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Ruy Gómez de Silva Mendoza y de la Cerda

Biografía

Gómez de Silva Mendoza y de la Cerda, Ruy. Duque de Pastrana (III). Valencia, X.1585 – Madrid, 23.XII.1626. Embajador, consejero de Estado, comendador de órdenes militares.

Hijo de Rodrigo de Silva, II duque de Pastrana, y de Ana de Portugal y Borja. Le bautizaron con el nombre de Simón Francisco Domingo Benito Rui Gómez de Silva, aunque sólo se hizo llamar por este último nombre, Rui Gómez de Silva, en memoria de su gran abuelo.

Reunió en su persona los títulos de IV príncipe de Melito y IV príncipe de Éboli, III duque de Pastrana, Estremera y Francavilla, marqués de Algecilla y Almenara, barón de la Roca y Montesanto, caballero de la Orden de Santiago, comendador de Estepa en dicha Orden.

Desempeñó numerosos puestos al servicio de la Corte, desde los de gentilhombre de cámara de Felipe III y cazador mayor del mismo Monarca, hasta los de embajador extraordinario en Francia y Roma, gentilhombre de cámara de Felipe IV y consejero de Estado.

Su vinculación a la Corte se remonta a su infancia, como menino del príncipe Felipe (Felipe III), cuando el duque, su padre, quiso que le acompañase durante su segunda jornada a Flandes en 1594, con sólo nueve años de edad. En 1598 también asistió en el acompañamiento de Felipe III en la primera entrada pública que hizo, como Rey, en Madrid, el día 8 de noviembre.

Casó con Leonor de Guzmán, según acuerdo matrimonial fijado entre su padre don Rodrigo y el duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán. Según el acuerdo, deberían contraer nupcias cuando el duque Rui Gómez de Silva cumpliese catorce años y la princesa doce años. Fruto de su matrimonio nacieron seis hijos, tres varones y tres mujeres, continuando en la línea de sucesión Rodrigo de Silva y Mendoza, príncipe de Melito y de Éboli, duque de Pastrana y Francavilla.

En 1605 Rui Gómez pasó a Valladolid, donde estaba la Corte, y el 13 de marzo obtuvo venia de Su Majestad para regir y administrar su casa. Con el traslado de la Corte de Madrid a Valladolid se intentó instalar un nuevo estilo cortesano caracterizado por su fastuosidad y un mayor control del ambiente crítico o de los posibles pretendientes que merodeaban por la villa.

En 1606, al morir la condesa de Cifuentes, su tía Ana de Silva, recayó en él la primogenitura de la casa de Silva y el título, estado y mayorazgos de los condes de Cifuentes. Como consecuencia de dicha sucesión, se siguieron algunos pleitos en la Chancillería de Valladolid, sobre algunas de sus propiedades en litigio.

En 1612, se produjo el acuerdo para los enlaces matrimoniales entre las Coronas de España y Francia, con los del príncipe Felipe, futuro Felipe IV, y la princesa Isabel de Borbón, hija mayor de Enrique IV de Francia y de María de Médicis, y el de Luis XIII con Ana de Austria, la primogénita de Felipe III y Margarita de Austria. Un excelente óleo de un anónimo flamenco, actualmente en el monasterio de la Encarnación en Madrid, recuerda la posterior ceremonia de entrega y canje de las princesas entre ambas Coronas.

En 1619, Rui Gómez de Silva pasó con Felipe III a Portugal, según cuenta Juan Bautista Labaña. La visita del Rey, dilatada durante años sin claros motivos, puso de manifiesto el recelo de las oligarquías del imperio luso que veía cada vez más amenazados sus intereses coloniales por los holandeses con el aparente desinterés de los gobernantes castellanos. El 23 de febrero de 1623 el Rey hizo merced a Rui de la encomienda de Estepa, en la Orden de Santiago, según Luis Salazar y Castro, “para que aliviase alguna parte de los empeños en que le tenían los viajes antecedentes”.

A finales de mayo de 1623, fue enviado a Roma por Su Majestad con grado de embajador extraordinario, acompañando al VII duque de Alburquerque, Francisco Fernández de la Cueva, que servía la embajada ordinaria de España. Tras el de Alburquerque, ocupó la embajada ordinaria de Roma a finales de 1623, donde estaba el pontífice Urbano VIII, sustituyendo al fallecido Gregorio XV. Con Felipe IV, quedó en Roma con el título de embajador extraordinario aunque lo ejerciese como ordinario.

