Ayanz Garro y Javier, Jerónimo. Conde de Guendulain (I). Guendulain (Navarra), ú. t. s. XVI – ¿Madrid?, 1663-1669. Palaciano de cabo de armería, militar.
Nació en el seno de una de las familias ilustres de Navarra, descendiente del linaje Ayanz, siendo su casa solariega el palacio de Guendulain en las cercanías de Pamplona, palacio que era uno de los de cabo de armería con derecho de asiento en Cortes, teniendo su señor derecho de patronato para elegir al vicario de la iglesia del señorío. Sus antepasados se decantaron por el bando beamontés en los difíciles años de la guerra civil entre Juan II y su hijo Carlos, príncipe de Viana. Partidarios, por tanto, del sector procastellano, fueron favorecidos tras la ocupación y adscripción de Navarra a la Corona de Castilla, con cargos palatinos como el de copero de la Casa Real, más la merced de residencia en el palacio real de Tafalla en los difíciles años (1516-1524) en los que pendió de un hilo la continuidad de la casa de Austria en Navarra. A ello se añadiría el oficio de montero mayor del reino concedido a Carlos de Guendulain, abuelo del biografiado en 1554, que le obligaba a residir mucho tiempo en la Corte para preparar las cacerías reales. Con este motivo se inició la tendencia de educar a los hijos varones en la Corte, donde recibieron una esmerada educación militar y cortesana.
Jerónimo Ayanz Garro y Javier era el hijo primogénito de Francés Ayanz, señor de Guendulain, y así lo declaró en testamento que otorgó el 16 de febrero de 1588 su madre, Catalina de Garro y Javier, hija de los vizcondes de Zolina y señores de Javier. Recibió el nombre de pila en recuerdo de su famoso tío Jerónimo de Ayanz y Beaumont. Como ya se había convertido en costumbre, fue educado en la Corte, donde fue primero menino de la reina Ana, posteriormente paje de Felipe III, y finalmente gentilhombre de boca.
Probablemente su educación y el apoyo y protección de su tío le facilitaron la obtención de un hábito de caballero de Calatrava, con el cual volvió a Navarra para ocuparse de sus responsabilidades con la casa de Guendulain, que heredó a la muerte de su padre, consiguiendo asimismo que el Rey le revalidara la merced real de acostamiento y el oficio de alguacil mayor del reino que tuvo su progenitor. Éste era un oficio importante, investido con vara de justicia y derecho de asiento en el Tribunal del Real Consejo de Navarra, lo que obligaba a fijar la residencia en Pamplona.
Casó el 18 de noviembre de 1610 con Catalina de Berrio y Rosas, hija de Juan Berrio y Rosas, señor de la Torre, de quien heredó el mayorazgo de los Berrio en Pamplona, y de Leonor Murgutio Mirafuentes y Peralta.
No hay constancia de la actividad de Jerónimo Ayanz como agente del orden público, que era la principal competencia del alguacil mayor, pero sí de otros servicios a la Corona que fueron de carácter eminentemente militar, como capitán —desde 1630— de la compañía de caballeros remisionados, que era un cuerpo en el que se encuadraba la nobleza militar del reino, exenta del pago de las obligaciones fiscales del pueblo llano y concretamente del servicio de cuarteles y alcabalas otorgado por las Cortes. Tradicionalmente los miembros de dicha compañía, eran los encargados de reclutar tropas entre los varones útiles de las localidades de sus señoríos —en el caso del señor de Guendulain en las cendeas de la cuenca de Pamplona—, cuando las necesidades de defensa obligaban al virrey a utilizar el sistema de llamamiento a fuero para reforzar la frontera pirenaica, o acudir a las jornadas de castigo contra Francia en los momentos de ruptura de hostilidades con este país. Así sucedió en 1636-1637 con la campaña del virrey marqués de Valparaíso, que ocupó Urugne, Socoa, Ciboure y provocó la quema de San Juan de Luz. La necesidad de reforzar estas posiciones obligó entre otros al señor de Guendulain a levantar un fuerte llamado de Ayanz, y a mantener a su costa durante los meses de invierno a los voluntarios que permanecieron en estas posiciones.
