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Enrique IV de Francia

Biografía

Enrique IV de Francia. Enrique III de Navarra. Pau (Francia), 13.XII.1553 – París (Francia), 14.V.1610. Rey de Francia y heredero de los reyes de Navarra.

Enrique de Borbón nació en Pau (Bearne), desde donde sus padres gobernaban un importante conjunto de señoríos extendido en la vertiente septentrional del Pirineo. Su padre, Antonio, duque de Vendôme, era uno de los “príncipes de sangre” de Francia, como descendiente de Robert de Clermont. Juana III de Albret, su madre, era heredera de los reyes de Navarra y vizcondesa de Bearn, dos territorios que se pretendían soberanos y sin dependencia del rey de Francia. La muerte de Enrique II de Albret (que se hacía llamar Enrique II de Navarra, en 1555) y el ascenso de Felipe II a la Monarquía de España (1556) animaron a Antonio de Borbón a reivindicar una solución definitiva al contencioso de Navarra. Los contactos diplomáticos fueron particularmente intensos en 1558-1562, con ocasión de las negociaciones de paz entre ambas monarquías, y de los problemas sucesorios y religiosos en Francia. Pero ni la reunificación del reino de Navarra, ni una compensación equivalente maduraron antes de la temprana muerte del duque de Vendôme (1562).

Enrique y Catalina de Borbón quedaron huérfanos bajo la tutela de Juana III. El heredero fue educado con rigor bajo preceptores calvinistas, la religión que su madre había profesado con sinceridad y convencimiento probablemente desde 1556. Su padre nunca tomó una postura tan definida, más preocupado por engrandecer territorialmente su casa y, sobre todo, por aumentar su influencia en el gobierno de Francia. Enrique fue llevado a la Corte de París, donde cursó estudios de Humanidades en el Collège de Navarre, junto con los duques de Anjou y de Guisa, hermanos del rey Carlos IX de Francia. Como lugarteniente general, gobernador y almirante de Guyena, cargos que heredó de su padre, se vio inmerso en las luchas de la Corte justo cuando la debilidad de la realeza y la difusión del calvinismo iniciaban una cadena de ocho guerras civiles-religiosas. Enrique de Borbón se alineó, por motivos de interés familiar y de convicción, junto a la facción “hugonote” que lideraba el almirante Gaspar de Coligny, frente al partido católico de la familia Guisa.

En 1572, la regente Catalina de Medicis, para restablecer la paz entre ambas facciones y fortalecer la posición de su hijo el Rey, todavía bajo su tutela, negoció el matrimonio de Enrique de Borbón con su hija Margarita de Valois. El novio acudió a la boda (18 de agosto de 1572) como “rey de Navarra”, porque Juana III había muerto dos meses antes. Esto le permitió salvar la vida en la matanza de hugonotes de la “Noche de San Bartolomé” en París, que se desató con ocasión de las ceremonias nupciales. El 26 de septiembre abjuró por primera vez de su fe calvinista y, durante unos años —bien fuese por indecisión, prudencia o duplicidad— Enrique III de Navarra permaneció junto al rey de Francia y dentro de la Iglesia católica.

En 1576 huyó de la Corte, volvió a la confesión calvinista y la asamblea de Montauban le proclamó “protector” de la unión de protestantes y católicos. Comenzó entonces su creciente protagonismo en las guerras internas de Francia. Desde sus bases patrimoniales en el suroeste, demostró su capacidad de, por una parte, moderar las reclamaciones máximas de los calvinistas, que le consideraban un nuevo David, y, por otra, de atraer la colaboración de algunas facciones de la nobleza católica, descontentas con el monopolio del poder que pretendían los Guisa. Su mediación consiguió acuerdos como el de Nerac (1579), por el que, renunciando a la libertad de culto en todo el reino, los hugonotes adquirieron una serie de “plazas de seguridad”.

La muerte del duque de Anjou (1584) le convirtió en heredero del trono, ya que el nuevo rey de Francia, Enrique III de Valois, no tenía descendencia y Enrique de Navarra era el más próximo a la casa real por vía masculina. Esto agravó el problema religioso y la fractura política del país. Sixto V le declaró privado de sus derechos a la Corona, acusado de favorecer la erradicación del catolicismo, y el Rey revocó los edictos de pacificación y prohibió el culto reformado en todo el reino (1585). Enrique de Navarra no aceptó volver al catolicismo, y lideró la guerra con el apoyo de las iglesias calvinistas, de sus estados patrimoniales, y de algunos nobles y ciudades recelosas de la injerencia de la Monarquía española. Pero, al poco tiempo, Enrique III de Francia, para desbaratar el poder de la Liga y de los hermanos Guisa, ordenó su asesinato (1589), lo que suscitó una violenta reacción ultracatólica en París. Ante la rebelión abierta de la ciudad, el Rey se reconcilió con el de Navarra para así someter a los “ligueurs”. En el asedio de París murió asesinado el rey de Francia (1589), no sin antes reconocer al de Navarra como su legítimo sucesor, gracias a una declaración en la que éste prometía mantener la religión católica en su integridad.

