López de Ayala, Diego. Talavera de la Reina (Toledo), 1543 – 22.XII.1622. Oidor de la Chancillería de Granada, consejero de Órdenes, oidor del Consejo Real y de Cámara de Castilla.
De ascendencia alavesa, fue colegial del Arzobispo en Salamanca (del que fue rector durante los cursos 1568-1569 y 1572-1573), en cuya Universidad consta matriculado, salvo un curso, entre 1565 y 1575. Obtuvo grado de licenciado, y en el curso 1574-1575 ejerció como catedrático de Instituta. En esta etapa formativa también cumplió funciones de provisor de la diócesis de Salamanca, entre 1573 y 1574. La probidad con que realizó tantas funciones sin duda influyó en su pronta promoción como oidor a la Chancillería de Granada, el 16 de julio de 1576, en la vacante del licenciado Diego de Zúñiga. Bien relacionado con las facciones que por entonces se disputaban el dominio cortesano —castellanista y papista—, su llegada a la Corte tuvo lugar al ser promocionado al Consejo de Órdenes con título en Lisboa de 6 de julio de 1582, a cuyo efecto se le había conferido previamente hábito de Alcántara, siendo ocupada su vacante en la Chancillería granadina por el doctor Antonio Sirvente de Cárdenas, desde el 23 de septiembre de 1583.
Inducido por la confianza surgida con él en este organismo, el conde de Barajas abrió con su nombre en dos ocasiones sus propuestas de letrados para ocupar una de las plazas del Consejo Real que permanecían vacantes por la muerte de los licenciados Chumacero y Leciñana, el 19 de abril de 1586 y 14 de mayo de 1587. Asimismo, la Cámara le propuso el 23 de noviembre de 1588 para una de las vacantes en Indias. Poco después fue el presidente de Hacienda, Rodrigo Vázquez de Arce, el que aconsejó su entrada en este organismo, como en 1589 lo pidieron expresamente al Rey tanto el presidente de Castilla como el archiduque Alberto. Pese a tan poderosas mediaciones, habría de pasar una década antes de que López de Ayala accediera al Consejo Real. El motivo de este olvido fue la desconfianza regia hacia su persona, a causa de la actitud mantenida en la crisis larvada en el Consejo de Órdenes en torno a diferentes asuntos. En ella, Ayala se mostró favorable al presidente Almazán y dirigió maniobras contra el licenciado Albornoz, quien le precedía en antigüedad, como se desprende de diferentes documentos fechados en el año 1590 y contenidos en una de las carpetas del antiguo fondo Altamira, en la British Library. Según el criterio real, esta circunstancia imposibilitaba la salida de ambos contendientes del Consejo, pues haría presidente interino a López de Ayala. Con todo, causando baja sucesiva el licenciado Santoyo de Molina (1589), el marqués de Almazán y el licenciado Albornoz (1591), López de Ayala se convirtió en el miembro más antiguo del organismo y asumió otra larga presidencia interina. En su curso, se preocupó por solicitar de la Junta de Gobierno el discernimiento jurisdiccional entre las Órdenes y la justicia seglar —especialmente tras la captura por los alcaldes de Casa y Corte en el verano de 1593 de Pedro de Toledo, caballero de Santiago— hasta que el marqués de Cortes fue nombrado presidente el 13 de abril de 1595.
El papel que la nobleza jugaba en el Gobierno de la Monarquía en la transición entre el reinado de Felipe II y el de Felipe III ayuda a comprender la entrada de Diego López de Ayala, pariente de los marqueses del Algava, en el Consejo Real, con título de 26 de agosto de 1595, por promoción del licenciado Pablo de Laguna; eso sí, entre rumores sobre su limpieza de sangre que requirieron la urgente redacción de una Descendencia de la Casa de Ayala, conservada hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid. Su actividad en el Consejo Real se vio asimismo teñida por el mismo factor. En él sólo le fue permitida la entrada en la comisión que había de revisar en 1596 los resultados de la visita de galeras, tras demostrar su compañero Valladares Sarmiento la carencia de vínculos familiares con el adelantado de Castilla. En la distribución de los consejeros por salas sancionada por la fugaz reforma de 1598, formó parte de la de Mil y Quinientas.
Su importancia en el seno del Consejo Real, y en general en la Administración cortesana, no hizo sino crecer en tiempo de Felipe III. Defendió los intereses regios desde dentro de la propia asamblea del reino, como procurador por Toledo en las Cortes de Valladolid de 1602, lo que implicaba ser previamente miembro del concejo de la ciudad del Tajo, calidad que poseía desde que adquiriera condición de regidor en 1597. Durante la permanencia de la Corte en Valladolid formó, con los licenciados Juan de Ocón y Francisco de Contreras, junta “para que en nuestra corte no hvuiese gente ociosa y bagabunda y mal entretenida y para escusar los daños e inconuenientes que traen tras sí el asistir en ella semejantes gentes [...]”. Asimismo, a López de Ayala se confió la mediación, con Juan Ocón, ante la cautiva marquesa del Valle (finales de 1604); el control de la inmigración pareja al regreso de la Corte a Madrid (verano de 1607); dirimir con otros jueces la precedencia en el seno del Consejo de Portugal (finales de 1611) y someter a visita al aposentador mayor y aposentadores (1610). Desde el 23 de diciembre de 1609 López de Ayala formaba parte del Consejo de la Cámara y, una vez restituida el 30 de enero de 1608 la reforma del Consejo Real enunciada en 1598, fue frecuente su presencia en la selecta sala de gobierno. Precisamente, resultado de su inquisición previa a la labor de López Madera, alcalde de Casa y Corte, con los moriscos de Hornachos, fue provisión tramitada por la citada sala, de 16 de enero de 1613, en la que se aprecia su rúbrica. Por ella se confiaba a las justicias ordinarias los negocios tocantes a la expulsión de los moriscos, hasta entonces dirimidos en junta por el conde de Salazar y López Madera, entre otros jueces especiales. Para entonces, de creer a Luis Cabrera de Córdoba, López de Ayala era, además de decano del Consejo Real y de la Sala de Gobierno, “tenido por muy riguroso” en la Corte, lo que le valió recibir el encargo del presidente, Juan de Acuña, de imponer la observancia de diferentes pragmáticas. Parece, no obstante, que su protagonismo menguó conforme crecía su edad, hasta su jubilación a 4 de enero de 1619, ocupando su plaza el licenciado Francisco de Tejada. Permaneció retirado hasta su fallecimiento el 22 de diciembre de 1622.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Escribanía Mayor de Rentas, legs. 12, 27-37; Archivo General de Palacio, Sección Administrativa, leg. 36, exp. 6; Archivo Histórico Nacional, Consejos, lib. 707e, fols. 297v.-298r.; Órdenes Militares, lib. 122c., fols. 224v.-225r.; Archivo Zabalburu, caja 147, n.os 168, 169 y 171; British Library, Additional, 20977, fol. 25; 28344, fol. 229r.; 28349, fols. 51r.- 52v., 186r.-187r., 235r.-v., 283r.-v. y 285r.-286r.; Biblioteca Nacional de España, ms. 841, fols. 244r.-248r. y 249r.- 253r.; Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, I-26, fol. 74r.; I-34, fols. 2r.-3v.; Instituto Valencia de Don Juan, envío 16, caja 27bis; envío 92, caja 133, cuad. 5, fols. 36v., 43v., 44v., 45v., 64r., 94r. y 212v.; envío 90, caja 129, n.º 580.
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Ignacio Javier Ezquerra Revilla