Borja, Alonso de. Aranda de Duero (Burgos), p. s. XVI – Ciudad de México, 1542. Agustino (OSA), misionero.
Alonso de Borja fue hijo de Pedro de Borja y de Constanza de Quemada. Ingresó en el convento de Salamanca en 1523 y profesó el 28 de febrero del año siguiente. Tras acabar varios estudios se trasladó a la Nueva España y se dedicó durante algún tiempo a la predicación entre los indios de Santa Fe, localidad sita a dos leguas de la ciudad de México. En este pueblo, fray Alonso de Borja aprendió la lengua indígena y fundó un convento en 1533.
En 1536, fue nombrado prior de Atotonilco (municipio de Jalisco), teniendo por compañeros a fray Gregorio de Salazar y a fray Juan de San Martín. En este pueblo fray Alonso aprendió la lengua otomí rápidamente y así pudo dedicarse a la predicación entre los indígenas. Estuvo dedicado a la conversión de los indios y a procurar el arraigo de la fe católica. Enfermó en 1542. El agustino burgalés se sintió morir y emprendió viaje hacia el convento de la ciudad de México, donde falleció ese año.
Este agustino burgalés fue muy reconocido por sus contemporáneos fray Tomás de Villanueva y Juan de Grijalva, que elaboraron sendos informes acerca de su persona y su labor. Fray Tomás de Villanueva, en su crónica sobre los agustinos en América, dice del burgalés que apreció en poco tiempo la lengua otomí, considerada “como la más difícil, que se halla en esta tierra, ni aún en todas las que conocen, según afirman grandes lenguatarios [...]”.
Por su labor los otomíes “recibieron muy bien la fe y la profesaron con mucha devoción”, tiene hecho “arte y vocabulario, catecismo y muchos sermones, en que se explican los artículos principales de la fe y las más generales doctrinas para las costumbres”.
Juan de Grijalva, en la crónica que realizó sobre la Orden agustina en Nueva España, hizo este retrato de Alonso de Borja: “Guardaba todas las ceremonias [...] estando solo [...] como si estuviese en un convento de muchos [...], ayunaba tres días en semana, y viernes y sábados con algunas hierbas o crudas o cocidas con agua [...], palabras, muy pocas [...]; su dormir era muy poco y a raíz de una tabla, y por cabecera un trozo de madera [...]; acatabais todos los días [...]; su vestido era una túnica de jerga a raíz de las carnes [...]; caminó siempre a pie [...]; fue tan honesto que ni el mirar de los ojos fue reprensible [...] Fue un enoc de aquel siglo”.
De su labor pastoral, Grijalva decía: “En amaneciendo se juntaba todo el pueblo y rezaba la doctrina cristiana. Decíales misa [Alonso de Borja] y predicaba todos los días. En acabando, que no era temprano, se iban a sus casas a comer un bocado y luego los que tenían que hacer su labor se iban a ella, los demás se volvían a la Iglesia, unos a aprender la doctrina, otros a enseñarla, de modo que dos estuviesen ocupados en cosas virtuosas [...]”.
Bibl.: A. Y bot León, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias, en A. Ballesteros Beretta (dir.), Historia de América y los pueblos americanos, vol. II, Barcelona, Salvat, 1962, págs. 774-775; L. Álvarez Gutiérrez, “Fray Tomás de Villanueva, mentor espiritual y promotor de las misiones agustinas en América”, y M. Andrés Nartín, “Espiritualidad agustiniana en Nueva España en el siglo XVI”, en Agustinos en América y Filipinas. Actas del Congreso Internacional, vol. I, Valladolid-Madrid, Banco Atlántico, 1990, págs. 80 y 177-179, respect.; A. Pereda López, La emigración burgalesa a América durante el siglo XVI, Burgos, Caja de Burgos, 2000, pág. 133.
Ángela Pereda López