Colón, Diego. Génova (Italia), c. 1468 – Sevilla, 21.II.1515. Hermano menor del descubridor del Nuevo Mundo y gobernador temporal de la isla Española por encargo de su hermano el almirante.
Diego Colón o Giacomo Colombo, hermano menor del gran navegante, nació, al parecer, en Génova, hacia el año 1468. Pertenecía a una familia afincada en Génova desde principios del siglo xv, y es posible que el origen de sus antepasados, alguna generación antes, procediera de tierras más lejanas. Sus padres se llamaban Domenico Colombo y Susana Fontanarrosa, quienes, además de Diego tuvieron tres varones y una mujer. Diego Colón aprendió desde muy pronto el oficio paterno de tejedor de paños hasta que dejó Italia llamado por su hermano Cristóbal, el descubridor de América.
De sus primeros años poco o casi nada se sabe. No parece que tuviera especiales inclinaciones al mar, como demostraron sus dos hermanos mayores. Al menos no destacó. Documentos notariales de Génova nos dicen, sin embargo, que en 1489 su padre Domenico, ya viudo, se declaraba administrador de los bienes de los tres hijos ausentes: Cristóforo, Bartolomeo y Giacomo. Al igual que en 1501 varios vecinos de Génova, muerto ya Domenico, declararon bajo juramento que los tres hermanos estaban ausentes de la ciudad y vivían en España.
En 1493, cuando conoció el éxito descubridor de su hermano, vino rápidamente a España y vivió ya siempre a su lado y bajo las órdenes del gran navegante.
Por ello, en el segundo viaje colombino lo lleva de acompañante a las Indias; salieron del puerto de Cádiz el 25 de septiembre de 1493.
Diego Colón, a las órdenes de su hermano el almirante: A finales de noviembre de 1493, después de una rápida travesía, la segunda flota colombina llegaba al fuerte de la Navidad, en la isla Española, comprobando inmediatamente que los treinta y nueve tripulantes que el almirante había dejado un año antes estaban todos muertos y el fuerte destruido. Unos días después, abandonaron el sitio de la Navidad y se dirigieron a las inmediaciones del río Yaque, donde fundaron la Isabela. Repartidos los solares y hecho el trazado de la ciudad, el 6 de enero de 1494 todos celebraron solemnemente la fundación. Durante las duras jornadas que pasaron mientras se levantaba la primera ciudad española en el Nuevo Mundo, en las que no faltaron ni el hambre ni las enfermedades ni las muertes, Diego Colón fue un gran apoyo para su hermano el almirante.
A mediados de marzo de 1494, Diego Colón quedaba en la Isabela como gobernador en funciones, mientras su hermano el almirante, obsesionado por inspeccionar las cercanías en busca de minas auríferas del Cibao, se puso al frente de quinientos expedicionarios en dirección a la zona interior. Un mes después, el almirante regresaba fracasado, sin oro y sin expectativas. El Cibao que acababa de recorrer no estaba a la altura de las ilusiones creadas.
El 24 de abril de 1494, Cristóbal Colón se puso a navegar por la zona para tomar medida de lo descubierto.
Zarpó de la Isabela en dirección a Cuba, que él pensaba que era el Catay o tierra continental de Asia. Pero, antes de partir, creó un consejo de gobierno para regir la colonia mientras él estaba ausente, nombrando presidente a su hermano Diego Colón.
Lo auxiliaron el padre fray Boyl, Pero Hernández Coronel, alguacil mayor de la flota, Alonso Sánchez de Carvajal, amigo fiel de los Colón, y Juan de Luján. El almirante regresó a la Española a finales de septiembre de 1494 sin haber pasado de Cuba.
El 24 de junio de 1494, llegaba Bartolomé Colón a la isla Española al frente de una flota. A partir de esos momentos, Diego perderá protagonismo frente a la energía y experiencia del segundo de los Colón, nombrado muy pronto adelantado de las Indias. Éste, después de leer las instrucciones que le dejó su hermano y de presentar oficialmente en la corte a sus sobrinos, Diego y Hernando, los hijos del almirante, zarpó el 14 de abril de 1494 de España capitaneando la flota que acababa de llegar con Antonio de Torres.
Llevaba un cargamento de productos muy necesarios para la colonia.
