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Rodrigo de Silva Mendoza y Sandoval

Biografía

Silva Mendoza y Sandoval, Rodrigo. Duque de Pastrana (IV). Madrid, 1.VIII.1614 – 25.XII.1675. Alcaide de Toledo, de León, de Zurita, de Simancas y de Tordesillas, caballero de Santiago, comendador de Estepa y Trece de dicha Orden, consejero de Estado y de Guerra, mayordomo mayor de la reina Mariana de Austria, Grande de España y duque consorte del Infantado.

Primogénito de Ruy Gómez de Silva, III duque de Pastrana, y de Leonor de Guzmán. En 1621 se pactó su matrimonio con Isabel, hija mayor de Baltasar de Zúñiga, comendador mayor de León, mayordomo mayor del Rey, consejero de Estado y presidente del Consejo de Italia. Este enlace, al comienzo del reinado de Felipe IV y ante el ascenso de los Zúñiga- Guzmán-Haro, se enmarcó en la reorientación de la política por parte de sectores aristocráticos que, como los Silva, ante el cambio de la escena del poder por la caída del sistema de los Sandoval, buscaban ligarse a la facción emergente. Pero cinco años después, al quedar heredera Isabel de Zúñiga de las Casas de Monterrey y Fuentes, se deshicieron las capitulaciones.

Rodrigo heredó en diciembre de 1626, a los doce años, los títulos y mayorazgos de su padre al morir éste, quedando su madre como su tutora.

Leonor, duquesa viuda de Pastrana, entró entonces en negociaciones con Ana de Mendoza, VI duquesa del Infantado, y ambas diseñaron un doble enlace entre sus Casas con la intención de que en el futuro se unieran las cabezas de los linajes Mendoza y de Silva. Así, en 1630 se celebraron los matrimonios de Rodrigo de Mendoza, duque del Infantado por cesión del título por su abuela, con María de Silva, y el del hermano de ésta, Rodrigo de Silva, duque de Pastrana, con Catalina de Mendoza, hermana del duque del Infantado.

Con ello, además, se forjó una alianza de futuro entre las dos Casas que las convertía en uno de los clanes nobiliarios más importantes de la Monarquía. En mayo de 1632, pocos meses antes de cumplir los dieciocho, se le otorgó la mayoría de edad por haber contraído matrimonio. A partir de entonces, Rodrigo de Silva pasó a gestionar directamente su patrimonio y a dirigir la política de la Casa. Fueron años en los que se alineó en la alta nobleza que se estaba distanciando del gobierno del conde duque de Olivares, aunque sin que cuajase un movimiento de oposición firme contra su privanza. En 1634-1635, como otros grandes, Pastrana negoció con la Corona la financiación y reclutamiento de una coronelía de mil quinientos hombres para servir en la frontera pirenaica, parte del programa ideado por Olivares para que los grandes contribuyesen al esfuerzo militar. En la Junta de Coroneles, creada con objeto de discutir las condiciones de la contribución, los medios de financiación y las contrapartidas que los señores esperaban recibir a cambio, el duque consiguió que, a cambio de sus servicios al ejército, se le entregasen 10.000 ducados de las rentas del condado de la Chamusca que el procurador de la Corona de Portugal había suspendido por pleito y logró la posesión del marquesado de Almenara, que había perdido su padre. Fueron éstos triunfos de importancia, en el contexto de deterioro de las relaciones político-cortesanas en la fase epigonal del valimiento de Olivares y, al mismo tiempo, cuando la hacienda de la Casa de Pastrana se encontraba gravemente comprometida.

En enero de 1657, al morir el VII duque del Infantado sin descendencia directa, heredó sus títulos y mayorazgos su hermana Catalina, casada con el IV duque de Pastrana, con lo que se dio un paso decisivo hacia la fusión de las Casas de Mendoza y Silva proyectada tres décadas atrás. Por de pronto, en los mentideros cortesanos tuvo eco el hecho de que Rodrigo de Silva se hiciera con el control del patrimonio de los Mendoza a través de su mujer, por lo que tenía de aumento del poder señorial del duque de Pastrana y, sobre todo, por los efectos económicos que las rentas del Infantado producirían sobre la quebrada economía de los Silva, en secuestro judicial.

