Contreras Ribera, Francisco de. Segovia, 18.XII.1543 – Madrid, 4.V.1630. Caballero de Santiago, oidor de la Chancillería de Granada, presidente del Honrado Concejo de la Mesta, presidente del Consejo de Castilla.
Hijo de Diego de Contreras Cáceres, natural de Segovia, y de Elvira de Ribera Tobar, oriunda de Villacastín.
Se casó con María Gasca y de la Vega, nacida en Rueda (Valladolid), hija del consejero de Castilla Diego Gasca y de Ana de la Vega. Tuvieron una hija, Agustina, que vivió cinco años.
Estudió Cánones y Leyes en la Universidad de Salamanca y fue colegial en el Colegio Mayor San Salvador de Oviedo de la misma. Un hermano suyo, Juan, falleció en la batalla de Lepanto y como consecuencia de ello el Rey le concedió un regimiento en Segovia. Inició su carrera judicial en 1576 ingresando en el Consejo Real de Navarra, pero renunció por el clima poco apropiado para él. Hernando de Vega, presidente del Consejo de Indias, le ofreció ser visitador y presidente de la Audiencia de Guatemala, puesto que también rechazó. En 1588 ocupó la plaza de oidor de la Chancillería de Granada, vacante por ascenso de Luis de Mercado al Consejo de Indias. El 15 de agosto del año siguiente la Cámara de Castilla le propuso para una consejería de Órdenes, vacante por promoción de su titular Santoyo de Molina al Consejo de Castilla, para la que le nombró el Rey concediéndole además un hábito de Santiago. Tomó posesión de ella el 8 de febrero de 1590. Como oidor de Órdenes se ocupó, entre otras comisiones, del cumplimiento del breve papal sobre los frutos de la encomienda de Beas, vacante por fallecimiento del presidente Almazán y de la fundación de un convento de carmelitas descalzos.
A comienzos del reinado de Felipe III accedió al Consejo de Castilla. El 10 de noviembre de 1599 tomó posesión de una plaza que había quedado vacante por fallecimiento de Rui Pérez de Rivera. En 1602 fue comisionado para visitar la Universidad de Valladolid, al año siguiente ingresó en el Consejo de Hacienda, en uno de los dos puestos vespertinos destinados a un consejero de Castilla, y recibió también la encomienda de Hinojosa. Desempeñó la presidencia del Honrado Concejo de la Mesta y repartió el patrimonio testado por la emperatriz María.
Además fue uno de los jueces encargados en 1608 de sentenciar el proceso instruido por Carrillo a Alonso Ramírez de Prado, uno de los hombres de confianza del valido Lerma.
El segoviano estaba resentido contra este último y su favorito Rodrigo Calderón, por haber sido preterido varias veces en la promoción al Consejo de la Cámara. Por ello, cuando cumplió setenta años solicitó al Rey licencia para poder jubilarse, alegando que el poco tiempo que le quedaba de vida deseaba dedicarlo a las cosas del alma y de la salvación. Una cédula despachada por Felipe III en San Lorenzo el 29 de julio de 1613 le concedió el retiro, pero continuaría durante toda su vida percibiendo los salarios de las plazas del Consejo Real y de Hacienda y con la gestión de los hospitales y obras pías de la Corte.
El salario anual por esas plazas era de 1.600 ducados.
Edificó una ermita y una capilla donde en el futuro reposarían sus restos, en el convento que los carmelitas descalzos tenían en Pastrana.
