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Joaquina Comella Beyermón

Biografía

Comella Beyermón, Joaquina. Madrid, c. 1778 – 1800. Dramaturga.

La corta biografía de esta mujer está indisolublemente unida a la de su padre, el dramaturgo popular Luciano Francisco Comella. Cuando nace Joaquina, hacia 1778, ya su padre comienza a despuntar como autor dramático y dos años más tarde tiene lugar su primer estreno de éxito, con la comedia La buena esposa.

Joaquina es la mayor de los cuatro hijos del matrimonio de Comella con María Teresa Beyermón.

No pudo ser la de Joaquina una vida fácil. No tanto por las dificultades económicas de su padre, cuanto por una deformidad física, probablemente en la columna vertebral, ya que se le llamaba jorobadita.

Desde muy joven, Joaquina muestra una extraordinaria capacidad para versificar, ayudando a su padre en la composición de sus comedias y precisamente esta colaboración entre el dramaturgo y su hija fue uno de los ejes sobre los que se centró la durísima crítica de algunos de sus contemporáneos hacia el teatro popular.

El primero en arremeter contra esta corriente popular y contra la propia Joaquina fue Leandro Fernández de Moratín en 1792 cuando menciona la irritación que habían producido en Luciano Comella las alusiones que se hacían de él y de su hija en su obra La comedia nueva o El café, refiriéndose a las autoras que “[...] en extremo ignorantes se aplicaron a este ejercicio y escribían en ruines coplas cuantos disparates se pueden cantar en veinte minutos; [y que] acabada su obra, hacían entrega del manuscrito, tomaban su doblón, y volvían a casa a calzarse el dedal y freír los calabacines”.

Se sabe que Joaquina escribió ella sola algunas obras que se representaron con éxito bajo nombre de su padre.

Serrano y Sanz, en su Biblioteca de escritoras, deja constancia de Joaquina como autora dramática; pero se la desvaloriza, identificando su labor con la de su padre, siempre criticado como exponente del teatro popular. La misma opinión peyorativa recoge Emilio Cotarelo, en Iriarte y su época, y también José Subirá al afirmar que dicha escritora era una “[...] desgraciada jorobadilla que ayudaba con la pluma a su padre para conseguir mayores emolumentos por ser estos bien exiguos”. Pero fue Galdós quien más contribuyó a esta idea peyorativa del padre y de la hija en su episodio nacional La Corte de Carlos IV. También recibió alguna opinión favorable, como la de Manuel García Villanueva en su particular historia del arte dramático en España: “[...] tampoco han faltado poetisas en nuestra España que hayan querido aumentar a los atractivos del bello sexo los de la poesía [...] hemos visto composiciones dadas a los mismos [a los teatros] por Doña Gabriela Morrón, Doña Rosa de Gálvez, y aún Doña Joaquina Comella, hija del actual don Luciano”.

Por aquellos años aparecen ya los primeros síntomas de cambio y las mujeres comenzaban a desempeñar su papel social y artístico. Entre estas mujeres se hallaba Joaquina, si se tiene en cuenta el testimonio que se conserva de La Anita, una tonadilla escénica. Es probable que escribiera algunas más, según han apuntado diferentes críticos; y posiblemente le pertenezcan algunos de los libretos de tonadillas anónimos que se encuentran en los fondos de la Biblioteca Nacional de España y Municipal de Madrid.

En el libreto se menciona el día 20 de febrero de 1794 como la fecha de su aprobación, por lo que se deduce que se estrenase en esos días; y se nombra la compañía de Eusebio Ribera como la encargada de la representación. En la partitura se aporta, además, el nombre de los actores que tenían que representar La Anita: Mariano Querol, María Pulpillo y Paco Tortillas.

Joaquina Comella era ya, con tan sólo dieciséis años, una dramaturga que sabía conectar con los gustos del público y que supo aprovechar la enorme difusión de un género popular, como la tonadilla escénica, para mostrar los valores de la sociedad burguesa.

En esta línea desarrolló con La Anita uno de los asuntos que más preocupaban en su sociedad: el matrimonio desigual, sirviéndose para ello de un tópico de larga tradición literaria como era el del viejo y la niña, otorgándole al personaje femenino la capacidad para organizar su entorno, como venían haciendo las protagonistas femeninas de los géneros burgueses, la novela sentimental y el drama nuevo.

Su prematura muerte a los veintidós años truncó lo que podía haber sido una sugerente carrera literaria, superando la bipolaridad teatral de la generación anterior para poner las bases del teatro moderno del siglo XIX, pero como ocurriera con su padre, Luciano, Joaquina ha pasado a la historia de la literatura como una injusta anécdota.

 

Obras de ~: La Anita, s. l., 1794 (ed. de M. Doménech, Madrid, Asociación de Directores de Escena, 1996).

 

Bibl.: B. de Laserna, La Anita (tonadilla)1794 (Biblioteca Municipal de Madrid, sign. Mus 129-11); M. García de Villanueva Hugalde y Parra, Orígenes, épocas y progresos del teatro español, Madrid, Imprenta de Gabriel Sancha, 1802; C. Cambronero, “Comella”, en Revista Contemporánea, 102 (1896), págs. 567-582; E. Cotarelo y Mori, Iriarte y su época, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1897; J. Subirá, La tonadilla escénica. Sus obras y sus autores, Barcelona, Labor, 1933; L. Fernández de Moratín, “Carta a Forner de Moratín”, en E. Ochoa, Epistolario Español. Colección de cartas de españoles ilustres y modernos, vol. II, Madrid, Atlas, 1965 [col. Biblioteca de Autores Españoles (BAE), vol. 62], págs. 216- 218; La comedia nueva, ed. de J. Dowling, Madrid, Castalia, 1970; M. Serrano y Sanz, Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas. Desde el año 1404 al 1833, Atlas, 1975 (col. BAE, vol. 268); B. Pérez Galdós, La Corte de Carlos IV, ed. de D. Troncoso, Barcelona, Crítica, 1995; R. Andioc y M. Coulon, Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708- 1808), Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1996, 2 vols.; M. Angulo Egea, “Una tonadilla escénica. La Anita de Joaquina Comella, con música de Blas de Laserna”, en Salina, 12 (1998), págs. 76-90; E. Palacios Fernández, La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2002.

 

María Angulo Egea

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