Entre 1494 y 1496, el malestar en la colonia iba creciendo sin parar. La falta de alimentos, la dureza del trabajo y el rigor del gobierno colombino fueron provocando deserciones y huidas a Castilla de personas influyentes, como fray Boyl y Pedro Margarit, que llegaron a la corte en diciembre de 1494 hablando muy mal de las nuevas tierras y sobre todo de los Colón.
Ante el descontento general, Diego Colón, para evitar huidas en masa, hizo varar la carabela que el adelantado había enviado desde Jaraguá con un cargamento de pan cazabe y algodón. Se fue propagando que los culpables de todo eran siempre los Colón. Ese malestar, cada vez más extendido, será manejado con suma habilidad por Francisco Roldán, dando así origen a la primera gran rebelión de españoles.
A principios de 1495, el hermano del almirante, Diego Colón, regresaba a España con Antonio de Torres. Venía con el encargo de contrarrestar la opinión de algunos descontentos, como Bernal de Pisa, contador de La Española y hombre conspirador. En la misma armada fueron traídos para ser vendidos en los mercados de Castilla más de quinientos esclavos taínos fruto de la guerra con el cacique Guatiguaná.
Sobrevivieron al viaje sólo trescientos. Cristóbal Colón pensaba que, a falta de oro, el negocio esclavista podría financiar la empresa. Esta idea no la abandonó hasta que los reyes, especialmente la reina, mostraron con contundencia su oposición. El viaje a España de Diego fue muy rápido, tan sólo de unos pocos meses, y tuvo la clara misión de contrarrestar ante los reyes las voces de los detractores de las Indias que ya empezaban a oírse y a desanimar a nuevos pobladores.
La revuelta de Francisco Roldán tuvo a Diego Colón en el centro. No fue su principal adversario, porque la incompatibilidad por excelencia la tuvo el jiennense Roldán con Bartolomé Colón, y no con Diego.
Pero éste tampoco se libró de desatar no poco desprecio del alcalde de la Isabela al haber sido considerado por sus hermanos siempre con mando superior al de Roldán.
El alzamiento de Roldán tuvo en jaque, mientras duró, a los tres hermanos Colón. Por ello, se preocuparon mucho de tener informados constantemente a los Reyes. Por octubre de 1499, les escribió una carta que llevaron a Castilla Miguel Ballester y García Barrantes.
Igualmente pensó Francisco Roldán y envió también a sus propios mensajeros. Contra el almirante y sus hermanos llegaron acusaciones en cartas y memoriales, recogidas por Hernando Colón, denunciando que “eran cruelísimos, incapaces de aquel gobierno, tanto por ser extranjeros y ultramontanos, como porque en ningún tiempo se habían visto en estado que por experiencia hubiesen aprendido el modo de gobernar gente honrada”. Refleja muy bien el ambiente de desprestigio de las Indias una escena de la corte en la Alhambra de Granada, con los hijos del almirante escondiéndose de los que llegaban de La Española y que eran contrarios a los Colón, porque se encaraban con ellos diciéndoles: “Mirad los hijos del Almirante de los mosquitos”. Reclamaban su paga y despotricaban de los hermanos Colón como extranjeros, tacaños y crueles.
A partir del 23 de agosto de 1500, con la llegada del juez pesquisidor, Francisco de Bobadilla, lo sucedido en Santo Domingo fue vivido de manera especial por el menor de los Colón, ya que fue el único que se hallaba al frente de la ciudad mientras el almirante cabalgaba por la Vega Real y el adelantado, con Francisco Roldán, lo hacía por Jaraguá arreglando tensiones entre españoles.
Al ver que las carabelas en que venía Bobadilla no entraban en el puerto por problemas de viento, Diego Colón envió una canoa para averiguar si en ellas venía su sobrino, del mismo nombre, hijo mayor y heredero del almirante. Inmediatamente, se comprobó que en lugar del heredero colombino quien llegaba era el juez pesquisidor Francisco de Bobadilla. Al día siguiente, veinticuatro, Bobadilla desembarcó, oyó misa, leyó públicamente los poderes que traía y requirió a Diego Colón que le entregase los presos que tenía en la fortaleza.
