Araújo Iglesias, Miguel Ángel. Sabadelle (Orense), 10.I.1920 – Orense, 22.VII.2007. Obispo de Mondoñedo- Ferrol, rector del Seminario de Orense, propulsor del culto de San Rosendo.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Orense, de donde pasó al seminario de la ciudad para cursar la carrera eclesiástica, que culminó con notable aprovechamiento, y dadas sus excelentes disposiciones para el estudio, fue enviado a la Universidad Pontifica de Comillas, donde, después de terminar el bachillerato, obtuvo las licenciaturas de Filosofía en 1941, y de Teología en 1945, año en que recibió la ordenación sacerdotal el 25 de julio.
Durante veinticinco años ejerció su ministerio sacerdotal en la ciudad de Burgos, donde fue nombrado canónigo de la santa iglesia catedral. Fue profesor de Teología Fundamental en el seminario diocesano, consiliario de la Junta Diocesana de Acción Católica, delegado diocesano de la Comisión Episcopal del Clero y director de la obra sacerdotal Unión Apostólica. Durante diez años —1956-1966— estuvo al frente del seminario diocesano en calidad de Rector. Al mismo tiempo que vivía entregado a tantos ministerios diocesanos, aprovechaba el tiempo para desarrollar su labor como periodista, colaborando en algunas revistas de orientación sacerdotal y diarios provinciales, de manera especial en La Región de Orense, en la cual aparecían reiteradamente colaboraciones variadas, destinadas a hacer apostolado en el pueblo. Según confesión propia, su deporte preferido eran las largas caminatas que se imponía. Dos veces anduvo el camino de Orense a Santiago; una de Tui a Fátima (Portugal) y otra desde Torrelavega (Cantabria) hasta Covadonga (Asturias), siempre con la mochila y la tienda de campaña a la espalda. Obtuvo varias distinciones, tales como el Padrón de Ouro 1977. Fue miembro numerario de la Real Academia Gallega, Medalla Castelao 1988, Galego de Hoxe 1988, Premio Trasalba 1989, Grelo de Ouro 1992, hijo predilecto de Sabadelle 2000 y Premio Ramón Otero Pedrayo 2000, entre otros.
Su buena preparación científica y el celo demostrado en las diversas actuaciones que le confió la Iglesia dieron motivo para que en 1970 se fijaran en él en Roma y le propusieran para la sede de Mondoñedo-Ferrol.
La noticia produjo gran sensación en Orense, por ser persona tan bien relacionada con todos y con grandes valores que le hacían digno de un ascenso tan merecido.
La ordenación episcopal se señaló para el 6 de septiembre, y tomó parte en ella gran número de prelados, todos los de Galicia y de distintas regiones de España, actuando de ministro consagrante el cardenal Fernando Quiroga Palacios, arzobispo de Santiago de Compostela, gran figura de la Iglesia española, quien precisamente en tiempo antiguo había sido antecesor suyo en la sede mindoniense, de la que también fue obispo san Rosendo en los primeros tiempos. En el inicio de su episcopado se hace destacar que por primera vez en la historia se utilizó el idioma gallego en la liturgia, precisamente porque sabían que el interesado era un entusiasta de la lengua gallega. He aquí la primera estrofa cantada por la comunidad de fieles al comienzo del acto: “Somos a xente labrega / e vimos a teu altar / a traerche o pan e o viño / que a nosa terra nos dá; / a nosa alma cansadiña, / cansada de salaiar / por una vida mellor / e una terra máis humá”.
El 13 de septiembre fue el día señalado para entrar en su diócesis, donde se entregó a la tarea impuesta por el ministerio, que para un obispo es no poco complicada por la cantidad enorme de obligaciones que impone no solamente en Mondoñedo —cabeza del obispado—, sino principalmente en el Ferrol, ciudad rodeada de grandes industrias, atendidas por numerosos obreros, sin olvidar que es a la vez puerto pesquero de los más importantes de España, cuyos pescadores han sido, quizá, de los más marginados en tiempo antiguo, a pesar de la dura y peligrosa tarea de que son esclavos. A todos tenía que atenderlos el obispo como verdadero padre, interesándose por sus problemas y tratando de mejorarlos todo lo que le era posible. Una de las acciones más luminosas que se recordarán siempre del doctor Araújo es la visión certera que tuvo al designar el centro de su actuación en Ferrol, y —sin dejar abandonada la sede mindoniense donde radica su sede— a él se debe la construcción de la Casa de la Iglesia en una zona pacífica y en un lugar delicioso desde el que se domina toda la ciudad, la hermosa ría a sus pies y, en lontananza, la capital de provincia.
