Covarrubias y Leyva, Antonio de. Toledo, 1524 – 23.XII.1602. Humanista, canonista, canónigo, helenista, jurisconsulto, oidor, consejero real, maestrescuela.
Nació en Toledo en 1524. Sus padres fueron el famoso arquitecto Alonso de Covarrubias, natural de Torrijos, y María Gutiérrez de Egas, natural de Toledo, hija de Enrique de Egas y nieta del flamenco Haneguín de Egas, maestro mayor de la catedral de Toledo. Sus hermanos fueron: Diego, obispo de Segovia; Juan, que murió muy joven siendo estudiante en Salamanca; María, que casó con Diego de Ayala, y Catalina de los Ángeles, que ingresó como monja en el monasterio de la Madre de Dios. Muy joven, hacia 1535, fue enviado a estudiar a Salamanca, hospedándose en casa de su tío Juan, racionero de la catedral, donde residía también su hermano Diego. Allí recibió clases de gramática, latín y griego, lengua de la que se prendó inmediatamente, a la que dedicó mucho tiempo y energías y que conoció en profundidad. El 25 de julio de 1554 es admitido en el Colegio de San Salvador de Oviedo. En 1556 obtuvo la licenciatura en Leyes. Dos años más tarde fue nombrado catedrático de Derecho Civil Romano en la universidad salmantina, regentando la cátedra hasta que en 1560, al faltar el doctor Pedro Peralta, le sustituyó en la cátedra de Prima de Leyes, enseñando con maestría Derecho Civil. Notable humanista y gran conocedor del mundo antiguo, dominaba perfectamente las lenguas griega y latina, y era poseedor de una rica biblioteca de manuscritos griegos. Uno de sus biógrafos, Schott, lo considera el personaje más sabio en conocimientos de la antigüedad clásica de su época, tanto para españoles como para extranjeros, enjuiciándole como “omnis antiqui juris, philosophiae graecaque linguae peritissimus”. De manera muy semejante lo presentará su amigo pintor el Greco en un texto autógrafo que se encuentra en el margen de una obra impresa de Vitrubio: “Antonio de Covarrubias, diría que es un milagro de la naturaleza, en el que no solo vive [...] elocuencia y elegancia ciceroniana y el perfecto conocimiento de la lengua griega, sino también una infinita bondad y prudencia, que, de tal manera resplandece, que turba la vista y me impide seguir adelante, no digo sólo a mí, con esta pluma de pintor ignorante, sino también que las plumas de los demás eruditos se quedarían cortas, por mucho que a la larga las extendieran, y por eso el bien llamado Fuente empezaba y acababa en una sola palabra con decir de él que era una única ave Fénix”.
Se casó, en 1564, con María de Tapia, hija del licenciado Tapia y de Ana Bautista Muñoz, vecinos de Ávila, y sobrina de Santa Teresa de Jesús. Como dote de la boda, los padres de Antonio Covarrubias entregaron a su hijo las casas principales que lindaban con las de Juan de Tovar, y los padres de María de Tapia acordaron entregar a su hija la cantidad de un millón de maravedís en dinero y bienes raíces, joyas y un jugoso ajuar dentro de los tres meses de haberse realizado el casamiento. En 1566, tuvieron una niña a la que pusieron por nombre María, bautizada en la parroquia de San José de Granada, que se casaría más tarde con Hernando de Vega. La muerte temprana de su esposa dejó viudo enseguida a Antonio de Covarrubias.
En 1561 Felipe II lo nombró oidor de la Chancillería de Granada, sustituyendo a su hermano Diego que había sido nombrado, en 1560, obispo de Ciudad Rodrigo. En 1562 el Rey Católico lo envió, juntamente con su hermano Diego, a participar en la tercera etapa del Concilio de Trento como representantes de Castilla y León, uno como letrado y el otro como obispo. El 18 de mayo de 1562 se encontraba ya en la ciudad italiana. El 21 de mayo de 1563 dio lectura a la protesta del conde de Luna con motivo de la precedencia de los embajadores españoles y franceses.