Fue uno de los conspiradores que trataron de despojar del valimiento al duque de Uceda y del confesionario regio a Aliaga, para conferir al príncipe Manuel Filiberto de Saboya un papel destacado en la política de entonces. A finales del reinado de Felipe III, integró junto a los consejeros Luis de Salcedo y Diego de Corral la Junta de visita encargada de conocer el proceso al otrora favorito de Lerma Rodrigo Calderón, acusado de asesinato y otros delitos, en la que votó que se impusiera a éste la pena de muerte, encargándose de comunicar la sentencia al presidente Acebedo. También formó parte de la Junta de la causa del virrey de Nápoles duque de Osuna. Apenas accedió al trono Felipe IV, Baltasar de Zúñiga y su sobrino Gaspar de Guzmán, futuro conde duque de Olivares, rescataron de su retiro a un Contreras casi octogenario, proporcionándole la presidencia del Consejo de Castilla en sustitución del arzobispo de Burgos Acebedo. El 10 de septiembre de 1621, acompañado de toda la Corte y situándose entre el duque de Pastrana y el conde de Luna, tomó posesión de ella. Quevedo criticó duramente este nombramiento, cuando dijo que a “este sujeto se vino a retraer la presidencia, ya casi delincüente”. Otros autores contemporáneos aplaudieron esta elección, al considerar a Contreras, que era comendador mayor de León, una persona con amplia experiencia en los asuntos judiciales y un excelente profesional. Como presidente percibía un salario anual de un millón de maravedís, días después de haber tomado posesión se incrementó otros dos millones. Durante su presidencia formó parte de las Juntas de Reformación, encargadas de moralizar la vida pública, y de la de Obras y Bosques. En su labor se condujo de forma diligente, era uno de los primeros en llegar al Consejo, recibía en audiencia en su casa a cualquier hora del día, amparaba a los pobres, viudas y huérfanos, acudía puntualmente a las juntas, en las que permanecía a veces hasta las diez de la noche, no obstante su avanzada edad. En 1624 pasó a formar parte de la nómina de consejeros de Estado. El 27 de enero de 1630, pocos meses antes de morir, otorgó testamento.
Fuentes y bibl: Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, leg. 16, fols. 662-686; Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 6379; Consejos Suprimidos, lib. 707.
G. González Dávila, Teatro de las grandezas de la villa de Madrid, corte de los reyes católicos de España, Madrid, 1623; G. de Céspedes y Meneses, Historia de Don Felipe IV, Rey de las Españas, Barcelona, 1634; D. de Colmenares, Historia de la insigne ciudad de Segovia, Segovia, 1637; F. X. de Garma y Durán, Theatro universal de España. Descripción eclesiástica y secular de todos sus reynos y provincias, en general y particular, t. IV, Madrid, 1751; A. Martínez Salazar, Colección de memorias y noticias del gobierno general y político del Consejo, Madrid, 1751; M. de Novoa, Historia de Felipe IV, rey de España, Madrid, 1876-1886 (Colección de documentos inéditos para la historia de España, vols. 69, 77, 80 y 86); T. Baeza y González, Apuntes biográficos de escritores segovianos, Segovia, 1877; A. Ossorio, Los hombres de toga en el proceso de don Rodrigo Calderón, Madrid, 1918; M. Escagedo y Salmón, “Los Acebedos”, en Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, 5 (1923), págs. 142-157, 270-278 y 361-366; 6 (1924), págs. 108-124 y 224-241; 7 (1925), págs. 50-64, 181-188 y 211-224; 8 (1926), págs. 15-29, 156-162, 243-263 y 333-342; 9 (1927), págs. 72- 80 y 144-192; F. de Quevedo, Obras completas, ed. de Felicidad Buendía, Madrid, 1960; J. M. Pelorson, Les Letrados, juristes castillans sous Philippe III, Le Puy-en-Velay, Imprimerie commerciale L’Éveil de la Haute Loire, 1980; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española, 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984; J. H. Elliott, El conde-duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1990; G. Gascón de Torquemada, Gaçeta y nuevas de la corte de España desde el año 1600 en adelante, ed. de A. de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 1991; J. F. Baltar Rodríguez, Las Juntas de Gobierno en la Monarquía Hispánica (Siglos xvi-xvii), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales, Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispana, Junta de Castilla y León, 1998.
Ricardo Gómez Rivero