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Eugenio López Durango

Biografía

López Durango, Eugenio. Toledo, 15.XI.1729 – 5.IX.1794. Arquitecto, escultor y pintor.

Eugenio López Durango fue figura clave en el Toledo del siglo XVIII. Fue arquitecto, escultor y pintor, llegando a ser maestro mayor de la catedral tras la muerte de Ventura Rodríguez, con el que había trabajado como aparejador. Su vida aparece estrechamente ligada a la catedral, siendo artista de confianza del cardenal Lorenzana, con quien le unió una estrecha amistad, hasta el punto de ser nombrado albacea en su testamento.

Fue hijo del imaginero Germán López y de su mujer Teresa Durango. Con su padre aprendió el oficio, pues en 1752, en el censo para el Catastro de Ensenada, figura como oficial suyo. El 9 de mayo de 1759 casó con Antonia Pérez Maroto, también natural de Toledo. Del matrimonio nacieron trece hijos. El 21 de abril de 1761 fue nombrado “Pintor de la Catedral”, tras el fallecimiento del “Maestro Pintor” anterior, Andrés Tomé. En 1773, Lorenzana le nombró “Aparejador de la Catedral”, muy pocos meses después de haber sido nombrado “Obrero Mayor” Ventura Rodríguez, y la colaboración entre ellos duró hasta la muerte del arquitecto, en 1785. Tras haber sido jubilado como “Obrero Mayor” en 1793, murió en septiembre de 1794.

Sobre su temperamento y carácter, merced a una serie de cartas conservadas en el archivo de la colegiata de Talavera de la Reina, entre él y el canónigo obrero, se puede aventurar que fue persona amable, tímido y cumplidor, doliéndose de no poder atender los encargos en las fechas previstas.

Su intervención en la catedral comenzó en 1757 fiando a su padre en la sillería del coro para la capilla de San Pedro. Y diez años después, en el contrato para realizar las rejas del claustro de la misma, se especificaba que éstas se harían siguiendo las trazas de Eugenio López Durango y bajo su supervisión. A finales de 1771, se le pagaban a Eugenio y a su hermano Roque López Durango, también escultor, que murió desgraciadamente pronto, la cajonería de la estancia principal de la oficina de Obra y Fábrica. Es un mueble plenamente rococó con basamento de cajonería y un cuerpo principal compartimentado en tres espacios por una pareja de hermosas pilastras. El entablamento se corona con frontón partido que alberga un bello óvalo con una pintura de la Virgen del Sagrario, y, a ambos lados de éste, sendos escudos de la catedral sostenidos por angelillos. En abril de 1772, comenzaron los pagos de una de las obras más hermosas que realizó el artista, la cajonería que forma pareja con la bellísima que Gregorio Bigarny o Pardo había realizado en el siglo XVI para la antesala capitular. Tallada en madera de peral, en nada desmerece de la que tuvo por modelo.

A partir de 1775, Durango se hizo cargo de una de las obras más importantes y discutidas de su producción: la remodelación de las tres fachadas principales de la catedral, la del Perdón, la de los Leones y la del Reloj. Queda por investigar aún mucho sobre este tema, ya que son una de las zonas menos estudiadas de la catedral. Desde Parro se viene afirmando que la portada del Perdón fue restaurada por Eugenio L. Durango, pero el mismo autor ya plantea una duda que aún sigue vigente, y es que de fines del siglo XVII, existe un grabado de la portada principal de la catedral en la que aparece ésta con todas sus partes actuales, siendo difícil ver qué pueda ser lo añadido. Fue Antonio Ponz quien en una nota de su obra aportó la solución, pues dice textualmente que “muchas partes delicadas de esta portada consumidas por el tiempo se han restaurado por disposición del Señor Arzobispo”. La obra se trataría, pues, no de una total remodelación, sino de una especie de restauración, en la que, siguiendo el mismo diseño, se introducirían determinados elementos más acordes con el momento en que la obra se llevó a cabo. Las obras de la fachada del Perdón comenzaban en 1775 y para ella se trajo piedra de Chueca, de Colmenar y de las Ventas con Peña Aguilera, todo siguiendo el criterio de López Durango. La portada quedaba terminada a finales de 1780. Muy poco tiempo después, se acometió la remodelación de la portada de los Leones, que se llevó a cabo entre 1783 y 1785. La obra terminaba con el limpiado de todas las estatuas y de la zona exterior del pórtico. Unos días antes del acabado de la portada de los Leones, comenzaba la remodelación de la del Reloj o del Niño Perdido. Las obras se realizaron con rapidez y terminaban en julio de 1787 con el pago a Pedro Carralbilla, hojalatero, por la colocación del ramo de azucenas en el remate de la portada.

