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José María Díaz de la Torre

Biografía

Díaz de la Torre, José María. Domingo de Argote. Caracas (Venezuela), VII.1813 – La Habana (Cuba), 13.XI.1888. Dramaturgo, periodista y poeta.

Hijo de madre española y del reputado doctor caraqueño José Domingo Díaz, José María Díaz nació en Caracas, en plena convulsión de la revolución independentista encabezada por Simón Bolívar. Su primera infancia transcurrió en un clima bélico, en el marco histórico de las luchas sostenidas entre las tropas realistas españolas y el ejército bolivariano. En el verano de 1821 abandonó definitivamente, junto con su familia, su ciudad natal, a la que no regresó ya nunca para instalarse en Madrid, en los primeros días del otoño de ese año. En 1828 ingresó en el Real Colegio de Santo Tomás, donde cursó estudios de Filosofía y pronto, siguiendo la vocación de su padre, que había dedicado al periodismo y a las letras buena parte de su actividad, comenzó a escribir sus primeras composiciones literarias.

Como tantos otros jóvenes con pretensiones artísticas en el Madrid de 1830, a comienzos de esta década, Díaz siguió de cerca a las figuras que frecuentaban por entonces la célebre tertulia de El Parnasillo, donde se codeó con algunas de las plumas que ya en ese momento, y con el tiempo, constituirían lo más granado del Romanticismo español.

En 1835, José María Díaz era un prometedor poeta que había publicado sus versos en algún periódico y compartido eventos poéticos al lado de Larra, Ventura de la Vega, Bretón de los Herreros o Espronceda; pero fue en 1836, con el estreno de sus dos primeros dramas (Elvira de Albornoz y Felipe II) en el Teatro del Príncipe, cuando su nombre comenzó a adquirir una sólida presencia en el panorama literario madrileño.

El 15 de febrero de 1837, durante el entierro de Mariano José de Larra, antes de que Zorrilla tomara la palabra para leer los célebres versos que le catapultaron a la fama, algunos amigos del escritor fallecido pronunciaron discursos en su honor y recitaron poemas en su memoria; entre ellos se encontraba José María Díaz. El recuerdo de su amigo le llevó incluso a escribir y publicar, al año siguiente de su muerte, un drama titulado Un poeta y una mujer, donde recreó los desgraciados amores del periodista y su infausto suicidio. Poco después comenzó Díaz su aventura periodística.

Primero en El Entreacto, revista teatral nacida el 31 de marzo de 1839 y, dos años después, en la conocida Revista de Teatros, la cual vino a sustituir a la anterior y en la que el poeta llegó a ser, además de redactor, su director.

A comienzos de la década de 1840, José María Díaz era un buen amigo de José de Salamanca, quien, en 1843, tras haber arrendado el Teatro del Circo, dejó la dirección de la compañía de baile en manos del escritor. La amistad de éste con el más conocido e importante hombre de negocios de su tiempo se extendió a lo largo de la vida de ambos. Precisamente, en ese mismo año, Salamanca prestó su apoyo y colaboración para la creación de la primera Sociedad de Escritores Dramáticos, de la que Díaz fue uno de sus socios fundadores, al lado de algunos de los dramaturgos más señalados de su tiempo: Gil y Zárate, Hartzenbusch, Rodríguez Rubí, García Gutiérrez, Cueto, Zorrilla, Doncel, Bretón, Isidoro Gil y Ramón de Navarrete.

Al concluir la década de 1840, José María Díaz se hallaba en la cumbre de su carrera como dramaturgo.

Había escrito y publicado —y, en la mayor parte de los casos, estrenado— once dramas históricos, cuatro tragedias románticas, un drama contemporáneo y una traducción del teatro francés. Recientemente había ayudado a su amigo Zorrilla a concluir su drama Traidor, inconfeso y mártir. Había publicado asimismo la mayor parte de su breve producción poética, algún cuento en la prensa y colaborado con un artículo de costumbres en Los españoles pintados por sí mismos (1843-1844). Había sido redactor de El Entreacto, redactor y director de la Revista de Teatros, colaborador en La Ortiga, y posiblemente lo fuera también en otras publicaciones periódicas. Era ése el momento de recoger las mieles del triunfo, que con frecuencia le fueron negadas; y así, en enero de 1851, “en atención a sus méritos literarios”, fue nombrado vocal de la Junta Consultiva de Teatros del Reino —que desapareció nueve meses después—. Profundamente comprometido con el teatro de su tiempo, y preocupado por la situación que éste atravesaba en España, propuso al Ayuntamiento de la capital el arrendamiento de los teatros de la Cruz y del Príncipe, en julio de 1855. A pesar de las dificultades que encontró para llevar adelante sus planes, en otoño de 1856 llegó a hacerse con la dirección del Teatro del Príncipe, del cual fue empresario hasta comienzos de 1858.

