Palau y Catalá, Melchor de. Mataró (Barcelona), 15.X.1842 – Madrid, 2.III.1910. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, licenciado en Derecho, profesor de Geología, poeta y académico de la Real Academia Española.
Hijo del abogado Melchor de Palau de Soler y Bonet y de Francisca Catalá, fue apadrinado por sus hermanos mayores, Juan y Luisa. Fue un muchacho piadoso que desde muy joven se aficionó a la poesía. De su infancia, que transcurrió feliz en Mataró, nos han llegado dos hechos significativos. Uno fue la llegada a Mataró, en octubre de 1848, del primer tren que circuló en España. Otro, la estancia en su casa, en 1850, de un soldado que volvía de Gaeta y les daba a besar medallas y recuerdos de Pío IX. Ese soldado hablaba en español, una lengua que Melchor no había oído nunca.
Tal vez por el prestigio del ferrocarril se sintió atraído por la ingeniería de Caminos, en cuya Escuela en Madrid ingresó en 1860. Allí fue alumno de José Echegaray. Tras haber perdido un curso, acabó la carrera en 1867 y fue clasificado con el número 11 entre los 13 miembros de su promoción. Durante los estudios, a finales de 1865, ocurrió el fallecimiento de su madre, a la que dedicaría su primer libro, Cantares, publicado en 1866 con prólogo de Manuel Cañete. Esta obra tuvo gran éxito y fue reeditada en ese mismo año.
Su primer destino profesional fue Segovia, en calidad de ingeniero aspirante, pero en marzo de 1868 fue destinado a Almería donde, para paliar el paro provocado por la sequía, decidió el gobierno activar las obras de la carretera de Huércal-Overa a Baza. Su siguiente destino fue la División Hidrológica de Málaga, donde tomó posesión el 12 de agosto de aquel mismo año. Efectuó allí un reconocimiento del río Guadalfeo. En febrero de 1870, posiblemente debido a la supresión de su plaza, fue trasladado a Valladolid. En esta ciudad permaneció dos años que aprovechó para empezar los estudios de Derecho en la Universidad. De su actividad profesional solo se sabe su reconocimiento del puente colgado de Dueñas, que se encontraba en mal estado.
En 1872 consiguió ser destinado a Barcelona, su tierra natal, en la que permaneció durante catorce años. En este periodo terminó su carrera de abogado y publicó algunos de sus libros, tanto técnicos o jurídicos como de poesía. De 1874 data su Carreteras-tranvías, que se editó en Madrid. En 1876 publicó en Barcelona De Belén al Calvario, serie de poemas cortos que fueron traducidos a varios idiomas. En 1877 apareció, también en Barcelona, Horas de amor. Hasta marzo de 1878 estuvo destinado en la jefatura de Obras Públicas y en esa fecha pasó a la Diputación provincial para dirigir las carreteras y caminos vecinales.
Su buen conocimiento de la provincia le permitió elaborar en muy breve tiempo un ambicioso plan que comprendía 26 carreteras, desglosadas en secciones y ordenadas por un riguroso orden de prioridad. Fue aprobado por la Diputación el 21 de agosto. Remitido a Madrid, el 10 de enero de 1879 se aprobó de Real orden, junto con un empréstito que permitió acelerar la obras. De esta labor dio cuenta en un libro aparecido años más tarde, Carreteras provinciales de Barcelona. Estudio histórico-crítico. Otros trabajos para la Diputación fueron el estudio de la influencia del abastecimiento de aguas sobre las fiebres tifoideas de Calella y un proyecto de saneamiento del delta del Llobregat que quedó inconcluso.
Durante estos años pudo dedicarse, además, a muy distintos asuntos de su interés. Como jurista e ingeniero, publicó uno de los primeros estudios sobre la recién promulgada Ley de Aguas de 13 de junio de 1879. Participó activamente en el Ateneo barcelonés en el que, en el curso 1882-83, presidió la sección de Ciencias Exactas y Naturales. En 1883-84 ocupó la vicepresidencia del Ateneo y en 1884-85 la presidencia. En el terreno poético, en 1878 publicó en Madrid Poesías y cantares, en que figuran ya sus versos más populares. De 1881 data Verdades poéticas, que representaría un cambio en su trayectoria, que derivó hacia una poesía “científica”; pero aún en 1883 apareció Nuevos cantares, en línea con los anteriores. Entre tanto, en 1878, realizó la traducción al castellano de La Atlántida de Verdaguer, que se reeditaría luego numerosas veces.
