Baigorri y Ruiz, Pedro de. Corella (Navarra), p. m. s. XVII – Buenos Aires (Argentina), 13.X.1669. Militar y funcionario.
Caballero de la Orden de Santiago; era hijo legítimo de Miguel de Baygorri y de Gracia Ruiz; nieto paterno de Miguel de Baygorri y de María Tardes, de la casa radicada en Corella, partido judicial de Tudela, Navarra. Militar de próspera carrera, prestó varios años servicios en las guerras de Flandes y alcanzó el grado de capitán, sargento mayor y maestre de campo. Por sus méritos fue propuesto para reemplazar a Jacinto de Lariz en la gobernación de Buenos Aires y nombrado en Real Cédula de 23 de octubre de 1651. Cuatro meses después recibía el mando ante el cabildo porteño. Comisionado por Real Cédula para tomar la residencia del gobernador saliente, actuó decididamente dentro de la justicia que el caso exigía condenándolo por los abusos y desaciertos de su administración, lo que le trajo las simpatías del vecindario.
Ya al frente del gobierno, abordó una peste que llevaba ya once meses asolando la población y que se había cobrado un millar y medio de vidas. El gobernador aseguraba al rey en una carta del 6 de septiembre que ningún alma había muerto sin sacramentos, debido a la diligencia y celo del obispo de Buenos Aires, monseñor de la Mancha y Velazco, con quien mantuvo excelentes relaciones.
Entre los principales hechos de su administración se cuenta la defensa del puerto de Buenos Aires contra los franceses, quienes por orden del rey Luis XIV pretendieron sorprenderlo con una escuadra de tres navíos al mando del señor de la Fontaine, Timoteo de Osmat. El gobernador, que era muy querido por los indios debido a que los protegía de una manera especial, convocó a las tribus guaraníes reducidas por los jesuitas para que cooperaran con las tropas españolas en la defensa del puerto. Así lo hicieron los naturales, con gran obediencia y fidelidad, extraña en su actitud habitual, durante los ocho meses que duró el sitio, hasta que perdida la nave capitana y muerto su general, los invasores debieron retirarse.
Baigorri libró también a la ciudad de Santa Fe de su eminente ruina a raíz de la invasión de los indios calchaquíes, contra los que envió a seiscientos guaraníes al mando de cuarenta españoles. Al cabo de seis meses de lucha y persecución dejaron librada la ciudad del peligro que la acechaba.
A pesar de defender con tanto ahínco las ciudades amenazadas de su gobernación, Pedro Baigorri infringió las leyes restrictivas que estaba encargado de cumplir, permitiendo el comercio entre los vecinos de Buenos Aires y las naves holandesas que llegaban al puerto cargadas de géneros. Se le acusó asimismo de haber defraudado los haberes reales, y de alta traición. Por todo ello, fue destituido, embargada su hacienda y puesto en prisión, terminando de este modo su período gubernamental en 1660. El rey envió al licenciado Manuel Muñoz de Cuellar, que fue más tarde fiscal de la Real Audiencia de Chile. Sacó a la luz la inocencia del gobernador descubriendo los verdaderos motivos en que estribaba la emulación. El Real Consejo de Indias quedó tan desengañado, que aprobó con agradecimiento los aciertos del gobierno de Pedro Baigorri. Pero no bastó esta esclarecida victoria para enmudecer las calumnias que lo llevaron esta vez a la prisión. Salió presto de la cárcel, pero tardó mucho tiempo en purgarse, por los empeños de sus adversarios. En medio de esta feroz batalla moral falleció en 1669, aunque algunos historiadores aseguran que la fecha de su muerte fue 1663. En su testamento instituía como heredero universal al convento de la Encarnación de Santa Teresa, que mandó fundar en su tierra natal; el resto de sus bienes fueron rematados entre los vecinos de Buenos Aires, por un valor total de tres mil trescientos noventa pesos.
Bibl.: E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Huarpes, 1945, pág. 128; R. A. Molina, Diccionario Biográfico de Buenos Aires, 1580-1720, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2000, págs. 101-102.
Sandra Fabiana Olivero
