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José Carrasco

Biografía

Carrasco, José. Talavera de la Reina (Toledo), 9.XII.1705 – Génova (Italia), 8.XI.1768. Jesuita (SI) expulso, bibliotecario y escriturista.

Se hizo jesuita en Madrid el 1 de febrero de 1722 y, habiendo repasado las letras humanas y la Retó­rica, estudió Filosofía y Teología en Alcalá, donde al mismo tiempo se instruyó en las lenguas hebrea y griega y adquirió grandes conocimientos en las historias sagrada y profana. Enseñó Filosofía y Teología en Plasencia, Toledo y Murcia, donde hizo la profe­sión solemne en 1739. Después pasó a enseñar en el Colegio Imperial de Madrid “en edad joven, mas con mérito y doctrina de maestro anciano”, según Hervás. En el curso 1741-1742 continuaba siendo “maestro de Vísperas” en el colegio de Murcia, cuando, por en­cargo del cabildo murciano, dijo el elogio fúnebre del recientemente fallecido obispo, Tomás José de Mon­tes, dedicada al cardenal Luis Belluga, anterior obispo dimisionario (1724).

Hervás lo trató en Alcalá de Henares, recién ingre­sado en la Compañía: “En Madrid dio a conocer bien pronto la sublimidad de su talento y universalidad de su sólida instrucción en casi todas las ciencias. El eru­dito jesuita Josef Casani pidió a Carrasco por compa­ñero de su estudio y tareas literarias. Monseñor Pérez de Prado [1677-1755], inquisidor general, que sabía distinguir bien el mérito de los sabios, estimó tanto el de Carrasco que, en los gravísimos negocios del tri­bunal, nada hacía ni resolvía sin haber oído antes su parecer. El expurgatorio o Índice de libros prohibidos que se publicó en tiempo de dicho Monseñor [1747], es obra que se encargó solamente a Carrasco, el cual después fue nombrado bibliotecario e intérprete de Sagrada Escritura en el colegio jesuítico de Alcalá, en donde tuve la afortunada suerte de ser su discípulo y de admirar su doctrina y virtud”.

En efecto, Carrasco tuvo un papel destacadísimo en dicho Índice, pues en el edicto del inquisidor Pérez de Prado, dado en Madrid el 23 de agosto de 1747 y firmado por el secretario José Carrasco, se ordena que “no se pueda vender ningún Catálogo Expurgatorio, que no lleve la firma del Reverendo Padre Maestro José Casani, de la Compañía de Jesús, nuestro califi­cador y visitador de librerías, o la del Reverendo Pa­dre José Carrasco, de la misma Compañía, maestro de Teología del Colegio Imperial, que con el referido José Casani ha cuidado también de esta obra”. Casani ya había sido autor del Suplemento al Índice de 1707, aparecido en 1739, y más tarde coautor, con su hermano de orden José Carrasco, del Índice de 1747, que suscitó un considerable escándalo y enfrentamiento con los agustinos calzados, por haber incluido alegremente como jansenistas a numerosos intelectuales, como el agustino cardenal Noris, contra lo que protestó el mismísimo papa Benedicto XIV.

Hervás aclara que “asimismo son de Carrasco las Adnimaversaciones anónimas de la teología de Noris, impresas en Madrid por orden del tribunal de la In­quisición”, es decir, Carrasco era uno de los hombres que la Compañía de Jesús utilizaba para atacar a sus enemigos desde el Santo Oficio. Los jesuitas fueron contrarios al cardenal Noris y alguno propició la in­clusión de sus obras en el Índice de libros prohibidos, como el provincial de Castilla, padre Ignacio Osorio (Crítica de la historia pelajiana del cardenal Noris). El cardenal Enrico Noris, teólogo italiano (Verona, 1631-Roma, 1704), fue ermitaño de San Agustín, profesor de Teología, prefecto de la Biblioteca Vati­cana y cardenal (1695). Su obra principal, Historia Pelagiana (1673) fue tachada por Osorio, infundada­mente, de jansenista e incluida en el Índice en 1747 por el inquisidor general Francisco Pérez de Prado (entiéndase por los jesuitas que elaboraron el Índice, como Carrasco), decisión duramente protestada por Mayans y su discípulo, el joven inquisidor valenciano Andrés Ignacio Orbe. Por edicto inquisitorial del 28 de enero de 1758, los escritos de Noris fueron sacados del Índice, con la prohibición de que nadie escribiera en pro o en contra. Al final de su permanencia en Es­paña, Carrasco volvió a escribir contra el jansenismo, pues “perfeccionó la obra que, contra el jansenismo, dejó imperfecta el docto jesuita Pastor, del Consejo de la Suprema Inquisición de Madrid. Esta obra quedó aprobada y dispuesta para la impresión” (Hervás).

