Bello López, Andrés. Caracas (Venezuela), 29.XI.1781 – Santiago de Chile, 15.X.1865. Literato, filólogo, gramático, poeta, jurista, rector, pedagogo, periodista, sociólogo.
Hijo de Bartolomé Bello (fiscal y organista de la catedral) y de Antonia López. Su infancia transcurrió en Caracas (1781-1810), en casa de su abuelo paterno, Juan Pedro López (de ascendencia canaria y el pintor religioso de mayor relieve en Venezuela). La casa era vecina del colegio de la Merced, en cuya biblioteca nutrió sus aficiones literarias e históricas. Fray Cristóbal de Quesada, que residía en el convento, tras una accidentada y variopinta existencia —y excelente latinista—, será decisivo en la cimentación de su humanismo y el conocimiento de los clásicos. A las orientaciones de su maestro parece deberse el constante paradigma occidental y clasicista con el que coteja el mundo americano (Pedro Grases). Completa su educación con la asistencia a la academia de Ramón Vanlosten. En 1797 inicia sus estudios universitarios en la novel Real y Pontificia Universidad de Caracas (Seminario de Santa Rosa). El presbítero José Antonio Montenegro, y especialmente Rafael Escalona, serán sus maestros. Durante aquellos años —1797, 1798— su esmerada educación le facilita su nombramiento como preceptor de Bolívar en sustitución de Simón Rodríguez que viaja a Europa.
En enero de 1800 participa con Alejandro de Humboldt y Amié Bonpland de la expedición que proyecta la ascensión a la cima del Monte Ávila —la Silla de Caracas— que ha de abandonar por sus condiciones físicas (Bocaz). Fructifica un fecundo intercambio con el famoso explorador y biólogo que culmina en la etapa de Londres. A su autoridad se referirá años más tarde —Alocución a la poesía— al tiempo que reproduce textos de Humboldt en las revistas Biblioteca Americana (1823) y Repertorio Americano (1826). Este mismo año obtiene su título de bachiller en Artes —14 de junio de 1800—. Amunátegui, biógrafo y contemporáneo suyo, le describe como un hombre de apariencia débil y facciones delicadas, reflejo de un carácter melancólico y meditativo, proclive al estudio. Sus cualidades le abren la puerta de la oligarquía caraqueña y, pese a no pertenecer a los sectores aristocráticos, su fama le permite introducirse en la tertulia cultural que tiene lugar en casa de los Ustáriz. En este ambiente da a conocer sus primeras poesías, un buen número de ellas procedentes de traducciones, pues desde muy temprano se interesa en el estudio de otras lenguas. Luis Ustáriz se convierte en su protector y le insta al aprendizaje del francés. Javier Ustáriz, uno de los hermanos, víctima de la Guerra de la Independencia, merecerá ser citado en la famosa Alocución a la poesía, al tiempo que rememora el ambiente literario de su juventud (“Tú en tanto en la morada de los justos / sin duda el premio, amable Ustáriz, gozas / debido a tus fatigas, a tu celo / de bajos intereses desprendido / [...] / La música, la dulce poesía / ¿Son tu delicia ahora, como un día?”).
Por falta de medios económicos interrumpe sus estudios universitarios de Derecho y busca un puesto en la Administración. En 1802 gana el concurso de ingreso como oficial segundo de la Secretaría de la Capitanía General de Venezuela. De estos años data su conocimiento de la lengua inglesa, gracias a la amistad con John Robertson —secretario del gobernador de Curazao— con quien mantiene una fluida correspondencia. Dos años más tarde muere su padre y, en 1807, quien había sido su valedor en su carrera administrativa, Guevara Vasconcelos. Le sustituye Juan de Casas, capitán general, quien le nombra secretario político de la Junta Central de la Vacuna. En 1804 había llegado a Caracas Francisco Javier Balmis (1753-1819) con el propósito de promover la vacuna antivariólica y Bello había compuesto su famosa oda “A la vacuna”, como agradecimiento de los habitantes de Venezuela a las autoridades de la Península. Entre otras producciones se citan traducciones debidas a su pluma y conocidas en los círculos literarios como el libro V de la Eneida y la Zulima de Voltaire. Una muestra inicial de lo que más adelante se convierte en un carácter esencial de su poética: su capacidad para adaptar otras literaturas al castellano. Proclive a la variación versal y métrica compone un romance muy conocido, en el que exalta la naturaleza tropical, “El Anauco” —poema de factura neoclásica, considerado el germen inicial de sus londinenses Silvas americanas— o “A un Samán”, a lo que caben añadir octavas como “A la muerte de Francisco de Ibarra”, la égloga “Tirsis habitador del Tajo umbrío”, la oda “A la nave” y sonetos como “Mis deseos”, “A una artista” y “A la victoria de Bailén”, entre otros. Inicia una investigación en torno a los tiempos de conjugación en castellano, base de su gramática posterior y el primer estudio serio en torno al tema, tras la de Nebrija.
