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Nicolás Fernández de Moratín

Biografía

Fernández de Moratín, Nicolás. Madrid, 20.VII.1737 – 11.V.1780. Literato.

Su padre era Diego Fernández de Moratín (Madrid, 1688), de origen ovetense, que fue jefe de guardajoyas de la Casa Real y se casó primero con María Álvarez de Rellán y en segundas nupcias con Inés González Cordón, de cuya unión nacieron Nicolás, Miguel, Manuel y Ana, que contrajo matrimonio con el joyero Víctor Galeoti. Diego Fernández de Moratín solicitó testimonio de la limpieza de sangre de la familia, y a los documentos reunidos se sumaron los pedidos años después por su nieto Leandro Fernández de Moratín.

Después de morir el Rey en 1746, su viuda, Isabel de Farnesio, se marchó con sus hijos al Palacio de San Ildefonso de La Granja, adonde también se trasladó la familia Fernández de Moratín.

Parece que Nicolás Fernández de Moratín colaboró con su padre en el servicio a la Reina (en 1747 Diego Fernández de Moratín pidió para él una plaza de “repostero de camas” y tal vez fue ayuda de guardajoyas).

Estudió en el colegio de los jesuitas de Calatayud (1746-1754). Más tarde en la Universidad de Valladolid cursó desde 1754 la carrera de Derecho, aunque no hay seguridad de que la terminara; Leandro Fernández de Moratín, en la Vida de don Nicolás Fernández de Moratín (1821), señala efectivamente que empezó a estudiar Leyes, luego, sin decir que abandonó la carrera, informa que “volvió al estudio de las leyes” y se colocó como pasante, hasta que en 1772 logró ser admitido como abogado en el Colegio de Madrid; en 1780, una vez muerto, la Sociedad Económica le llama “abogado de los Reales Consejos y del Colegio de Madrid”. Sea como fuere, Nicolás Fernández de Moratín se quejó en verso de la práctica judicial: de los tribunales, de los escribanos, etc.

Se ignora cuáles fueron exactamente los libros de texto que manejó y cuáles eran las obras que pudo leer en casa de su padre. Con todo, llegó a reunir ciertos volúmenes, ya que, según consta en la Vida de don Leandro Fernández de Moratín, el hijo de Nicolás dice que hacia los nueve años él leía Don Quijote, Lazarillo, Guerras de Granada, al padre Mariana “y todos los poetas españoles, de los cuales había en la librería de mi padre escogida abundancia”. Por otro lado, según consta en el informe de su oposición a cátedra en 1770, su latín no era demasiado bueno, puesto que “[e]n este sujeto sólo se echa de menos perfección de su exercicio en el metro latino”, aunque se alaba en general su capacidad poética y su “lectura e intelixencia de los mejores Poetas latinos y de las otras Lenguas vulgares”. En relación con ello hay que indicar que se conservan traducciones suyas de Propercio, Horacio y Marcial; “nuestro Píndaro español” le llamó Cadalso en una de sus cartas.

Isabel de Farnesio volvió a la Corte en 1759, dado que una vez muerto Fernando VI (hijo de Felipe V y su primera mujer, María Luisa Gabriela de Saboya), el nuevo rey, Carlos III, era hijo suyo; Diego Fernández de Moratín y su familia regresaron, en consecuencia, a Madrid. Durante unos años Nicolás Fernández de Moratín se presentó en los libros que publicaba como “criado de la reina madre”, o fórmulas semejantes, así en los Desengaños (¿1762-1763?), Lucrecia (1763), La Diana o arte de la caza (1765). Isabel de Farnesio murió en 1766, y a ella le dedicaría una “Elegía” en El poeta.

Se supone que hacia 1759 contrajo matrimonio con Isidora Cabo Conde; ambos pudieron conocerse en La Granja, puesto que ella era sobrina de Mateo de las Nogueras, capellán de Palacio y de la Colegiata de La Granja; según su hijo Leandro Fernández de Moratín allí se casaron, pero no da fecha alguna. Aguilar Piñal ha descubierto el que parece el primer poema de Nicolás Fernández de Moratín, un romance anónimo de carácter erótico; los personajes son dos adolescentes en “un jardin ameno”, que se acerca al de La Granja; surge aquí por vez primera “Dorisa”, donde el investigador cree ver a Isidora, aunque no coinciden en esta identificación todos los críticos. “Dorisa” se repitió con frecuencia en los versos de Nicolás Fernández de Moratín y en definitiva podría ser, como quiere Deacon, “un personaje más literario que real”.