Su afán por la economía y por el cumplimiento de la legalidad le llevó pronto a chocar con algunos diputados provinciales cuyos intereses estaban imbricados con los de los contratistas locales. La primera maniobra a la que se tuvo que oponer fue una reducción ficticia de los presupuestos que permitiera realizar las subastas dentro del ámbito local. La honradez de Palau estorbaba en ese ambiente de corrupción y dio lugar a unas tensiones que provocaron su salida de la Diputación. En marzo de 1886 solicitó el regreso al servicio del Estado, que se le concedió el 24 de julio de ese mismo año, en la vacante dejada por el paso a supernumerario de Amós Salvador.
Fue destinado a la Comisión de los ferrocarriles de Canfranc y del Noguera Pallaresa, con destino en Madrid. En esa Comisión permaneció tres años hasta que, en agosto de 1889, tras su ascenso a la categoría de jefe de 2ª clase, fue destinado al negociado de Aguas del ministerio de Fomento. Era un puesto muy adecuado a sus conocimientos de derecho de aguas; pero en junio de 1890 solicitó y obtuvo una plaza de profesor de la Escuela de Caminos. En esos primeros años de su etapa madrileña se adaptó a la vida de la Corte. Participó asiduamente en el Ateneo madrileño y colaboró en numerosas revistas españolas como la Ilustración Española y Americana, la Ilustración Católica y el Semanario Popular, o extranjeras, como L'Aube, de París; Rivista Internazionale, de Florencia; Monatsblätter, de Breslau, etc. Además, compuso el himno que, con música del maestro Rodoreda, se interpretó en mayo de 1888, en la inauguración de la Exposición Universal de Barcelona. En 1889 asistió al Congrés des Gents de Lettres de París, en el que fue vicepresidente de la sección de Literatura. De ese mismo año es su prólogo a Flechazos, primer libro de versos de Ricardo Catarineu, hijo del ingeniero de Caminos homónimo.
En la Escuela de Caminos permaneció 16 años hasta que, al ascender a inspector, tuvo que pasar al Consejo de Obras Públicas. Inicialmente fue profesor de Legislación y se encargó también de la cátedra de Geología, que estaba vacante; pero poco después quedó encargado exclusivamente de esta asignatura. En los anales del centro han quedado numerosas anécdotas de la enseñanza de un profesor atípico. Con motivo del hundimiento del tercer depósito del Canal de Isabel II, escribió apuntando a un terremoto como posible causa de la catástrofe. En 1906, estando ya próximo a dejar la enseñanza, reunió sus lecciones en un libro de texto, que contenía abundantes referencias litológicas de las distintas regiones españolas. Se reeditó póstumamente en 1914. En el Consejo de Obras Públicas permaneció tres años durante los cuales realizó visitas de inspección, en 1907, al Canal de Urgel y a los terrenos en que se proyectaba el pantano de Azuébar, y en 1908 al puerto de Tarragona. En 1909 se resintió su salud y solicitó la jubilación que le fue concedida en el mes de septiembre. Falleció en Madrid el 2 de marzo de 1910 y sus restos fueron trasladados a Barcelona.
Su labor literaria tuvo tres facetas distintas, como poeta, traductor y crítico. Sus sencillos cantares tuvieron un gran éxito y se identificaron pronto con las canciones populares. Su ampulosa poesía científica –a la locomotora, al carbón de piedra o al faro de Nueva York– revelan al ingeniero orgulloso de los progresos de su siglo. Gerardo Diego, que apreciaba “la auténtica emoción y los relámpagos de ingenio” de esta poesía, afirma que “no le faltó al buen Melchor de Palau sino inventar un ritmo y una poética adecuada a los temas que él mismo se propuso”. Además, Palau no dejó nunca de cultivar otra poesía más íntima, en catalán, que recopilaría ya muy tardíamente.
