tirso de Molina (1922), a Calderón de la Barca (1923) y a los historiadores de Indias de los siglos XVI y XVII (1925). Asimismo, siguió manteniendo su colaboración con el Centro de Estudios Históricos, continuando con su labor de recopilación para el Tesoro Lexicográfico y publicando artículos en la Revista de Filología Española sobre diversos aspectos fonéticos y lexicológicos. Su tarea filológica se refleja también en la publicación de ediciones críticas de algunos autores de la literatura clásica española, como Vicente Espinel (Vida de Marcos de Obregón, 1922), Francisco de Moncada (Expedición de los catalanes y aragoneses, 1924) y Mateo Alemán (Guzmán de Alfarache, 1926-1936).
En esta etapa previa al conflicto bélico, Gili Gaya desarrolló también tareas como profesor de Español para extranjeros, tanto dentro del territorio nacional como fuera. Así, desde 1916 colaboró en los cursos para extranjeros del Centro de Estudios Históricos en Madrid, labor que desplegó hasta 1935. Por otra parte, el curso 1928-1929, la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico, le invitó a impartir cursos de Fonética y Literatura Española, para lo cual fue pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, con el encargo adicional de realizar un estudio sobre la enseñanza secundaria en la isla. De esta época datan algunos de sus trabajos sobre el bilingüismo, fenómeno que se vivía intensamente en aquel país. Desde allí, Gili Gaya se trasladó a los Estados Unidos, como profesor invitado en la Spanish School del Middlebury College de Vermont. A partir del verano siguiente (1930), Gili Gaya fue nombrado director de esta escuela, a la que acudió en tal calidad durante los cuatro años siguientes, dada su experiencia en este ámbito. Durante esta etapa, como puede apreciarse en sus trabajos, las inquietudes lingüísticas de Gili Gaya iban ya a dirigirse hacia la consideración del componente psicológico del lenguaje en el estudio gramatical. Se anunciaba aquí la inquietud que le llevó pocos años más tarde a componer su famoso y sólido Curso superior de sintaxis española (1943).
En 1936, Gili Gaya partió hacia Valencia, junto con la mayoría de intelectuales y científicos que tuvieron que abandonar Madrid a causa de la guerra. En Valencia y, más tarde, en Barcelona, Gili Gaya ejerció su labor docente en el Instituto Obrero, otra de las experiencias pedagógicas iniciadas por la República, orientada a facilitar el acceso al estudio de muchachos capacitados pero faltos de recursos. Este período finalizó con consecuencias nefastas para el biografiado, pues fue sometido a un “expediente de depuración”, al igual que muchos docentes españoles de todos los niveles educativos. Todo ello llevó a la sanción final de destierro más inhabilitación para cualquier cargo público durante cinco años. Fue destinado, en 1940, al Instituto de Santander y, posteriormente, en 1942, y de forma definitiva, al de Torrelavega, donde ejerció sus funciones hasta su jubilación, en 1959. Sin embargo, a partir de 1946 y durante los diez años siguientes, obtuvo una comisión de servicios para desarrollar tareas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), institución a la que se adjudicó, tras la guerra, el patrimonio científico del Centro de Estudios Históricos. Ello le permitió proseguir con las labores encaminadas a la publicación del Tesoro Lexicográfico, que no había podido llevarse a cabo antes del conflicto.
De 1943 es la primera edición del Curso superior de sintaxis española, obra capital de Gili Gaya y la más difundida. Fue la primera obra gramatical en el mundo hispánico que se ocupó de forma específica y monográfica de las cuestiones relativas a la sintaxis de la lengua española. Su hipótesis de partida se halla en la consideración de la sintaxis como el lento resultado de una serie de tendencias psicológicas e históricas, en cambio permanente, a las que debe añadirse la creación individual del hablante. Las concepciones lingüísticas de Gili Gaya, acordes con el idealismo lingüístico de autores como Karl Vossler, se combinan con las ideas estructuralistas, que consideran el lenguaje como un sistema en el que todo está relacionado. De ahí su famosa caracterización de oración desde tres perspectivas: psicológica, gramatical y lógica.
A partir de 1946, Gili Gaya empieza de nuevo a publicar regularmente en la Revista de Filología Española, en la que figura como redactor a partir de ese mismo año y de la que, en más de una ocasión, se ocupó de los trabajos de edición. Asimismo, aparecieron publicados, en esta época, artículos suyos en el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, en Ínsula, en Estudis Romànics —sus trabajos en catalán—, en Ilerda —sobre su ciudad— y en la Nueva Revista de Filología Hispánica. Además, en el año 1947, aparece el primer fascículo del Tesoro Lexicográfico, que contiene la letra A. Son años de actividad bibliográfica intensa. En 1948-1949, aparece el segundo fascículo del Tesoro, correspondiente a la letra B. Con las editoriales Espasa Calpe y Gredos publicó una edición de las Obras de Diego de San Pedro (1950) y unos Elementos de fonética general (1950), respectivamente. En 1952, salió a la luz el tercer fascículo del Tesoro, correspondiente a las letras C y CH y, en 1957, aparecería el que había de ser el último tomo publicado de la obra, correspondiente a las letras D y E. En 1952, Rafael Lapesa, entonces responsable de la elaboración del Diccionario Histórico de la Lengua Española, le llama para colaborar en el Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española, al que Gili Gaya se incorpora a partir de abril de aquel año.