Por otro lado, no hay que idealizar demasiado la vida de Moratín en La Granja, de hecho no mucho después en el poema “A un amigo desde San Ildefonso” (El Poeta), dice sentirse desterrado en ese lugar y añorar los paisajes de la época en que se encontraba en Valladolid.

Del matrimonio entre Isidora Cabo y Nicolás Moratín sólo sobrevivió Leandro, nacido en Madrid el 10 de marzo de 1760 y bautizado el 12; se habla de tres hermanos muertos en corta edad: Miguel, María y Facunda, de quien el autor de El sí de las niñas apenas se acordaba según Manuel Silvela. Leandro de Moratín pone de relieve la atención que su padre le mostraba, y cómo se preocupaba por sus estudios.

Hay que señalar que Nicolás le dedicó un soneto en El poeta.

Empezaron unos años de intensa producción literaria para Nicolás Fernández de Moratín: la Canción a Carlos III por el perdón concedido a los reos (publicada tal vez en 1762, la Égloga a Velasco y González ¿1763?), diversas obras de teatro, El Poeta, la citada Diana, etc.

Por esa época Ramón de la Cruz introduce un personaje en su sainete La visita del hospital del mundo (1763), en el que se ha visto la figura de Nicolás; se trata del Ingenio, un poeta hambriento, loco y que se cree superior a muchos otros.

Se dedicó a escribir teatro, sin que las piezas llegaran a las tablas; así ocurrió con la comedia La Petimetra (1762), que ha sido integrada en los comienzos de la comedia neoclásica, y el drama Lucrecia (1763); compuso asimismo los Desengaños al teatro español (¿1762-1763?). A pesar del poco éxito volvió a dedicarse a la creación dramática; Hormesinda, publicada acaso en 1770, se representó en el Teatro del Príncipe del 12 al 17 de febrero de ese año, y fue origen de una serie de polémicas, entre ellas una crítica de Ramón de la Cruz; Jovellanos, por su parte, consideró que su Pelayo estaba en relación con Hormesinda. Hubo que esperar hasta 1777 con Guzmán el Bueno para que Nicolás Fernández de Moratín volviera al teatro; se han perdido La defensa de Melilla (1775) y El ridículo don Sancho. Se ha señalado la concomitancia de Nicolás Fernández de Moratín con los proyectos renovadores del conde de Aranda en el tiempo que fue presidente del Consejo de Castilla, al que dedicó algún poema.

Si se siguen los cambios de domicilio de los Fernández de Moratín se ven surgir calles que luego aparecerán en sus obras, junto con otros espacios madrileños, sea en el poema “Elegía” sobre las discípulas premiadas por la Sociedad Económica de Madrid en 1779, en la Carta histórica sobre el origen y progreso de las fiestas de toros en España (1777), o en el Arte de putear.

En 1764, en el mismo año que murió su amigo Agustín de Montiano, apareció una publicación periódica, El Poeta, en la que sólo escribía él una serie de poemas. Se mantuvo al menos hasta 1766, puesto que incluye una elegía por la muerte de Isabel de Farnesio.

Añade a su nombre el de “Flumisbo Thermodonciaco”, que con variantes se encuentra en otras obras; se trata del apodo que habría tenido en la Academia de los Arcades, de Roma, pero no se conservó testimonio alguno que pruebe su pertenencia, sí, en cambio, en lo referente a su hijo. Hay constancia, por el contrario, de la vinculación de Nicolás Fernández de Moratín con el mundo italiano: compuso algunos poemas en esa lengua, tradujo a Goldoni y tuvo amigos como Ignacio Bernascone o J. Bautista Conti.

Frecuentó diversos círculos literarios del momento.