Desde allí le era más fácil atender a la ciudad, que posiblemente tuviera ella sola casi tantos habitantes como el resto de la diócesis. Aunque estos cambios no suelen agradar a los originarios de las ciudades donde radica la cabeza antigua de la diócesis, sin embargo, nadie puede negar que fue un gran acierto que beneficiaba en extremo su labor pastoral.
Además de sus visitas a los pueblos y aldeas —tal vez la tarea más dura para un prelado, sobre todo cuando se trata de zonas montañosas como la que le cupo en suerte—, “su magisterio pastoral y escrito es abundante e incide casi siempre sobre la problemática de los hombres y los pueblos de Galicia. Tomó parte muy destacada en el Concilio Pastoral de Galicia, en el que presidió la Comisión de Apostolado seglar. Entre las pastorales más indicativas, pueden citarse las cinco que ha escrito acerca del problema de la emigración, una sobre los problemas del mundo rural, varias sobre problemas sociales, otra sobre la visita pastoral, etc.”. Le faltaban pocos años para la jubilación impuesta por el concilio, pero habiéndole acometido una enfermedad que le impedía seguir actuando en la diócesis, se apresuró a presentar la renuncia a la Santa Sede, que fue aceptada y se retiró a su casa de Orense donde habiendo mejorado bastante, siguió haciendo todo el apostolado que le fue posible a través de su pluma en revistas y periódicos, como antiguamente. Antes de abandonar la diócesis, tuvo un gesto digno del mayor agradecimiento para los monjes de Oseira, ya que legó toda su biblioteca de tema general muy valiosa para el monasterio.
Miguel Ángel Araujo murió en Orense el domingo 22 de julio de 2007, a los ochenta y siete años de edad.
Obras de ~: Escritos Cristians, Sada, Editorial Do Castro Sada, 1987; Cartas para os amigos, Editorial Galaxia, 1989; Escritos Pastorais, A Coruña, do Castro Sada, 1990; “Un teólogo mindoniense, Xoaquín Salaverri”, en Estudios Mindonienses (EM), n.º 8 (1992); Memoria de Vida, Vigo, Editorial Ir-Indo, 1993; “Un sociólogo mindoniense”, Xosé Salaverri, S.I., en EM, n.º 10 (1994); id., Os Bispos de Galicia no Concilio Vaticano II, Editorial Caixa de Galicia, A Coruña; A Merca Antropología dun Concello Galego, Vigo, Editorial Ir- Indo, 1997; Parroquia de San Martiño de Sabadelle, Orense, Imprenta de Celanova, 2001: San Rosendo, Bispo e fundador, Orense, Imprenta de Celanova; “Crecente Veiga, José”, en EM, n.º 12; Oracional Galego, Vigo, 2003, (2.ª ed.); Sacerdotes ilustres nacidos na Iglexa de Mondoñedo-Ferrol, s. f. (inéd.) (diócesis de Mondoñedo-Ferrol).
Fuentes y bibl.: Archivo del Seminario de Orense; Archivo del Obispado de Mondoñedo-Ferrol.
“Nuevos prelados de Valladolid y Mondoñedo”, en Revista Ecclesia, 4 de julio de 1970, pág. 974; “Ordenación episcopal del Obispo de Mondoñedo el Ferrol, D. Miguel Araújo Iglesias”, en Boletín Oficial del Obispado de Orense (1970), págs. 497-509; El Correo Gallego, Gallegos, Quién es quién en la Galicia del siglo XXI, Santiago de Compostela, Editorial Compostela, 2002, pág. 38; R. Otero Pedrayo (dir.), Gran Enciclopedia Gallega, vol. III, Lugo, El Progreso-Diario de Pontevedra, Silverio Cañada, 2003, págs. 130-131.
Damián Yáñez Neira, OCSO