La invasión napoleónica de la Península vuelve a sacar a Bello a la palestra. Las noticias que llegan proceden de los periódicos ingleses que el gobernador, De Casas, hace traducir a Bello y donde se informa del cambio de Monarquía. La situación se complica por los informes contradictorios, pero en general la Junta de Caracas se orienta por la vía legitimista. Sus distintas ocupaciones en la Administración le serán de suma utilidad para su posterior obra política.
En medio de los acontecimientos políticos llega la imprenta a Venezuela (1808) y Bello será nombrado redactor de la primera publicación, La Gazeta de Caracas, “iniciada el 24 de octubre” (Grases, 1989). Asimismo, se debe a su pluma la redacción del Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810, en el que se incluye un “Resumen de la historia de Venezuela” (1809), anticipo de sus posteriores “Silvas” y su mejor escrito en prosa. Un proyecto truncado con Francisco Isnardi (1750-1820) fue la publicación de otra revista, El Lucero, que ni siquiera salió a la imprenta.
El relato biográfico que hace Bello a los hermanos Amunátegui —sus primeros biógrafos— evita referencias críticas al estilo de un Simón Rodríguez o un Sanz e incluso la capacidad de reflexión política que destaca Humboldt respecto a la sociedad caraqueña. Él mismo se empeña en destacar, no tanto su pensamiento político de aquel tiempo, cuanto los datos relativos a su formación intelectual (Bocaz).
Su paso por la Administración, y sus conocimientos de la lengua inglesa le brindan la oportunidad de embarcar —en el Wellington— rumbo a Londres (Portsmouth) con Simón Bolívar y Luis López Méndez (1770-1841) en calidad de comisionados por la Junta de Caracas (19 de abril de 1810). Su cometido era conseguir el apoyo del Gabinete inglés para las acciones que Miranda promovía desde Londres —y desde su famosa casa de Grafton Street— con vistas a la independencia. Miranda será finalmente quien instruya a Bolívar en los asuntos de la alta política, al tiempo que recibe a Bello, por breve tiempo, en su casa, donde el ilustre polígrafo podrá consultar su biblioteca. De acuerdo con las investigaciones de Bocaz, Bello habría pertenecido —junto a San Martín, Carlos de Alvear, López Méndez o Francisco Gurruchaga— a la logia de los Caballeros Racionales (originada en Cádiz en 1808, a través de Matías Piazola), cuyo fin era la independencia de las colonias.
Bolívar regresa pronto a Caracas y López Méndez y Bello permanecen en Inglaterra. La caída de la primera República en 1812 agrava su ya precaria situación económica, si bien recibe el apoyo de lord Holland, quien le proporciona algunas clases particulares. Su participación en la causa de la independencia se pone de relieve en la correspondencia cruzada con James Mill y Jeremy Bentham. Entre los españoles exiliados encuentra en José María Blanco White su más fiel amigo y confidente. Sambrano Urdaneta destaca que uno de los documentos que mejor reflejan la angustia de Bello en estos momentos es su solicitud de acogerse a la amnistía política que se prometió a los implicados en el fracasado intento independentista (junio de 1813). Pasa sus días en la biblioteca del Museo Británico, donde traba amistad con otros intelectuales.
Su papel como consultor en el proceso independentista le granjea la posibilidad de entrevistarse con José Irisarri, guatemalteco, ministro de Chile en Londres. Su correspondencia refleja un Andrés Bello partidario de la Monarquía en la que ve un camino para evitar la guerra y aunar a las distintas independencias que van surgiendo, eliminando la idea de República. Opinión que se origina ante la actitud del resto de las naciones europeas que ven un medio de apropiarse de las provincias independizadas, bajo la excusa de su incapacidad e inmadurez para gobernarse.
