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Gaspar Betancourt Cisneros

Biografía

Betancourt Cisneros, Gaspar. El Lugareño, Homobono, Narizotas. Puerto Príncipe (Cuba), 28.IV.1803 – La Habana (Cuba), 12.XII.1866. Periodista, escritor y revolucionario independentista.

A la hora de examinar el pensamiento reformista cubano de la primera mitad del siglo XIX, la crítica se ha centrado sobre todo en los escritores de La Habana y de Matanzas, entre los que se destaca Domingo del Monte. Betancourt Cisneros (originario de Camagüey) es uno de los escritores reformistas más controversiales de la periferia cubana.

Sus padres se llamaron Diego Antonio de Betancourt y Aróstegy y María Loreto Cisneros y Betancourt, matrimonio endogámico originario de La Laguna (Tenerife). Realizó estudios en Camagüey hasta 1822. Ese año fue enviado a Estados Unidos para completar su educación. Se estableció en Filadelfia y allí trabajó en una casa de comercio. Hizo relaciones con figuras sudamericanas y cubanas, sobre todo con José Antonio Saco y José de la Luz, de los que se separó para predicar la necesidad de combatir el dominio español en la isla de Cuba por medio de las armas. Desde 1822 comenzó su propaganda antiespañola.

En 1823, como parte de una comisión cubana, partió desde Nueva York rumbo a La Guaira (Venezuela), para entrevistarse con Simón Bolívar, a fin de promover un movimiento insurreccional en Cuba.

Durante los años que permaneció en Estados Unidos asistió a reuniones de carácter político, que fueron influyendo decisivamente en su formación. Recibió clases particulares de derecho y filosofía. Colaboró en el Mensajero Semanal de Nueva York.

En 1834 regresó a Cuba. Realizó, en el interior del país, una amplia labor de mejoramiento económico y social, como la creación de escuelas y de la línea del ferrocarril de Nuevitas a Puerto Príncipe (1839), cuya empresa presidió, incluso en épocas en las que estuvo ausente; este proyecto abrió las puertas de la industria y el comercio a una deprimida región del interior.

En 1837 se dio a conocer al público, pues comenzó a colaborar en la Gaceta de Puerto Príncipe con las “Escenas cotidianas”, serie de artículos de costumbres.

Más tarde escribió en El Fanal de Camagüey, donde publicó brillantes artículos científicos, literarios y críticos sobre industria, colonización, agricultura, etc., con el seudónimo del Lugareño. Fomentó la enseñanza pública, fundando escuelas para niños pobres e impartiendo clases personalmente. En 1838 emprendió una excursión científica por la isla; fundó una colonia agrícola, un pequeño ensayo de colonización, consistente en repartir a precios reducidos una gran hacienda familiar.

En 1841 la Real Sociedad Económica de La Habana le nombró socio corresponsal, lo que aprovechó para extender la enseñanza en la zona de Camagüey.

En 1846 fue preso, confiscados sus bienes y obligado a abandonar el país por orden del capitán general O’Donnell. Se estableció nuevamente en Estados Unidos (1847), donde vivió de la enseñanza y desplegó una amplia labor política como presidente de la Junta Cubana en Nueva York, defendiendo la incorporación de Cuba a los Estados Unidos (política defendida por el senador por Florida Jubee entre 1846 y 1860) y fomentando dos invasiones que en 1850 y 1851 desembarcaron en Cuba bajo el mando de Narciso López y, más tarde, en 1854, preparó otra expedición bajo el mando del general americano Quitman, quien actuó con doblez, dilapidando los fondos cubanos. En Nueva York fundó La Verdad, periódico revolucionario, de orientación anexionista, que surgió en los primeros meses de 1848, dirigido por Cora Montgomery y posteriormente por Miguel T. Tolón, y que se publicó durante más de cinco años, llegando a una tirada de mil ejemplares, muchos de los cuales se introducían fraudulentamente en La Habana. Betancourt abandonó, años después, la posición anexionista para defender las ideas de independencia. En 1849 se fundó la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, respondiendo a la inspiración del Lugareño, quien desde Nueva York venía alentando a sus paisanos por medio de La Verdad y de correspondencia privada.