Como juez gobernador venía a sustituir al virrey, por lo que la tensión con Diego fue en aumento. Se resistía a creer que los poderes de Bobadilla fueran mayores que los de su hermano y tanta obcecación mostró que Diego Colón fue preso y conducido cargado de cadenas a una carabela “sin decille por qué ni para qué, ni dalle cargo ni oír descargo”, según Las Casas. A medida que fueron regresando sus hermanos, el almirante y el adelantado, fueron conducidos a la misma carabela y con la misma carga de cadenas.
Regresaron a Castilla, visitaron la corte y fueron algo desagraviados por los monarcas, pero el almirante nunca más recuperó el virreinato y la gobernación, y con él tampoco sus hermanos. Durante esos años, su vida transcurrió no lejos del monasterio cartujo de las Cuevas de Sevilla. No participó en el cuarto viaje colombino.
El 8 de febrero de 1504, los reyes le concedieron una carta de naturalización, “para que podáis haber e hayáis cualesquier dignidades e beneficios eclesiásticos”.
Aunque nunca se cumplió, en el ánimo de todos los Colón estaba el deseo de que Diego terminara ocupando un cargo eclesiástico que le proporcionara tranquilidad y rentas.
En 1509, regresó de nuevo a la isla La Española, esta vez acompañando a su sobrino del mismo nombre, que había sido nombrado un año antes gobernador de las Indias. Allí residió y en 1510 su sobrino el segundo almirante le benefició con un buen repartimiento de indios.
Muerto el adelantado Bartolomé Colón, el 14 de agosto de 1514, su hermano Diego, tío del segundo almirante, que había sido llamado por el rey para que en los primeros navíos regresase a España, partió al instante. Llevaba también el encargo de ocuparse de la herencia de Bartolomé Colón representando a su sobrino y heredero el segundo almirante. Éste le apoderó, junto con el tesorero de la Casa de la Contratación Sancho de Matienzo, para que tomaran posesión de los bienes que Bartolomé guardaba en la Cartuja de las Cuevas de Sevilla, junto con los documentos del almirante, todo ello bien custodiado por el siempre amigo de la familia, el cartujo fray Gaspar Gorricio.
En el Repartimiento general de 1514, llevado a cabo por Rodrigo de Alburquerque y el tesorero Miguel de Pasamonte, se le asignaron en la ciudad de Santo Domingo 174 indios de servicio, 26 naborías de casa, además de 34 viejos y 41 niños, en el cacique Leal de Aramaña. Se le equiparó a los oficiales reales.
Importancia de los restos de Diego Colón: El 21 de febrero de 1515, falleció Diego Colón, hermano del Descubridor, en Sevilla, en la casa de Francisco Gorricio, sobrino del cartujo fray Gaspar. Su cuerpo fue enterrado el mismo día en la capilla de Santa Ana de la Cartuja de las Cuevas, conforme a las instrucciones dadas anteriormente: “que quería morir en hábito de San Francisco e que lo enterrasen en las Cuevas, donde el padre don Gaspar mandase”. Y así se hizo.
Había sido construida la capilla y en ella una cripta, donde reposaron durante un tiempo Diego Colón y los dos primeros almirantes, padre e hijo, hasta que éstos fueron trasladados en 1544 por la virreina María de Toledo al presbiterio de la catedral de Santo Domingo.
En la cripta de Santa Ana parece que Diego Colón quedó sólo y olvidado, hasta que el marqués de San José de Serra, “el día 5 de agosto de 1930, y bajo la dirección del ingeniero de la fábrica don Román Tous y Santa María, se procedió a practicar varias calas en el piso, encontrándose a diez centímetros aproximadamente por debajo de la solería, y casi en el centro de la capilla, la clave de una bóveda fabricada de ladrillos a soga”. Acababan de encontrar lo que había sido el primer panteón de los Colón en la Cartuja. Veinte años después, en 1950, en la misma cripta de Santa Ana, invadida por el limo, se volvió a indagar y se encontró “un esqueleto completo, con los brazos apoyados sobre el cuerpo, con las manos superpuestas. Las piernas carecían de pies, por tener rotas tibias y peroné por su tercio medio, formando picos como corresponde a una fractura ostensible”.
Analizados los huesos por un equipo médico, dedujeron que correspondían a un varón de 1,68 m aproximadamente, con un peso de más de 60 kg, y de edad comprendida entre los sesenta y setenta años. Añadieron que la persona en cuestión pudo haber sufrido alguna enfermedad reumática. Todos los allí presentes coincidieron entonces en señalar que los citados huesos correspondían a Diego Colón, hermano menor del Descubridor. Era el único miembro de la familia Colón que había sido enterrado allí y nunca había sido exhumado.