Asistió a las tertulias del director de la Real Academia Española, Agustín de Montiano y Luyando, junto con escritores como Juan de Iriarte o García de la Huerta, incluso algunas mujeres. Participó asimismo en las tertulias de la Fonda de San Sebastián, un café situado en esa calle, esquina con la plaza del Ángel; a ellas también iban, entre otros, amigos como Cadalso (que le dedicó algún poema), Tomás Iriarte, Agustín de Montiano, Ignacio López Ayala, etc.

En diciembre de 1770 concursó para una cátedra de Poética en el antiguo Colegio Imperial de los jesuitas, expulsados en 1767, los llamados entonces Reales Estudios de San Isidro (el futuro Instituto de San Isidro); entre otros ejercicios compuso en latín una Oda al descubrimiento del antiguo Herculano, cuya traducción también presentó. La oposición fue ganada por Ignacio López de Ayala, pero éste no pudo impartir las clases debido a una enfermedad, por lo que Moratín le sustituyó desde finales de 1773 hasta su muerte; según se indica en carta del secretario de los Reales Estudios la sustitución se realizó “por particular transación o convenio”. Si se cree a su hijo Leandro ejerció con notable acierto las tareas educativas, mientras que Tomás Iriarte en el Vejamen que hizo a Nicolás Fernández de Moratín le presenta como “[...] aquel dulce Moratín,/poeta bien que interino/de la Tebaida desierta/del claustro de San Isidro”, aludiendo, como el mismo Iriarte se encarga de señalar en nota, a los pocos alumnos de aquellos Estudios. Sea como fuese, no dejó de presentarse a sí mismo como “catedrático de Poética de los Reales Estudios”, acabada ya la etapa en que firmaba como criado de Isabel de Farnesio.

Hacia 1772 compuso Nicolás Fernández de Moratín el Arte de putear, que sería prohibido por la Inquisición en 1777 e incluido en el Índice en 1790. El poema circuló manuscrito, pero no sería publicado hasta 1898, aunque con numerosos errores. Ha sido conocido en algunos casos con el nombre de Arte de las putas, pero diversos testimonios apuntan a que este título no es el que le puso Moratín. Se trata de un poema dividido en cuatro cantos de carácter erótico, que en ocasiones ha sido ocultado (Leandro Fernández de Moratín no lo mencionó nunca) y que ha resultado maltratado por la crítica, que todavía en nuestros días le sigue llamando “infame”. El Arte sería criticado por Iriarte en el Vejamen, que se burla del último verso conservado (“el dulce Moratín, fue mi maestro”) y a la par de las tareas de Nicolás en los Reales Estudios.

Desde 1777 fue socio “de mérito” de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, fundada en 1775; ello lo consiguió por presentarse a la convocatoria anual de premios de Agricultura con el nombre de Rafael Fernández; obtuvo sólo el cuarto puesto, con una memoria (Disertación. Cuáles son los medios de fomentar la Agricultura, sin perjuicio de la cría de ganado), que se publicó en 1780, una vez muerto su autor. Colaboró en comisiones, elaboró informes, censuras, y presentó diversos discursos en las reuniones de la Real Sociedad. Para ésta escribió composiciones sobre los premios dados a alumnas en 1777, 1778 y 1779; contra la de 1777 escribió precisamente Tomás Iriarte el citado Vejamen, que enfrió un tanto sus relaciones.

Nicolás Fernández de Moratín ejerció de censor entre 1776 y 1780. Puesto que diversas instituciones podían solicitar las censuras, desempeñó ese papel no sólo para el Consejo de Castilla, sino también para la Real Sociedad Económica (1776-1777), y para los Reales Estudios. Informó sobre el Semanario Económico, nombrado por la Sociedad Económica, sobre algunas obras de Tomás Iriarte, así como sobre textos de mujeres, de Margarita Hickey, por ejemplo. Fermín de los Reyes ha destacado la ironía que se trasluce en ciertos comentarios de Moratín. Al final de su vida se advierte el temblor en su firma y ya no pudo hacer la censura relativa a la reedición de La constante Amarilis de Suárez de Figueroa.