Sin embargo, tales logros en el ámbito patrimonial no tuvieron reflejo político, pues Rodrigo de Silva no consiguió acercarse al poder que ejercía por entonces Luis de Haro, ni tampoco ganó protagonismo tras la muerte de éste en el confuso escenario cortesano que caracterizó el final del reinado de Felipe IV.

No obstante, el duque asistió a un éxito judicial de la casa ducal de su mujer, Catalina de Mendoza, que en 1659 logró ser reconocida heredera del ducado de Lerma a la muerte de su medio hermano Diego Gómez de Sandoval, único nieto varón del I duque de Lerma e hijo del segundo matrimonio del padre de la duquesa del Infantado. Al morir en 1668 Diego Gómez, Catalina se convirtió en VI duquesa de Lerma, a pesar del desacuerdo del duque de Medinaceli, que incoó pleito pero no logró evitarlo. Con esta adición al patrimonio matrimonial, los dominios y títulos que heredaría su primogénito, Gregorio, se verían incrementado notablemente.

En 1665, tras la muerte de Felipe IV, la reina gobernadora Mariana de Austria le nombró su mayordomo mayor, con lo que el duque obtuvo un lugar privilegiado en la Corte, inmersa en la incertidumbre sobre el futuro de la dinastía y sobre quiénes iban a pilotar sus destinos. Años después Pastrana escaló peldaños en el Gobierno, al entrar en 1674 en el Consejo de Estado con ocasión de la formación de la Casa del rey Carlos II, al acceder el Monarca a la mayoría de edad, pero no tuvo oportunidad de afianzarse en el nuevo cargo, porque murió menos de un año después.

Del matrimonio entre Rodrigo de Silva y Catalina de Mendoza nacieron seis hijos. Dos de ellos, Juan y Francisco, murieron niños, y la única hija, Leonor María, se hizo carmelita descalza después de haber estado prometida al conde de Treviño, heredero de la Casa ducal de Nájera, que murió en 1654. El primogénito, Gregorio María, fue en quien se consumó la unión de los mayorazgos de Silva y Mendoza. Para los otros dos varones, Gaspar Melchor y José María, el IV duque de Pastrana fundó mayorazgos por facultad real concedida en 1663, que dieron lugar a sendas ramas laterales.

 

Bibl.: C. Arteaga y Falguera, La casa del Infantado, cabeza de los Mendoza, Madrid, Imprenta C. Bermejo, 1940, 2 vols.; F. Layna Serrano, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI, Madrid, Aldus, 1942, 4 vols.; J. M. Prieto Bernabé, “Análisis de un fondo biliográfico: la biblioteca del palacio de Pastrana durante la Edad Moderna”, en Hispania, 169 (1988), págs. 699-736; A. Carrasco Martínez, El régimen señorial en la Castilla Moderna: las tierras de la casa del Infantado en los siglos XVII y XVIII, Madrid, Editorial Complutense, 1991; Control y responsabilidad en la administración señorial: los juicios de residencia en las tierras del Infantado(1650-1788), Valladolid, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1991; “Alcabalas y renta señorial en Castilla: los ingresos fiscales de la casa del Infantado”, en Cuadernos de Historia Moderna, 12 (1991), págs. 111-122; “Una forma de gestión de las haciendas señoriales en dificultades. Los contratos de administración con hombres de negocios durante la primera mitad del siglo XVII”, en Cuadernos de Investigación Histórica, 14 (1991), págs. 87-115; “Los grandes, el poder y la cultura política en el reinado de Carlos II”, en Stvdia Historica. Historia Moderna, 20 (1999), págs. 77-136¸ A. Carrasco Martínez, El poder de la sangre. Los Duques del Infantado, 1601-1841, Madrid, Actas, 2010; A. Terrasa Lozano, La Casa de Silva y los duques de Pastrana, Madrid, Marcial Pons y CEEH, 2012.

 

Adolfo Carrasco Martínez

 

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