A su regreso a España participó activamente, primero como letrado y después como representante de Felipe II, en el concilio provincial de Granada convocado por el arzobispo Pedro Guerrero. Por su cargo, tuvo que comunicarse frecuentemente por carta con Felipe II. Habiendo recibido diversos memoriales e instrucciones con advertencias reales sobre las materias del concilio y sobre la defensa de la jurisdicción real, informa sobre lo aprobado en las sesiones, lo tocante a los moriscos, seminarios y en especial sobre unas constituciones que había compuesto el arzobispo Guerrero que encontraron muchas dificultades para su aprobación.
De la Chancillería de Granada pasó a la de Valladolid.
Su fama, buen hacer y conocimientos le valieron que Felipe II lo nombrase miembro del Consejo Real de Castilla, del cual era presidente su hermano Diego. En este puesto estará hasta el 30 de junio de 1580 en que, a causa de perder parte del oído, sin poder cumplir satisfactoriamente su oficio de consejero, Felipe II le consigue el nombramiento de canónigo, titular de la canonjía 15.ª, y la dignidad de maestrescuela en la catedral de Toledo unida al cargo de rector de la Universidad de Santa Catalina, mediante una bula del papa Gregorio XIII, de 30 de junio de 1580, sucediendo a Alonso Delgado, que había sido nombrado obispo de Astorga. El cabildo de Toledo, previa petición de Alonso de Mesa, regidor de Toledo, su cuñado y procurador, que presentó las Letras Apostólicas el 9 de septiembre, y después de realizar las pruebas de limpieza de sangre, le dio la posesión el 6 de octubre de 1580, después de escuchar de labios del secretario Juan Bautista de Chaves los informes sobre sus cualidades y ascendencia y de realizar la votación acostumbrada resultando acogido unánimemente, nemine discrepante.
El expediente de limpieza de sangre o información de las calidades de Antonio de Covarrubias fue realizado, en 1580, en nombre del cabildo como comisario por el canónigo Pedro de Carvajal, siendo el notario García Sánchez de Quevedo. Actuaron como testigos en Toledo Pedro Gaitán, capellán de Reyes Nuevos y racionero de la iglesia de Toledo, Andrés de Vargas, vecino de la ciudad, Baltasar Téllez, vecino de la ciudad, y Juan Ruiz, alguacil del Santo Oficio de la Inquisición; en Torrijos prestaron declaración Rodrigo de Andrada, Francisco Álvarez Zorita, Pedro Díaz Vázquez y el clérigo, capellán de la iglesia del Santísimo Sacramento, Miguel de Cebreros; en Gerindote comparecieron Pedro Martín de Nombela, Juan de Robada el Viejo, Diego Martín y Mateo Hernández; en Yuncos declararon como testigos Andrés de Vinanes, Gaspar Martín y el alcalde ordinario Alonso de Illescas.
Antonio de Covarrubias permanecería en el oficio de maestrescuela de la catedral primada, que llevaba anejo el cargo de rector de la Universidad toledana de Santa Catalina, y se dedicó al estudio hasta 1588.
Era amigo íntimo y cercano colaborador del humanista Álvar Gómez de Castro y pariente muy cercano de Sebastián de Orozco y Covarrubias, arcediano de Cuenca, famoso lexicógrafo y autor de numerosas obras.
A pesar de la sordera que acompañaba su persona, su actividad cultural en la catedral y en la Universidad de Toledo fue muy intensa. De su profunda amistad con el Greco, del trato frecuente y de su admiración mutua, han quedado, además del elogio citado anteriormente, tres retratos de extraordinaria calidad que le hizo el pintor cretense afincado en Toledo: el pintado hacia 1600 que hoy se encuentra en el Museo del Louvre, de tal realismo que, como dicen los expertos, el defecto de su sordera se palpa al contemplar el retrato; una copia de éste, posterior a 1602, de menor calidad, tal vez pintada para una galería de personajes ilustres toledanos, que se encuentra en el Museo Casa del Greco de Toledo; el tercer retrato, de 1587, forma parte del conjunto de personajes que asisten al entierro del conde de Orgaz, al lado izquierdo, encima de san Esteban y enfrente de otro clérigo, probablemente el deán Diego de Castilla, representando ambos al cabildo.
El lunes 23 de diciembre de 1602, habiendo recibido los sacramentos, moría Antonio de Covarrubias en Toledo, según lo atestigua el libro de entierros de la parroquia de San Andrés, en cuya colación vivía con su hija María, ya viuda, y su nieto Fernando, siendo enterrado en la catedral toledana, junto a la capilla del Sagrario.
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Ángel Fernández Collado