Se presentó a un concurso que tampoco ganó, esta vez de poesía de la Real Academia Española (1777-1778), con las Naves de Cortés destruidas; el poema fue publicado con numerosas manipulaciones, posiblemente de su hijo, en 1785. El asunto debió de dolerle, y hace que Dorisa —en el poema sobre los premios a las niñas de la Real Sociedad de 1778— se refiera a ello.

Del 1 de 1778 a mayo de 1780, fecha de su muerte, escribió un Diario, que luego continuó su hijo. El Diario utiliza varios idiomas de forma cifrada. En él se detallan gastos, fiestas, etc., y se puede advertir la trayectoria amorosa de Nicolás Fernández de Moratín y la práctica de una costumbre de la época, la del cortejo. En el último año hay escasas anotaciones, indica incluso que se encuentra enfermo. Señala que se cambia de casa y deja de escribir el 4 de mayo, siete días antes de su fallecimiento con la única precisión de que es el día de la Asunción.

Según testimonio de su hijo Leandro parece que pasaba los veranos en un pueblo de La Alcarria, que no precisa, al tiempo que su salud iba empeorando; describe los paseos de su padre, al que dibuja con tintes románticos: “todo acaloraba su fantasía”.

El día 11 de mayo de 1780 murió Nicolás Fernández de Moratín en Madrid a los cuarenta y dos años.

Se ha discutido sobre la posibilidad de que falleciera de sífilis, puesto que de su entierro, que, como anota Leandro en su Diario, tuvo lugar al día siguiente, se dice que fue “de secreto”, pero Goldman ha explicado que en el XVIII se indicaba así que fue un sepelio sin lujos; de hecho Leandro Fernández de Moratín y su madre, Isidora Cabo Conde, se trasladaron a una nueva casa, probablemente por problemas económicos, y no recibieron el dinero que se le adeudaba a Nicolás Fernández de Moratín por la cátedra de Poética hasta finales de junio. Isidora murió en 1785 y también ella sería enterrada “de secreto”.

 

Obras de ~: con L. Fernández de Moratín, Diario, 1778-1780 (inéd.) [ms. en Biblioteca Nacional de España (BNE), sign. Mss. 5617]; La Petimetra, Madrid, Oficina de la Viuda de Juan Muñoz, 1762; Al piadoso, augusto y católico monarca don Carlos III, Nuestro Señor (que Dios guarde) por el perdón concedido a los reos el día 20 de septiembre deste año de 1762, s. l., [¿1762?]; Desengaños al teatro Español, s. l., [¿1762-1763?]; Lucrecia, Madrid, Imprenta de Joseph Francisco Martínez Abad, 1763; Égloga a Velasco y González, famosos españoles, con motivo de haberse hecho sus efigies en la Real Academia de San Fernando, Madrid, Imprenta de Miguel Escrivano, [¿1763?]; El poeta, Madrid, Imprenta de Miguel Escrivano, 1764-[¿1766?]; La Diana o Arte de la Caza, Madrid, Oficina de Miguel Escrivano, 1765; Hormesinda, Madrid, Oficina de Pantaleón Aznar, [¿1770?]; Oda al descubrimiento del antiguo Herculano y publicación de estos preciosos monumentos a expensas de la liberalidad del Rey Nuestro Señor, 1770, [en J. Simón Díaz, “Don Nicolás Fernández de Moratín, opositor a cátedras”, en Revista de Filología Española (RFE), XXVIII (1944), págs. 157-158 (en latín) y págs. 159-160 (trad.)]; “Idilio”, en Noticia de los premios distribuidos a las discípulas de las cuatro escuelas de Madrid, Madrid, Joachim Ibarra, [1777]; Guzmán el Bueno, Madrid, Antonio de Sancha, 1777; Carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España, Madrid, Pantaleón Aznar, 1777; “Égloga. Dorisa y Amarilis”, en Noticia de los premios distribuidos a las discípulas de las cuatro escuelas de Madrid, Madrid, Joachim Ibarra [1778]; “Elegía”, en Noticia de los premios distribuidos a las discípulas de las cuatro escuelas de Madrid, Madrid, Joachim Ibarra [1779]; Extracto de la memoria del señor Don Nicolás Fernández de Moratín sobre los medios de fomentar la Agricultura, sin perjuicio de la cría de ganado, en Memorias de la Sociedad Económica, I, Madrid, Antonio de Sancha, 1780, págs. 322-333; Naves de Cortés destruidas, Madrid, Imprenta Real, 1785; Obras póstumas de Don Nicolás Fernández de Moratín, entre los arcades de Roma: Flumisbo Thermodonciaco, Barcelona, Imprenta de la Viuda de Roca, 1821; Obras de Don Nicolás y de D. Leandro Fernández de Moratín, Madrid, Rivadeneyra, 1846; Arte de putear, ed., introd., notas y glosario de I. Colón Calderón y G. Garrote Bernal, Málaga, Archidona, 1995.