Entre 1778 y 1784, Durango llevaba a cabo otra de sus más grandes empresas: la remodelación del presbiterio y el nuevo retablo mayor de la colegiata de Talavera de la Reina. Para la obra se hizo una colecta que se abría con la aportación de 6.000 reales por el cardenal Lorenzana, que fue el promotor de la reforma. Existe una extensa correspondencia entre el canónigo obrero de la colegiata y Eugenio López Durango, en la que se puede ver hasta qué punto el cardenal seguía de cerca la obra que él había proyectado. Los diseños se le enviaban directamente a él y él los devolvía con indicación de cualquier detalle que quisiera suprimir o colocar. Nada se atrevía a añadir o quitar Durango si previamente no lo había aceptado el cardenal. La pintura de la Asunción de la Virgen, que preside el retablo, fue encargada directamente por el cardenal a Mariano Salvador Maella y, una vez que estuvo terminada, su secretario lo comunicaba al Cabildo colegial añadiendo: “la pintura está ya concluida y ajustada en 30.000 rs., cuya paga corre de cuenta de S.E.”.

Otra obra, con bastantes puntos de contacto con la de la colegiata de Talavera, que Durango dirigió durante estos años, fue la remodelación de la capilla parroquial de San Pedro de la catedral. Las obras se iniciaron a finales de 1784 y duraron hasta el mes de mayo de 1791. La capilla, fundada a comienzos del siglo XV por el arzobispo Sancho de Rojas, ha sufrido a lo largo de sus cinco siglos de existencia una serie de profundas transformaciones, y ésta, de finales del siglo XVIII, supuso una auténtica remodelación del espacio de la capilla, acorde con el gusto imperante en el momento. Todos los elementos barrocos tradicionales fueron sustituidos por motivos neoclásicos, aunque interpretados a través de la obra de Bernini, en los que se utilizaron hermosos mármoles. La obra consistió fundamentalmente en la sustitución del retablo barroco por otro neoclásico, rematado en una apoteosis de ángeles sosteniendo los atributos de san Pedro y que alberga un enorme lienzo de Francisco Bayeu. En el segundo tramo de la capilla, a ambos lados, se instalaron otros dos retablos cuya traza sigue, aunque con una mayor sencillez, el retablo de San Ildefonso que trazara Ventura Rodríguez, y que albergan sendas pinturas de San Pedro, obispo de Osma, y San Julián, obispo de Cuenca, del pintor Alejandro de la Cruz.

En agosto de 1790, Durango intervino en un importante trabajo para el Hospital de San Juan Bautista o de Tavera, el pintado, y añadido de algunas partes, del gigantesco retablo de su iglesia, adaptándolo a los gustos neoclásicos que ahora imperaban. Las meticulosas condiciones para su pintura, dadas por él, resultan un magnífico documento para conocer las preferencias de mármoles al poder aplicar su imitación a una obra de esa magnitud.

Lo que aún falta por documentar de la obra que realizó o dirigió Eugenio López Durango debe de ser grande. En la catedral, rara es la dependencia que no tenga algún adorno que lleve su sello, impulsado siempre por el cardenal Lorenzana, infatigable en su deseo de modernizar el templo toledano.

Lleva claramente su impronta el retablo de mármoles, con la pintura de Santa Leocadia, en su capilla de la girola. El marco es muy parecido al de la capilla de San Pedro.

En resumen, en la obra de López Durango queda clara la influencia sobre su arte de tres personalidades, muy importantes, dentro de sus respectivos campos.

En primer, lugar su padre, ensamblador e imaginero nada común; después, Ventura Rodríguez, con quien mantuvo estrecho contacto, y, en cierto modo, guiando su mente y sus manos el cardenal Lorenzana.

 

Obras de ~: Cajonería de la oficina de obra y fábrica de la catedral, Toledo, 1771; Cajonería de la antesala capitular de la catedral, Toledo, 1772; Remodelación de las tres fachadas principales de la catedral, Toledo, 1775-1787; Remodelación del presbiterio y retablo de la colegiata, Talavera de la Reina (Toledo), 1778-1784; Retablo de la parroquia de Almorox (Toledo), 1781-1785; Remodelación y retablo de la capilla de San Pedro de la catedral, Toledo, 1784-1794; Reforma y policromado del retablo mayor del Hospital de San Juan Bautista o Tavera, Toledo, 1790.

 

Bibl.: S. R. Parro, Toledo en la mano, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos (IPIET), 1978; J. Nicolau Castro, Escultura Toledana del siglo xviii, Toledo, Diputación Provincial-IPIET, 1991.

 

Juan Nicolau Castro