Desde mayo de 1624 fue nombrado consejero de Estado, mostrando el Rey con esta merced su gratitud por tantos años de servicio. Se había desarticulado el ámbito de poder de algunos linajes, como el duque de Osuna, el conde de Lemos y el duque de Uceda, entre otros. A los caídos en desgracia por la nueva administración de Olivares les fueron sustituyendo otros, como quedaría recogido en el Gran Memorial o “instrucción secreta” del conde-duque de diciembre de 1624.

Desde finales del siglo XVII la favorable situación de los españoles en Italia empezó a cambiar. El duque Carlos Manuel de Saboya ya había desafiado la autoridad de los franceses al invadir el valle de Saluzzo en 1598, mientras realizaba una segunda intentona para apoderarse del territorio de Monferrato en 1613. Las inclinaciones pro-francesas de la República de Venecia, con la congiura spagnola de 1618, y la posterior invasión de la Valtelina por los franceses, en 1625, pusieron en tela de juicio el dominio español sobre el norte de Italia, lo que enturbió las relaciones hispanofrancesas. Ello explica los sucesivos despachos emitidos durante estos años por el Consejo de Estado a los virreyes de Nápoles, Cataluña, Valencia y Aragón, para prevenirles ante cualquier situación.

Los sucesos de Monferrato y la Valtelina habían puesto de manifiesto las intenciones del cardenal Richelieu de reorganizar el mapa de Europa a costa de la Monarquía católica y predecían la posible ruptura de hostilidades con Francia, como se produciría de hecho en 1635. Por el momento, la situación llegó a reconducirse y Rui asistió con poderes a la conclusión de las paces por los asuntos de la Valtelina.

Establecido en Roma como embajador extraordinario desde finales de 1623, solicitó, por motivos de salud, su relevo de la Ciudad Eterna, regresando a Madrid a comienzos de noviembre de 1626. “Mas tan molestado de rigurosos achaques”, según una de sus últimas cartas, otorgó testamento en Madrid el 19 de noviembre, nombrando por tutora y administradora de sus bienes a la princesa doña Leonor de Guzmán, su mujer.

Don Rui Gómez de Silva falleció en Madrid el 23 de diciembre de 1626, siendo sepultado en la bóveda de la capilla mayor de su iglesia colegial de Pastrana, en una urna de finísimo mármol, con un epitafio que se refería a todas las acciones que más habían ilustrado su nombre.

 

Bibl.: G. González Dávila, Teatro de las Grandezas de la villa de Madrid, Corte de los Reyes Católicos de España, Madrid, Thomas Iunti, 1623; L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Silva, t. II, Madrid, por Melchor Álvarez y Mateo de Llanos, 1685 (ed. facs., Ollobarren, Wilsen Editorial, 1998, págs. 564-586); J. A. Álvarez de Baena, Hijos de Madrid, Ilustres Santidad, Dignidades, Armas, Ciencias y Artes, t. II, Madrid, en la Oficina de Benito Cano, 1790 (ed. facs., Madrid, Editorial Atlas, 1973); J. L. Cano de Gardoqui, La incorporación del marquesado de Finale (1602), Valladolid, Universidad, 1955; A. Corral Castanedo, España y Venecia, 16041607, Valladolid, Universidad, 1955; J. de Olarra Garmendia y M. L. L arramendi, La correspondencia entre la Nunciatura de España y la Santa Sede. Reinado de Felipe III, Roma, Iglesia Nacional Española, 1960-1967; J. L . Cano de Gardoqui, La cuestión de Saluzzo en las comunicaciones del Imperio Español (1588-1601), Valladolid, Universidad, 1962; D. Bitton, French Nobility in Crisis, 15601649, Stanford, University Press, 1969; J. L. Cano de Gardoqui, Tensiones hispanofrancesas en el siglo XVII. La conspiración de Pirón (1602), Valladolid, Universidad, 1970; A. Bombin, La cuestión de Monferrato, 16131618, Vitoria, Colegio Universitario, 1975; R. Briggs, Early Modern France, 15601715, Oxford, University Press, 1977; C. Pérez Bustamante, La España de Felipe III: la política interior y los problemas internacionales, pról. de C. Seco Serrano, en J. M. Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXIV, Madrid, Espasa Calpe, 1983; R. A. Stradling, Europa y el declive de la estructura imperial española (1580-1720), Madrid, Crítica, 1983; F. Barrios Pintado, El Consejo de Estado de la Monarquía española, 1512-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984; B. J. García García, La Pax Hispanica. Política exterior del Duque de Lerma, Leuven, University Press, 1996; A. Feros, El duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, Marcial Pons, 2002; E. García Hernán, Políticos de la Monarquía hispánica (1469-1700). Ensayo y Diccionario, Madrid, Fundación Mapfre-Tavera, 2002.

 

Porfirio Sanz Camañes

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