Desbaratado el proyecto de Quitman, por falta de apoyo del presidente americano Pierce, en 1856, Betancourt partió hacia Europa con su compañera María Monserrate Canalejo e Hidalgo-Gato, con quien se había casado en La Habana el 7 de septiembre de 1857, y se estableció en Florencia, donde nació su hijo en febrero de 1859. Poco después se trasladó a París. En Europa continuó su vida de propaganda en favor de la revolución cubana. A pesar de estas actividades, volvió a Cuba el 7 de julio de 1861 gracias a una amplia amnistía concedida por el general Serrano, gobernador de la isla, y colaboró entonces en El Siglo de La Habana, donde dio a luz una serie de artículos sobre economía política, que fueron reproducidos en casi toda la prensa cubana. A causa de su delicada salud (cáncer de lengua), no aceptó la candidatura para la Junta de Información sobre Reformas de Ultramar, creada por el Gobierno de Madrid. Los últimos años de su vida transcurrieron entre La Habana y Puerto Príncipe, dedicado a poner en marcha su proyecto de reforma agraria en Najasa. Antes de morir, dejó preparado el levantamiento de Yara, que estalló en 1868, al cual deberá Cuba gran parte de su independencia y en favor de la que sacrificó casi toda su inmensa fortuna. Sus restos fueron trasladados a Camagüey en medio de sonadas honras fúnebres y de inmensa manifestación popular.

Betancourt, miembro destacado del sector intelectual y propietario de las clases dominantes cubanas durante la primera mitad del siglo XIX, constituye sin duda un ejemplo del máximo interés para entender algunos de los aspectos esenciales del profundo debate, producido durante aquella época, entre el sector minoritario de elementos opuestos a la esclavitud, por entender que los viejos tópicos de la idoneidad de la fuerza de trabajo esclava eran un freno al desarrollo de la propia producción azucarera, y la mayoría de grandes propietarios que confiaban aun en una explotación ilimitada de los recursos humanos ligados a la trata y a su explotación agraria. Las cartas de “El Lugareño” a algunos de sus seguidores y amigos, especialmente a Domingo del Monte, constituyen en este sentido, un testimonio de primera mano sobre la intensidad del problema.

Betancourt fue un hombre muy instruido, si bien se expresaba en un lenguaje al alcance de todos, en su afán de ser útil a sus conciudadanos. En los trabajos periodísticos utilizó los apodos del Lugareño (con el que más se le reconoce) y Homobono. Además de haberse destacado por sus artículos de costumbres, que él llamaba “Epístolas”, sobresalió como epistológrafo, cuya correspondencia epistolar destaca por su gracia, corrección y entusiasmo. Particularmente en sus cartas a Saco, expresó sus puntos de vista políticos. En sus cartas firmaba con el apelativo de Narizotas. El rasgo principal de su personalidad fue su sincero patriotismo: “Yo no creo que amar a la patria consista en frasecitas almibaradas de gacetas, sino en servicios públicos, personales, efectivos y desinteresados”. El Lugareño, en su búsqueda y puesta en práctica de soluciones alternativas al régimen esclavista colonial, planteó diversas estrategias discursivas y disyuntivas culturales. Si bien los medios eran cuestionables, como el “blanqueamiento” y la “anexión” su objetivo primordial, lejos de abolir la esclavitud, era preparar un futuro en el cual Cuba fuera independiente de España.

Hombre de negocios, utilitarista y liberal sincero, fue antiesclavista. Superando su origen aristocrático y terrateniente, defendía la creación de una pequeña burguesía agraria y la eliminación de la esclavitud negra. Siempre el patriota eclipsa al escritor, si bien se destaca en la literatura cubana por sus obras de carácter costumbrista. Fue capaz de describir el ámbito de su región natal con gran colorido y exactitud y de captar la esencia de la vida colonial. Fue un hombre profundamente convencido de que lo esencial era salir de las garras de la metrópoli española, que estrangulaba toda posibilidad de progreso social. No era la anexión a los Estados Unidos su móvil esencial sino la libertad, fundamentalmente la individual. Deseaba echar a España de Cuba y dejar al pueblo libre de escoger su destino. Gaspar Betancourt Cisneros, el Lugareño, fue un auténtico líder y un verdadero pilar que puso en juego, por sus ideales, no sólo sus bienes materiales y su prestigio personal, sino también su vida misma.