En 1814 contrae matrimonio con Mary Anne Boyland (1794-1821) y, al año siguiente, nace su primer hijo, Carlos. Su precariedad le lleva a extender una solicitud en la que expresa su deseo de trasladarse a Cundinamarca (1815) y, meses más tarde, a solicitar al Gobierno de las Provincias del Río de la Plata su traslado a Buenos Aires (agosto de 1815). Se ayuda para mantener a su familia de algunos trabajos como la traducción y la transcripción de algunos escritos de Bentham y colaboraciones en prensa. Es el caso de la primera nota redactada sobre Ambrosio O’Higgins (padre de Bernardo, el gobernante), que se debe a su pluma, y algún trabajo menor, como el desmentido de la muerte de Gregor McGregor bajo el seudónimo de Bernardo Dosel y publicado en El Sol de Chile (la revista que promovió García del Río). Durante estos años traba amistad con el mexicano Servando Teresa de Mier y colabora en publicaciones como el libro de Manuel Palacio Fajardo, Outline of the Revolution in Spanish America (1817).
La muerte de su esposa (1821) y el más pequeño de sus tres hijos, Juan Pablo, viene acompañada por dificultades económicas. Bello colabora activamente con su pluma en el proceso independentista, y encuentra en el periodismo un espacio apropiado. Con el colombiano Juan García del Río, y los auspicios de la Asociación de Americanos, promueve la publicación de dos revistas Biblioteca Americana (1823) y el Repertorio Americano (1826-1827). Su preocupación por el idioma se atisba en uno de los trabajos firmado por ambos: “Indicaciones sobre la conveniencia de uniformar y unificar la ortografía en América” (Biblioteca Americana, 1823). Las traducciones de Byron, Delille y Boyardo le permitieron indagar en el lenguaje y comprobar las diferencias gramaticales. De igual modo su interés por la épica se pone de manifiesto en los estudios relativos al poema de Mío Cid. El intercambio con otros intelectuales y filólogos como Vicente Salvá (1786-1865), quien organiza tertulias en su librería de Londres, abren la discusión en torno al español y se continúa con la presencia del extremeño Bartolomé José Gallardo (1776-1852), con el que coincide en la preocupación por las reglas ortográficas y la evolución del idioma. Otros emigrados españoles forman el grupo de amigos de Bello: Antonio Puigblanch (1775-1840) o Pablo Mendivil (1788-1832), con quienes comparte inquietudes intelectuales.
En estos años redacta sus más conocidos poemas, las llamadas Silvas americanas: “Alocución a la poesía” (1823) y “La agricultura de la zona tórrida”. En la primera realiza un llamamiento a la poesía para que se haga presente en el nuevo continente. La segunda completa su idea de la lozanía del Nuevo Mundo y sus posibilidades de desarrollo y futuro frente a las teorías expuestas en torno al continente maldito y la degradación de la tierra americana (De Paw, Raynal, Buffon). Asimismo, mantiene una especial amistad con el poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo, como refleja su poema póstumo Carta escrita de Londres a París por un americano a otro (1827). A Colombia dedica otros dos poemas: El himno a Colombia (1825) y Canción a la disolución de Colombia (1829).
En 1824 se casa con Isabel Antonia Dunn (1804- 1873), con quien tendrá doce hijos, cuatro de ellos nacerán en Londres (Juan, Ana Margarita, Andrés Ricardo y Miguel). Las dificultades económicas se estabilizan gracias a su nombramiento de secretario de la Legación de Chile (1822), a solicitud de Antonio José de Irisarri, durante el gobierno de O’Higgins. Sustituido por Mariano Egaña, Bello fue víctima de los enfrentamientos entre ambos, y abandona la legación. Sin embargo, consiguió su amistad y cuando Egaña regresó a Chile, fue el responsable de su buena acogida. En 1825 forma parte del servicio de la legación de la Gran Colombia (Colombia y Venezuela), trabajo que desarrolla hasta febrero de 1829. En una emotiva carta a Bolívar solicita un ascenso para evitar caer en la mendicidad. Pese a la solicitud y el hecho de ocupar el interinato de encargado de la legación, será nombrado José Fernández Madrid, lo que supone un retroceso en el escalafón administrativo y una importante pérdida pecuniaria. Fernández Madrid da a conocer en una carta lo infructuoso de las diversas solicitudes de Bello y la precariedad de las legaciones (“Bien sabe usted que tiene familia; y que por el espacio de un año, no hemos recibido nuestros sueldos”). Francisco Antonio Pinto, con quien traba amistad desde la llegada de éste a Londres, le propone cambiar de rumbo y aprovechar sus conocimientos para Chile.