Tradujo al español dos obras catalanas: Batalla de Reinas, un drama en verso de Federico Soler, y La Atlántida, de Verdaguer. Satisfecho con este último trabajo, afirmaría que aspiraba a entrar en el Parnaso colgado de la sotana de mosén Cinto. Del francés tradujo Pablo y Virginia, la obra romántica de Bernardino de Saint-Pierre, con quien, como ingeniero y poeta, se identificaba plenamente.
Desde 1885 y al menos hasta 1896, fue publicando Acontecimientos literarios. Se trataba de una iniciativa insólita en que, para divulgar las letras españolas en España y en el extranjero, editó por su cuenta y riesgo unos cuadernos, que luego fue recopilando año tras año, con las novedades más sobresalientes del panorama literario nacional. Allí el poeta amable se transformaba en crítico implacable, que lo mismo censuraba el laísmo de Pereda que recomendaba suprimir el cuarto acto en la Mariana de Echegaray, a pesar de apreciar esta obra más que todas las precedentes de su antiguo profesor.
El hecho más relevante de sus últimos años fue su nombramiento como miembro de la Real Academia Española. A propuesta de Rodríguez Marín, Mariano Catalina y Eduardo Saavedra, en 1907 fue elegido para ocupar el sillón vacante por fallecimiento de Emilio Ferrari. Tomó posesión el 22 de noviembre de 1908 con un grandilocuente discurso sobre “La ciencia como fuente de inspiración poética”, que fue contestado por Alejandro Pidal.
Su fondo documental se conserva en el archivo comarcal del Maresme. Tiene dedicadas sendas calles en Barcelona y en Mataró.
Obras de ~: Cantares, Madrid, 1866 (edición de Mataró, 1904); Carreteras-Tranvías, Madrid, 1874; “Divisiones Hidrológicas”, en Revista de Obras Públicas (ROP), 1875, págs. 234-238; Horas de amor, Barcelona, 1877; Poesías y cantares, Madrid, 1878; Ley de Aguas del 13 de junio de 1879, Barcelona 1879; Verdades poéticas, Madrid, 1881 (6ª ed. corregida y aumentada, pról. de J. Rodríguez Carracido, 1892); Nuevos cantares, 1883; Acontecimientos literarios, Madrid, 1886-1896, varios vols.; Carreteras provinciales de Barcelona. Estudio histórico-crítico, Madrid, 1891; Versos para escuelas, 1903; Poesías de D. Melchor de Palau y Catalá, Madrid, 1905; Geología, Resumen de las lecciones explicadas en la Escuela de Caminos, Canales y Puertos, Madrid, 1906 (2ª ed., 1914); Poesíes catalanes, Barcelona, 1906; Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del Ilmo. Sr. D. Melchor de Palau el día 22 de noviembre de 1908, Madrid, 1908.
Bibl.: “Don Melchor de Palau”, en Revista de Obras Públicas (ROP), t. II (1910), págs. 90 y 98; C. Sáenz García, “Cien años de enseñanza geológica en la Escuela de Caminos”, en ROP (mayo 1953), págs. 33-38; L. Bujón Montero, “Biografía de D. Melchor de Palau y Catalá”, en ROP, 3019 (1966); G. Diego, “Melchor de Palau”, en ABC, 4 de agosto de 1972 y en ROP (diciembre 1972), págs. 853-854; F. Sáenz Ridruejo, Ingenieros de Caminos del S. XIX, Madrid, Editorial AC, 1990; J. C. Ara Torralba, “Asombros, euforias y recelos”, en Técnica e ingeniería en España, vol. 4, El Ochocientos: pensamiento, profesionales, sociedad, Zaragoza, Real Academia de Ingeniería – Institución “Fernando el Católico”, 2007, págs. 427-465; C. Murciano, “Memoria de Melchor de Palau”, en ABC, 26 de octubre de 2010, pág. 17; F. Sáenz Ridruejo, Una historia de la escuela de Caminos. La Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid a través de sus protagonistas, Madrid, Fundación Juan-Miguel Villar Mir - Colegio de Ingenieros de Caminos, 2016; F. Sáenz Ridruejo, Contribución de los ingenieros de caminos catalanes al progreso de España, Barcelona, Debate, 2020.
Fernando Sáenz Ridruejo