Un par de artículos incluidos en El Museo de las familias, en 1858, dieron paso a la segunda y última etapa periodística del dramaturgo; iniciada en el verano de 1860 con su incorporación como redactor en el periódico de tendencia progresista El Clamor Público, dirigido por Fernando Corradi, para hacerse cargo de la sección literaria del mismo hasta 1863.

En los tres años que duró su relación con dicho periódico, Díaz realizó una importante labor crítica y teórica respecto a la literatura y el teatro de su tiempo.

Pero las ideas del escritor, que desde la década de 1850 se había inclinado cada vez más hacia posturas radicalmente progresistas, lo alejaron de la actitud moderada adoptada por El Clamor y lo llevaron a acercarse a La Iberia, periódico que representaba mejor el nuevo rumbo tomado por el comité central del partido frente al gobierno de la Unión Liberal. Fue en este diario en el que su firma se incluyó a partir de 1864 en una serie de cartas publicadas en su sección política, donde apareció el escrito por el que el dramaturgo fue condenado a nueve años de prisión, acusado del delito de “Lesa Majestad contra el consorte de la reina”; condena que no cumplió, al huir precipitadamente a Bayona, donde permaneció exiliado hasta el verano del año siguiente. Por entonces, José María Díaz era un destacado miembro del partido progresista, cuya vinculación con su comité central le llevó a ser elegido secretario de la comisión encargada de redactar el nuevo Manifiesto del Comité Central Progresista, que fue firmado el 20 de noviembre de 1865.

Como a tantos otros escritores y poetas de su tiempo, la dedicación a la política fue alejando cada vez más a Díaz de la literatura. Antes de la Revolución de 1868, entre la década de 1850 y 1860, había escrito y, en la mayoría de los casos, publicado y estrenado, sus últimos dramas históricos, sus últimas tragedias —salvo La muerte de César, estrenada en 1876 y publicada en La Habana, en 1883; aunque escrita hacia 1865—, así como prácticamente todas sus comedias y dramas contemporáneos, tanto originales como traducidos; e incluso, en 1868, antes de abandonar España en noviembre de ese año, tras ser nombrado secretario del Gobierno Superior de la isla de Cuba, a las órdenes de Domingo Dulce, había publicado la traducción de dos novelas del escritor francés Amadée Achard.

La primera aventura de Díaz al servicio de la administración española duró escasos meses, pues, tras la destitución de Dulce y su inmediata sustitución por Caballero de Rodas, José María Díaz volvió a España junto al general destituido y otros miembros del antiguo y breve gobierno insular. Un año más tarde, en agosto de 1870, partía rumbo a Filipinas, esta vez como gobernador civil de la provincia de Manila y alcalde corregidor de su capital. Poco después le fue concedido el título de caballero de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica, como le había sido otorgado a su padre en 1816. Tras su vuelta a Madrid, en 1875, estrenó dos nuevas obras teatrales, escritas en realidad bastantes años atrás, La muerte de César (1876) y Trece de febrero (1877); esta última, refundición de un drama de 1860, Luz en la sombra, que había tenido entonces numerosos problemas con la censura para ser estrenado. A comienzos de 1882, con cerca de setenta años, fue nombrado consejero de la sección de lo Contencioso, en el Consejo de Administración de la isla de Cuba; y allí, en La Habana, permaneció hasta su fallecimiento el día 13 de noviembre de 1888. El cadáver del poeta fue depositado, dos días después, en la bóveda número 1207 del cementerio de Colón.