Llega a Valparaíso el 25 de junio de 1829, en el barco inglés Grecian, tras una escala en Río de Janeiro, hospedado por Ferdinand Tupper. Al año siguiente es nombrado rector del colegio de Santiago y en septiembre se le nombra redactor de El Araucano, periódico oficial en el que colaborará hasta 1853. Para contribuir al mantenimiento de su familia empieza a impartir clases particulares en su domicilio.
Uno de sus máximos logros es su Tratado del derecho de gentes (1832). Pese a tratarse de un manual didáctico, se considera la primera obra de derecho internacional publicada en América Latina. En él sitúa a las naciones modernas americanas dentro del paradigma occidental y defiende el derecho romano, esencial para la formación de los juristas. Su pensamiento revela una posición equilibrada entre renovación y continuidad de la tradición.
La inmigración europea y el exilio transforman a Chile “en un pequeño laboratorio de la reflexión americana” (Bocaz). Su carácter didáctico y formador promueve su interés por la juventud, a la que confía el futuro. En marzo se le nombra miembro de la Junta directora de estudios del Instituto Nacional. Y recibe otros nombramientos, como el de jurado de la Comisión de censura, contra la que se manifestará, sin embargo desde El Araucano. En 1834 recibe el cargo de oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, un puesto político que se afianza al año siguiente al ser elegido senador.
Publica sus Principios de ortología y métrica de la lengua castellana (1835), resultado de su constante preocupación, como también lo fue la labor que desde 1833 lleva a cabo mediante la solicitud a sus corresponsales de listas del léxico americano, de acuerdo con determinados criterios metodológicos.
En 1840 se le encarga la codificación de las leyes civiles que culmina con la publicación del Código Civil chileno (1855), modelo para el resto de las naciones americanas. Gracias a los contactos con diversos protagonistas del mundo político, en Londres había tenido la oportunidad de indagar en el derecho. Espectador privilegiado de acontecimientos históricos, fructifica en él un ponderado saber legislativo. Respecto a la independencia, Bello compara la situación con la del antiguo Imperio Romano. En todos sus escritos domina la idea de la particularidad de cada zona y la necesidad de aplicar leyes específicas para cada una de ellas.
El 31 de mayo de 1841, un acontecimiento ocasiona un folleto El incendio de la Compañía, anónimo, pero en el que Sarmiento descubrió la pluma de Bello. El artículo de Sarmiento es abiertamente crítico y refleja la controversia entre ambos. Mientras Bello teme la fragmentación del español de América, si se aparta de las directrices clásicas que habían sido su sustento, Sarmiento defiende la novedad y la independencia idiomática y ortográfica. En este mismo año publica su Análisis ideológico de los tiempos de la conjugación castellana.
Sus logros previos en la traducción de diferentes escritores le animan a la publicación de algunos textos de Victor Hugo. Entre todos destaca La priére pour touts (1842), considerada por la crítica una versión incluso más lograda que el original.
Las muertes de sus hijos se suceden desde su llegada a Chile; en 1830 muere Miguel Antonio Bello Dunn, y como refleja el prólogo a la obra de su hijo ya fallecido, Francisco Bello Boyland (en 1845), su continuidad le hace caer en el abatimiento. Seis años más tarde fallece su hija Ana Bello Dunn (1851), a la que siguen Carlos Bello Boyland (1854), Asunción Bello Dunn (1857), Juan Bello Dunn (1860) y Luisa Bello Dunn (1862).
En torno a 1843, Sarmiento, Echeverría y Bello recrudecen la polémica sobre el idioma y la defensa o no de los paradigmas tradicionales en la delimitación de las normas del lenguaje. La primera edición de su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847) es una respuesta a los dos escritores argentinos que defendían la transformación del español americano para lograr la independencia del idioma. Resultado de sus constantes investigaciones y de su preocupación por la lengua, expone su concepto de las capacidades creativas americanas. En el prólogo destaca la original consideración de que cada idioma tiene su propia particularidad, por lo que el modo de analizar su gramática ha de ser distinto.
En 1843 será elegido rector de la Universidad de Chile y pronuncia un destacado Discurso de instalación de la Universidad de Chile, en el que expone su concepto de los estudios universitarios, fundado en el pragmatismo, con especial atención al derecho.