En 1961, fueron de nuevo examinados los huesos, colocados entre algodones en una caja de cinc y enterrados en una zona ajardinada de la nueva fábrica de cerámica en que se convirtió la Cartuja de las Cuevas.
Se levantó acta notarial y allí permanecieron casi olvidados hasta que en el año 2002 la tumba y los huesos de Diego Colón empezaron a interesar de manera especial porque adquirían gran protagonismo para la prueba del ADN en que se han visto envueltos los restos del descubridor Cristóbal Colón.
Se sabe que el cromosoma “Y”, si se conserva algo, se transmite sólo desde el padre (no de la madre) a los hijos varones y sin mezclas. Por tanto, si los huesos de Cristóbal Colón (de Sevilla y de Santo Domingo) son suyos, su cromosoma “Y” será igual que el de su hermano Diego Colón (si es hermano natural) y que el de su hijo Hernando Colón (que sí que lo es).
Para tener seguridades en una prueba de ADN es determinante que los huesos de algunos miembros varones de la familia directa de Colón ofrezcan todas las garantías. Se reconoce sin problemas que los restos de Diego Colón, hermano menor del Descubridor, están bien documentados: murió el 21 de febrero de 1515 en Sevilla y fue enterrado ese mismo día en el monasterio de las Cuevas, y que se sepa nunca salió de ahí. El otro miembro igualmente documentado es el hijo menor de Cristóbal, Hernando Colón. Éste murió en 1539 y fue enterrado en el trascoro de la catedral de Sevilla, y desde entonces no se le ha movido de ahí. En conclusión, si los restos del Descubridor (los que se contienen en la urna de la catedral de Sevilla y los de Santo Domingo) son los auténticos de Cristóbal Colón, su cromosoma “Y” deberá ser idéntico al de su hermano y al de su hijo. Por todo ello, sigue teniendo tanta actualidad todo lo relativo a la muerte, el enterramiento y el destino de los huesos de Diego Colón, hermano menor y fiel colaborador del descubridor de América.
Bibl.: M. Fernández de Navarrete (coord.), Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo xv, con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles en Indias, Madrid, Imprenta Nacional, 1829-1859; A. Ballesteros Beretta, Cristóbal Colón y el Descubrimiento de América. Barcelona-Buenos Aires, Salvat Editores, 1945, 2 vols.; S. E. Morison, Cristóbal Colón. El Almirante de la Mar Océano, Buenos Aires, Hachette, 1945; J. Pérez de Tudela y Bueso, Las armadas de Indias, los orígenes de la política de colonización (1492-1505), Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1956; G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, ed. y estud. prelim. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Atlas, 1959, 5 vols. (Biblioteca de Autores Españoles); F. Moya Pons, La Española en el siglo xvi, 1493-1520, Santiago de los Caballeros, Universidad Católica Madre y Maestra, 1978; B. Vega, Los cacicazgos de la Hispaniola, Santo Domingo, Fundación García-Arévalo, 1980; L. Arranz Márquez, Don Diego Colón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1982; C. Varela, Cristóbal Colón. Textos y documentos completos, Madrid, Alianza Editorial, 1982; H. Colón, Historia Del Almirante, ed. de Luis Arranz, Madrid, Historia 16, 1984; C. O. Sauer, Descubrimiento y dominación española del Caribe, México, Fondo de Cultura Económica, 1984; P. Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo Madrid, Ediciones Polifemo, 1989; L. Arranz Márquez, Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española. El Repartimiento de Alburquerque de 1514, Madrid, Fundación García Arévalo, 1991; B. de las Casas, Historia de las Indias, México, Fondo de Cultura económica, 1992; A. Colón de Carvajal y G. Chocano, Cristóbal Colón. Incógnitas de su muerte 1506-1902. Primeros Almirantes de las Indias, Madrid, CSIC, 1992, 2 vols.; J. Pérez de Tudela (dir.), Colección Documental del Descubrimiento (1470-1506), Madrid, Real Academia de la Historia, CSIC, Fundación Mapfre, 1994, 3 vols.; L. Arranz Márquez, Cristóbal Colón. Misterio y grandeza, Madrid, Ediciones Marcial Pons, 2006.
Luis Arranz Márquez