 

Obras de ~: Elvira de Albornoz, Madrid, Repullés, 1836; Felipe II, Madrid, Miguel de Burgos, 1837; Un poeta y una mujer, Madrid, Hijos de Doña Catalina Piñuela, 1838 (Madrid, 1849); Laura o la venganza de un esclavo, Madrid, Ignacio Boix, 1839 (Madrid, 1855); Baltasar Cozza, Madrid, Repullés, 1839; Julio César, Madrid, Salvador Albert, 1841; Lucio Junio Bruto, Madrid, Imprenta Nacional, 1844; Una reina no conspira, Madrid, Marcos Bueno, 1844; Jefté, Madrid, F. de Paula Mellado, 1845; Juan sin Tierra, Madrid, Sociedad de Operarios del mismo Arte, 1848 (Madrid, 1863); Últimas horas de un rey, Madrid, S. Omaña, 1849 (Madrid, 1857); La reina Sara, Madrid, S. Omaña, 1849; Andrés Chenier, Madrid, C. González, 1851; Para vencer, querer, Madrid, C. González, 1851; ¡Redención!, Madrid, C. González, 1854 (Madrid, 1858; Salamanca, 1871); El Justicia de Aragón, Madrid, José Rodríguez, 1854; ¡Creo en Dios!, Madrid, C. González, 1854; Catilina, Madrid, José Rodríguez, 1856; Las cuatro estaciones, Madrid, José Rodríguez, 1856; Carlos IX y los Hugonotes, Madrid, José Rodríguez, 1856; Carnioli, Madrid, Julián Peña, 1857; Los dos cuáqueros, Madrid, Vicente de Lalama, 1858; Marta y María, Madrid, Anselmo Santa Coloma, 1860; Los tres banqueros, Madrid, Anselmo Santa Coloma, 1860; Misterios del carnaval, Madrid, Vicente de Lalama, 1860; La vuelta de presidio, Madrid, Anselmo Santa Coloma; Luz en la sombra, Madrid, El Clamor Público, a cargo de D. Navarro y Fernández, 1861; Gabriela de Vergy, Madrid, C. González, 1862; Otro Tenorio humillado por la virtud, Madrid, Imprenta Española, 1863; Mártir siempre, nunca reo, Madrid, Centro General de Administración, 1863; El matrimonio de conciencia, Madrid, F. Martínez García, 1864; Muerta en el bosque, Madrid, F. Martínez García, 1864; Trece de febrero, Madrid, José Rodríguez, 1878; La muerte de César, La Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, 1883.

 

Bibl.: J. L. González Subías, “El empresario teatral D. José María Díaz y su polémica relación con el Ayuntamiento de Madrid (1855-1858)”, en Siglo diecinueve, 3 (1997), págs. 23- 37; “José María Díaz y su aportación a la Alta Comedia decimonónica”, en VV. AA., Del Romanticismo al Realismo. Actas del I Coloquio de la SLES XIX (Barcelona, 24-26 de octubre de 1996), Barcelona, Universidad, 1998, págs. 147-153; J. L. González Subías, “Un primer acercamiento biográfico a la figura del dramaturgo romántico español José María Díaz”, en VV. AA., Biografías Literarias (1975-1997). Actas del VII Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías de la UNED (Madrid, 26- 29 de mayo de 1997), Madrid, Visor, 1998, págs. 435-442; J. L. González Subías, “Juan sin Tierra (1848), un drama romántico ‘shakespeariano’ original de José María Díaz”, en Revista de Literatura, LXII, 124 (2000), págs. 365-381; “Teoría y crítica literaria en los artículos periodísticos del dramaturgo romántico José María Díaz”, en VV. AA., La elaboración del canon en la literatura española del siglo xix. Actas del II Coloquio de la SLES XIX (Barcelona, 20-22 de octubre de 1999), Barcelona, Universidad-PPU, 2002, págs. 229-241; J. L. González Subías, “Elvira de Albornoz, un drama novel en la cúspide del teatro romántico español”, en Hesperia, 6 (2003), págs. 133-145; Un dramaturgo romántico olvidado: José María Díaz, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004; “Ventura de la Vega y José María Díaz: un enfrentamiento personal y literario”, en Rilce, vol. 20, n.º 2 (2004), págs. 199-210.

 

José Luis González Subías

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