 

Obras de ~: Cuestión de utilidad del ferrocarril de Nuevitas a Puerto Príncipe, Puerto Príncipe, 1845; Algunas observaciones á “La Crónica” de New York, New York, Imprenta de La Verdad, 1848; Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, en contraposición a las que ha publicado D. José Antonio Saco, New York, 1849; con J. S. Thrasher, Addresses delivered at the celebration of the third anniversary of the martyrs for Cuban freedom, New Orleans, Printed by Sherman, Wharton, 1854; Cartas a Saco, pról. de H. Parets, La Habana, 1937; Escenas cotidianas “Gaspar Betancourt Cisneros y las escenas cotidianas”, F. de Córdova (ed.), La Habana, Ministerio de Educación, 1950; Cartas del Lugareño, F. de Córdova (ed.), La Habana, Ministerio de Educación, 1951.

 

Bibl.: J. R. Betancourt, “Gaspar de Betancourt y Cisneros (El Lugareño)”, y M. de la Cruz, “Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño. Apuntes biográficos”, en Revista de Cuba, 4 y 19 (1878 y 1894), págs. 561-566 y 258-276, respect.; M. I. Mesa Rodríguez, “Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño”, en Revista Bimestre Cubana (RC), 39-2 (marzo-abril de 1937), págs. 424-453; F. de Córdova, Gaspar Betancourt Cisneros. El Lugareño, La Habana, 1938 (col. Biografías cubanas, vol. VI); L. Martínez, “El Lugareño, Gaspar Betancourt Cisneros”, en El Lugareño y otros próceres, Camagüey, Ayuntamiento, 1944; J. J. Remos y Rubio, Historia de la Literatura Cubana, t. II, La Habana, Cárdenas y Compañía, 1945; R. Esténger, “El Lugareño”, en RC, 24 (enero-junio de 1949), págs. 260-283; J. A. Fernández de Castro, Esquema Histórico de las letras en Cuba (1548-1902), La Habana, Departamento de Intercambio Cultural de la Universidad de La Habana, 1949; R. Lazo, “El Lugareño y la literatura cubana”, en RC, 26 (enero-junio de 1950), págs. 45-51; F. Pichardo Moya, “Semblanza de Gaspar Betancourt Cisneros (seguido de una discusión sobre el tema)”, en Cuadernos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ, 3, 45 (17 de noviembre de 1952), págs. 193-210; E. Entralgo, Doctrina del progreso + revolución mecánica = El Lugareño (disertación dicha en el salón de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País en la noche del viernes 8 de agosto de 1952, al recibirse el donativo de un retrato al óleo del prócer, La Habana, Imprenta de la Universidad, 1956; J. J. Remos y Rubio, Proceso Histórico de las Letras Cubanas, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1958; R. Lazo, La Literatura Cubana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1965; VV. AA., Diccionario de la Literatura Cubana, vol. I, La Habana, Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba-Editorial Letras Cubanas, 1980; E. López Oto, “Betancourt Cisneros, Gaspar”, en G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, t. I, Madrid, Alianza Editorial, 1981, págs. 516-517; S. Bueno (ed.), Costumbristas Cubanos del Siglo XIX, Biblioteca Ayacucho, 1985; M. de Paz Sánchez, “El Lugareño contra la esclavocracia: Las cartas de Gaspar Betancourt y Cisneros (1803-1866)”, en Revista de Indias (Madrid), vol. LVIII, n.º 214 (1998), págs. 617-636; “Un reformador social cubano del siglo XIX: Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño”, en Anuario de Estudios Atlánticos, 50, 2 (2004), págs. 1035-1067; J. Gomáriz, “Esclavitud, blanqueamiento y modernidad periférica en Cuba: Gaspar Betancourt Cisneros El Lugareño”, en América Sin Nombre, 19 (2014), págs. 73-81.

 

Antonio Astorgano Abajo

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