El magisterio, en sus diversos niveles, fue para Gili Gaya una preocupación constante a lo largo de su vida profesional. No es de extrañar, pues, que cuando el Ministerio de Educación Nacional se planteó la necesidad de realizar un cambio tanto en los planes de estudio como en los métodos de enseñanza, se pensara en Samuel Gili Gaya para formar parte de una comisión que debía estudiar el tema y consultar con los catedráticos de instituto para que de sus ideas y consenso surgiera el modelo idóneo de enseñanza de la Lengua y la Literatura españolas en los niveles previos a la Universidad. Gili Gaya, Rafael Lapesa y Fernando Lázaro Carreter conformaron la Comisión para elaborar una Guía didáctica —que, por motivos políticos, no apareció hasta 1957— dirigida al profesorado. En este ámbito educativo, referido especialmente a la enseñanza de las lenguas y literaturas, Gili Gaya dejó numerosos artículos que muestran sus ideas pedagógicas, en plena sintonía con el ideario institucionista, en los años previos a 1936, y que siguieron siendo renovadoras y liberales, en las etapas posteriores.
A principios de 1958, Gili Gaya recibió, desde Puerto Rico, una nueva invitación para impartir enseñanzas de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Río Piedras. Allí permaneció durante dos cursos académicos, no sin antes tener que superar diversas dificultades de carácter político-administrativo para la obtención del permiso para su marcha. A su regreso a España, en 1961, fue nombrado miembro de número de la Real Academia Española. Su discurso de recepción, leído el 21 de mayo, versó sobre el lenguaje infantil, otro de los aspectos cultivados con más ahínco por este filólogo. En él, habla de dos aspectos distintos pero convergentes en la adquisición del habla infantil: por una parte, la imitación y, por otra, la creación. Estudia los diversos mecanismos que dan lugar a tales procesos, estableciendo sus diferencias y coincidencias, y concluyendo que “la palabra infantil no debe ser mirada como simple esbozo de algo más perfecto que vendrá después, sino como un decir estructurado de por sí. La imitación, más que calco del habla adulta, es una actividad creadora que adapta las formas aprendidas, y con ellas se abre camino hacia la interpretación del mundo” (S. Gili Gaya, 1961: 31).
Las tareas académicas de Gili Gaya se desarrollaron, principalmente, en el seno del Seminario de Lexicografía y de las Comisiones de Diccionarios, de Vocabulario Técnico y de Gramática, centrándose en torno a tres áreas: el Diccionario Histórico, la Ortografía y la Sintaxis. En 1964, asistió, como miembro de la delegación académica española, al IV Congreso de Academias, que tuvo lugar a finales de ese año, en Buenos Aires. Gili Gaya presentó una ponencia que versó sobre el acuerdo para la enseñanza en lo que a nomenclatura gramatical se refiere. El académico proponía una breve lista de términos como ‘morfología’, ‘fonología’, ‘predicado’, ‘formas no personales’, etc., que debían sustituir a otros y formar parte de la terminología gramatical utilizada en las enseñanzas primaria y secundaria. En este sentido, afirmaba Gili Gaya que había que saber discriminar, dejando para la Universidad las nuevas interpretaciones y nomenclaturas de las últimas investigaciones lingüísticas; y añadía: “Lo cual no impide que los profesores de estos grados de la enseñanza puedan y deban estar enterados: al contrario, el maestro vale tanto por lo que sabe decir como por lo que sabe callar y guardar en el fondo de su espíritu” (S. Gili Gaya, 1963: 453). Gili Gaya fue, asimismo, el encargado de componer la Ortografía académica que se presentó en el V Congreso de Academias celebrado en Quito en 1968. Sin embargo, la aportación más trascendental de Gili Gaya a las labores académicas fue, sin duda, la parte dedicada a la Sintaxis que se incluye en el Esbozo de una nueva Gramática de la Lengua Española, publicado por la Corporación en 1973. En palabras de Rafael Lapesa, Gili Gaya aceptó el encargo que se le hizo en 1969, “a pesar de que el cansancio, el asma y alteraciones cardíacas habían minado su salud; a pesar también de que, al incluir en una obra corporativa casi todo el contenido de su Curso superior de sintaxis, podía dañar sus intereses personales” (R. Lapesa, 1977: 15).