 

Bibl.: Testimonio de la nobleza de la familia de Fernández de Moratín, expedido a instancia de D. Leandro Fernández de Moratín, ¿1803? (ms. en BNE, sign. Mss. 12168, recogido en E. Cotarelo, Iriarte y su época, Madrid, Rivadeneyra, 1897); L. Fernández de Moratín, “Vida de Don Nicolás Fernández de Moratín”, en N. Fernández de Moratín, Obras póstumas de Don Nicolás Fernández de Moratín [...], op. cit. [ed. en N. y L. Fernández de Moratín, Obras de Don Nicolás y de Don Leandro Fernández de Moratín, Madrid, Real Academia Española-Atlas, 1944 (Biblioteca de Autores Españoles, 2)]; M. Silvela, “Vida de Don Leandro Fernández de Moratín”, en L. Fernández de Moratín, Obras póstumas, vol. I, Madrid, Rivadeneyra, 1867, págs. 1-58; E. Cotarelo, Iriarte y su época, op. cit.; J. Simón Díaz, “Don Nicolás Fernández de Moratín, opositor a cátedras”, en RFE, XXVIII (1944), págs. 154-176; J. Dowling, Leandro Fernández de Moratín, Boston, Twayne, 1971; D. T. Gies, Nicolás Fernández de Moratín, Boston, Twayne, 1979; VV. AA., Revista de Literatura, t. XLII, n.º monogr., 84 (1980); D. T. Gies, “El Cantor de las doncellas y las rameras madrileñas: Nicolás Fernández de Moratín en El Arte de las putas”, en A. M. Gordon y E. Rugg (eds.), Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Toronto, University, 1980, págs. 320-323; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984, págs. 402-420; P. B. Goldman, “El arte de las putas and the Death of the Elder Moratín: Charting the Borderland Between Literature and Life”, en Kentucky Romance Quaterly, XXXII (1985), págs. 279-290; P. Deacon, “¿Quién fue la Dorisa de Nicolás Fernández de Moratín”, en Dieciocho, 16, 1-2 (1993), págs. 49-65; M.ª L. López Vidriero, “Censura civil e integración nacional: el censor ilustrado”, en VV. AA., El Mundo Hispánico en el Siglo de las Luces, vol. II, Madrid, Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, Editorial Complutense, Fundación Duques de Soria, 1996, págs. 855-867; J. Rubio Jiménez, El Conde de Aranda y el teatro, Zaragoza, IberCaja, 1998; J. F. de los Reyes Gómez, El libro en España y América. Legislación y Censura (siglos XV-XVIII), vol. I, Madrid, Arco Libros, 2000; G. Franco Rubio, “Nicolás Fernández de Moratín y el Arte de las putas”, en C. Segura Graíño (coord.), Feminismo y misoginia en la literatura española. Fuentes literarias para la historia de las mujeres, Madrid, Narcea, 2001, págs. 97-122; J. Hara, “The art of crime as a therapy: Goya and Moratín”, en Crítica Hispánica, XXIII, 1 y 2 (2001), págs. 115-125; E. Palacios Fernández, La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, Madrid, Laberinto, 2002; F. Doménech, Leandro Fernández de Moratín, Madrid, Síntesis, 2003; E. Palacios Fernández, “Panorama de la literatura erótica del siglo XVIII”, en J. I. Díez y A. L. Martín (eds.), Venus venerada. Tradiciones eróticas de la literatura española, Madrid, Editorial Complutense, 2006, págs. 191-239.

 

Isabel Colón Calderón

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