Álvarez de Bohorques, Antonio. Marqués de los Trujillos (I). Granada, 1574 – Madrid, 1640. Consejero de Hacienda.
Uno de los más destacados y poderosos oligarcas granadinos del Antiguo Régimen, Antonio Álvarez de Bohorques muestra a la perfección en su biografía las posibilidades de ascenso social que brindaba el sistema en la España moderna. La vida del primer marqués de los Trujillos se debe contemplar tanto a la luz del poder local, encarnado sobre todo en la ciudad de Granada, como a la del central, fuente de la que emanaría la multitud de cargos, honores y títulos que fue acumulando con el paso de los años.
Quizá sea un auténtico paradigma del pacto tácito que presidía las relaciones entre el centro y la periferia, entre la monarquía y el patriciado urbano entre los siglos xvi y xviii.
Oriundo de una estirpe hidalga asentada en la localidad sevillana de Villamartín, el verdadero creador de una grandeza familiar fue su padre, el licenciado Alonso Núñez de Bohorques, colegial del Mayor de Cuenca en la Universidad de Salamanca, caballero de Santiago, oidor de la Real Chancillería de Granada y miembro de los Consejos de la Suprema Inquisición y de la Cámara de Castilla, “cuya persona no sólo ilustra a aquel lugar, por haber producido un caballero de tanto valor, mas al Andalucía toda”, al decir del genealogista Gonzalo Argote de Molina. El licenciado Bohorques desposó a la noble local Francisca Deza Girón, emparentada con las mejores familias cordobesas y granadinas. Era hija de Diego Girón, señor de la villa de Cardela, caballero de Santiago, y de Isabel Venegas, hija de Egas Venegas, octavo señor de Luque, y Beatriz Ponce de León.
De este enlace nació nuestro personaje, quien a los dieciocho años matrimoniaba con su prima hermana Juana Jiménez de Góngora, hija de Alonso Jiménez de Góngora, caballero de Santiago, y de Beatriz Ponce de León, con la que recibía en dote un oficio de veinticuatro de Córdoba, en el que sería recibido en 1593. En breve, Antonio consiguió ser igualmente veinticuatro de Granada y regidor de Salamanca, lo que le hacía dueño nada menos que de tres oficios municipales de sendas ciudades con voto en Cortes.
Así comenzó su privilegiada relación con la Corona, a la que sirvió fielmente sobre todo en las tensas negociaciones relativas al Servicio de Millones. En sus propias palabras: “yo soy uno de los criados de Su Majestad que con más amor sirven las cosas de su servicio”.
En 1619 escribía al respecto: “En lo que toca a Granada haré servicio tan lucido como se verá y lo podré asegurar desde luego; en Córdoba V.M. sabe lo que en otras ocasiones he trabajado y servido, y en la presente también lo haré; y en Salamanca serviré con mi voto cuando V.M. me avise que es menester”.
Todos estos servicios le reportaron grandes beneficios.
Gentilhombre de la Cámara de Su Majestad, caballero de Santiago en 1599, en 1603 obtuvo el corregimiento de Guadix, Baza y Almería, pasando el año 1612 a desempeñar el de Chinchilla y Villena. En 1627, tras su intervención en las Cortes como procurador por Córdoba, consiguió el título de vizconde de Caparacena, pero la consagración de su ascenso se dio en 1632 al convertirse en marqués de los Trujillos.
Paralelamente, había logrado acceder al Consejo de Hacienda el año 1626. Era, al decir de James Casey, “el braç dret d’Olivares per al govern d’Andalusia”.
A la muerte de su esposa, los parientes de ésta litigaron contra la Casa de los Trujillos argumentando que los títulos nobiliarios recibidos procedían de su labor como procurador en Cortes por Córdoba, y que, por tanto, se debían vincular al mayorazgo de los Góngora.
Tras un convenio entre ambas partes, el vizcondado de Caparacena fue cedido a los Góngora cordobeses, que consiguieron del monarca la facultad para cambiarlo de nombre por el de Puebla de los Infantes (1654).
Sin embargo, el éxito cortesano de Antonio no le supuso dejar de lado los intereses locales. Al contrario, en estas primeras décadas del siglo xvii asistimos a una frenética actividad compradora de cargos, jurisdicciones y rentas en el reino de Granada. Fundador del convento de San Basilio (1614) y convertido en alguacil mayor de la Inquisición granadina, en 1626 adquiere el oficio de alférez mayor de esa ciudad, lo que conllevó grandes pleitos posteriormente, ya que estaba vinculado y pertenecía a los mayorazgos del conde de Luque, su pariente.
Toda esta exhibición de poder resulta paralela a sus intentos por convertirse en señor de vasallos. En efecto, aprovechando las ventas de jurisdicciones que efectuaba la arruinada Corona, Antonio compró entre 1613 y 1629 los señoríos de los cortijos de Bohorques, Caparacena y Cortes, así como los lugares y villas de Castillo de Locubín, Valdepeñas, los Villares, Cazalilla, Guadahortuna y Albolote, con lo que intentaba crearse un enorme dominio a caballo de los reinos de Jaén y Granada. Para completar el plan, desembolsó fuertes cantidades de dinero a fin de obtener las alcabalas de algunas de estas poblaciones, así como de otras de la Vega de Granada (Cogollos, Güevéjar, Dúdar, Quéntar y Beas), a la vez que compraba los oficios de regidor y alguacil mayor de Cambil, y pujaba por la vara de alguacil mayor de Pinos Puente.
Tan ambiciosa estrategia no fructificó debido a la resistencia de muchas de estas poblaciones, así como al endeudamiento provocado por su elevado coste.
También coadyuvó a ello su prematura muerte, en 1640, dejando como único heredero a un hijo bastardo, Alonso, habido con su amante y parienta Jerónima de Benavides, hija de Cristóbal de Benavides, señor de las villas de Almuñán y Cañena, y de María de Benavides, hija a su vez de los cuartos condes de Santisteban del Puerto. En él habría de continuar la ilustre casa de los marqueses de los Trujillos, convertidos en 1803 en duques de Gor, grandes de España.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Patronato Real, caja 90, doc. 154; Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 334; Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, B-78, fol. 136.
A. Ramos, Aparato para la corrección y adición de la obra que publicó en 1769 el doctor don Joseph Berni y Catalá [...], Málaga, Oficina del Impresor de la Dignidad Episcopal y de la Santa Iglesia, 1777, pág. 284; Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, Granada, Universidad de Granada, 1987; J. Casey, “El concepte de família en l’Antic Règim”, en VV. AA., L’espai viscut. Col·loqui Internacional d’Història Local, Valencia, Diputación de Valencia, 1989, págs. 220-221; G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Jaén, Riquelme y Vargas ediciones, 1991, pág. 421; F. E. Soria Mesa, La venta de señoríos en el reino de Granada bajo los Austrias, Granada, Universidad de Granada, 1995; C. Carlos Morales y J. Martínez Millán, (eds.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispana, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998; J. M.ª de Francisco Olmos, Los miembros del Consejo de Hacienda en el siglo xvii, Madrid, Castellum, 1999, pág. 73.
Enrique Soria Mesa