Una vez convertido en rey de Francia, Enrique de Borbón tuvo que afrontar la resistencia de la Liga católica, liderada por el duque de Mayenne y sostenida por Felipe II, que la utilizaba para sus propios fines. La victoria de Ivry (1590) le permitió asediar París, pero hubo de abandonar el cerco ante el socorro de las tropas de Alejandro Farnesio, Gobernador de los Países Bajos españoles. Diversos levantamientos se produjeron entonces en Bretaña, en Languedoc y en Provenza, aglutinando descontentos diversos y con apoyo de España. Desde Bruselas, el duque de Parma, poco antes de morir, levantó el asedio en que Enrique tenía a Ruán (1592).

Los “ligueurs” y la mayoría católica negaban toda legitimidad a Enrique de Borbón, considerado como un usurpador del trono porque, como hereje, habría sido despojado de su derecho por varios papas. Pero no había otra alternativa. Primero se proclamó al cardenal de Borbón como Carlos X, pero murió a los pocos meses (1590). Entonces, Felipe II presionó para que los Estados Generales de Francia (1593) aceptaran como reina a Isabel Clara Eugenia, que era hija suya y de Isabel de Valois, la hermana mayor de Enrique III y de Carlos IX, quien casaría con un noble francés. Pero esto, además de contradecir la ley sálica que excluía del trono a las mujeres, resultaba inaceptable para la mayoría de los franceses. Entonces Enrique de Borbón se apresuró a abjurar públicamente en Saint-Denis (25 de julio de 1593), lo que le permitió reconciliarse con los católicos. En 1594 fue coronado en Chartres (27 de febrero), entró en París (25 de marzo) y Clemente VIII le levantó la excomunión y le reconoció como Enrique IV de Francia (17 de septiembre de 1595).

Felipe II no aceptó una conversión que consideraba fingida y le declaró la guerra. Los combates afectaron a la periferia de Francia (desde los Países Bajos se tomó Calais y se ocupó Amiens por unos meses) porque Enrique IV, con generosidad, consiguió que la nobleza y las ciudades de casi toda Francia le juraran obediencia. En la Paz de Vervins (2 de mayo de 1598), España tuvo que devolver Calais y retirar sus tropas de Bretaña. Ese mismo año Enrique IV publicó un edicto en Nantes (13 de abril de 1598) que, restableciendo el catolicismo en toda Francia, otorgaba a los calvinistas un estatuto de privilegio, avalado por unas plazas de seguridad, como un estado dentro del estado y con ciertas libertades de culto.

Enrique volvió a casar, en 1600, con María de Medicis, de la que nació su heredero. El restablecimiento de la autoridad real, la recuperación de las finanzas y la pacificación interior centraron todos sus esfuerzos de gobierno, de modo que su figura ha pervivido en Francia como la del salvador de la nación, restaurador de la monarquía y pacificador del país. En 1610 se comprometió en apoyo de los príncipes protestantes del Imperio Germánico para frenar la hegemonía de la Casa de Austria, y decidió reemprender la guerra.

Pero cuando se disponía a encabezar sus tropas, fue asesinado en París por François Ravaillac, un ultracatólico.

 

Bibl.: R. Mousnier, L’Assassinat d’Enri IV, 14 mai 1610, Paris, Gallimard, 1964; J. P. Babelon, Henri IV, Paris, Fayard, 1984; E. Le Roy Ladurie, L’État royal 1460-1610. De Louis XI à Henri IV, 1460-1610, Paris, Hachette, 1987; D. Crouzet, Les guerriers de Dieu. La violence au temps des troubles de religion (vers 1525-vers 1610), Camp Vallon, Seysell, 1990; J. Garrison, L’Édit de Nantes. Chronique d’une paix attendue, Paris, Fayard, 1998; J. F. Labourdette, J. P. Poussou y M. C. Vignal, Le traité de Vervins, Paris, Presses de l’Université de Paris-Sorbonne, 2000.

 

Alfredo Floristán Imízcoz

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