En el capítulo de los nombramientos y distinciones, diremos que Gili Gaya fue designado miembro correspondiente de instituciones académicas americanas, como la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico y la Hispanic Society of America, y de entidades catalanas, como la Reial Acadèmia de les Bones Lletres de Barcelona, el Institut d’Estudis Catalans y el Institut d’Estudis Ilerdencs, que creó una cátedra con su nombre a partir de 1961. Fue elegido, además, miembro honorario de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese. Le fue concedida, asimismo, la Medalla de Plata de la Diputación de Lérida, en 1969 y, en 1972, la Banda de Honor de la venezolana Orden de Andrés Bello, destinada a premiar, según reza el reglamento correspondiente, a quienes se hubieran destacado en la educación, la investigación científica y las letras y las artes.
Tras sus últimos años con la salud ya muy mermada, Samuel Gili Gaya murió, a los ochenta y cuatro años, el 8 de mayo de 1976, en su casa de Madrid.
Como buen integrante de la Escuela Española de Lingüística, Gili Gaya abarcó ámbitos como la filología, la lingüística, la crítica y la historia literaria y la pedagogía. Dentro de estos campos, su dedicación se repartió entre la lengua castellana y la lengua catalana, si bien la bibliografía referida a la primera es notablemente mayor que la relacionada con la segunda.
En el ámbito de la filología catalana, Gili Gaya puso un especial énfasis en el estudio de las novelas de caballerías y, más exactamente, de las “Lletres de batalla”, peculiar género literario del siglo XV, que le llevó a investigar ciertos aspectos sobre el Tirant lo Blanch. El estudio profundo del ms. 7811, conservado en la Biblioteca Nacional, fue el punto de partida para algunos de sus trabajos en este ámbito. De lo medieval catalán pasó a lo contemporáneo, dirigiendo su atención, en los últimos años de su vida, a poetas catalanes como Jacint Verdaguer, Joan Maragall y Josep Carner, así como a otros nacidos, al igual que él, en Lérida, como Jaume Agelet i Garriga, Màrius Torres o Josep Estadella.
En el terreno de la lengua castellana, y en el ámbito de la historia y la crítica literaria, su atención se centró, básicamente, en el estudio de la picaresca, los clásicos del Siglo de Oro y algunas muestras de la literatura medieval, recurriendo a menudo a la búsqueda e investigación bibliográficas entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, lo cual le permitió profundizar en algunos temas de la literatura caballeresca. Los estudios sobre el léxico español se ven reflejados, asimismo, en numerosos artículos y notas, pero, principalmente, hay que destacar su labor lexicográfica, que se materializó en dos diccionarios pioneros en el panorama hispánico del siglo xx. Se trata, en primer lugar, del Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española-VOX (1945), que aportó importantes novedades lexicográficas, como la delimitación del contorno sintáctico en la definición y una selección de entradas que lo convirtieron en una obra descriptiva y normativa a la vez. En segundo término, su Diccionario de Sinónimos (1958) representó igualmente una novedad importante en este ámbito, pues en la obra se consideraba la sinonimia como un hecho no absoluto sino relativo, ofreciendo los valores connotativos y pragmáticos propios de cada sinónimo; se trataba de establecer, más que las identidades entre términos, las diferencias. Los criterios aplicados a estas obras por Gili Gaya muestran el lenguaje como un sistema en el que todo se halla entrelazado y no como meras listas de palabras. Esta perspectiva estructuralista se une a la que entiende el lenguaje desde planteamientos idealistas y psicológicos, en los que el papel del hablante resulta trascendental. Se trata de los mismos criterios que rigen en su obra sintáctica y gramatical, como ha podido apreciarse.
Como se ha indicado más arriba, la fonología fue otro de sus focos de interés. Además de las investigaciones de carácter experimental ya mencionadas, se dedicó al estudio del ritmo, tanto de la prosa como del verso, sobre todo lo cual publicó diversos artículos.
Asimismo, el sistema entonativo del castellano tiene una importante presencia en su bibliografía, que no sólo aparece en los artículos monográficos que sobre ello publicó, sino también en el fundamental Curso superior de sintaxis española.
En el ámbito de la lingüística diacrónica —muy importante, en general, en la labor investigadora de los integrantes de la Escuela de Menéndez Pidal—, Gili Gaya aporta una serie de notas y artículos referidos a la lengua de los siglos XI y XII, en los que estudia formas arcaicas de algunas regiones peninsulares, así como algunos estudios sobre la Gramática castellana de Nebrija y un trabajo publicado en la Revista de Filología Española sobre la formación de los pronombres personales ‘nos-otros’ y ‘vos-otros’, de origen exclusivo, frente a los originales ‘nos’ y ‘vos’, de carácter inclusivo.
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Neus Vila Rubio