A pesar del inminente peligro francés, las Cortes de 1637 se opusieron al otorgamiento de un tercio de voluntarios navarros para vigilar la frontera, siendo uno de los sectores más recalcitrantes el brazo nobiliario, que estaba resentido por el impago de lo dispendiado de sus haciendas en la campaña anterior. Por esta razón Jerónimo Ayanz tuvo muchas dificultades para organizar la compañía de remisionados a pesar de que Felipe IV tratara de recurrir al halago, recordando que esta compañía tenía el mismo rango que la de continos de Castilla. Jerónimo Ayanz Garro y Javier remitió un memorial al Consejo de Guerra en el que explicaba las dificultades del reclutamiento, “aunque se diga que se agregó a las guardas de Castilla, fue con las mismas obligaciones que antes tenia, sin acreçentar otras mayores ni contra la voluntad de los remisionados antiguos se les pudiera añadir, no llevando sueldo como no lo llevan unos ni otros”. Ciertamente, de los cien caballeros que llegaron a componer la compañía en el siglo XVI, el señor de Guendulain no pudo reunir bajo su bandera sino a treinta y ocho remisionados, número que permanecerá invariable hasta el final del Antiguo Régimen, como claro indicador del desfase de dicho cuerpo militar frente a las necesidades operativas de un ejército moderno.
Las medidas contra la esperada contraofensiva francesa implicaron al señor de Guendulain, cuyo papel fue el de reforzar a Martín de Redín —gran prior de San Juan de Jerusalén en Navarra y maestre de campo general en el reino— en la defensa de la frontera, en especial de las plazas de Garralda, Burguete y Vera de Bidasoa, mientras el marqués de los Vélez —capitán general del Ejército español y virrey de Aragón y Navarra— trataba de levantar el asedio francés de Fuenterrabía en 1638. Jerónimo Ayanz acudió a los momentos finales del socorro de Fuenterrabía y, una vez levantado el cerco, fue nombrado por el marqués de los Vélez alcaide de la fortaleza de San Sebastián.
Cuando finalmente las Cortes navarras consintieron el otorgamiento de un tercio de voluntarios navarros para luchar en el ejército real fuera del reino, Jerónimo Ayanz fue nombrado maestre de campo de dicho tercio constituido en 1642, luchando en el frente de Aragón y Cataluña.
Sus buenas relaciones con el marqués de los Vélez, que ocupaba el virreinato de Sicilia, facilitaron su salida del reino, consiguiendo previamente licencia para dejar como lugarteniente de su plaza de alguacil mayor de Navarra a su yerno Francisco de Arbizu. El virrey de Sicilia influyó en su nombramiento en 1644 como Stratico de la ciudad de Mesina, cuyo cometido era la defensa de la isla del peligro turco. Tuvo asimismo el encargo de aprovisionar de grano al Ejército español en los difíciles años iniciales de la guerra de Cataluña. Sus servicios fueron recompensados en 1647 con el nombramiento de consejero de Hacienda, por lo que trasladó su residencia a Madrid, desde donde hizo todo lo posible por acceder a la nobleza titulada. Felipe IV, finalmente, teniendo en cuenta los servicios de sus antecesores y reconociendo los suyos propios en Flandes, Italia y Navarra, así como lo esclarecido de su nobleza, le concedió el título de conde de Guendulain el 6 de marzo de 1658, para culminar su carrera como caballerizo de la reina Mariana en 1663. Habiendo, sin embargo, fallecido Jerónimo Ayanz antes de la expedición de la Real Cédula, se libró ésta el 21 de septiembre de 1669 a favor de su hija primogénita Josefa Ayanz de Navarra Berrio Garro y Javier Beaumont de Navarra, casada el 7 de octubre de 1641 con su pariente Francisco de Arbizu Garro y Javier, señor de los palacios de Iriberri, Sotés y Agós, y de Muez y Gúrpide, de la Casa preeminente de Obanos y Mayorazgo de Arbizu de Tafalla, alguacil mayor y capitán de remisionados del reino.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, Genealogía y servicios de Dn. Jerónimo de Ayanz y Javier, ms. 11725; Archivo Municipal de Tudela, ms. 12-A, Historia genealógica y cronológica de las casas de los señores de monteagudo y San Adrián [...] que posee el actual marqués de San Adrián Dn. Joseph María Magallón Mencos Ayanz de Navarra, con los documentos justificativos de su descendencia, 1796, págs. 223-254; Archivo Histórico Nacional, Consejo de Estado, lib. 67, fols. 370r.-370v.
N. García Tapia, Un inventor navarro. Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613), Pamplona, Gobierno de Navarra, 2001; J. Argamasilla de la Cerda y Bayona, Nobiliario y Armería General de Nabarra, vol. III, Gibraleón, Wilsen, 2003, págs. 165-170.
María Isabel Ostolaza Elizondo