Participa en la tertulia de Isidora Zegers, cantante de ópera, casada en segundas nupcias con Jorge Huneeus, a cuyo padre había conocido en Londres, y que había hospedado en Río de Janeiro a la familia Bello en su escala hacia Valparaíso. A petición de la interesada redacta una composición para su álbum bajo el título. La moda (1846), que expone una crítica literaria del Romanticismo. Su actividad lírica no cesa a lo largo del tiempo. Su composición A Peñalolén (1848), al tiempo que recuerda a Egaña y su finca La Hermita, se complace en la geografía agreste del monte Ávila. Lugares de esparcimiento y ocasión para la producción poética encontrará en las fincas de recreo que le ofrecen otros amigos: El Conventillo, de Blanco Encalada y de Peñaflor, donde también veranean sus discípulos, los hermanos Amunátegui, o bien la hacienda de San Miguel del Monte, propiedad de la familia Carrera y donde residió Javiera Carrera, amiga de Bello y hermana de los héroes de la Independencia.
En 1851 es nombrado miembro honorario de la Real Academia Española y obtiene también el nombramiento de miembro correspondiente. Estos años son los más favorables y pródigos en su trabajo legislativo. Muestra de ello es la publicación del Código Civil, ya citado. Alterna el trabajo de investigación con su cargo como rector universitario, senador, jurisconsulto y acendrado lector. Su prestigio como legislador le convierte en árbitro de diferentes contiendas, como la ocurrida entre Ecuador y Estados Unidos (1864). Los últimos años acusa un deterioro físico que le dificulta e incluso le impide el movimiento. Situación que ocasiona su negativa a arbitrar la polémica de fronteras entre Perú y Colombia (1865). Muere el 15 de octubre de este mismo año. El ensayo Filosofía del entendimiento se publicará casi veinte años más tarde (1881) y en él se muestra la disyuntiva entre krausismo y positivismo (Gutiérrez Girardot).
Obras de ~: Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810, con superior permiso, Caracas, Imprenta de Gallagher y Lamb, 1810 [ed. facs. en Pedro Grases, El primer libro impreso en Venezuela, Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1952]; Arte de escribir con propiedad, compuesto por el Abate Condillac, traducido del francés y arreglado a la lengua castellana, Caracas, Tomás Antero, 1824; Principios de derecho de jentes, Santiago de Chile, Imprenta de La Opinión, 1832 [ed. corregida y aumentada, Principios de Derecho Internacional, Valparaíso, Imprenta de El Mercurio, 1844]; Principios de ortología y métrica de la lengua castellana, Santiago de Chile, Imprenta de La Opinión, 1835; Gramática de la lengua latina, Santiago de Chile, Imprenta de La Opinión, 1838; Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana, Valparaíso, Imprenta de M. Rivadeneyra, 1841; El incendio de la Compañía. Canto elegíaco, Santiago de Chile, Imprenta del Estado, 1841; Discurso de inauguración de D. Andrés Bello, rector, Santiago de Chile, Imprenta del Estado, 1842; Teresa; drama en prosa y en cinco actos, por Alejandro Dumas, traducido al castellano y arreglado por don Andrés Bello; representado por primera vez en Santiago, en noviembre de 1839, Santiago de Chile, Imprenta del Siglo (Galería Dramática Chilena; col. de Piezas Originales y Traducidas en el País), 1846; Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, Santiago de Chile, Imprenta del Progreso, 1847; Cosmografía o descripción del universo conforme a los últimos descubrimientos, Santiago de Chile, Imprenta de La Opinión, 1848; Filosofía del entendimiento, Santiago, Imprenta G. Ramírez, 1881; Compendio de la historia de la literatura; por don Andrés Bello redactado para la enseñanza del Instituto Nacional, Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1850; Opúsculos literarios y críticos, publicados en diversos periódicos desde el año 1834 hasta 1849, Santiago de Chile, B.I.M. Editores, 1850; Proyecto de Código Civil, Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1853 (4 vols.); Código Civil de la República de Chile, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1856; Obras completas de don Andrés Bello, Santiago de Chile, 1881-1893 (15 vols.) (ts. I-XIII: Imprenta de Pedro G. Ramírez, 1881-1890; ts. XIV-XV: Imprenta Cervantes, 1891-1893); Filosofía del entendimiento (intr. de J. Gaos), 26 vols, México, Fondo de Cultura Económica, 1948; Obras completas, Caracas, Fundación La Casa de Bello, 1981-1986.
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Rocío Oviedo Pérez de Tudela