Los dos últimos años de la vida de Carrasco coincidie­ron con lo más duro del exilio jesuítico, bien narrado por Hervás: “Quebrantada su salud con la duradera na­vegación de cinco meses que estuvieron los jesuitas de la provincia de Madrid, errantes por el Mediterráneo en el 1767, con los trabajos padecidos en Córcega, por un año, y con el encierro de los mismos por casi tres me­ses en el Lazareto de Génova, en éste, a 8 de noviembre 1768, pasó a los eternos reposos y está sepultado en la que fue casa profesa de los jesuitas en Génova”.

El teólogo Carrasco fue académico supernumerario de la Real Academia Española desde febrero de 1745, definido por Menéndez y Pelayo como “uno de los hombres más doctos y agudos de su tiempo, celoso defensor de la sana doctrina contra los amaños de jan­senistas y filósofos”. Ocupó la silla G. Habiendo sido elegido académico supernumerario en 1745, pasó a ser académico de número en 1750. Alonso Zamora Vicente cuenta que la actividad de Carrasco se truncó de forma violenta la noche del 1 de abril de 1767, al ser expulsado por Carlos III.

Hervás conoció de primera mano la producción li­teraria de Carrasco, pues le regaló personalmente seis tratados teológicos, que “conservaba como precioso don”. El viejo Carrasco y el joven Hervás compartían aficiones lingüísticas, pues se conserva manuscrito, autógrafo de Carrasco, un Discurso sobre los nombres adjetivos comunes. En 1789 (Historia de la vida del hombre, t. II, pág. 343) Hervás continuaba manifestando su admiración y conocimiento de los escritos de Carrasco: “El padre Carrasco [...] escribió con la mejor crítica algunos tomos de la historia de los san­tos españoles, que en el año 1767 estaban en el cole­gio que los jesuitas tenían en Toledo [...]. En el año de 1756 vi concluido el primer tomo que contenía los santos españoles del mes de enero [...]. Dejó también, entre sus manuscritos, un tomo en folio de Paráfrasis de la Sagrada Escritura, varias disertaciones eruditas de materia eclesiástica”.

Carrasco escribió bastante, pero sólo pudo ver impresas tres obras. En opinión de Hervás, su producción literaria sufrió mucho con el destierro, pues “casi todos estos manuscritos y otros excelentes, que Carrasco había escrito sobre medallas antiguas, historia española &., quedaron en Alcalá al salir des­terrado de España el autor”.

Sin duda, la obra de más empeño, en la que trabajó cerca de quince años, fue su Santoral español, “que debía constar de 12 tomos en 4.°, contenía la vida de todos los santos españoles y las fiestas de N. S. Jesu-Cristo y de su Santísima Madre. De esta obra en el 1756 leí [Hervás] parte del primer tomo, escrito en español con buena crítica y excelente estilo”.

 

Obras de ~: La piedra de Daniel. Oración fúnebre que a las honras del Ilmo. y Rmo. Señor Don Thomás Joseph de Montes, Arzobispo-Obispo de Cartagena, celebradas por el Ilmo. Cabildo de la misma Santa Iglesia, dixo el M R P [...] de la Compañía de Jesús, Maestro de Vísperas del colegio de la ciudad de Murcia [...], Murcia, 1742; La Phénix de Murcia. Vida, virtudes y prodigios de la Venerable Madre Mariana de San Simeón, fundadora de los conventos de las Agustinas descalzas de Almansa y Murcia, Ma­drid, 1746; Adnimaversaciones anónimas de la teología de Noris, s. f. (inéd.); Discurso sobre los nombres adjetivos comunes, s. f. (Real Academia Española, ms. 347); Parafrasis seu catena aurea in S. Scripturam, s. f. (inéd.); Santoral español, s. f. (inéd.).

 

Bibl.: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Je­sus, vol. II, Bruxelles-Paris, O. Schepens-A. Picard, 1890, col. 773; J. E. Uriarte y L. M. Lecina, Biblioteca de Escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España, vol. II, Madrid, Imprenta de la Viuda de López del Horno, 1925, págs. 129-130; M. cascón, Los jesuitas en Menéndez y Pelayo, Santander, Santarén, 1940, pág. 539, n.º 254; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Miguel de Cervantes, 1983, pág. 235; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1999, pág. 73 (Madrid, Fundación María Cristina Masaveu Peterson - Real Academia Española, 2015); L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 171-173.

 

Antonio Astorgano Abajo

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